El siguente texto acompañaba en su momento el artículo sobre El Mesías que presenté en la entrada anterior. Para escribirlo me escuché en su integridad las catorce versiones el oratorio que pude localizar en ese momento. Por ello, aunque la maquetación de la sección en la revista Ritmo obligaba a seleccionar cuatro interpretaciones concretas, presentando cada una con su carátula y con su ficha, no quise dejar pasar la oportunidad de hablar de cada una de ellas, aunque fuera muy superficialmente, y a trazar una especie de línea conductora en el texto donde se pudiera esbozar la evolución interpretativa de la más conocida obra haendeliana durante los últimos lustros.A la hora de colgarlo en el blog, pensé en reformular, ampliar y actualizar texto, pero para hacerlo en condiciones tendría que dedicarle al asunto unas cuantas horas extra, entre ellas las destinadas a escuchar algunas de las interpretaciones discográficas más recientes. De ahí que haya preferido dejarlo tal y como estaba.
En todo caso hay que señalar algunos datos. Por ejemplo, que la interpretación de Leppard sigue descatalogada, si bien el interesado puede hacerse con una selección en la barata serie Apex. Que la filmación de Christopher Hogwood ya ha aparecido en DVD (Arthaus), aunque albergo dudas sobre la fecha real de grabación: Emma Kirkby me aseguró que era muy anterior a 1982, que es el año que aparece en mi copia en VHS. Que la de Pinnock, que para mi gusto sigue siendo la más recomendable con instrumentos originales, ha pasado a serie media. Que la de McCreesh, quizá la más interesante para los amantes de las voces, suena maravillosamente en formato SACD. Y que la tercera y última de Sir Colin Davis que comenté en una entrada anterior resulta (enlace) imprescindible para quienes no son alérgicos a las interpretaciones no historicistas del repertorio barroco.
___________________________________________________________Donath, Reynolds, Burrows, McIntyre. Coro John Alldis, London Philharmonic/Richter. DG 453 028-2. 2 CDs. ADD.Todavía se oye tronar a fundamentalistas de uno y otro bando en pro o en contra del historicismo. De nada les sirve: la historia sigue su curso, y dentro de unas décadas tales diatribas serán recordadas con irónica condescendencia. Personalmente soy partidario de la utilización de técnicas e instrumentos “históricamente informados”, que tantas cosas positivas han aportado, pero me quedo antes con los grandes músicos que con los mediocres. Y es que, habiéndose avanzado considerablemente en las formas, no se ha producido tal superación en lo que respecta al contenido expresivo: buenos y malos directores los hay por igual en una tendencia que en la otra. Así, no me interesan versiones como las de Christophers (Hyperion, 1986) o Parrot (Virgin, 1988), desinfladas y mortecinas, por mucho que estén acordes con los avances de la investigación.
Sí que despiertan mi interés las que logran extraer el enorme potencial de la obra, aunque formalmente hayan sido superadas y dejen insatisfecho en ese sentido. He aquí un ejemplo: la segunda que grabara
Karl Richter, reeditada a buen precio y con sonido excelente. Una lectura marcada por el pathos, que viene dado tanto por la sincera e intensa dirección como por la calidez y comunicatividad de la entrañable Helen Donath.
Estilísticamente hoy se pueden -y hasta deben- hacer las cosas de otra manera, pero en 1972 esta versión debió de situarse en cabeza de la vanguardia, al distanciarse bastante de las maneras de los directores tradicionales, y por descontado del post-victorianismo a lo Beecham. La Filarmónica de Londres -excelente- es muy grande, la articulación no responde a lo que ahora sabemos sobre el estilo, eso es cierto, pero los tempi no parecen casi nunca lentos, las texturas son claras y transparentes y sólo en contadas ocasiones resulta pesante. En este sentido parece ilustrativa la comparación con la versión de
Mackerras y la a priori más adecuada English Chamber (EMI 1966, con Janet Baker): a Sir Charles, gran músico y buen conocedor de Haendel, le suenan sus conjuntos mucho menos barrocos, a pesar de los adornos y de las originalidades del bajo continuo, que parecen fuera de lugar. Sí, una gran versión la de Richter.
Palmer, Watts, Davies, Shirley-Quirk. Coro y Orq. English Chamber/Leppard. Erato 2292-45447-2 (descatalogado). 2 CDs. ADD.A mediados de los setenta existía ya plena conciencia de que había que ir recogiendo los avances de la musicología: orquestas y coros menos nutridos, tempi vivaces, texturas ligeras, articulación más marcada, vibrato limitado, mayor atención a la ornamentación, etc. Entre las versiones que apuntaron en esta dirección sigue brillando con luz propia la que en 1974 grabara el hoy olvidado
Raymond Leppard.
Desde luego el tiempo no ha pasado en balde. Por poner un ejemplo, el bajo continuo puede resultar hoy discutible, pues pasa con suma facilidad de lo mecanográfico a lo cursi. Sin embargo la dirección, tan intensa y dramática como la de Richter, es formidable a la hora de ir introduciéndonos en los diferentes estados anímicos por los que nos lleva la partitura, alcanzando un equilibrio entre introversión y extroversión que no consiguen la mayoría de las versiones. Al fraseo elegante y fluido de Leppard responden a las mil maravillas una orquesta y un coro extraordinarios, así como unos solistas instrumentales portentosos. Voces algo desequilibradas: estupendas ellas, poco más que correctos ellos. Da igual. Esta versión hoy se halla incomprensiblemente descatalogada (¡y eso que suena de manera formidable!), pero es de suponer que algún día se reeditará. Cuando aparezca, ya sabe.
Considero oportuno citar la que poco después registrara
Marriner al frente de su Academy (Decca, 1976). Una versión que en su loable huida de la pesantez y de la retórica vana, buscando transparencia y luminosidad, avanza sobre Leppard en lo formal, pero cae a menudo en lo intrascendente, lo frívolo e incluso lo pimpante. Aún así, una piedra miliar. De hecho, la primera de las versiones historicistas grabadas fue prácticamente un calco en lo conceptual de la de Sir Neville. Me refiero, claro está, a la de
Christopher Hogwood (Decca 1979), quien no en balde había preparado la edición de aquélla y ejercido de organista. Su versión no termina de convencer por idénticas razones, pero no le podemos negar que dio un paso decisivo a la hora de plantear un acercamiento completamente nuevo y fructífero a
El Mesías: instrumentos, voces y técnicas ya del todo ajustadas a lo filológico. Hoy, un clásico.
Auger, von Otter, Chance, Crook, Tomlinson. Coro y Orquesta The English Concert/Pinnock. Archiv 423 630-2. 2 CDs. DDD.En 1982, el mismo año en que Hogwood grabó en la Abadía de Westminster para televisión un remake de su lectura (recomendable si apareciera en DVD), se registraban dos nuevas interpretaciones historicistas. Por un lado la de
Gardiner (Philips), que no cae en la frivolidad y la coquetería digamos “femenina” de su colega. Al contrario, su íntima y recogida lectura resulta en exceso seca y austera, y a pesar de reconocer aciertos de primer orden -aquí está el Aleluya que más me gusta, con un Coro Monteverdi sensacional-, quien esto suscribe se aburrió escuchándola. Por otro la de
Harnoncourt (Teldec), arriesgada a la hora de combinar instrumentos originales y sonoridades “tradicionales”; el resultado es incoherente, pues con frecuencia cae en una blandura y una morosidad detestables, pero apunta en una interesante dirección.
Dejando a un lado intentonas condenadas de antemano al olvido como las que en 1984 realizaran
Marriner (EMI, esta vez en alemán) y
Solti (Decca, con una Kiri Te Kanawa estupenda), llegamos en 1988 a la primera madurez interpretativa de
El Mesías “moderno” de la mano de
Trevor Pinnock. Sin plantearse un híbrido como Harnoncourt, el gran clavecinista supo ver que renovar la tradición no ha de implicar un ropaje sonoro diametralmente opuesto, y que la relativa timidez expresiva del historicismo pionero no era sino una especie de sarampión, es decir, algo tan molesto como necesario, dado que había que marcar diferencias.
La orquesta no le suena tan ácida como a sus antecesores; las texturas son tersas y luminosas; el fraseo fluido, rebosante de buen gusto y cantabilidad; bajo continuo imaginativo en el buen sentido; coro estupendo. Y lo más importante, trasmite emoción sincera, siempre dentro de una línea equilibrada y elegante -incluso contenida- antes que espontánea y vital. En cierto modo, esta versión es a la de Leppard lo que la de Hogwood a Marriner: su traducción a los parámetros del historicismo. La elección de las voces es sabiamente ecléctica: fabulosas Auger y von Otter, notable Chance, correcto Crook y -el único lunar-mediocre Tomlinson. Como la toma de sonido es modélica, me parece estupenda opción para quien se acerque por primera vez a la obra.
Gritton, Röschmann, Fink, Daniels, Davies. Gabrieli Consort and Players/ McCreesh. Archiv 453 464-2. 2 CDs. DDD.El arriesgado -y entonces fallido- planteamiento de Harnoncourt había indicado un interesante sendero a seguir, pero hasta 1996 nadie se atrevió a avanzar decididamente desde el punto en el que éste dejó las cosas. Fue, quién lo diría,
Paul McCreesh el encargado de hacerlo, llevando a la práctica lo que propone en sus notas del libreto: sin renunciar al respeto filológico, devolver a la más conocida obra haendeliana la grandiosidad y densidad de las lecturas tradicionales. Es la suya una versión dinámica, robusta y muy contrastada (y eso que las fuerzas congregadas siguen en número las del Foundling Hospital) que, al contrario que la mayoría de las historicistas, logra poner de relieve el importante componente teatral de la partitura.
El problema es que la del londinense no es una batuta de primera (de hecho, en 1998 le escuché en directo un
Mesías bastante discreto). De ahí que, en su oscilación entre lo dramático y lo jubiloso, no siempre alcance el equilibrio preciso y caiga a menudo en uno de los dos extremos, en lo pesante o en lo pimpante (sobre todo en lo segundo). Además, se echa de menos una mayor atención al matiz.
Con todo, es una lectura a tener muy en cuenta tanto por sus aportaciones en lo conceptual como por sus valores puramente musicales, que no son pocos: la intensidad de la dirección, la contrastada calidad de orquesta y coros, el rico y elaborado bajo continuo -dos claves-, y el buen nivel solistas, entre los que destacan Röschmann, Fink y Davies. La excelencia del sonido termina de hacer interesante la compra.
Sin embargo, “mi”
Mesías aún está por llegar. La musicología sigue avanzando y, quizá debido al monopolio interpretativo por parte de los artistas británicos, echo de menos versiones de mayor riqueza conceptual, que recojan los logros interpretativos realizados en otras parcelas de la música barroca. Recientes aportaciones como la de
William Christie (Harmonia Mundi 1994, bella y camerística -versión de Dublín-, pero algo sosa y no todo lo francesa que hubiéramos deseado) apenas han renovado el panorama. Me imagino una versión fresca, espontánea, muy imaginativa, tan inglesa como mediterránea. ¿Alessandrini? ¿King, tal vez? Ya veremos.
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Artículo publicado en el número de enero de 2002 de la revista Ritmo.