Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
Jennifer Larmore grabó este disco en agosto de 1995: roles travestidos desde Gluck hasta Tchaikovsky, pasando por Mozart, Rossini, Bellini, Donizetti, Meyerbeer, Gounod y Johann Strauss II. La acompañaban la Orquesta de la Ópera Nacional de Gales y el maestro Carlo Rizzi. Cuando salió al mercado leí alguna crítica que lo puso por las nubes, pero lo dejé pasar. Ahora lo he adquirido de segunda mano, y lo he disfrutado una barbaridad.
La voz de Larmore es claramente lírica. No tiene el peso, la densidad ni la oscuridad tímbrica de una Marilyn Horne, sencillamente ideal para este tipo de papeles. A cambio nos encontramos con que el timbre es pura crema, el legato es capaz de derretir al melómano menos receptivo, el dominio de los reguladores no encuentra fisuras y, sobre todo, la musicalidad resulta de todo punto admirable: su expresión rebosa naturalidad y sinceridad, encontrándose muy lejos del carácter artificioso y algo redicho de, por ejemplo, una Cecilia Bartoli. Quizá como Juana de Arco –de la ópera tchaikovskiana La pucelle d'Orléans– no esté tan cómoda como haciendo de Tancredi, de Smeton o de Siébel –siendo un rol femenino, necesita una dosis especial de masculinidad–, y es cierto que su caricatura del Príncipe Orlofsky resulta un poco forzada, pero por lo general la mezzo norteamericana convence plenamente. Me da pena no haber llegado a tiempo de escucharla en directo en su esplendor: la pillé ya al final de su carrera haciendo de la Condesa Geschwitz en Lulu.
Mención aparte para Carlo Rizzi, no sé si un gran sinfonista –le pudo escuchar algún concierto muy buenos–, pero sin duda un experto conocedor del mundo operístico. ¿Por qué demonios le rechazaron en su momento los músicos de la Orquesta de Valencia como titular?
Haciendo un repaso para una discografía comparada, he vuelto a un verdadero clásico: el Así habló Zaratustra que grabó Lorin Maazel al frente de la Filarmónica de Viena en 1983 para DG, interpretación mucho más conseguida que la que había hecho en 1962 con la Philharmonia, ya comentada por aquí.
Al frente de la orquesta más straussiana del mundo y ya con pleno dominio del idioma del compositor, el Maazel maduro ofrece una lectura en la que combina la riqueza de detalles expresivos con una arquitectura global perfecta, tan flexible como lógica, en la que los clímax se hallan perfectamente estudiados y evita caer en la excesiva vehemencia de su interpretación anterior. Además, ahora sí que atiende a todos los aspectos posibles de la partitura, desde lo épico y lo dramático –sin cargar las tintas– pasando por lo reflexivo –muy gótico De la ciencia–, hasta lo elegante, lo amoroso e incluso lo decadente, hasta el punto de que por momentos se adivina no ya al Rosenkavalier, sino también al Strauss tardío.
Eso sí, pese a que todos los componentes referidos se encuentran aquí, esta es una versión antes lírica, poética y sensual que escarpada o visionaria, teniendo que ver quizá con ello la presencia de una Wiener Philharmoniker que aporta esos mismos aromas vieneses –basta escuchar Das Tanzlied– que destilaba junto al propio Maazel en los conciertos de Año Nuevo. Por eso mismo habrá quienes prefieran lecturas en las que primen otros enfoques, aunque será difícil que nadie se resista ante el derroche de belleza sonora ofrecido o ante la magia increíble del final. Por cierto, maravilloso violín el de Rainer Küchl.
Como complemento de la edición original se incluía Macbeth, uno de los menos logrados poemas sinfónicos del compositor. Maazel lo defiende con uñas y dientes ofreciéndonos una interpretación llena de fuego, sensualidad, garra y dramatismo, admirablemente planificada y maravillosamente tocada.
La grabación la realizó Wolfgang Mitlehneren la Sofiensaal. Todavía hoy sigue pareciendo sensacional.
Andan muchos intérpretes de la música de Mozart optando por la ligereza sonora, léase por la falta de densidad y por el carácter más o menos aéreo de la orquesta, en su búsqueda de la agilidad en el fraseo, de la claridad de la articulación y de la transparencia de texturas. Creo que apuntan en una dirección equivocada. Debería escuchar este disco que incluye registros realizados en 1964 en los que OttoKlemperer y la Philharmonia se enfrentan a las más conocidas oberturas de Wolfgang Amadeus. La orquesta es de tamaño grande, la sonoridad prieta y compacta a más no poder –el famoso granito klemperiano–, la densidad abrumadora, y sin embargo no se puede ser más ágil, más clarificador de las texturas ni más equilibrado en la polifonía, en la que se otorga a las maderas toda esa importancia vital en Mozart que los historicistas presumen de ser los primeros en haber defendido.
¿El secreto? Obviamente, la confluencia entre una técnica de batuta descomunal y una orquesta entregada a su titular, precisa en grado superlativo y afortunada de contar con la más asombrosa familia de maderas que se recuerda. Busquen por ahí y comprobarán lo difícil que resulta encontrar recreaciones en las que se escuche con tan meridiana claridad todas y cada una de las líneas de la escritura mozartiana, tal es la capacidad de análisis a la que llegan la batuta y los músicos londinenses. ¿Pesadez? ¿Carácter masivo? Ni rastro: asombroso que la muy nutrida cuerda londinense suene como un único instrumento de carácter polifónico –su empaste es cosa de ciencia-ficción– que se cuida mucho de no aplastar a las maderas.
En el terreno expresivo, no hay aquí rastro de la coquetería, la delectación sensual y el carácter más o menos galante del pasado cercano. Tampoco hay concesiones al arrebato “romántico”, a la flexibilidad y a la búsqueda de los contrastes anímicos. Sí una enorme severidad, una gravedad que no está precisamente reñida con la tensión interna y que viene cargada de un fuerte pathos. Neoclasicismo puro llamo y a eso, por mucho que la peña H.I.P. se empeñe en negar la validez estilística de semejantes propuestas.
Otra cosa es que semejante planteamiento case mejor con unas páginas que con otras. Personalmente, considero un verdadero prodigio lo que Klemperer hace con las oberturas de Le nozze du Figaro, Don Giovanni, La clemenza di Tito y La flauta mágica, esta última –que es la misma de la ópera completa– más masónica que nunca. A las de El rapto en el serrallo –que es de 1950 y suena peor– y Così fan tutte creo que les falta chispa y sentido del humor. Ya, ya sé que al de Breslau no le interesaba mucho el desenfado, pero un poco de la maña leche que acostumbraba a destilar no hubiera venido nada mal.
El Adagio y fuga para orquesta de cuerda K. 546, registro estereofónico de 1956, recibe atrevidísima recreación, tanto por la lentitud con que es desgranada como por la intensidad de su fuerza dramática. El resultado es atemporal y pone de manifiesto los aspectos más abstractos de esta música, como si quisiera mirar al órgano de Bach por un lado y a la música del siglo XX por otro.
La Pequeña música nocturna se ofrece en la grabación de 1964, que no debe ser confundida con la de 1956. Aquella era una interpretación personal, arriesgada y reveladora por relegar los aspectos más tópicos, léase amables y de contemplación más o menos nocturna, para apostar por la angulosidad y la tensión dramática, más sin perder elegancia ni naturalidad en el fraseo. Esta otra desarrolla aquella idea, pero con tempi apreciablemente más lentos, relajando un poco la angulosidad y aportando un mayor poso de poesía y hondura reflexiva. Nos encontramos así con un Allegro de irreprochable equilibrio clásico entre tensión y delectación melódica, un Allegretto que saca a la luz toda la melancolía y hasta el amargor de la música mozartiana, un Menuetto tan severo como lleno de fuerza y un Rondo conclusivo clarificado de manera asombrosa. Lástima que la toma adolezca de un extraño zumbido en las frecuencias más graves.
Febrero de 1970. Otto Klemperer se acercaba a los ochenta y cinco años cuando realizó este registro. Como era de espera, se produjo un choque entre lo que la música parece pedir y su poderosísima personalidad, sobre todo en el primer movimiento. No hay ni rastro (¡faltaría más, tratándose de Klemperer!) de misticismo ni de ninguna clase de religiosidad. Tampoco hay espacio para la contemplación poética. Ni siquiera puede decirse que el maestro se centre en los terrores ante el abismo. Antirromántico por excelencia, él ve aquí únicamente una arquitectura construida con grandes líneas de tensión; con su batuta talla –con enorme limpieza, aunque más de un desajuste hay– enormes bloques de granito y los pone unos frente a otros llevando las fuerzas al límite.
En el Scherzo ocurre algo parecido, aunque aquí sí hay cierto espacio para la “expresión”: la mala baba propia del veterano maestro. El trío en ninguna otra interpretación –repito: en ninguna– se ha escuchado tan meridianamente clarificado y, al mismo tiempo, tan lleno de interrogantes.
Y en el Adagio, sorprendentemente, Klemperer parece –diríase que es un espejismo– dejarse llevar por la delectación melódica desgranando el movimiento con tanta lentitud (27'23'') como concentración, dejando que las melodías vuelen e incluso ofreciendo ciertos detalles de “humanismo”, así en la distancia, como quien no quiere la cosa, y centrándose siempre en las grandes descargas dramáticas que nosotros llamamos “llamadas del más allá” y él no sabemos muy bien cómo las llamaría. Da igual: el resultado es tan discutible como impresionante.
Se preguntará la tropa bruckneriana si el reprocesado de 2023 soluciona los problemas de las anteriores ediciones en CD. La verdad es que solo lo hace parcialmente: las insuficiencias de la toma original, más bien turbia, sigue ahí, pero se ha ganado en cuerpo, relieve e inmediatez. Es suficiente para disfrutar de semejante maravilla.
Imposible escribir nada en el blog: hace demasiado calor en la habitación donde tengo el ordenador. Al menos, les dejo esta canción que yo ponía en el tocadiscos de mi abuela cuando era pequeñito.
Creo que no entendí muy bien de qué iba la cosa. En la portada (la que he puesto aquí) se veían una selva tropical y la foto de una mujer. Ella me decía que era una señora que tenía mucho calor y que estaba loca. Ahora pienso que no me dijo toda la verdad.
Por cierto, creo que es una magnífica canción. ¡En serio!
Allá por 1958, un Lorin Maazel de tan solo veintiocho años se pone al frente de la Filarmónica de Berlín para hacer repertorio "vistoso", en teoría idóneo para desplegar el enorme potencial de su virtuosismo de batuta, como también el fulgor de la orquesta de Karajan.
En la Noche en el Monte Pelado de Mussorgsky y Rimsky el joven maestro apuesta por el nervio, la brillantez y cierta aspereza que le sientan muy bien a esta música. Al mismo tiempo, utiliza su técnica para aportar muchas resoluciones personales, pero estas unas veces interesan y otras convencen poco. A la postre, su lectura termina resultando algo artificiosa y de cara a la galería. En la sección lenta final no termina de explorar las posibilidades poéticas.
Para hacer el Capricho español de Rimsky busca ante todo la jovialidad, el nervio y la brillantez, pero eso no justifica que se precipite, que caiga en los peores tópicos españolistas, así como en la agresividad innecesaria, en el efectismo e incluso en la vulgaridad. La toma, estereofónica pero seca y sin relieve, no ayuda precisamente.
Quedan los Pinos de Roma de Respighi, primera de sus cuatro recreaciones discográficas. Aquí Maazel hace sonar a la Berliner Philharmoniker con un colorido, una brillantez y un entusiasmo realmente admirables, controlando todos los elementos a sus disposición para ser incisivo sin estridencias en el primer número, administrar las tensiones en el segundo y paladear sin amaneramientos el lirismo del tercero. Únicamente hay que reprochar, como en sus grabaciones posteriores, su excesiva complacencia en los aspectos épicos del cuarto.
¿Conclusión? Un maestro enormemente dotado, pero aún inmaduro y sumamente irregular. Esto último no cambiará a lo largo de toda su carrera.
Por si alguien tiene curiosidad, ahí va la lista de "los mejores" discos de Barenboim, los que comento en el libro. Me ha salido demasiado larga, ciertamente. El resultado supera las trescientas páginas a espacio y medio.
No es menos verdad que he tenido que dejar fuera algunos que me gustan mucho, como también que he incorporado otros que no me entusiasman tanto como "los indiscutibles". Simplemente, he procurado que haya un cierto equilibrio entre las diferentes etapas discográficas de la producción barenboimiana.
J. S. BACH: Magnificat. BRUCKNER: Te Deum. Finnilä, Garrard, Tear, Pashley. New Philharmonia. EMI.
BEETHOVEN: Concierto para violín, transcripción para piano y orquesta. English Chamber. DG.
BEETHOVEN. Conciertos para piano n.º 1-5. Arthur Rubinstein. Filarmónica de Londres. RCA.
BEETHOVEN: Concierto para violín. Pinchas Zukerman. Sinfónica de Chicago. DG.
BEETHOVEN. Romanzas para violín y orquesta n.º 1 y 2. SIBELIUS. Concierto para violín. Pinchas Zukerman. Filarmónica de Londres. DG.
BEETHOVEN: Concierto para piano n.º 1. Sinfonía n.º 7. Filarmónica de Berlín. DVD y CD Sony.
BEETHOVEN. Concierto para violín. Romanzas para violín y orquesta. Itzhak Perlman. Filarmónica de Berlín. EMI.
BEETHOVEN. Obertura Leonora III. Sinfonía n.º 9. Coro de la Staatsoper de Berlín. West-Eastern Divan Orchestra. Denoke, Meier, Fritz, Pape. CD Teldec y DVD Medici Arts.
BEETHOVEN: Concierto para piano n.º 4. BOULEZ: Notations I-IV y VII. BRUCKNER: Te Deum. Röschmann, Garança, Vogt, Pape. Coro de la Ópera de Viena. Filarmónica de Viena. Blu-ray CMajor.
BEETHOVEN. Sinfonías núms. 1-9. Samuil, Meier, Seiffert, Koch. Coro de la Catedral de Colonia. West-Eastern Divan. Decca.
BEETHOVEN. Sinfonías núms. 1-9. Samuil, Meier, König, Pape. Coro Nacional Juvenil de Gran Bretaña. West-Eastern Divan. DVD Decca.
BEETHOVEN: Concierto para piano n.º 4. HAYDN: Sinfonía n.º 95. SCHUMANN: Sinfonía n.º 4. Maria João Pires. Filarmónica de Berlín. Digital Concert Hall.
BEETHOVEN. Concierto para violín. Michael Barenboim. West-Eastern Divan. Peral Music.
BERLIOZ. Harold en Italia. Pinchas Zukerman. Orquesta de París. CBS.
BERLIOZ. Te Deum. Jean Dupouy. Orquesta de París. CBS.
BERLIOZ. Réquiem. Plácido Domingo. Orquesta de París. DG.
BERLIOZ: El carnaval romano. Le delúge. Obertura de Beatriz y Benedicto. Marcha húngara de La condenación de Fausto. DUKAS: El aprendiz de brujo. SAINT-SÄENS: Danza macabra. Orquesta de París. DG.
BERLIOZ: Las noches de estío. La muerte de Cleopatra. Kiri Te Kanawa. Jessye Norman. Orquesta de París. DG.
BERLIOZ: Sinfonía fantástica. BUSONI: Divertimento para flauta y pequeña orquesta. IBERT: Concierto para flauta. Emmanuel Pahud. Filarmónica de Berlín. Digital Concert Hall.
BIZET. Suites de Carmen y La Arlesiana. Juegos de niños. Orquesta de París. EMI.
BIZET. Sinfonía. Selección de La jolie filie de Perth. Obertura Patrie. Orquesta de París. EMI.
BIZET: Suite n.º 1 de Carmen. MOZART: Concierto para piano n.º 26, «de la coronación». RAVEL: Rapsodia española, Alborada del gracioso, Pavana para una infanta difunta, Bolero. Filarmónica de Berlín. Blu-ray Euroarts.
BOCCHERINI: Concierto para violonchelo n.º 9. HAYDN: Concierto para violonchelo n.º 1. Jacqueline du Pré. English Chamber. EMI.
BRAHMS. Sinfonías núms. 1-4. Staatskapelle de Berlín. DG.
BRUCH: Kol Nidrei. CARTER. Concierto para violonchelo. ELGAR: Concierto para violonchelo. Alisa Weilerstein. Staatskapelle de Berlín. Decca.
BORODIN:Danzas polovtsianas. MUSSORGSKY: Noche en el monte pelado. RIMSKY-KORSAKOV: Capricho español. La gran pascua rusa. Sinfónica de Chicago. DG.
BOULEZ. Notation VII. DEBUSSY: El mar. STRAVINSKY: La consagración de la Primavera.Sinfónica de Chicago. Teldec.
BRAHMS: Concierto para violín. Itzhak Perlman. Filarmónica de Berlín. EMI y Digital Concert Hall.
BRAHMS. Concierto para piano n.º 1. Sinfonía n.º 1. Yefim Bronfnan. Filarmónica de Berlín. Digital Concert Hall.
BRUCKNER. Misa n.º 3 en fa menor. Harper, Reynolds, Tear, Rintzler. New Philharmonia. EMI.
BRUCKNER: Misa N.º 2. English Chamber. EMI.
BRUCKNER: Sinfonías núms. 0-9. Te Deum. Helgoland. Salmo 150. Norman, Minton, Rendall, Ramey. Sinfónica de Chicago. DG.
BRUCKNER. Sinfonías 1-9. Helgoland. Voces masculinas del Coro de la Radio de Berlín y del Coro Ernst-Senff. Filarmónica de Berlín. Teldec.
BRUCKNER. Sinfonías núms. 1-9. Staatskapelle de Berlín. DG.
CZERNOWIN: At the Fringe of our Gaze. HADDAD: Que la lumière soit. VERDI: páginas orquestales de Las vísperas sicilianas, La forza del destino y La traviata. WAGNER: páginas orquestales de Parsifal y Los maestros cantores de Núremberg. West-Eastern Divan. Medici TV.
DEBUSSY. Nocturnes. Printemps. Le Martyre de Saint Sébastiaen, fragmentos sinfónicos. Orquesta de París. DG.
DEBUSSY: El mar. SCRIABIN: El poema del éxtasis. TCHAIKOVSKY. Polonesa de Eugenio Oneguin. Concierto para violín. Lisa Batiashvili. West-Eastern Divan. DG.
DEBUSSY: Iberia. FALLA: Noches en los jardines de España. RAVEL: Rapsodia española. Lang Lang. West-Eastern Divan. Stage+.
DELIUS. Dos piezas para pequeña orquesta. Intermezzo de la ópera «Fennimore and Gerda». Dos acuarelas. VAUGHAN WILLIAMS. The lark ascending. Concierto para oboe y orquesta de cuerda. WALTON. Dos piezas para cuerda. Pinchas Zukerman. Neil Black. English Chamber. DG.
DVORÁK: Concierto para violonchelo. Jacqueline du Pré. Sinfónica de Londres. YouTube.
DVORÁK. Concierto para violonchelo. Páginas para violín y piano. Kian Soltani. Staatskapelle de Berlín. DG.
ELGAR: Chason de matin. Chason de nuit. Elegy for strings. Serenata para orquesta de cuerdas. Salut de amour. Romance para fagot y orquesta. Rosemary. Carissima. Sospiri. Martin Gatt. English Chamber. CBS.
ELGAR. Falstaff. Obertura Cockaigne.Filarmónica de Londres. CBS.
ELGAR. Concierto para violín. Pinchas Zukerman. Filarmónica de Londres. CBS.
ELGAR. Sea Pictures. In The South. Yvonne Minton. Filarmónica de Londres. CBS.
ELGAR. Sinfonía n.º 1. Staatskapelle de Berlín. Decca.
ELGAR. El sueño de Geroncio. Staples, Hampson, Wyn-Rogers. Staatsopernchor Berlin. RIAS Kammerchor. Staatskapelle de Berlín. Decca.
ELGAR: Sea Pictures. Falstaff. Elina Garança. Staatskapelle de Berlín. Decca.
ELGAR: Falstaff. NICOLAI: Obertura de Las alegres comadresde Windsor. TCHAIKOVSKY: Sinfonía n.º 5. Filarmónica de Berlín. Blu-ray Euroarts.
FAURÉ: Pelléas et Mélisande, suite. FRANCK. Sinfonía. Filarmónica de Berlín. Digital Concert Hall.
FRANCK. Rédemption. Nocturne. Le Chasseaur Maudit. Psyché. Christa Ludwig. Orquesta de París. DG.
GINASTERA. Concierto para violín. Michael Barenboim. West-Eastern Divan (+ obras de Pugliese, Scarpino & Caldarella, Firpo, Salgán, Mores & Taboada, por el Quinteto Real). DVD y Blu-ray Euroarts.
LISZT: Concierto para piano n.º 1. MAHLER: Sinfonía nº 7. Martha Argerich. Filarmónica de Viena. Medici TV.
LISZT. Concierto n.º 1. SCHUBERT. Rondó en La mayor. WAGNER: páginas orquestales. WIDMANN: Con brio. Martha Argerich. West-Eastern Divan. Blu-ray Euroarts.
LUTOSLAWSKI: Concierto para orquesta. Sinfonía n.º 3. Sinfónica de Chicago. Erato.
MAHLER: Sinfonía n.º 5. Sinfónica de Chicago. DVD Arthaus y CD Teldec.
MAHLER: Sinfonía nº 9. Staatskapelle de Berlín. CD Warner y Blu-ray CMajor.
MOZART. Conciertos para piano núms. 1-27. English Chamber. EMI.
MOZART. Sinfonías núms. 29-41. English Chamber. EMI.
MOZART. Réquiem. Amstrong, Baker, Gedda, Fischer-Dieskau. English Chamber. EMI.
MOZART. Conciertos para violín núms. 1-5. Rondó para violín y orquesta K 373. Adagio K 261. Rondó K 269. Concertone para dos violines KV 190. PLEYEL: Sinfonía concertante. STAMITZ: Sinfonía concertante. Pinchas Zukerman. Isaac Stern. English Chamber. CBS.
MOZART: Sinfonías núms. 39-41. West-Eastern Divan. Medici TV.
MOZART. Concierto para oboe. R. STRAUSS. Concierto para oboe. Cristina Gómez Godoy. West-Eastern Divan. Warner.
MOZART: Sinfonías núms. 39-41. Filarmónica de la Scala.
NIELSEN: Concierto para violín. SIBELIUS: Concierto para violín. Maxim Vengerov. Sinfónica de Chicago. Teldec.
RAVEL. Bolero. Pavana para una infanta difunta. La valse. Daphnis et Chloé, suite n.º 2. Orquesta de París. DG.
RODRIGO: Concierto de Aranjuez. VILLA-LOBOS: Concierto para guitarra. John Williams. English Chamber. CBS.
SAINT-SAËNS: Concierto para violonchelo n.º 1. SCHUMANN: Concierto para violonchelo. Jacqueline du Pré. New Philharmonia. EMI.
SCHUBERT. Sinfonías 1-8. Música incidental de Rosamunda, selección. Filarmónica de Berlín. CBS.
SCRIABIN: El poema del éxtasis. Sinfonía n.º 3 «El poema divino». Orquesta de París. Erato.
PROKOFIEV. Concierto para violín n.º 2. STRAVINSKY: Concierto para violín. Itzhak Perlman. Sinfónica de Chicago. Teldec.
SCHÖNBERG. Noche transfigurada. Tres piezas para piano. Cinco piezas orquestales. Seis pequeñas piezas para piano. SCHÖNBERG/BUSONI: Pieza para piano. Sinfónica de Chicago. Teldec.
SCHUMANN. Sinfonías núms. 1-4. Staatskapelle de Berlín. Warner.
SCHUMANN. Sinfonías núms. 1-4. Staatskapelle de Berlín. DG.
SIBELIUS: Concierto para violín. TCHAIKOVSKY: Concierto para violín. Lisa Batiashvili, violín. Staatskapelle de Berlín. DG.
SMETANA: Mi patria. Filarmónica de Berlín. Digital Concert Hall.
R. STRAUSS: Vida de héroe. Cuatro últimas canciones. Anna Netrebko. Staatskapelle de Berlín. DG.
TCHAIKOVSKY: Romeo y Julieta. Francesca da Rimini. Sinfónica de Chicago. DG.
TCHAIKOVSKY: Sinfonía n.º 4. Romeo y Julieta. Sinfónica de Chicago. Teldec.
TCHAIKOVSKY: El Cascanueces. Nadja Saidakova, Oliver Matz, Vladimir Malakhov. Ballet de la Deutsche Staatsoper, Patrice Bart. Staatskapelle de Berlin. DVD y Blu-ray Arthaus.
VERDI. Réquiem. Harteros, Garança, Kaufman, Pape. Scala de Milán. Blu-ray y CD Decca.
VERDI. Obertura de Las vísperas sicilianas. Cuarteto (versión orquestal). Cuatro piezas sacras. Liubov Medvedeva. Coro de la Radio de Berlín. Filarmónica de Berlín. Digital Concert Hall.
WAGNER. Páginas orquestales de Los maestros cantores, El Holandés errante y Tristán e Isolda. Orquesta de París. DG.
WAGNER. Páginas orquestales de El anillo del nibelungo. Deborah Polaski. Sinfónica de Chicago.
CONCIERTO DE AÑO NUEVO DE LA FILARMÓNICA DE VIENA DE 2014. Obras de Eduard Strauss, Josef Strauss, Johann Strauss I, Johann Strauss II, Joseph Hellmesberger II, Richard Strauss, Josef Lanner y Léo Delibes. Blu-ray y CD Sony.
Otto Klemperer y su Philharmonia Orchestra grabaron este célebre disco de oberturas alemanas entre mayo y septiembre de 1960 en el desaparecido Kingsway Hall londinense. El reprocesado de 2023 hace que suene bastante mejor que antes, aunque tampoco se trata de una grabación particularmente buena: la orquesta queda un poquito lejana.
El programa se abre con tres páginas de Carl Maria von Weber, comenzando por la de El cazador furtivo. Hay quien podría preferir una recreación con menos control y mayor “locura” romántica, toda vez que nos encontramos ante una página altamente visionaria, pero lo cierto es que Herr Klemperer triunfa por todo lo alto con su propuesta tan severa y rocosa como cargada de fuerza interior, perfiladísima en su arquitectura, en la que la concentración del fraseo –subyugante la introducción–, el tratamiento del color y las intervenciones solistas adquieren una abrumadora fuerza expresiva.
La obertura de Euryante recibe una rocosa, rotunda, poderosísima interpretación, llena de fuerza pero capaz también de destilar encanto en la sección central, en la que Klemperer obtiene un fascinante sonido plateado.
Sigue la de Oberon, y ahí la relación temática con El sueño de una noche de verano de Mendelssohn se da también en lo interpretativo, tanto por la concentración llena de magia feérica de la introducción como por la tensión, siempre depuradísima en lo sonoro y sin merma alguna de la elegancia en el fraseo, que es capaz de conseguir la batuta. Solo se echa de menos un poquito de sensualidad.
Seguimos con Engelbert Humperdink y su Hänsel und Gretel. La obertura de la ópera es una verdadera genialidad interpretativa en la que, evitando cualquier blandura pretendidamente infantil, Klemperer saca todo lo que de poesía delicada tiene esta música sin renunciar, todo lo contrario, a la brillantez orquestal, a la densidad dramática y, sobre todo, a su jocoso sentido del humor. En la "pantomima" del sueño, aquella en la que bajan los ángeles, resulta increíble cómo el “antirromántico” maestro destila una espiritualidad tan intensa como sincera hasta alcanzar un clímax incandescente a más no poder, todo ello haciendo gala de un portentoso sentido de la plasticidad orquestal y, sobre todo, de un dominio de la arquitectura de tensiones que no tiene parangón.
Aparece a continuación Christoph Willibald Gluck, aunque en arreglo de Richard Wagner: obertura de Iphigénie en Aulide. La verdad es que Klemperer mira en buena medida al universo de Tristán e Isolda, aunque más en lo que se refiere al tratamiento de la masa orquestal –densa, granítica, imponente– que al fraseo, pura severidad neoclásica en manos del de Breslau. Eso sí, severidad cargada de potencia dramática.
Hay propina: una hasta ahora inédita obertura de Anacreón de Luigi Cherubini. Por lo visto había ruidos, que han sido eliminados para la ocasión por ordenador. Se agradece, porque música e interpretación son estupendas. ¡Qué arrolladora potencia expresiva la de la batuta!
Una cosilla: la obertura de Der Freischütz se puede localizar en las plataformas de streaming en alta resolución, pero si quieren el disco entero en su nuevo reprocesado hay que acudir a la caja de Klemperer completa. ¿Hace falta insistir en que se trata de una compra absolutamente imprescindible?
Ha sido triste repasar esta Quinta sinfonía de Tchaikovsky con Barenboim y la Sinfónica de Chicago registrada en vivo –abundan las toses– por Teldec en octubre de 1995. La recordaba como una interpretación rutinaria y poco interesante, sin más. Pues no. Hay en ella cosas extraordinariamente positivas, pero también errores de bulto que demuestran hasta qué punto su etapa como titular al frente de la formación norteamericana fue la menos interesante desde el punto de vista discográfico de toda la trayectoria del artista porteño.
El primer movimiento, gracias a la musicalidad de un Barenboim que evita todo lo melifluo y a la sonoridad maravillosa de la CSO, se encuentra admirablemente planteado y expuesto. Bravo. Los problemas comienzan en el segundo, en el que el maestro parece confiar en la intensidad emocional y descuidar la planificación, cayendo incluso en la brocha gorda. Muy intenso, mas no elegante no refinado el tercero. En el cuarto la inflamación extrema vuelve a hacer que el maestro caiga en el descontrol y hasta en la vulgaridad, de la que no se libra ni siquiera gracias a la superlativa respuesta de la formación norteamericana. Su realización de 2004 con la WEDO –escuchada en Sevilla, grabada después en Génova– desarrollará el concepto con mayor control y finura, mientras que con la Filarmónica de Berlín en 2014 ofrecerá una recreación ya sensacional y a la altura de su talento.
La Obertura 1812 que se grabó por las mismas fechas y completa el disco de Teldec no puede competir con la que los mismos intérpretes habían registrado en 1981 para DG. Esta más reciente resulta mucho más natural que la anterior, menos estudiada, pero también menos paladeada (14’53’’ frente a 15’55’’) y ajena los logros de los pasajes líricos de aquella, que sonaban más punzantes y emotivos. Menos personal, a la postre, y un tanto de cara a la galería. La orquesta vuelve a estar soberbia, pero es preferible escucharla en esta obra con Solti y con él mismo.
Temprana toma digital realizada por DG en diciembre de 1979 –Jesus-Christis-Kirche– para un disco con Lorin Maazel y la Filarmónica de Berlín (¿se postulaba ya como sucesor del anciano Karajan?) haciendo el Concierto para orquesta de Belá Bartók. Como era de esperar, la técnica portentosa del maestro se une al virtuosismo de la orquesta alemana para ofrecer una recreación de nítidos perfiles, tímbrica tan rica como adecuada –esto es, moderadamente incisiva– y apreciable fuerza expresiva, pero los resultados son un tanto irregulares.
Así, el primer movimiento puede resultar pesante en algún pasaje, si bien termina acertando en la construcción de tensiones y en su aliento dramático. El segundo, acertado en su sentido del humor un tanto sarcástico, está increíblemente bien trazado y funciona de maravilla. La atmósfera densa del tercero está muy bien recreada sin necesidad de tender hacia lo post-impresionista. Se precipita el cuarto, careciendo por ello de cantabilidad en sus melodías; descarado y algo burdo su sentido del humor. El Finale es arrollador y sabe combinar el sabor folclórico –atractiva la aparición del tema bailable en 2’42’’acelerando el tempo- con el sentido del humor, la brillantez y el júbilo, pero sin caer en excesos ni hinchar el final
Los mejor llega en la propina, las Dos imágenes op. 10. De nuevo Maazel utiliza su soberbia técnica para realizar un inmejorable análisis de colores y texturas, pero también para ofrecer una recreación que sabe aunar carácter evocador, sabor magiar, sentido del ritmo –segundo número, Danza rústica– y brillantez, todo ello obteniendo un fabuloso rendimiento de la orquesta dentro de una visión que no necesita resaltar aristas para sacar a la luz las maravillas que hay en esta obra temprana.
Como el villano de Batman, Lorin Maazel tenía dos caras: la buena y la horrorosa. La gracia es que podía enseñarlas en un mismo concierto, incluso en un mismo disco. Por ejemplo, este de la serie Eloquence de DG que trae las Sinfonías nº 7 y 8 de Dvorák con la Filarmónica de Viena.
La Séptima se grabó en la Musikverein en febrero de 1983. En ella hace uso de su técnica prodigiosa para trabajar a la orquesta con pinceles muy finos, aclarando texturas y haciendo que la fWiener Philharmoniker despliegue su increíble potencial de belleza sonora. También para trazar la arquitectura con solidez y ofrecer algún detalle que, la verdad sea dicha, se podía haber ahorrado. En cualquier caso, lo importante es que se cree la obra y alcanza un buen equilibrio entre los aspectos líricos y los dramáticos, redondeando una versión pudiendo parecer un tanto superficial, y ciertamente quedándose lejos de la mezcla de efusividad y desgarro que otros grandes maestros han conseguido con la extraordinaria página, no deja de atraparnos desde el principio hasta el final.
La Octava es anterior, de marzo de 1981. Ya en los primeros segundos quedan claras dos cosas. Una, que los violonchelos de la formación austriaca no encuentran parangón con los de ninguna otra orquesta que haya existido. Dos, que Maazel va a abordar la obra recreándose en la belleza sonora a su disposición, pero desde una óptica más bien trivial. Así las cosas, el primer movimiento va a ser una yuxtaposición de momentos muy vistosos, grandes hallazgos a la hora de analizar el entramado polifónico y pasajes de irritante frivolidad. El segundo está bien, pero sin que la poesía y la intensidad dramática que han conseguido otros directores salga a la luz. El Scherzo es insufrible, toda una muestra de amaneramientos y cursilerías que deberían haber llevado al productor discográfico a rechazar el resultado. Y el Finale, pues muy animado pero bastante superficial, rematando en una coda increíblemente hortera. En fin, cosas de Maazel Dos Caras.
Otro reprocesado milagroso: el Concierto para violín de Beethoven por Yehudi Menuhin, Otto Klemperer y la New Philharmonia Orchestra registrado por EMI en el Kingsway Hall de Londre en enero de 1966. Aún hay cierta distorsión en los tutti, pero ahora suena con un cuerpo y una pegada impresionantes.
Por lo demás, lo interesante de esta singular y extraordinaria interpretación es el fuerte contraste entre el violín lírico y cantable de Menuhin con el antirromanticismo granítico, dramático y severo de Klemperer, de una concentración imponente –pese a la lentitud extrema– y como siempre genial a la hora de construir bloques sonoros.
A la postre, se produce un diálogo de lo más enriquecedor: en el primero se impone la batuta, en el segundo el violín –no en su mejor momento técnico, eso ya lo sabemos– se explaya con esa especial poesía, plena de naturalidad y de humanismo, que habitualmente asociamos con el mítico violinista, mientras que en el tercero las dos partes llegan a un punto de encuentro que otorga espacio para la luminosidad que la música demanda, pero sin bajar nunca la guardia.
Hace justo un mes, a esta misma hora, caminaba por las calles de Nicosia sin remotamente imaginar que en unos minutos iba a resbalar de tal manera que se me fracturaría el húmero, tendría que repatriarme al día siguiente, pasar por el quirófano y entrar en un lentísimo proceso de recuperación que no ha hecho más que empezar: el dolor sigue siendo continuo, mientras que el brazo izquierdo permanece casi por completo inútil.
Caminaba por Nicosia, decía, y sacaba las fotos que ven ustedes ahí. Fotos de una ciudad vergonzosamente dividida. En julio de 1974, un intento de golpe de estado en Chipre llevó a Turquía a invadir el tercio norte de la isla con la excusa de proteger a la población turco-chipriota. El golpe fracasó, pero las tropas se quedaron. Las migraciones de un lado al otro de la frontera fueron inmediatas. Los limpiezas étnicas marcaron a la población. Muchos tuvieron que huir con lo puesto.
Así, hasta el día de hoy. Ningún estado del planeta, salvo Turquía, reconoce a la autodenominada República Turca del Norte de Chipre. La reconciliación parece imposible, porque ninguna de las dos partes está dispuesta a ceder en un asunto en el que los bienes inmuebles han cambiado de manos y con el fondo de diferencias religiosas insalvables. Nicosia permanece dividida en dos por una "Green Line" que recuerda demasiado al Muro de Berlín.
Un deseo, irrealizable: volver a Chipre dentro de unos años con el brazo completamente recuperado, completar mi visita por una Nicosia ya unificada y encontrarme con un territorio en el que las tropas turcas han abandonado la isla, el estado del norte ha desaparecido y los turcochipriotas viven en completa armonía con los grecochipriotas en una república completamente democrática. Como digo, irrealizable.
La entrada original se publicó el 30 de mayo de 2021. Vuelvo a escuchar y reviso el comentario de las grabaciiones de Klemperer de 1963 y Böhm 1977. Añado la de Barenboim de 2022.
1. Walter/Filarmónica de Viena (EMI, 1936). Corría mayo de 1936. Bruno Walter no había cumplido aún los sesenta y faltaban todavía casi dos años para el Anschluss, pero uno quiere imaginar que la enorme urgencia dramática con que el maestro aborda el Allegro moderato tiene algo de presentimiento de lo que está por venir. En cualquier caso, ni el planteamiento de las transiciones ni la depuración sonora terminan de convencer, como tampoco el fraseo de las secciones líricas: falta esa particular cantabilidad schubertiana tan difícil de describir como sencilla de reconocer. Intentando contrastar lo más posible las dos partes del díptico, la batuta plantea un Andante con moto lento y un tanto pesadote. No funciona. La toma sonora, realizada en la Musikverein sin público, se ha conservado francamente bien. (7)
2. Böhm/Filarmónica de Viena (Documents, 1940). El judío Walter ha escapado a EEUU y Karl Böhm –ese año cumplía los cuarenta y cinco– se consolida en la Viena nazi. Su visión es muy distinta: para el de Graz la D. 750 es un díptico solemne de colores muy sombríos y atmósfera marcadamente fúnebre, aunque siempre en perfecto equilibro con la más rigurosa y severa belleza formal. Desde este punto de vista, el primer movimiento –gótico, concentradísimo, de extraña belleza– resulta admirable. No lo es el Andante con moto, en exceso pesante –ahí sí se puede hablar del Böhm inmaduro, antes kapellmeister que artista–, si bien los momentos más escarpados están dichos con verdadera garra. La toma sonora deja muchísimo que desear. (8)
3. Furtwängler/Filarmónica de Berlín (BP, 14 diciembre 1944). Pocas veces se habrá escuchado el Allegro moderato con tanta angustia, crispación y rebeldía como en esta velada del 14 de diciembre de 1944 –faltaban pocos meses para la caída de la ciudad– en la que un Furt lleno de dolor saca la música directamente de sus entrañas con una sinceridad y una comunicatividad que no termina de controlar: el equilibrio se pierde, hay excesos de violencia y los timbales llegan a sobreactuar. Mucho más ortodoxo el Andante con moto, aunque lo que gana en redondez lo pierde en personalidad. Hay muchísimos destellos de genio en esta lectura, pero el conjunto no está a la altura. El segundo movimiento, que en su momento no fue trasvasado a compacto por Tahra, ha sido editado por la propia orquesta sin solucionar los serios problemas técnicos de la grabación original, pero descubriendo una amplísima y muy conveniente gama dinámica. (8)
4. Furtwängler/Filarmónica de Viena (EMI, 1950). Le sienta bien a Furt el fin de la guerra. También el estudio, es decir, grabar en la Musikverein sin audiencia: la ausencia de público le permite controlarse mejor. Y qué decir de la magia sonora de la formación vienesa. Por eso esta recreación, aunque sigue los pasos de su testimonio en Berlín y sigue ofreciendo esa flexibilidad, ese intenso dolor y esa sinceridad tan características, resulta más equilibrada en su primer movimiento, más poética y emotiva en el segundo, más globalmente redonda. Buen trabajo de restauración para Naxos el de Mark Obert-Thorn. (9)
5. Furtwängler/Filarmónica de Berlín (DG, 1952). Vuelta a la capital alemana y vuelta al vivo. La elegancia y belleza vienesas compensaban el temperamento furtwangleriano, mientras que el músculo y la rotundidad berlinesas no hacen sino potenciar su enfoque hiperdramático. Esta es quizá la versión que mayor fuerza expresiva alcanza de todas las suyas, si bien la madurez se nota: el control y la inspiración son ahora mayores que en el testimonio de 1948. La toma sonora es buena; al recoger con amplitud los graves, el timbalero alcanza un gran protagonismo. La gama dinámica, sin embargo, no es la mayor posible. (9)
6. Karajan/Orquesta Philharmonia (EMI, 1955). Llegó el estéreo. Llegó Karajan. Y llegó la Philharmonia. Fue muy listo Walter Legge al poner a su increíble máquina bajo la batuta que con más perfección podía hacerla sonar. Realmente es difícil tocar esta obra de manera más técnicamente inmaculada. ¡Qué empaste, qué equilibrio de planos, que limpieza en los ataques, qué impresionantes contrastes sonoros! Por no hablar de la exquisitamente delineada arquitectura horizontal, de la cantabilidad del fraseo y de la belleza sonora. Todo está estudiado al milímetro. Tanto, que falta lo más importante: música. En el primer movimiento no hay rastro de humanismo ni de emoción. En el segundo, una solemnidad bastante impostada se impone por encima de cualquier otra consideración. (8)
7. Munch/Sinfónica de Boston (RCA, 1955). Director un tanto sobrevalorado, Munch ofrece un primer movimiento brioso y bien controlado, pero algo tosco, sin la elegancia propiamente schubertiana, y desde luego más vistoso que con auténtica desazón interna. Bien a secas el segundo, desgranado sin prisas y con una magnífica puesta en sonido. La toma es espléndida para la época, aunque no equiparable a los logros de años posteriores en el mismo sello. (7)
8. Walter/Filarmónica de Nueva York (Sony, 1958). Han pasado veintidós años con respecto a su grabación en Viena, pero el maestro no ha cambiado su planteamiento basado en diferenciar todo lo posible los dos movimientos tanto en tempo como en expresión. El Allegro moderato lo interpreta de manera dramática, a tumba abierta, lo que resulta de agradecer, si bien el fraseo adolece de exceso de premura y de nerviosismo: se echan de menos tanto misterio como hondura reflexiva. En el Andante con moto la batuta se sosiega en exceso, pero al igual que en la ocasión anterior el resultado es poco fluido, incluso pesante, y aunque el fraseo es amplio, las melodías carecen de la emotividad agridulce necesaria. En cualquier caso, hay detalles que nos hablan de que nos encontramos ante un gran director, y la orquesta, que por entonces no era muy allá, responde sin problemas. Espléndida la toma. (8)
9. Mravinsky/Sinfónica del Estado de la URSS (Praga, 1959). Siendo una toma presuntamente monofónica, el SACD del sello Praga suena estéreo y con las frecuencias agudas muy recortadas para eliminar el siseo. La carátula afirma que la orquesta es la Filarmónica de Leningrado, pero parece ser un error. La interpretación, como corresponde a este maestro, es adusta y dramática, va directa al grano y está dicha con el pulso muy bien sostenido, pero no termina de convencer. El primer movimiento comienza con el adecuado misterio, pero el desarrollo es un tanto lineal y se atiende más al dramatismo que al lirismo schubertiano. El segundo movimiento resulta más interesante, por la manera personal y discutible que tiene de resolver los contrates entre piano y forte con unos curiosos reguladores. Aquí la vertiente lírica de la página sí que está más conseguida, sobre todo por el amargor con que frasea el oboe. (7)
10. Cluytens/Filarmónica de Berlín (EMI, 1960). El maestro flamenco modela a la opulenta y robusta orquesta con enorme depuración sonora, frasea con admirable cantabilidad y alcanza un perfecto equilibrio entre forma y expresión, sin dejarse llevar por el nerviosismo ni por el efecto gratuito, pero aun así no logra hacer justicia a la página. En el Allegro moderato, el primer tema no ofrece el imprescindible carácter inquietante y el segundo no destila esa emotividad típicamente schubertiana; los contrates brillan por su ausencia. Peor aún el Andante con moto, pesadote, de pulso desmayado y sin garra dramática. La toma se ha revelado espléndida en el streaming de alta definición. (6)
11. Giulini/Orquesta Philharmonia (EMI, 1961). Portentosa planificación y ejecución para una lectura clásica en el mejor de los sentidos, de perfecto equilibrio entre lo lírico y lo dramático, fraseada con toda esa naturalidad y nobleza esperable en Giulini sin perder nunca de vista los picos de tensión, pero no del todo poética ni profunda en el primer movimiento, más literal que emotivo. El Andante con moto sí que es magnífico, sin perderse nunca entre brumas contemplativas y sabiendo ser escarpado sin desatender el equilibrio y la belleza sonora. (8)
12. Kertész/ Filarmónica de Viena (Decca, 1963). Sorpresa. Una introducción particularmente brumosa y atmosférica, cargada de malos presagios, da paso a una interpretación extremadamente dramática, de clímax angustiosos, tensos a más no poder, llenos de rabia y desesperación –tremendo los golpes de los timbales–, pero sin atentar contra la arquitectura de la pieza y ofreciendo, sorprendentemente, una admirable cantabilidad shubertiana, a la que no es ajena la sonoridad siempre bella de la formación vienesa. ¡Quién lo diría, viniendo de Kertész! (10)
13. Klemperer/Orquesta Philharmonia (EMI, 1963). Un arranque particularmente nervioso ya nos pone sobre aviso de que esta va a ser una interpretación que tiene poco que ver con el Klemperer de aquellos años. Efectivamente: aun sin renunciar a su sonoridad granítica, con esas maderas tan peculiares de la Philharmonia moldeadas a su imagen y semejanza, como tampoco a su particular lirismo amargo, el de Breslau propone una interpretación bastante rebelde y encrespada, muy dramática. Funciona muy bien, en todo caso, el primer movimiento, que Klemperer lleva con la rapidez que pide la partitura pero que no respetan muchos maestros. El problema está en el Andante con moto, un tanto escasa de concentración, de poso filosófico, como también de esa particular elevación poética, a medio camino entre lo terrenal y lo espiritual, que esta música necesita, quizá por empeñarse el de Breslau en imponer su particular óptica: mucho más de sentido trágico que de vuelo lírico, de sensualidad o de poesía. Sensacional reprocesado el realizado por Warner en 2023. (8)
14. Klemperer/Sinfónica de la Radio Bávara (EMI, 1966). El concepto es el mismo que el de su interpretación de estudio tres años anterior, con sus virtudes e insuficiencias, si bien ahora el maestro –ochenta y un añitos– parece más sincero, más comunicativo, más suelto incluso. A la sensación contribuye una orquesta que no es tan extraordinaria como la Philharmonia, pero que suena menos monolítica, con más plasticidad, más flexible incluso. La toma sonora, siendo en vivo, es altamente satisfactoria. (9)
15. Klemperer/Filarmónica de Viena (DG, 1968). No sé si será por ponerse delante de ese prodigio de belleza sonora (¡qué increíbles e inconfundibles violonchelos!) o por el grado excepcional de madurez que alcanzó a lo largo de la segunda mitad de los sesenta, pero lo cierto es que en esta recreación Klemperer sí que consigue, manteniendo alta la dosis de rebeldía y carga dramática de sus interpretaciones anteriores, controlar la tendencia al nerviosismo que tenían aquellas –el tempo del Andante con moto es ahora más deliberado: 12’05 frente a los 11’23 de la última ocasión– y alcanzar un prodigioso grado de concentración para paladear con infinita poesía las melodías schubertianas –sin rastro de dulzura- y para alcanzar el grado de elevación poética que demandan los respectivos finales de los dos movimientos. Lástima que la toma sonora no sea demasiado buena, y no solo por los abundantes ruidos del público de la Musikverein. (10)
16. Krips/Filarmónica de Viena (Decca, 1969). No es esta la interpretación más doliente y profunda posible. Menos aún la más rebelde o escarpada. Pero es difícil concebir una arquitectura planteada con mayor lógica, fluidez y naturalidad, un fraseo más elegante y cantable, una sonoridad más equilibrada y hermosa que la que extrae el maestro vienés de una orquesta en estado de gracia e ideal para materializar su idea expresiva. Lo importante, en cualquier caso, es que tan bellísimo envoltorio formal no se queda en la epidermis, sino que va de la mano de una calidez y una poesía humanística encomiables que sabe no descuidar, aunque no sean estos los que más le interesen, los aspectos dramáticos de la página, sobre todo en el segundo movimiento. El sonido es francamente bueno para la época. (9)
17. Ozawa/Sinfónica de Chicago (RCA-Sony, 1968). Nada que ver este extrovertido Ozawa juvenil con el curvilíneo y refinado de su madurez, pues atiende de manera admirable todo lo que de dramático y escarpado tiene la genial creación schubertiana para quedarse muy corto en lo que a sensualidad, reflexión y lirismo agridulce se refiere. En cualquier caso, el trazo es excelente y la formidable orquesta responde de manera impecable ante la gran técnica de batuta del maestro oriental. La toma, pese al soplido y a la distorsión, ha demostrado gran calidad tras la restauración HD por su redondez, cuerpo y equilibrio. (8)
18. Britten/English Chamber Orchestra (Decca, 1970). Interpretación que huye de las densidades y lentitudes con que los directores centroeuropeos abordan esta página ágil para resultar más bien rápida, nerviosa y moderadamente incisiva, a lo que ayuda el tamaño de la soberbia orquesta. El resultado, más teatral que reflexivo, carece del fraseo humanístico propio del autor, quizá por en exceso nervioso en el primer movimiento, pero ofrece un sincero dramatismo y acentos muy lacerantes –admirables las maderas–, siempre con un enfoque rebelde alejado de lo meramente otoñal y contemplativo. Magnífica la toma. (8)
19. Abbado/Filarmónica de Viena (DG, 1971). El joven maestro milanés, aún lejos de las ingravideces y los amaneramientos que le afectarán a partir de los años ochenta, ofrece una sensata y ortodoxa lectura que alcanza un punto de perfecto equilibrio entre lo contemplativo y lo dramático, también entre lo espiritual y lo terrenal. Todo ello sin convertir la obra en una mera fantasmagoría mortuoria y aportando una buena dosis de inmediatez y comunicatividad, pero procurando al mismo tiempo paladear la música con la cantabilidad adecuada y destilando una nada narcisista poesía. En cualquier caso, falta ese último grado de inspiración y de compromiso expresivo que convierte lo notabilísimo en excepcional. La toma, en vivo, es buena sin más. (8)
20. Böhm/Filarmónica de Viena (DVD NHK, 1975). ¡Qué manera de evolucionar la del maestro! Su concepto es el mismo que el de allá por 1940, pero tanto su dominio de la orquesta como –sobre todo– su inspiración son muy superiores. El primer movimiento sigue siendo gótico al cien por cien, pero no por ello se pierden la compostura y el equilibrio formal. Junto a momentos muy desgarrados, otros verdaderamente mágicos. El Andante con moto, menos personal y arriesgado, está lleno de belleza sonora y tersura, como también de sobriedad y sinceridad dramática. (9)
21. Böhm/Filarmónica de Viena (DG, 1977). Esta es la versión definitiva del maestro: la síntesis que el de Graz logra entre belleza apolínea, equilibrio, sobriedad, fuerza dramática y profundidad expresiva, por no hablar de la combinación de la extrema belleza sonora de la orquesta
con el amargor que desprende la batuta, hacen que su recreación, sin ser en absoluto extrovertida ni desgarrada, resulte un prodigio de equilibrio entre belleza sonora y magia poética. Hay que destacar de manera especial el increíble el dominio de las dinámicas, tratadas con una sutileza, lógica y
naturalidad increíble para alcanzar los más encendidos picos de tensión
nada. También los momentos de increíble magia en
el primer movimiento, lentísimo: la música parece venir del más allá.
De la orquesta, qué vamos a decir a estas alturas: la ideal para la presente partitura, sobresaliendo la musicalidad extrema de los primeros atriles en el segundo movimiento. Disco imprescindible. (10)
22. Carlos Kleiber/Filarmónica de Viena (DG, 1978). De poco le sirve a Kleiber hijo tener delante a los vieneses si su concepto no convence. Su rápida y extrovertida recreación resulta excesivamente nerviosa e innecesariamente violenta –secas y contundentes intervenciones de los timbales–, escasa de aliento lírico y de poso filosófico. Nos obstante, debemos reconocer que se encuentra dotada de un extraño atractivo, que puede derivar tanto de la belleza sonora desplegada como de la elegancia y sutil flexibilidad de la batuta, así como de la garra dramática de sus violentos e incisivos ataques. Excelente toma en su recuperación en alta definición, carnosa y con amplia gama dinámica. (8)
23. Giulini/Sinfónica de Chicago (DG, 1978). El milagro de esta interpretación es conseguir un equilibrio entre lo apolíneo y lo trágico, entre la belleza sonora, el lirismo cantable y la efusividad humanista por un lado, y la garra dramática y la hondura reflexiva por otro. Giulini lo consigue con una técnica de batuta excepcional que hace empastar de manera muy cálida a la usualmente brillante Sinfónica de Chicago –le da extraordinario relieve a la cuerda grave– y le permite mantener la tensión interna mientras frasea con una naturalidad, una sensualidad y una fuerza poética asombrosas, sin nunca bajar la guardia y olvidar el trasfondo trágico de la pieza, y sin caer tampoco en la menor blandura o tentación de hedonismo sonoro. Se pueden preferir enfoques más a tumba abierta, más escarpados, pero esta interpretación a un mismo tiempo bellísima y profunda resulta modélica en su línea. Tras la última remasterización suena de manera admirable. (10)
24. Solti/Sinfónica de Chicago (DVD Medici Arts, 1979). Rebelde, poderosa y dramática interpretación, no particularmente reflexiva pero sí tensa, fabulosamente planificada y tocada de manera inmejorable. La increíble orquesta suena distinta que con Giulini, pero ello no le impide obtener a su titular, particularmente concentrado, una arquitectura y una claridad portentosas. ¿Quién dijo que Solti era solo el maestro de la electricidad? (9)
25. Colin Davis/Sinfónica de Boston (Philips, 1982?). El siempre escrupuloso Sir Colin decide respetar las indicaciones metronómicas, y por ende renuncia a toda morosidad, como también a convertir la obra en un díptico lúgubre. A lo que no renuncia es a la elegancia, a la depuración sonora, a la más exquisita belleza formal ni a la cantabilidad. Y logra el milagro de ofrecer todas esas virtudes dentro de un enfoque abiertamente dramático, decidido e incluso desasosegante sin que el equilibrio se venga abajo. Falta la magia poética de las más grandes recreaciones de la página, pero aun así el maestro dio una lección magistral que fue recogida de manera admirable por los ingenieros de Philips. Lástima que el sello holandés no haya hecho circular en su catálogo este registro de la manera que merece. (9)
26. Marriner/Academy of St. Martin in-the-Fields (Philips, 1984). Sir Neville es el primero en grabar la versión completada por Brian Newbould: muy convincente Scherzo –que tiene mucho más de Schubert que de reconstrucción–, no tanto la presencia de Rosamunda en el Finale. Bajo la batuta del de Lincoln, los dos movimientos de siempre se encuentran interpretados desde una óptica equivocadamente amable y descomprometidaresultan, por lo que resultan asépticos, superficiales y algo blandos. El tercero está mucho mejor: aunque la óptica del maestro es mucho más elegante que rústica, aquí se alcanza una admirable muestra entre depuración sonora y convicción expresiva. El cuarto se encuentra muy bien planteado y resuelto, pero la personalidad de la batuta no es la más adecuada a la hora de extraer las posibilidades dramáticas que llegan desde Rosamunda. Toma sonora portentosa. (7)
27. Solti/Filarmónica de Viena (Decca, 1984). La increíble orquesta vienesa le suena a Solti más robusta que a Böhm, aunque no menos transparente, en una lectura con la rebeldía, incisividad y dramatismo esperables en este director, pero también con una elevada dosis de poesía, misterio y concentración. Los resuñtados son todavía superiores a su filmación en Chicago, si bien falta un poco de magia en momentos tan importantes como los finales de ambos movimientos. (9)
28. Barenboim/Filarmónica Berlín (CBS-Sony, 1984). He aquí una interpretación opuesta a la de Giulini: es decir, dramática, poderosa y rebelde pero desatenta a la la parte lírica y evocadora de la página. El primer movimiento, apremiante y lleno de desasosiego, resulta un tanto nervioso y no está muy paladeado, aunque el clímax central alcance una enorme garra. El segundo resulta atípico, poco contemplativo, no todo lo cantable que debería, pero bastante más amargo y rebelde de lo que suele. Personal e interesantísima propuesta, pues, pero lejos de la redondez. Los mismos artistas lo harán mejor en la filmación de El Escorial de 1992, que no he podido volver a escuchar. (8)
29. Celibidache/Filarmónica de Múnich (MPHIL, 1985). Esta es exactamente la interpretación que se podía esperar de un veterano director de la más pura tradición centroeuropea. Amplia, cargada de atmósfera, cantable a más no poder, reflexiva mucho antes que escarpada –no por ello tímida–, cargada de hondura dramática y recorrida por un maravilloso vuelo poético en el que la dulzura y el amargor se mezclan con toda la poderosa intensidad que demanda el universo schubertiano. Celi, obviamente, otorga un particular espíritu bruckneriano a esta música y destila magia sonora en más de un momento, paladeando cada uno de los rincones de la música sin que la arquitectura se le venga abajo, y si hay que poner algún reparo este sería el mismo que el de su Beethoven tardío: una articulación –que no una expresividad– falta de suficiente incisividad, incluso algo más blanda de lo que requiere este repertorio. (9)
30. Muti/Filarmónica de Viena (EMI, 1990). Una visión marcadamente dramática en la que el italiano acierta a inyectar sinceridad, tensión y rebeldía sin que se resientan lo más mínimo el equilibrio y la perfección de la arquitectura, pero en la que fracasa a la hora de frasear con suficiente cantabilidad y lirismo las partes más poéticas, lo que se evidencia sobre todo en un segundo movimiento llevado algo más deprisa de la cuenta. Eso sí, que el instrumento sea Viena es una enorme baza a su favor. (8)
31. Harnoncourt/Orquesta Concertgebouw (Teldec, 1992). La incisividad de los ataques y el sentido del claroscuro de Harnoncourt en principio sientan bien a esta partitura, pero a la hora de la verdad el dramatismo resulta más teatral que sincero, al tiempo que la cantabilidad y la poesía brillan por su ausencia en esta más bien rígida, mecánica y fría interpretación. (6)
32. Ozawa/Orquesta Saito Kinen (Philips, 1993). Aquí sí, Ozawa es exactamente el que esperábamos encontrar, tan distinto del músico comprometido y dramático de su registro veinticinco años anterior. El objetivo del maestro no es otro que obtener la mayor belleza y depuración sonora posibles. Lo consigue, pero sin que esa belleza –imprescindible en Schubert, qué duda cabe– vaya acompaña de humanismo, de reflexión y –no menos importante– de sabor agridulce. ¿Superficial? Sí, exacto: las melodías están expuestas con una cantabilidad, una morbidez y una sensualidad maravillosa, pero no conmueven en absoluto. Mientras tanto, aquellos aspectos dramáticos que tan bien atendidos estaban en su grabación en Chicago quedan aquí en más bien desdibujados, faltos de carácter. La toma, realizada en vivo, es más bien turbia. (7)
33. Giulini/Sinfónica de la Radio Bávara (Sony, 1995). Si su interpretación de Chicago se basaba en el equilibrio, aquí Giulini se decanta por los aspectos más líricos de la obra. Esto no significa que el maestro baje la guardia; el amargor que desprende su interpretación sigue siendo evidente y los clímax alcanzan, mediante una muy sutil gradación de tensiones, una fuerza impresionante. Pero sí es cierto que aquí hay una dosis mayor de misterio, de sensualidad, digamos que de “ternura schubertiana”, fraseando la orquesta bávara con esa cantabilidad que solo el maestro de Barletta sabe. En este sentido, es la típica recreación “de anciano director”, trascendida y altamente desmaterializada, dicha desde más allá del bien y del mal, con una mirada sobre el ser humano que recopila todas las experiencias de una vida y las sintetiza convirtiendo el acto interpretativo en una reflexión filosófica a través de la belleza. (9)
34. Wand/Sinfónica de la NDR de Hamburgo (DVD, 1995). El venerable maestro alemán se decanta por una visión extrovertida, rebelde y claramente dramática, de gran sinceridad, aunque no especial vuelo lírico. Falta un punto de concentración, así como un trabajo orquestal algo más pulido. No hay problema: pronto dará la campanada. (8)
35. Colin Davis/Staatskapelle Dresden (RCA, 1996). Aunque Sir Colin ralentiza el tempo del primer movimiento con respecto a su grabación en Boston para Philips, el enfoque, abiertamente trágico pero sin descuidar la cantabilidad, vuelve a ser irreprochable, lo mismo que la sonoridad de la orquesta, cálida y transparente, y la muy cuidada arquitectura. El fraseo es muy natural y la expresión sincera. Eso sí, la magia solo llega a hacer acto de presencia en el trascendental ascenso al clímax del desarrollo primer movimiento. En cualquier caso, muy alto nivel. (9)
36. Wand/Sinfónica de la NDR de Hamburgo (DVD TDK, 2001). Increíble: Wand consigue aquí el más portentoso equilibrio entre belleza apolínea y fuerza dramática. Llenando la obra de sentido filosófico sin resultar gótico ni excesivamente romántico, despliega un aliento lírico que puede parecer frío, pero que en realidad es más bien descorazonador, construye una perfecta arquitectura que no cae en la rigidez, y en la que hay lugar para el fraseo evocador y punzante de los magníficos solistas de clarinete y oboe. (10)
37. Pinnock/Chamber Orchestra of Europe (YouTube, 2010). Una interpretación extraña en la que el fundador de The English Concert intenta tender puentes sin terminar de conseguirlo. Por un lado, la orquesta toca con ásperos metales que parecen de época –al menos las trompetas–, la percusión utiliza baquetas duras y la articulación ofrece moderadamente una aproximación al mundo historicista, mientras que los tempi no tienen nada de lentos. Por otro, el enfoque expresivo es dramático, agitado, sin que el maestro caiga en excesos ni que descuide los matices en el fraseo –las gradaciones dinámicas están muy cuidadas–. Por desgracia no afloran ni la sensualidad ni el lirismo amargo schubertiano que, en su equilibrio con los aspectos trágicos, otorgan a esta partitura su peculiar fascinación. (7)
38. Herreweghe/Real Filarmónica de Flandes (Pentatone, 2011). Orquesta de tamaño reducido, tempi rápidos, fraseo ágil y curvilíneo, texturas diáfanas y un desarrollarlo sentido de los contrastes son las líneas que marcan esta interpretación “H.I.P. ma non troppo” que falla en lo que tenía que fallar: el maestro confunde el dramatismo con el nerviosismo –a Furt también le pasaba, pero ahí había una intensa sinceridad aquí ausente–, mientras que –esto es lo grave– desgrana las frases líricas con una mezcla de ingravidez y blandura que a mí me parece que no tiene tanto que ver con la postura filológica adoptada, sino más bien por la tendencia creciente de Herreweghe hacia lo excesivamente suave, por no decir hacia la blandura. En su Bach ocurre igual. Soberbia la ingeniería de Pentatone. (7)
39. Haitink/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2016). El maestro holandés hace honor a su fama y desgrana una interpretación sobria y rigurosa, poco o nada personal, en absoluto creativa, a la que le falta ese punto de emotividad y aliento poético que distingue a las grandes lecturas, pero que se encuentra construida con una claridad y depuración sonora insuperables, avanza con un pulso sostenido sin desmayo, está fraseada con admirable cantabilidad y, sobre todo, posee un elevado sentido dramático. Únicamente en el célebre tema lírico del Allegro moderato el maestro parece ceder y hace sonar a los chelos, increíblemente bellos desde el punto de vista tímbrico, con un muy alto grado de dulzura, e incluso con más ingravidez de la cuenta: incluso al adusto y distanciado Haitink parece costarle trabajo disimular que él también es un anciano director. La orquesta está gloriosa, tanto por la sonoridad global como por las impagables intervenciones del clarinete de Andreas Ottensamer y el oboe de Albrecht Mayer, tan fundamentales en esta partitura. (8)
40. Venzago/Orquesta de Cámara de Basilea (Sony, 2016). El maestro
suizo ofrece su propia reconstrucción de los dos últimos movimientos,
más creativa que la de Brian Newbould –a quien no cita, pese a que ambos
optan por Rosamunda para el cuarto– pero también más discutible.
Ahora bien, en lo que no convence en absoluto es en su materialización
sonora de su concepto. Porque una cosa es ser consecuente con la idea de
que, habida cuenta de todo lo antedicho, esta no tiene por qué ser una
obra “mortuoria” y su primera media hora tenga que interpretarse como un
largo adagio fúnebre, y otra muy distinta escoger un tempo para el
movimiento inicial que no dejar respirar a la música, plantear los
contrastes con brusquedad extrema y modelar a la orquesta con una
sonoridad seca, tosca y bastante frágil, todo ello dentro de una línea
de historicismo mal entendido. Más grave aún es que no haya ni rastro de
elegancia ni de belleza sonora, elementos consustanciales a la creación
schubertiana: el dolor e incluso el desgarro, siendo fundamentales,
solo pueden concebirse desde el más hermoso e impecable revestimiento
formal. La orquesta no es ninguna maravilla, como tampoco la toma. (4)
41. Barenboim/Staatskapelle de Berlín (YouTube, Pekín, 2018). Lejos de ofrecer una interpretación otoñal, “de anciano director”, el de Buenos Aires se lanza a ofrecer una lectura decidida y dramática, muy a tumba abierta, de momentos llenos de dolor y rebeldía –sobre todo en el segundo movimiento– sin perder elegancia ni fluidez en la arquitectura… Pero también sin que terminen de aflorar ese humanismo, ese lirismo intensamente amargo y esa elevación poética que esta música también necesita. (8)
42. Barenboim/WEDO (Medici TV y Blu-ray CMajor, 2019). Es seguramente la experiencia con las sonatas para piano lo que le permite al de Buenos Aires ofrecer una recreación más idiomática, también más equilibrada, alejada de grandes angustias existenciales y más atenta a la belleza sonora, alejándose de densidades excesivas y enriqueciendo el fraseo de sutilísimos matices propios de un gran maestro. Sin embargo, qué lástima, los resultados siguen distando de ser redondos, y no tanto porque en el primer movimiento haya un cierto exceso de portamenti, se aprecie algún desajuste en los ataques de las cuerdas o la batuta no termine de descubrir la magia poética que alberga su acongojante final, sino porque el Andante con moto, aun fraseado con incuestionable belleza, está dicho con una prisa excesiva y no ofrece el adecuado contraste entre vuelo melódico y desgarro dramático. Quizá el problema esté en que estamos en exceso acostumbrados a un Andante demasiado lento, otoñal y pesimista: ¿quizá Barenboim piensa en “incompleta” en lugar de en “inacabada”? (8)
43. Barenboim/Staatskapelle de Berlín (Medici TV, 6 de marzo de 2022). Estamos tan acostumbrados a lo de un Klemperer, un Böhm un Giulinu o un Celibidache que acercamientos como los que ha venido realizando el de Buenos Aires no terminan de convencernos. Pero a lo mejor resulta que esta sinfonía se puede (¿se debe?) hacer así, sin lentitudes ni profundidades “wagnerianas”. Al fin y al cabo, la partitura marca Allegro moderato y Andante con moto, indicaciones que el maestro se toma al pie de la letra. Su acercamiento, por lo demás, es dramático e incluso escarpado, justo como ocurriera en sus dos más recientes testimonios. No hay particular novedad aquí con respecto a aquellos, aunque técnicamente esta interpretación resultado más depurada que la que hizo con la WEDO. (8)