miércoles, 9 de abril de 2025

Concierto para piano nº 1 de Bartók: discografía comparada

Belá Bartók compuso el primero de sus tres conciertos para piano en 1926. Dos años atrás quedaba El mandarín maravilloso, pero a la Música para cuerda, percusión y celesta le quedaban aún diez para llegar. Estamos pues ante la etapa digamos "bestia" del compositor, aunque denominarla así puede llevar a engaño. En realidad, realizar un repaso por la discografía nos permite apreciar los tres grandes senderos que con esta genial partitura puede recorrerse y, con ello, entender en qué medida esta música ha de entenderse en un contexto más amplio.

Por un lado está la visión atmosférica, turbulenta y opresiva que enlaza con las "densidades centroeuropeas" y, a su vez, mira hacia el futuro. Por otro tenemos la posibilidad de marcar aristas, ritmos y violencia, no contradictoria con la opción anterior pero sí diferente: el expresionismo como opción estética, como deseo de romper con la tradición. Finalmente está la vía del folclore, del perfume magiar, incluso de la contemplación más o menos lírica. Todo ello está en la partitura, así que el intérprete de turno tiene que encontrar la manera bien de sintetizar los elementos, bien de apostar por una única vía, pero haciéndolo con tal convicción que no podemos poner reparos a su apuesta. Hay quienes lo han conseguido: de una manera u otra, esta partitura pertenece a Pierre Boulez y Daniel Barenboim, sean juntos o por separado.

Algunos de los textos siguientes ya fueron publicados en este blog. Otros son nuevos. En cualquier caso, lo interesante no es la puntuación que un servidor otorga del uno al diez, sino qué singulariza cada propuesta: solo a través de visiones bien diferenciadas podemos apreciar la riqueza de esta música.

 

 

1.     Anda. Fricsay/Sinfónica de la Radio de Berlín (DG, 1960). Grabación prestigiosa y sobrevalorada. Fricsay acierta con la sonoridad rústica de Bartók en el primer movimiento y con la generación de atmósfera sensual y misteriosa en el segundo, pero la transición al tercero es un disparate; lamentable este último por su blandura y deslavazamiento. A su labor le faltan, además, una adecuada administración de los picos de tensiones –sobre todo en el Andante– y depuración sonora, aunque esto se debe en parte a la discreta actuación de una orquesta con insuficiencias y tendente a la chapuza. Al pianista se le agradece un toque no demasiado percutido y un buen olfato lírico, pero la parquedad en los matices, la pobreza de las dinámicas, la ausencia de variedad expresiva y el escaso fuelle dramático pesan en su contra. (6)

2.     Rudolf Serkin. Szell/Sinfónica de Columbia (CBS, 1962). El maestro de Budapest propone una interpretación severa, áspera y malhumorada. Clarísima en el trazo, poco amable en la sonoridad y muy incisiva en la rítmica, apuesta por poner en primer plano los aspectos no ya angulosos, sino abiertamente inquietantes e incluso terroríficos, dejando en exceso de lado otros elementos de esta música, que también tienen su importancia. Serkin sigue el planteamiento a pies juntillas sin necesidad de que eso signifique falta de variedad en su toque ni caídas en el mero virtuosismo, que por su parte es grande. Lo de la formación sinfónica utilizada por CBS es un misterio, o no tanto: suena a Orquesta de Cleveland y la grabación se realizó allí mismo, así que deben de ser los chicos de Szell “disfrazados”. (8)

 


3.     Peter Serkin. Ozawa/Sinfónica de Chicago (RCA, 1965). A punto de cumplir los dieciocho años estaba Peter Serkin cuando registró este registro. Visto de semejante manera, uno no puede sino descubrirse ante el hecho de que un chavalito fuera capaz de tocar estás dos obras con semejante nivel técnico. Pero si comparamos estas lecturas con las de otros pianistas, el hijo de Rudolf no sale del todo bien parado. Y no tanto porque su enfoque sea percutivo –esto parece moneda corriente en estas páginas, aunque no resulte lo ideal–, sino más bien por lo monocorde de su toque y lo limitado de su expresividad, resultando por lo general plano e insípido. Tampoco Ozawa –que contaba veintinueve– resulta ideal para el universo bartokiano: este universo requiere un sentido de la rusticidad y una tensión dramática que no casan bien con su batuta elegante, sensual y refinada. Así las cosas, los resultados interpretativos son irregulares. El primer movimiento aburre un tanto, animándose solo un poco hacia el final del mismo gracias a una batuta que por fin parece dispuesta a echar la carne en el asador. Mucho mejor el nocturnal Andante: aquí la batuta se mueve muy bien explorando atmósferas y haciendo que las portentosas maderas de la formación norteamericana suenen de manera particularmente curvilínea. La transición al tercero resulta lentísima y de enorme atractivo; a partir de ahí se queda la interpretación en una notable solvencia –director y pianista poseen un buen sentido del ritmo– sin terminar de ofrecer el empuje y la garra que la agitada página necesita. (7)

 


4.     Barenboim. Boulez/New Philharmonia (EMI, 1967). Alguien pudiera pensar que este primer encuentro discográfico entre dos inmensos artistas tan diferentes entre sí podría resultar en un choque de trenes. Pues no, todo lo contrario. Repárese en que Boulez -cuarenta y dos años- es el Boulez de los sesenta, de sonoridad más ácida y expresividad más inmediata que el mucho más abstracto, menos radical de sus años para Deutsche Grammophon, y que Barenboim –aún no había cumplido los veinticinco– es el de su combativa etapa juvenil, aquella de la severidad, la hondura dramática y la renuncia a cualquier concesión. Entre los dos firman una interpretación negra, opresiva y asfixiante, llena de mala leche, de tensión tan poderosa como soterrada y elevado sentido de la atmósfera, en la que un piano poderoso y denso, no especialmente claro ni variado en el toque, se enfrenta a una orquesta soberbia en la que las maderas ofrecer ese “sonido Klemperer” tan particular y todas las líneas quedan impecablemente desmenuzadas. La toma necesita un nuevo reprocesado cuanto antes. (9)

5.     Bishop-Kovacevich. Colin Davis/Sinfónica de Londres (Philips, 1975). No están muy allá ninguno de los dos artistas. El director atiende a la claridad, pero aun así algunos tutti resultan algo confusos. El piano se muestra poderoso, de apreciable destreza técnica, percutivo sin excederse, pero también algo monocorde y unilateral en lo expresivo. Entre ambos construyen una introducción adecuadamente amenazadora y un tercer movimiento espléndido, con garra y decisión, quedándose en el resto en lo notable: falta atmósfera. (8)

 

6.     Pollini. Abbado/Sinfónica de Chicago (DG, 1977). El Abbado de los buenos tiempos deslumbra con una dirección mayormente incisiva y estridente, en la que los los soberbios metales de Chicago cobran protagonismo y se despliegan un alucinante sentido del color y de las texturas, por no hablar de un sentido del ritmo contagioso. Podría desplegar mayor riqueza conceptual apostando más por la sensualidad y el misterio, pero no vamos a negar que la sequedad del Andante posee su atractivo. ¿Y Pollini? Sobrado de tensión armónica, limpiezavigor rítmico, pero excesivamente percutivo y no muy variado en el sonido ni en la expresión. Aun así, disco a conocer. (9)


7.     Ashkenazy. Solti/Filarmónica de Londres (Decca, 1981). No es esta una lectura atmosférica sino vitalista, extrovertida, muy angulosa, nerviosa en el mejor de los sentidos, de tímbrica incisiva sin excesos y un enorme sentido del ritmo, así como impregnada de un fuerte sabor popular que, sin dejar de lado el carácter dramático de la página, aporta también una dosis de vitalidad, de frescura y hasta de cierto sentido del humor. Como Pollini, Ashkenazy apuesta por lo percutivo bajo un perfecto control de los medios, mas sin ofrecer suficiente variedad en el sonido. (9)

8.     Kocsis. Iván Fischer/Orquesta del Festival de Budapest (Philips, 1985). Esta interpretación puede enganchar por su carácter particularmente incisivo y efervescente, así como por su manera de conjugar un marcado sabor folclórico con la carga dramática que la página posee, pero lo cierto es que tanto la batuta como el solista terminan pecando de un exceso de nervio –el primer movimiento resulta demasiado rápido– que conduce a la falta de atmósfera, de sensualidad y de vuelo poético. En definitiva, una interpretación tan vistosa como epidérmica. (7)


9.     Jandó. Ligeti/Sinfónica de Budapest (Naxos, 1994). Esta es una visión muy distinta de la habitual: distendida y moderadamente luminosa, de gran sabor folclórico y apreciable sensualidad, y por ende alejada de la tensión dramática; en determinados momentos –segundo movimiento- resulta en exceso blanda en sus planteamientos. En cualquier caso, mejor la centrada labor de Jenó Jandó que una batuta algo deslavazada y de trazo grueso, poco atenta a la claridad y a la planificación minuciosa. (7)

10. Bronfman. Salonen/Filarmónica de Los Ángeles (Sony, 1994). Francamente bien el pianista: ágil e incisivo cuando hace falta, pero también variado en el toque, entre lo percutivo y lo misterioso, además de concentrado en el fraseo. No convence Salonen en el Andante: en exceso lineal y sin misterio. Mejor en los movimientos extremos, dirigidos con agilidad, tensión, inmediatez e incisividad, aunque se echa de menos claridad de líneas: parte de la culpa la tiene una grabación que deja a la orquesta en segundo plano. (8)

11. Schiff. Iván Fischer/Orquesta del Festival de Budapest (Teldec, 1996). El pianista de origen húngaro demuestra ser un gran recreador de su parte gracias a un toque poderoso que sabe no quedarse en lo percutivo, a un temperamento tan sincero como controlado y a una apreciable sensibilidad para el matiz. Junto a él, Iván Fischer vuelve a ofrecer una dirección extrovertida, entusiasta, de apreciable sabor folclórico y expresión lo suficientemente rica, incluso ofreciendo lugar para lo luminoso. Por desgracia, el Andante se queda corto en misterio y, en general, el tratamiento de la orquesta resulta poco depurado, aunque también es verdad que algunos primeros atriles ofrecen solos de acertada intención expresiva. (8)

12. Schiff. Rattle/Sinfónica de la Ciudad de Birmingham (Medici TV, 1997). Otra vez Schiff desplegando su talento, esta vez junto a un Rattle que ofrece una dirección entusiasta a más no poder, rica en incisiva en el color y pletórica del sentido del ritmo; ideal, por tanto, para poner de relieve lo que esta música debe al folclore, aunque no tan atenta a la hora de explorar atmósferas ni de clarificar el entramado orquestal. Una pena que la toma adolezca de compresión dinámica. (9)

13. Zimerman. Boulez/Sinfónica de Chicago (DG, 2001). He aquí una interesantísima visión que, tanto en piano como en orquesta, ofrece una perspectiva digamos “antirromántica”, esencial y despojada, que se aparta de manera voluntaria de lo expresionista sin perder por ello carácter tenso e implacable; carece asimismo de la atmósfera turbia y densa de otras recreaciones, empezando por la que años atrás el propio Boulez hizo con Barenboim. Por lo demás, el genial compositor francés se luce con un perfecto control de los medios que le permite obtener una claridad alucinante y trazar unas dinámicas matizadísimas. No menos técnica es la de Krystian Zimerman, quien se decide por un toque mayormente percutivo que no va en demérito de la inmediatez expresiva. La orquesta suena con menos agresividad y, por momentos, ofreciendo un carácter más luminoso que con Abbado y algunos solos de vuelo lírico apreciable, aunque sea relativo: Boulez no permite bajar la guardia. (9)

14. Pollini. Boulez/Orquesta de París (YouTube, 2001). Esta filmación de precaria calidad audiovisual tiene un morbo enorme: Boulez más Pollini. Clarísimo, decidido y de apreciable inmediatez expresiva el primero, ya alejado las densidades de antaño. De toque percutivo, limpio y decidido el segundo, quien a su vez frasea con nervio tan intenso como controlado pero una vez más se queda corto en matices. Muy adecuadas las maderas parisinas. (9)

15. Barenboim. Boulez/Sinfónica de Chicago (audio en YouTube, 2005). Esta precaria transmisión radiofónica nos permite advertir que gran parte de la rebeldía y tensión de la interpretación en estudio de los dos mismos artistas deja paso a una visión más distanciada, de perfecta arquitectura, en la que mejora de manera sensible la labor de un Barenboim haciendo gala de un toque más claro y variado. En cualquier caso, en seguida llegará un testimonio técnicamente mucho más satisfactorio. (9)

16. Barenboim. Boulez/Filarmónica de Viena (DVD Major, 2008). Definitivamente, la visión opresiva, rabiosa y visceral de los sesenta ha dado paso a otra con menos garra, más distanciada, pero más rica en significaciones, en la que hay que aplaudir especialmente a un Barenboim ahora mucho más matizado y más flexible, más creativo en definitiva, aunque su esfuerzo físico en el primer movimiento se deje notar. Impresionante el carácter atmosférico, entre sensual y opresivo, del Andante, que va acumulando una fuerza dramática impresionante. Igualmente hay que aplaudir las maderas curvilíneas de la orquesta y el perfecto control de un Boulez quizá algo más distanciado de lo deseable, pero perfecto conocedor de los entresijos de la partitura. (10)

17. Wang. Salonen/Sinfónica de la Radio de Suecia (YouTube, 2016). Veintidós años después de su registro en audio con Bronfman, Salonen repite y mejora su acercamiento inmediato y efervescente a la partitura ofreciendo un Andante más convincente, si bien la claridad sigue sin ser la máxima: de nuevo la calidad del audio, a la espera de que en alguna plataforma aparezca alguna copia decente, no ayuda. En cualquier caso, la estrella es Yuja Wang. La pianista china posee el toque ideal para esta música, percutivo y poderoso cuando debe serlo, pero capaz también de ser modelado con infinidad de matices y de destilar hermoso vuelo lírico, así como apreciable flexibilidad y un nervio –incluso nerviosismo en el movimiento conclusivo– que encaja bien con la propuesta de Salonen. Otra cosa es que su visión, contrastada pero poco interesada por la parte más densa de la música, termine de convencer a quienes entienden esta partitura desde la angustia existencial. (8)

18. Barenboim. Rattle/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2018). Han pasado diez años desde su filmación con Boulez, y ya desde los primeros compases se aprecia que Barenboim aún está dispuesto a dar una vuelta más de tuerca a la obra jugando con los ritmos sincopados bartokianos, con los acentos, con dinámicas y colores… Que de nuevo algún pasaje del primer movimiento le resulte digitalmente trabajoso importa poco ante semejante despliegue de compromiso, aunque es en el segundo donde se eleva a cotas inigualables de inspiración. ¡Qué manera de desplegar las texturas nocturnales! ¡Qué progresión hacia el clímax dramático de la parte solista! En tercero hay que descubrirse especialmente ante un sonido poderosísimo, denso a más no poder, pero también capaz de las mayores sutilezas, sin tener la necesidad de resultar percutivo ni de destacar cada nota con limpieza extrema: las “brumas germánicas” resultan bienvenidas. Todo ello lo hace el maestro sin quedarse en la mera exhibición de músculo, sino ofreciendo intensidad dramática del altísimo voltaje en perfecta sintonía con un Rattle implicadísimo en la expresión, dramático y escarpado a más no poder –terrorífico el clímax del Andante– sin que el tremendo despliegue de vehemencia haga peligrar una arquitectura planificada con portentosa perfección ni le haga olvidar la necesidad de ofrecer los más adecuados colores de una orquesta que resulta ideal para la obra, mucho más que la de Filarmónica de Viena: los primeros atriles son todos oírlos para creerlos, por no hablar de esa cuerda musculada y poderosísima que contribuye no poco a los referenciales resultados de esta recreación. (10)

19. Aimard. Salonen/Sinfónica de San Francisco (Pentatone, 2022-23). Por fin Salonen tiene la oportunidad de ofrecernos su testimonio con una ingeniería de sonido a la altura de las circunstancias, pero el resultado lo que hace es confirmar que, aunque solo de manera parcial, la falta de claridad de sus aproximaciones anteriores se debe en parte a una batuta más interesada por la efervescencia que por el análisis. Extraña que en el Andante vuelva a las prisas y la linealidad de la grabación con Bronfman. Por otra parte, su visión encajaba mejor con el carácter bullicioso de Yuja Wang que con un Aimard que se muestra moderado para lo bueno y para lo no tan bueno. Y es que el pianista francés, que hace gala de un toque denso y mucha atención a los reguladores, renuncia a ofrecer una visión combativa o vistosa para decantarse más bien por una suerte de clasicismo que hubiera conectado mejor con la dirección del Boulez tardío. ¿Algo soso? Sí. (8)

martes, 8 de abril de 2025

Ravel por Seong-Jin Cho: no compre el disco, abónense a la plataforma

Aplausos unánimes de la crítica internacional para el Ravel que ha grabado el surcoreano Seong-Jin Cho para Deutsche Grammophon: por un lado los conciertos con Andris Nelsons y la Sinfónica de Boston, magníficos, por otra la obra para piano solo. ¿Resultados geniales? En absoluto, pero sí de una insólita perfección dentro de la más estricta ortodoxia francesa: toque hermosísimo y de moderada levedad, fraseo muy curvilíneo, renuncia a aristas y grandes contrastes, sentido especial para el color, carácter contemplativo y sensual, un cierto distanciamiento expresivo... Puede no terminar de convencer a quienes les apetezcan aproximaciones más sanguíneas, también más heterodoxas, pero hay que descubrirse ante su técnica sin fisuras y su musicalidad fuera de serie.

Puede que de los dos conciertos escriba otro día. En cuando a la integral para piano solo, de momento no soy capaz de realizar especiales matices sobre las interpretaciones. Quizá decir que me han llamado la atención Oiseaux tristes y Le Gibet, en los dos casos una demostración de cómo jugar con el contraste entre el sonido y el silencio desplegando las más sutiles inflexiones en la regulación del sonido. En el otro extremo, la teatralidad de Scarbo llega a enganchar, pero a nuestro artista se le va un poco la mano en lo que a nerviosismo se refiere. La capacidad de Cho para adelgazar al máximo su sonido hace milagros en Noctuelles, pintada a la manera de las estampas japonesas, al tiempo que le permite conseguir un carácter especialmente aéreo en Jeux d'eau. A la Alborada del gracioso le falta no solo sabor español, sino también flexibilidad e inspiración. Las piezas "neoclásicas", por su parte, está dichas con enorme elegancia y un irreprochable equilibrio expresivo.

¿Saben lo mejor? Que no es necesario que usted compre esta maravillosa integral en su versión en CD. Ni siquiera les recomiendo que se conformen con la versión en streaming. La una opción mucho mejor: abonarse, si aún no lo han hecho, a la plataforma Stage+. En ella encontrará casi toda esta integral no en audio sino en vídeo, con maravillosa imagen 4K y sonido excelente. Dos son los vídeos. El primero dura casi una hora y se encuentra filmado en la Villa Siemens de Berlín en septiembre de 2024: entiendo que son tomas paralelas a las del doble CD, si es que no son exactamente las mismas. El otro alcanza más de setenta minutos y corresponde a un recital en el Carnegie Hall de Nueva York de febrero de 2025. Entre ambos se ofrece casi todo el repertorio. Faltan algunos de los números de los Miroirs, y no sé si alguna cosa más de menor importancia: en la misma plataforma se ofrece la versión en audio en Atmos salvo Une barque su l'océan, en estéreo normal, así que pelillos a la mar.

domingo, 6 de abril de 2025

Piano de Ravel por Ashkenazy

He querido completar la audición de anoche con este disco dedicado íntegramente a Maurice Ravel en el que Vladimir Ashkenazy realiza su segundo registro, diecisiete años posterior, de Gaspard de la nuit. No hay cambio de concepto: sigue siendo un acercamiento temperamental y contrastado que no quiere moverse dentro de la ortodoxia impresionista y prefiere, por decirlo de alguna manera, mirar un tanto a ese mundo de Rachmaninov tan extraordinariamente afín al pianista de Gorki. Parece, en cualquier caso, que en los dos primeros números hay un grado adicional de depuración sonora, si bien la sensación puede deberse a una toma que, realizada en un Kingsway Hall al que le quedaba ya poco tiempo de vida, resulta muy superior a la antigua. Una vez más, Scarbo es lo que mejor le sienta a las maneras del maestro, que ofrece una regulación del sonido y unas transiciones para quitarse el sombrero.

Si la "cara A" fue registrada en abril de 1982, la "cara B" es de junio de 1983. Muy atractiva la Pavana para una infanta difunta: belleza sonora sin blanduras, mezcla de naturalidad y firmeza en el fraseo, concentración un punto distanciada y final abiertamente dramático que nos deja con el corazón en un puño. Lo mejor llega con los Valses nobles y sentimentales, una soberbia interpretación en la que el dominio del rubato, y de la flexibilidad agógica en general, permite lucirse a un Ashkenazy que sabe mostrarse tan elegante y señorial como delicado: justo lo que esta obra necesita. Una vez más, la belleza sonora está garantizada sin que ello suponga la menor concesión al hedonismo, y solo se puede echar de menos un punto más de magia poética debido a la falta de relativa sintonía del intérprete con este repertorio. No importa demasiado: recomiendo escuchar este registro.

sábado, 5 de abril de 2025

Ashkenazy a los veintiocho: Chopin, Debussy, Ravel

Para esta noche he escogido casi al azar, de entre los tres grandes cajones que Decca tiene dedicados a Vladimir Ashkenazy, una grabación realizada en Londres en julio de 1965 con obras de Chopin, Debussy y Ravel. Cumplía entonces veintiocho años y el de Gorki demostraba un talento muy considerable, aunque también ciertos aspectos que tendría que madurar.

En el Scherzo nº 4 del compositor polaco sorprende gratamente el irreprochable estilo chopiniano del joven pianista, como también la variedad de un sonido que es capaz de modelar a su antojo. Ahora bien, la tendencia a dejarse llevar por el virtuosismo se hace evidente con las no pocas frases que resultan algo cuadriculadas, o al menos no todo lo flexibles que deberían; cuando le corresponde destilar lirismo sí que se muestra muy acertado. Justo lo que ocurre en el Nocturno nº 17 del mismo autor, en el que Ashkenazy ofrece toda esa flexibilidad, esa delectación poética y esa concentración que anuncian a quien más adelante va a ser un magnífico y muy completo intérprete de Chopin.

Pese a que difícilmente le identifiquemos como recreador de la música de Claude Debussy, nuestro artista nos ofrece, en lo que era ya la cara B del vinilo original, una singular y atractiva recreación de L'Isle joyeuse. Ciertamente es capaz de aligerar el sonido de su piano y de ofrecer enormes sutilezas tímbricas, pero decide huir de la ortodoxia impresionista para ofrecernos una lectura densa en lo sonoro, tensa en el fraseo, llena de ángulos, sanguínea en el temperamento y de clímax apasionado. La técnica, por lo demás, no ofrece fisuras: maravillosa la manera de planificar las dinámicas.

Moviéndose por el mismo sendero, Gaspar de la nuit resulta en exceso desigual. Ondine interesa por sonar con belleza y evitar preciosismos, pero no termina de destilar magia poética. En Le Gibet hay carácter obsesivo, mas no atmósfera malsana. El gran triunfo llega con Scarbo, en el que la tensión armónica, el sentido de los contrastes, la intensa teatralidad y el nervio bien controlado del pianista logran hacer milagros. ¿Y los dedos? Sencillamente perfectos a pesar de la extrema dificultad de la obra. No, no debe extrañar en absoluto que Ashkenazy terminase realizando semejante carrera.

La ROSS con Nuno Coelho

Jueves y viernes de esta semana la Sinfónica de Sevilla ha ofrecido Fairy Tale de Sofia Gubaidúlina, el Concierto para flauta de Carl Nielsen y La consagración de la primavera de Igor Stravinsky bajo la dirección de Nuno Coelho. Vicent Morelló Broseta ha sido el solista. Una vez más, la señora de Relaciones externas de la orquesta ha decidido que un servidor no era digno de consideración, así que fui, compré mi entrada, escuché el concierto y me volví.

De esta manera, las actividades de la formación hispalense se quedan otra vez sin reseña en este blog, que no es poco leído. ¿Me fastidia? Mucho. Primero, porque creo no conocer precisamente mal este repertorio (por aquí anda mi discografía comparada del ballet de Stravinsky). Segundo, porque he defendido mucho a esta orquesta durante bastantes años, pero me encuentro con que estoy fuera de la nómina de críticos oficiales por decisión unilateral de una persona que me detesta, mientras que sí que cuenta con unos señores que de manera muy activa ha atacado a la formación e incluso sueñan con que esta se disuelva y sea sustituida por la Barroca de Sevilla para el repertorio que va hasta el primer tercio del siglo XIX –ya se lo andan  pidiendo– y con una Bética Filarmónica reforzada para el resto.

"Olvídate, esa señora estará ahí hasta su jubilación", me decía alguien. Pues sí. Pero yo pienso seguir ejerciendo mi derecho al pataleo ad aeternam, piensen lo que piensen.

jueves, 3 de abril de 2025

Sinfonía en tres movimientos, de Stravinsky: discografía comparada

La Wikipedia, aunque en inglés, deja ciertas cosas bien claras (enlace al texto original):

Stravinsky, que rara vez reconocía inspiraciones extramusicales para su música, se refirió a la composición como su "sinfonía de guerra". Afirmó que la sinfonía era una respuesta directa a los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial tanto en Europa como en Asia. El primer movimiento se inspira en un documental sobre las tácticas japonesas de tierra quemada en China. El tercer movimiento trata de imágenes de soldados alemanes haciendo el paso de la oca y del creciente éxito de las fuerzas aliadas.

El material procede de proyectos que Stravinsky había abandonado o reorganizado. La presencia del piano en el primer movimiento procede de un concierto para piano que quedó incompleto. La música para arpa ocupa un lugar destacado en el segundo movimiento, utilizando temas que había escrito para la adaptación cinematográfica de la novela de Franz Werfel La canción de Bernadette. En un principio, se contactó informalmente con Stravinsky para escribir la partitura de la película. El 15 de febrero de 1943 comenzó a escribir la música para la escena de la "Aparición de la Virgen". Sin embargo, nunca se firmó un contrato con él y el proyecto fue a parar a Alfred Newman, que ganó un Oscar. El tercer movimiento une los dos primeros dando el mismo protagonismo al piano y al arpa.
El asunto tiene su miga. ¿No era Stravinsky ese mismo que dijo que la música no significa nada? El paralelismo con Pablo Picasso, más allá de las relaciones artísticas entre ambos, me parece evidente: los dos exploraron formas al margen de cualquier significación, pero cuando llegaron los tiempos de guerra no dudaron en recurrir a las fórmulas que ellos mismos habían contribuido a desarrollar para ponerlas al servicio de la expresión, e incluso descripción. Dicho esto, nada malo hay en probar diferentes ópticas interpretativas. Todo lo contrario, porque las relaciones que se pueden establecer son múltiples y solo con una riqueza de enfoques se puede apreciar todo lo que esta partitura estrenada en 1946 por el propio artista alberga en su interior.

  1. Stravinsky/Filarmónica de Nueva York (Sony, 1946). Esta grabación tiene un enorme valor documental. Primero, por corresponderse con la fecha y los intérpretes del estreno. Segundo, porque deja muy claro que el compositor, por mucho que dijese que la interpretación no existe, no quiere una recreación analítica ni distante, sino abiertamente comprometida: la aspereza, la rabia, el desgarro e incluso la brutalidad se ponen por delante de cualquier otra consideración. Así las cosas, ¿tenemos derecho a pedir acercamientos más ajenos a las circunstancias históricas que vieron nacer estas notas? Creo que sí. (7)




  2. Stravinsky/Sinfónica de Columbia (Sony, 1961). Esta nueva recreación del propio compositor es muy preferible a la anterior, no solo porque suena muchísimo mejor y alcanza una mayor depuración en la puesta en sonidos –aun así, ninguna maravilla-, sino porque suaviza hasta cierto punto la innecesaria violencia extrema de entonces para dar cabida al misterio, e incluso al lirismo que la música alberga. Sigue primando el expresionismo, pero parece evidente que existen otros caminos que explorar. (9)




  3. Klemperer/Orquesta Philharmonia (EMI, 1962). No deja de resultar una paradoja que la versión de Klemperer sea más stravinskiana que las del propio Stravinsky. Entiéndase con ello que es menos inmediata y visceral, más distanciada. También considerablemente más intelectual, y al mismo tiempo –no es contradicción– más irónica y con mayor retranca. Pero no por eso le faltan precisamente (¡todo lo contrario!) tensión interna, vigor rítmico y carácter opresivo. En cualquier caso, lo más digno de admiración es la manera en la que el de Breslau disecciona el entramado de la partitura, en la que individualiza y colorea de manera expresiva cada una de las líneas, poniendo de relieve mejor que nadie –antes y después de él– la magistral escritura de esta página. A destacar muy especialmente lo que hace con el Andante, en el que con la complicidad de las inigualables maderas de la Philharmonia destila una mezcla de sensualidad y de espiritualidad inquietante que en cierto modo nos acerca a La canción de Bernadette sin hacer la menor concesión a lo naif. Muy buen reprocesado el de 2023, aunque resta un poco de distorsión. (10)



  4. Dutoit/Orquesta de la Suisse Romande (Decca, 1981). Tratándose de Dutoit en Stravinsky, tenemos garantizadas gran factura técnica –aunque ejecuciones mejor clarificadas se han escuchado– y apreciable implicación expresiva, lejos de esa solvencia un tanto rutinaria con que se acerca a otros repertorios. Lo interesante es que en esta obra aporta algo distinto: la conexión francesa. Sí, algo –o mucho– debió de quedarle a Igor de sus experiencias parisinas, y eso lo pone de relieve la batuta en una recreación especialmente ágil –apreciable efervescencia en el movimiento conclusivo–, delicada en muchos momentos, de enorme refinamiento tímbrico y hasta con su punto de levedad bien entendida, sin por ello desatender, porque los contrastes se encuentran muy bien marcados, a los que esta música tiene de tensión dramática. Una toma sensacional hace aún más atractivo el resultado. (9)



  5. Bernstein/Filarmónica de Israel (DG, 1982). Extraño: ni la orquesta ni Lenny están, en este concierto en vivo muy bien grabado por los ingenieros del sello amarillo, muy allá en lo puramente técnico: se echan de menos tanto limpieza en las texturas como nervio interno. En este sentido, los movimientos extremos resultan un poco deslavazados, o al menos carentes de esa garra que han alcanzado con otros maestros, si bien no vamos a regatearle a Bernstein un excelente tratamiento expresivo de las maderas. Lo del Andante es más grave: siendo muy interesante que la batuta explore atmósferas y subraye la vertiente lírica de la página, el desenfoque estilístico es evidente y por momentos se roza la blandura. (7)



  6. Colin Davis/Sinfónica de la Radio de Baviera (Philips, 1985). Puede parecer un tópico, pero es la verdad: el maestro británico renuncia a una visión expresionista de la página para mirar hacia la etapa neoclásica el compositor. No por ello ofrece una lectura domesticada o escasa de nervio, en modo alguno, pero sí que intenta sacar a flote lo que en esta música hay de elegancia, de espiritualidad e incluso de vuelo lírico. Y no solo en el segundo movimiento: algunas frases del primero resultan reveladoras. Por lo demás, el trabajo lo realiza con apreciable sentido del ritmo y trabajando con pinceles finos para desmenuzar todas y cada una de las líneas del entramado orquestal, como si fuera un “Boulez con corazón”. Una pena que la orquesta, rindiendo a buen nivel, no se encuentre a la altura de las más grandes que han abordado la página. (9)




  7. Rozhdestvensky/Sinfónica de Londres (Nimbus, 1987). Interpretación algo lenta, muy atmosférica, sensual en el segundo movimiento y de un humor no solo socarrón, sino también agrio. Flojea el primer movimiento, que necesita mayor nervio y tensión interna, pero globalmente interesa. La toma sonora, de volumen bajísimo, es algo difusa. (8)




  8. Salonen/Orquesta Philharmonia (Sony, 1989). Va con prisas el maestro finlandés. No por ello deja de atender a la limpieza y claridad de ejecución, cosa fácil por la conjunción entre una técnica de batuta admirable y una orquesta que sigue teniendo unas maderas portentosas, pero sí que es cierto que no se preocupa mucho de atmósferas, poesía o espiritualidad. La suya es una interpretación muy afilada en lo sonoro y efervescente, bulliciosa a más en poder en su desarrollo horizontal, nerviosa en no pequeña medida y dotada de una mezcla de ironía y carácter implacable muy atractiva. Quien busque desgarro dramático, no lo encontrará aquí. (8)



  9. Tilson Thomas/Sinfónica de Londres (Sony, 1991). Vista desde la distancia, la interpretación de Tilson Thomas parece una síntesis entre las hasta aquí reseñadas, añadiendo un punto de espiritualidad y candidez en el segundo movimiento que nos recuerda que esa música tuvo su origen en la banda sonora que iba a realizar para el filme La canción de Bernardette. Todo ello lo consigue el maestro con el lenguaje más apropiado y una espontaneidad que niega el carácter intelectual que muchos han querido ver en la música stravinskiana. (9)



  10. Ashkenazy/Sinfónica de la Radio de Berlín (Decca, 1991). Extremadamente irregular en su trayectoria como director de orquesta, el de Gorki aquí se arriesga, y acierta por completo, al ofrecer una recreación retorcida y feísta, cargada de atmósfera siniestra y malos presagios, un poco a la manera del propio Stravinsky, solo que haciendo gala de una depuración sonora muchísimo mayor. Ni siquiera baja la guardia en el segundo movimiento, que destila mucha sensualidad pero no deja de atender a los pliegues irónicos e inquietantes que alberga. En el tercero, grotesco a más no poder, resulta más fácil que nunca imaginar a los nazis desfilando al paso de la oca. Una toma sonora absolutamente portentosa –tremenda la percusión, muy presente el piano, transparencia total– termina convirtiendo este registro en uno de los más recomendables de la discografía. (9)


  11. Solti/Sinfónica de Chicago (Decca, 1993). Vigor rítmico, incisividad en la tímbrica y en el fraseo, transparencia, electricidad muy controlada y una extraordinaria inmediatez expresiva son las conocidas virtudes de un Sir Georg, y estas resultan sencillamente las ideales para interpretar la Sinfonía en tres movimientos, que recibe aquí una lectura tan expresiva como ajena a cualquier devaneo más o menos “romántico”, amén de expuesta por batuta y orquesta con un virtuosismo superlativo. Podrán preferirse enfoques más “espirituales” en el segundo movimiento –pienso en la recreación de Boulez con la misma orquesta–, pero es difícil resistirse ante la garra de Solti en los dos extremos. Lástima que la toma sonora, realizada a volumen muy bajo, sea un poco extraña aun dentro de una incuestionable calidad. (10)




  12. Boulez/Filarmónica de Berlín (DG, 1996). ¿Considera usted que esta partitura es música y solo música? He aquí su interpretación de referencia: objetividad, distanciamiento expresivo y el más depurado análisis se imponen por encima de otras consideraciones, sin por ello renunciar al sentido del ritmo ni a las aristas sonoras que esta música demanda. Ahora bien, los movimientos extremos carecen de esa electricidad, esa inmediatez y esa rusticidad bien entendida que algunos –o muchos– asociamos a esta página, mientras que el segundo, antes que distendido, se encuentra lleno de interrogantes. (8)



  13. Gielen/Sinfónica de la SWR (Hänssler, 2003). Consciente de que no tiene delante a la mejor orquesta del orbe, el maestro austriaco se lanza en plancha a realizar un exhaustivo trabajo técnico en el que todas las líneas queden perfectamente definidas, la orquesta frasee con el ritmo en los huesos y cada una de las intervenciones solistas ofrezca tanta intensidad con intención expresiva. Lo consigue plenamente, y además añade una buena dosis de incisividad y gran tensión interna sin necesitar por ello escorarse hacia lo virulento ni de renunciar a un cierto carácter de abstracción que, paradójicamente, esta música salida de imágenes cinematográficas muy concretas, parece demandar. ¡Qué enorme sabiduría la de Gielen, además de técnica, a la hora de enfrentarse a este repertorio! La toma es excelente. (9)



  14. Rattle/Filarmónica de Berlín (EMI, 2007). El maestro británico siempre evitó ofrecer un Stravinsky distante e intelectualizado. Tampoco se interesó de manera especial por los aspectos más ásperos de su escritura. Por eso mismo su recreación, aun desplegando un formidable sentido del ritmo, lo que ofrece es una perfecta mezcla entre frescura, garra y sensualidad, de tal modo que la partitura suena con una enorme inmediatez expresiva. (9)



  15. Rattle/Filarmónica de Berlín (DVD y Blu-ray Euroarts, 1 mayo 2008). Sir Simon repite, esta vez en la Gran Sala del Conservatorio de Moscú, una lectura fresca, juvenil y llena de vitalidad que, sin renunciar a lo dramático, desprende chispa, jovial sentido del humor y ganas de vivir. En cualquier caso, lo que llama la atención es la sensualidad, el misterio e incluso el lirismo que es capaz de extraer en el Andante. El portentoso nivel de los solistas berlineses tiene mucho que ver con el resultado. (9)




  16. Boulez/Sinfónica de Chicago (CSO, 2009). Trece años han pasado desde su registro para DG. Sorprendentemente en un director que no cambió mucho en última la etapa de su trayectoria, el concepto ahora ha variado. La circunstancia se aprecia ya desde los primeros compases, en los que los metales intervienen con mayor fuerza y agresividad. Poco a poco se percibe que la idea general de Boulez sigue ahí, como también su incomparable talento para desmenuzar los pentagramas, pero asimismo se aprecia que la tensión interna es mayor, el tono general más sombrío y la expresión menos distante, dado cierto paso –sin llegar a ser Klemperer, claro está– a la aspereza y la ironía. De incluso la impresión de que el Andante, aun sin optar bajo ningún concepto por una espiritualidad cándida, parece más efusivo. ¿Se dejó llevar el maestro por la idea de que, en el fondo, esta música sí que significa algo? Podría ser, aunque también puede tratarse de unos chicagoers que tocan menos cohibidos, con mayor descaro e implicación que sus compañeros berlineses, como si quisieran recordar los tiempos con Solti. La toma posee unos graves de impresión, pero resulta –como la anterior– un poquito turbia. (9)




  17. Gergiev/Sinfónica de Londres (LSO Live, 2009). Aunque no haga uso precisamente de pinceles finos, aquí hay que apreciar cómo Gergiev sabe ofrecer rusticidad bien entendida, energía y sentido del ritmo dentro de una lectura que mira en gran medida hacia Le Sacre, teniendo en cuenta no solo la brutalidad sonora sino también la atmósfera turbulenta y el carácter opresivo de su genial ballet. Lástima que la toma sonora resulte más bien opaca. (8)



  18. Tilson Thomas/New World Symphony (YouTube, 2018). Al frente de una espléndida orquesta de jóvenes, un MTT que acababa de cumplir los setenta y tres vuelve a ofrecer su admirable lectura “de síntesis” en la que, aun sin ninguna genialidad por su parte, logra destilar y equilibrar lo que de dramático, sensual, lúdico, poético, irónico y desgarrador –de todo ello hay– se esconde en esta música haciendo gala de una frescura y una inmediatez irresistibles, siempre dentro del más irreprochable estilo. Asombrosa imagen 4K, sonido sensacional y disponibilidad gratuita en YouTube. ¿Qué más se puede pedir? (9)



  19. Kirill Petrenko/Filarmónica de Berlín (Blu-ray y Digital Concert Hall, 2020). El virtuosismo supremo tanto de orquesta como director permite alcanzar un nivel superlativo en lo que a claridad y depuración sonora se refiere. Interpretativamente la cosa no funciona muy bien, porque por una vez Petrenko se aparta de su tendencia a suavizar la música, o al menos a reducirla en cafeína, y ofrece una recreación acertadamente angulosa e incisiva, irreprochable en su vigor rítmico, amén de atenta a los aspectos tanto melódicos como espirituales de esta música tan poliédrica. Dicho esto, la comparación con lo que otros compañeros han logrado extraer de los pentagramas pone en evidencia ciertas limitaciones por parte del maestro ruso: no es que quiera mantener el mismo distanciamiento que Boulez adoptara con la misma orquesta, sino que se queda algo corto a la hora de comunicar. Se puede ser más electrizante, también más sensual misterioso, y sin duda ofrecer una dosis mayor de mala leche. O quizá falte, sencillamente, una idea expresiva más clara detrás de la ejecución. (9)



  20. Hannigan/Filarmónica de la Radio de Francia (YouTube, 2024). Cortesía de Radio France nos llega, con soberbia calidad visual, esta filmación para lucimiento de su orquesta. Objetivo no logrado: siendo una muy buena formación, queda a distancia de las grandísimas orquestas que han tocado esta música tan necesitada del más extremo virtuosismo y de no poca implicación expresiva. Tampoco Barbara Hannigan parece poseer la técnica más depurada a la hora de sacar partido de los medios a su disposición, menos aún a la hora de poner matices. Dicho esto, la por tantas cosas extraordinaria soprano acierta completamente en el estilo de Stravinsky, al tiempo que se muestra certera a la hora de explorar en subtexto. No se distancia en exceso, pero tampoco quiere forzar nada: en los dos primeros movimientos deja que la música fluya por sí misma, con naturalidad y holgura –bien cantado el Andante–, mientras que en el tercero, aun sin conseguir la máxima electricidad en la recta final, se muestra bastante más dramática e intensa que otras figuras de la dirección más reputadas. (8)

 

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