He visto casi todas las producciones líricas que se han ofrecido en el Maestranza desde su inauguración en 1991, exceptuando la Tosca con Domingo, la Favorita con Kraus, el Nabucco, el doblete Cavalleria/Pagliacci y alguna otra cosa que se me escapa. Pues bien, esta Fanciulla del West con doble reparto (tres funciones con Baird/Berti/Sgura y otras tantas con Dessì, Armiliato y Carroli) me ha parecido de lo mejor que se ha visto en el teatro sevillano en lo que al campo operístico se refiere. Una pena que aún queden entradas por vender, porque el espectáculo que se ha visto es, pese a algunos reparos vocales, un homenaje a lo que debe ser la ópera: un conjunto de buenas voces, una inspirada batuta y una propuesta escénica en condiciones al servicio única y exclusivamente de las ideas musicales y dramáticas del compositor, mas no del exhibicionismo gratuito de los músicos o de las originalidades del regista. Vayamos por partes.
La escena
Quien conozca el DVD del Metropolitan editado por Deutsche Grammophon (Daniels, Domingo, Milnes, Slatkin) ya sabe de qué va la cosa, porque esta producción de Gian Carlo del Monaco es virtualmente idéntica a la que realizó para el teatro norteamericano. ¿Tradicional? Desde luego. ¿Realista? Sí, si entendemos el adjetivo desde el punto de vista teatral. Pero lo que no resulta en absoluto esta propuesta es rancia, adocenada o convencional, porque son muchísimos los elementos dramáticos que el regista aporta para perfilar mejor personajes y situaciones. Y es que las propuestas no se dividen entre “antiguas” o “modernas”, sino entre sensatas o insensatas: los Cuentos de Hoffmann que Del Monaco ofreció hace unos años también en el Maestranza era “raros” pero igualmente maravillosos.
Ni que decir tiene que la iconografía propia del western cinematográfico presidía la realización visual, soberanamente realizada. La escenografía y el vestuario, a cargo del propio director italiano, eran espectaculares. La iluminación de Wolfgang von Zoubk ofrecía una gran belleza plástica y estuvo utilizada con sentido dramático. La dirección de actores fue buena. Y, por encima de todo, los movimientos de masas -coro más figurantes- alcanzaron un detallismo de realización que pocas veces he visto resuelto en directo con semejante éxito. Total, una maravilla salvo para los pedantes que piensan que lo “comprometido” es provocar al personal con disparates varios a la manera de Bieito y demás desvergonzados con talento.
El foso
Sigo pensando que la mejor orquesta española de foso en la actualidad es la del Palau Les Arts, pero la Sinfónica de Sevilla estuvo en estas funciones muy, pero que muy cerca: la cuerda sonó con bellísimo terciopelo, la madera se mostró muy empastada y los metales, flojos en otras ocasiones, realizaron una formidable labor. Pocas veces, o nunca, he escuchado a la ROSS sonar así de bien en ópera, mérito sin duda tanto de los propios músicos que la integran como de su actual titular.
Semejante exhibición técnica vuelve a dejar claro que eso de que Pedro Halffter no sabe dirigir una orquesta no es más que un embuste. ¿Hace falta insistir en que la labor directorial de este señor hay que juzgarla por sí misma y no por quién es su padre, por quién le puso al frente del Maestranza, por el repertorio que le gusta programar, por el color de su pelo, por el número de zapato que calza o por el signo de su horóscopo? Me parece que sí, que hay que repetirlo, porque no hay peor sordo que quien no quiere escuchar.
Por mi parte, al igual que cuando lo he creído oportuno lo he puesto a caer de un burro, no dudo ahora a la hora de afirmar -ya estoy escuchando las risas- que su trabajo ha sido formidable no sólo en el ya citado aspecto técnico, sino también en el expresivo: la elegante sensualidad de su fraseo, el apropiado legato de su batuta, la minuciosa matización de la gama dinámica, el bien sostenido pulso dramático de cada uno de los actos, el vuelo poético de los pasajes más emotivos y la adecuada atmósfera turbulenta, gótica incluso, que supo extraer de la partitura, hicieron que su labor elevara esta Fanciulla (aquí la batuta es más importante que las voces) a un altísimo nivel musical. Un poco más de imaginación y garra dramática en el segundo acto, y su dirección podría considerarse de referencia. Así de claro.
El coro
Se merecen un punto y aparte: el Coro de la A. A. del Teatro de la Maestranza (su sección masculina) firmó su mejor actuación hasta momento en un título, además, bastante comprometedor. Parece que hay tensiones con su director, Julio Gergely, pero desde el punto de vista técnico su trabajo conjunto está siendo admirable. Reforzaban su labor miembros del Coro Intermezzo. Mérito adicional para todos ha sido cantar cumpliendo las minuciosas instrucciones escénicas de Del Monaco: también en este sentido su actuación resultó formidable. Ellos son en gran medida responsables del fenomenal éxito de esta Fanciulla.
Las voces
Janice Baird hizo en el Maestranza una magnífica Elektra y una digna Brünnhilde. Ahora no le ha ido tan bien: con un grave muy pobre y un centro sin cuerpo, sólo encuentra desahogo en un agudo más poderoso que bien timbrado. Sin embargo es joven, guapa y buena actriz, y comprende el personaje mucho mejor que una Daniela Dessì que entiende a Minnie de una manera ingenua que no casa bien con su imagen de señora madura. Ahora bien, la soprano italiana se pone muy por encima de la norteamericana en el plano musical, pues a pesar de que su buen instrumento de lírica pura anda algo sobrado de vibraciones, su línea genuinamente italiana, su excelente técnica y la cálida emoción con la que canta le hicieron ser muy convincente.
Un físico no muy agraciado y unas dotes de actor más bien escasas le hicieron flaco favor a Marco Berti en su encarnación del bandido, en cualquier caso correcta en lo vocal e incluso a ratos brillante merced a un registro agudo poderoso, seguro y de gran luminosidad. El agudo de Fabio Armilato no es ni mucho menos tan interesante, pero su instrumento es más homogéneo y su desenvoltura escénica muchísimo mayor; sin poseer la calidez ni la sinceridad de un Plácido Domingo, su Dick Johnson fue my notable.
El joven Claudio Sgura posee un buen instrumento canoro y procura cantar con intención, aunque en la escena crucial de la partida de cartas podía haber matizado tanto como frente a él lo hizo Janice Baird. El veteranísimo Silvano Carroli ofrecía en el video del Covent Garden de 1982 (la correcta producción de Faggioni que inicialmente estaba prevista para Sevilla) un Jack Rance engolado y tosco. Ahora, tras encarnar cientos de veces al sheriff, ha hecho lo mismo… con veintiséis años más a sus espaldas. De nada le sirvió oscurecer artificialmente su -eso sí- poderosa voz, porque tanto en lo canoro como en lo escénico su interpretación fue el colmo de la vulgaridad. Por si fuera poco se saltó una importante indicación escénica: en lugar de amenazar a Dick Johnson tras la partida de cartas mientras Minnie grita aquello de “È mio!” (estupenda aportación de Del Monaco), se limitó a marcharse como está acostumbrado a hacer y dejó a la Dessì con un palmo de narices.
Buenísimo -con alguna excepción que prefiero no decir- el nivel de los comprimarios, abundantes y decisivos esta partitura, sobresaliendo muy especialmente un Vicente Ombuena –Nick, el camarero- que no en balde tiene tras sus espaldas una digna carrera en la que el autor de Gianni Schichi ha desempeñado un papel fundamental. Gran trabajo de equipo.
.. y Puccini.
El compositor ha sido, con toda justicia, el gran triunfador de estas veladas hispalenses (comento las de los días 20 y 21 de marzo). Cierto es que este título no alcanza la inspiración melódica de La bohème, la redondez dramática de Tosca ni la imaginación de Madama Butterfly, pero aun tratándose de una obrar “menor” es una magnífica ópera.
Sigue sin entusiasmar a mucha gente por circunstancias como la dispersión del libreto o -y esto no es un defecto en modo alguno- la casi total falta de arias, pero una batuta en condiciones -como la que ha habido en Sevilla- es capaz de desvelar que el núcleo musical de la obra se encuentra en la orquesta y tiene muchísimas cosas que aportar desde el punto de vista dramático. Que la partitura nos fascine a los amantes de la música cinematográfica no es casualidad.
La belleza melódica de La fanciulla del West, por lo demás, resulta innegable, aunque de nuevo hay que buscarla mucho antes en el foso que en las voces: tan hermosísimos son los leitmotivs asociados a Minnie y al baile entre ambos que es difícil contener las lágrimas cuando lo que se ve en escena está a la altura. Melodías que rezuman italianidad por los cuatro costados, aunque estén dentro de una de las partituras más avanzada de su autor.
Para finalizar, no es difícil suscribir la afirmación de José Luis Téllez según la cual (cito sus notas al programa) la partida de cartas es “una de la más intensas escenas de todo el operismo”. ¡Qué música! Total, doble triunfo para Sevilla: haber devuelto a España una ópera muchísimo más interesante de lo que algunos creen, y haberlo hecho en condiciones difícilmente superables hoy por hoy para cualquier teatro de primera.
PD. Aquí se puede encontrar un excelente comentario con fotos de la producción (enlace) y aquí todas las críticas que han aparecido hasta el momento (enlace). Eso por si alguien le quedan ganas aún de leer después de esta soporifera parrafada mía...