sábado, 27 de abril de 2024

¡Gracias a los valencianos!

Me dicen mis editores que en la Feria del libro de Valencia el volumen de Barenboim se está vendiendo bastante bien. No sé cuánto es "bastante" –no me he atrevido a preguntarlo–, pero lo cierto es que este lunes toca reponer ejemplares.

La noticia me anima de manera muy considerable: parece que el intenso trabajo que hay detrás de él no ha sido en vano. Además, me alegra especialmente que se haya despertado este interés en una ciudad tan querida para mí y de la que, por desgracia, ahora ando tan lejos.


Muchas gracias, por tanto, a la personas amantes de la música en Valencia que se han interesado por este libro. De manera especial para aquel melómano, cuyo nombre ignoro, que pasó por el stand y elogió mi trabajo bloguero. Gracias de corazón.

viernes, 26 de abril de 2024

Iván el Terrible por Muti en Salzburgo

Antes que nada, disculparme ante ustedes por tener el blog desatendido. Ya dije que me encuentro muy cansado. Sigo así, por lo que solo escribiré de vez en cuando. Dicho esto, quiero presentarles un disco "raro" que me ha gustado una barbaridad.

Supongo que ustedes saben que el Iván el Terrible de Prokofiev que registró en 1977 para EMI al frente de esos portentos que eran la Philharmonia Orchestra y el Ambrosian Chorus sigue siendo una de las grandes joyas del legado fonográfico de Riccardo Muti. Lo intenté explicar aquí mismo hace ya doce años. Pues bien, en mi reciente visita a la capital de Austria acudí a la tienda oficial de la Filarmónica de Viena y compré un doble CD editado por la propia orquesta que recoge la interpretación que el maestro napolitano ofreció de la partitura, una vez más en la versión de cantata elaborada por Alexander Stasevich, en el Festival de Salzburgo de 2010. Y me ha gustado más aún.

¿Diferencias? Por lo pronto, la versión de EMI le duraba 73’56’’. Esta incluye 43’40’’ en el primer disco y 37’25’’ en el segundo, lo que hacen 81’05’’; a ello que hay que quitar 1 minuto de aplausos. Total, 80’05’’. Va más lento, sin la menor duda, pero creo que no muchísimo más. Es posible que parte de la diferencia se debe a que las secciones habladas se llevan un poquito más de más tiempo.

Expresivamente, Riccardo Muti sigue fiel a su concepto áspero, impetuoso, vitalista y de enorme fuerza dramática, pero este se ha enriquecido: si bien es cierto que pierde un poco de electricidad, se aprecia mayor atención a la atmósfera, a la sensualidad y, sobre todo, a la riqueza de timbres y texturas, circunstancia a lo que no es precisamente ajena una Wiener Philharmoniker que se enfrentaba por primera vez a la página. Un lujazo Olga Borodina, estupendo Ildar Abdrazakov y muy bien el Coro de la Ópera de Viena.

El rol de la narración, mucho ojo, se desdobla esta vez en un narrador propiamente dicho, Jan Josef Liefers, y un Iván que encarna –en ruso– nada menos que Gérard Depardieu. Lo hace con escalofriante acierto, sorteando el problema que siempre se ha reprochado a la realización de Stasevich, esto es, ensalzar en exceso al zar y no hurgar en los tenebrosos pliegues de la segunda parte del drama cinematográfico de Eisenstein, La conjura de los boyardos. Lógico que en su momento fuera así, porque ya se sabe cómo le sentó esta cinta al señor Stalin. Ahora llega el momento de corregir las cosas: el zar que hace Depardieu mete mucho, muchísimo miedo.

He escuchado esta interpretación dos veces. Entre medias, he querido volver a la otra gran alternativa, la de Rostropovich con la Sinfónica de Londres (Sony, 1991). En ella, usando la versión de Michael Lankester, que incluye más música que lo habitual y largas narraciones, el de Baku construye una versión muy personal que, paladeando la música con minuciosidad, revela los aspectos más líricos de la partitura, como también todo lo que tiene de atmosférico. Me ha seguido pareciendo una grandísima e imprescindible interpretación, pero creo que en 2010 Muti, sin renunciar a ser él mismo, se adentra en parecidos territorios a los de Rostropovich, y que por ende consigue la lectura más rica en lo conceptual de las tres, amén de en la más hermosamente sonada. No es poco.

Algunas cosas más. La de 1977 sonaba estupendamente para su época, pero esta de 2010, aun sin ser óptima, lo hace mejor. La presentación del producto es formidable. El precio, muy elevado: 25 euros (aquí lo encontrarán). No me pude resistir ni a esta ni a otras compras musicales. Con razón volví arruinado Viena, oigan. Si usted también ama de manera especial esta música, le toca rascarse el bolsillo. En caso contrario, basta con la de 1977.

domingo, 21 de abril de 2024

Más sobre mi otro yo: arte Gótico-Mudéjar y el Primer Duque de Medina Sidonia

Aunque jamás se me ha llamado para hablar de música –en Jerez me puso la zancadilla el difunto José Luis de la Rosa, en Sevilla lo hizo María Jesús Ruiz, de "La Arcadia" y la ROSS respectivamente–, tengo ya una dilatada experiencia como conferenciante de temas artísticos. Quiero decir, de las artes de la arquitectura, la escultura y la pintura. Paralelamente, desde 1996 llevo presentando los resultados de mis –inevitablemente lentas, porque hay que ganarse la vida– investigaciones sobre arte medieval en el antiguo Reino de Sevilla.

La última de ellas –penúltima más bien, pues tengo por sacar a la luz algo sobre las portadas góticas hispalenses– aborda la autoría de la iglesia de Santa María de la Rábida y el papel del I Duque de Medina Sidonia en la difusión de las formas gótico-mudéjares que irradiaron desde Jerez de la Frontera en los dos primeros tercios del siglo XV. Aquí pueden encontrar el artículo en cuestión, y pronto podré ofrecerles el vídeo de la conferencia.

Confieso que nunca he pasado tanto apuro hablando en público: era en una gran sala del mismísimo palacio ducal en Sanlúcar de Barrameda, coordinaba el acto Liliane Dahlmann –presidenta de la Fundación Casa Medina Sidonia y viuda de la celebérrima Duquesa–, y allí estaba en persona el actual Duque –descendiente de Alfonso X y Guzmán el Bueno, nada menos–, que además de profesor universitario es licenciado en Geografía e Historia y estudió Historia del Arte con el mismo profesor que a mí me marcó, Javier Martínez de Aguirre. Temblaba ante la posibilidad de un error ante semejantes expertos, pero al final la cosa salió bien. También debo decir que me trataron de manera verdaderamente exquisita. Muchas gracias a todos ellos, y especialmente a mi colega Antonio Romero Dorado, de la Fundación Hermandad de la Santa Caridad, que fue quien me ofreció esta oportunidad que para mí ha sido muy, pero que muy especial.

¿Alguna conexión de todo esto con los asuntos musicales que me interesan? Pues sí: según la magnífica tesis de Lucía Gómez, lo que hoy conocemos como Cancionero de la Colombina fue cosa del Segundo Duque. Me pregunto cuánta de esa música se escuchaba ya en la corte del Primer Duque, y en qué medida esta refleja el eclecticismo que en las formas arquitectónicas y pictóricas evidenciaba la corte sanluqueña.

Para terminar, les dejo este enlace: conduce a un artículo de hoy domingo en Diario de Jerez que resume mis investigaciones.

 

PD. La promoción del libro de Barenboim está costando muchísimo. Ritmo y Scherzo no han dado señales de vida a pesar de tener ya sendos ejemplares, mientras que El País y ABC nos mantienen la puerta cerrada a cal y canto.

jueves, 18 de abril de 2024

Una conferencia sobre Hildegard von Bingen

Esta conferencia la impartí hace más de un año. Aparece ahora. Confío en que sirva para dar a conocer aún más la figura de esta extraordinaria mujer.



sábado, 13 de abril de 2024

La Carmen de Callas

Me encuentro cansado. Cansado y dolorido, tanto del cuerpo como de lo demás. Por eso me voy a tomar unas vacaciones de este blog, no sin antes decir algo sobre la Carmen de Prêtre y la Callas, aquella que se grabó en la sala Wagram de París en julio de 1964: la he vuelto a escuchar aprovechando que ahora está en Dolby Atmos, a ver si así me entero de algo. Y creo que por fin empiezo a comprender de qué va la cosa.

Me ha gustado lo que hace María Callas, aunque a medias. Para empezar, no creo que esté tan mal de voz como se ha dicho. Personalmente me molestan los graves entubados, pero los consabidos cambios de color no me importan gran cosa. Expresivamente resulta de lo más interesante: su gitana es intensa, se enamora al cien por cien y sufre plenamente, sabe ser rebelde, desprende no poco sarcasmo y se muestra valiente a más no poder –"empoderada" se dice ahora– cuando corresponde en defensa de su libertad. ¿El problema? Carmen debe desprender un sano, natural y atrayente erotismo, y ahí la soprano griega se queda muy corta. Ni rastro de sensualidad, de picardía, de carácter seductor.

Nicolai Gedda me parece un Don José modélico. Su voz en algún momento no me resulta tímbricamente agradable, pero canta con un gusto exquisito, es un consumado estilista y posee una técnica portentosa: ofrece algunos reguladores que ponen los vellos de punta. ¿Muy francés? Desde luego, pero no me parece que eso sea un problema precisamente: se muestra elegante (¡maravillosa el aria de la flor!), más no distante ni escaso de intensidad dramática.

Con una voz más bien pequeña e impersonal, Andréa Guit compone una digna Micaela. Solo eso. De voz autoritaria y expresión más bien vulgar, poco matizada, el Escamillo de Robert Massard. Bien los comprimarios, aceptables orquesta y coros.

Georges Prêtre dirige con manifiesto entusiasmo y un estilo muy francés –le ayuda la sonoridad de las maderas–, pero se muestra sumamente irregular: a veces tan vistoso como epidérmico, en otras ocasiones adecuadamente fogoso, frívolo y hasta saltarín en más de un momento, precipitados en algún número, cuidadoso y con detalles personales en buena parte de la ópera... No sé qué pensar de él. Lo que sí creo percibir globalmente es que se trata de una versión con muchas cosas interesantes, pero en la que uno va por su lado. ¿Mi versión favorita? Ni idea, por no decir ninguna: me parece que todas cojean por algún lado. Abbado, quizás.

Presentación del libro de Barenboim en la Real Academia de San Dionisio de Jerez

Aquí va. Dedicado a mis haters, que siguen enviando mensajes llenos de bilis. Por supuesto, ni los publico ni los publicaré. Qué aburridos ellos.



viernes, 12 de abril de 2024

¿Para qué sirve el libro sobre Barenboim?

Vaya mi mayor agradecimiento a la Real Academia de San Dionisio por acoger la presentación en Jerez, ayer jueves 11 de abril, de mi libro sobre Daniel Barenboim. Un verdadero honor, como también un privilegio contar con la participación Ángel Hortas y Jesús Trujillo. Organista, director coral y director de orquesta el primero. Ex-crítico musical, compositor, musicógrafo, periodista radiofónico y últimamente productor discográfico el segundo. Para mí fue una velada muy bonita y agradable, porque entre todos mantuvimos una conversación muy relajada que, me parece, resultó interesante para la audiencia. Ustedes podrán valorarlo a partir de la semana que viene, pues el canal de YouTube de la institución subirá la filmación del evento.

La única pega es que el acto empezó tarde y se quedaron cosas en el tintero. Precisamente por ello les ofrezco aquí estas líneas que escribí para mí mismo, con el objetivo de ofrecer algunas reflexiones sobre la naturaleza de la publicación. Espero que les resulten interesantes.

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 ¿Por qué un libro sobre un intérprete? Mejor dicho: sobre discos de un intérprete, en lugar de sobre sus peripecias vitales y profesionales. Esto último es a lo que estamos acostumbrados, al menos cuando de maestros de “música clásica” se trata. Ahí está, sin ir más lejos, el caso de Leonard Bernstein, ahora tan de moda gracias a la película dirigida y protagonizada por Bradley Cooper. Pues porque pienso que la interpretación musical es un arte en sí misma. El director de orquesta, la pianista, el cantante o el cuarteto de cuerda hacen mucho más que poner en sonidos lo que está escrito en la partitura. No son meros transmisores, simples peones que se limitan a seguir las pautas que les dicta un maestro de obras. Son ellos quienes “de verdad” hacen la música. Y ellos son también creadores, en el sentido de re-creadores. Tienen que comprender a fondo, en su forma y también en la expresión, todo aquello que está escrito en los pentagramas, para luego traducirlo a las circunstancias concretas de un concierto o de un disco; lo que implica, además de tener en cuenta todo lo que se refiere a las prácticas interpretativas del momento histórico concreto en el que fue compuesta cada página, la necesidad de tomar decisiones peliagudas en torno a unos tempi, una sonoridad, un equilibrio de planos, una articulación, una ornamentación y una acentuación que muchas veces no están en la partitura, y que el intérprete debe añadir a partir de la referida comprensión de lo que se encuentra escrito, de los medios a sus disposición y, cuestión fundamental aquí, de su propia sensibilidad como músico.

Por eso este libro es, en buena medida, una reivindicación de la dirección de orquesta como arte. Y cuando un director, caso de Barenboim, ha dejado legado fonográfico tan dilatado en el tiempo y en el repertorio, con tan unánimemente reconocido nivel técnico, haciéndolo desde una postura ética rigurosa que arroja una visión muy concreta sobre la relación entre la música y la persona, incluso sobre la propia naturaleza de la existencia del ser humano, y evidenciando a lo largo del recorrido una clara evolución en las maneras interpretativas, el melómano puede demandar textos que le ayuden; que le sirvan para adentrarse en ese universo artístico, a conocer sus claves y sus hitos, a detenerse en aquello que lo convierten en singular, a contextualizar a través de comparaciones y a comprender los porqués de las adhesiones incondicionales, como también de los rechazos viscerales, a esas determinadas maneras. Es justamente lo que he tratado en este libro.

Dicho esto, entiendo que este volumen tiene varios niveles de lectura. El primero es el más obvio: una guía discográfica por el extenso universo interpretativo de Daniel Barenboim, por el que tan fácil es perderse en esta era del streaming en la que con una búsqueda simple te salen mil grabaciones a tu plena disposición. Antes no era tan complicado, porque las opciones en el mercado eran limitadas. Ahora el problema no es conseguir escuchar lo que uno quiere, sino decidir qué escuchar.

Uno puede entrar en un conjunto monumental más o menos extenso e ir recorriéndolo por cuenta propia gozando de sus numerosas bellezas, pero es muy posible que invierta el tiempo en espacios de mediano interés, se pierda algunos de los más interesantes y no termine de entender la relación entre unas partes y otras. Con un guía especializado –que no es un arquitecto profesional que sea capaz de levantar un edificio, sino alguien que sepa de qué va el asunto y cuente con cierta experiencia– la visita será más provechosa: el recorrido tendrá un cierto orden lógico, se dedicará más tiempo a lo más importante, se reparará en elementos que pueden pasar desapercibido y se comprenderá mejor la relevancia histórica y/o estética de determinados espacios. Bueno, pues lo mismo pasa con el universo Barenboim, o de cualquier otro músico. ¿Por dónde empiezo? ¿Qué camino recorro? ¿En qué me tengo que fijar? ¿Por qué son relevantes estos testimonios? ¿Qué aportan dentro de su contexto? A partir de ahí, el melómano puede ir deteniéndose aquí o allí según sus preferencias, sentir uno estímulo u otro, estar de acuerdo con lo que plantea su guía o no, pero contar con una persona que ya ha recorrido el camino e intercambiar impresiones con ella puede resultar estimulante.

El segundo nivel llega un poco más allá. Ya no se trata de guiar por un territorio nutrido de referencias discográficas, por un bosque lleno de árboles en el que cada uno de ellos puede centrar nuestra atención, sino de ver el bosque que los árboles impiden ver. Es decir, consiste en realizar un intento de aproximación a Barenboim como intérprete musical desde el punto de vista ético y estético, desde eso que comúnmente conocemos como crítica musical. ¿Suficiente? En absoluto. Musicólogos, musicógrafos e incluso otros músicos tienen mucho decir. Pero semejante circunstancia no nos debe privar a los críticos musicales de realizar nuestra propia aportación. Una aportación realizada, mucha atención, por no-músicos que escribimos para otros no-músicos haciendo uso de un lenguaje que podemos entender, esto es, traduciendo algo abstracto como es la música para conducirlo al terreno de lo “tangible”. Traductor traidor, ya se sabe. Pero la traducción es necesaria cuando entre nosotros queremos hablar de esa experiencia.

Podremos así, desde nuestro lenguaje, un acercamiento global en el que se examine por qué es tan singular y significativa la figura de Daniel Barenboim. Por ello decido no hablar de su trayectoria profesional propiamente dicha, de las orquestas y teatros en los que ha dejado huella, como tampoco de su labor humanitaria o política. Hablo de lo que dije antes: la postura ética y estética. ¿Cómo se entiende dentro de su contexto? ¿En qué se parece y en qué se diferencia de otros maestros? ¿Qué aporta? Y algo no poco importante: ¿cómo ha evolucionado? Porque desde que grabó en 1955 su primer disco hasta ahora han pasado muchas cosas. Ni él ni la propia praxis de la interpretación musical son los mismos. A estas alturas, con una trayectoria tan dilatada y con cierto margen de distancia temporal, ya podemos empezar a plantear los porqués de semejante evolución, a señalar puntos de inflexión e incluso a trazar paralelismos con otros artistas que permitan comprender al artista.

Esto termina conduciendo al tercer plano, que no tiene necesariamente que ver con Barenboim, aunque parta de su figura: el libro puede interpretarse como una invitación a reflexionar sobre las diferentes posibilidades que ofrece una partitura para su materialización sonora. Posibilidades que, a su vez, nos ofrecen diferentes perspectivas de un mismo sujeto y, por ende, ayudan entre todas a tener una visión más completa de la realidad. A entenderla mejor. Y esto tiene mucho que ver con algo que el maestro ha repetido una y otra vez cuando habla del problema en Oriente Medio: la necesidad de conocer y comprender la postura del otro, sin que esto signifique la obligatoriedad de compartirla en todo o en parte. Entender que una misma realidad puede ser una cosa o la otra es un imperativo para quien quiera tener una relación sana, constructiva y tolerante con el mundo en que le ha tocado vivir.

Es por eso por lo que, aun escribiendo desde un rendido entusiasmo ante el arte barenboimiano, he intentado evitar sentencias del tipo “la mejor versión es la de Fulanito” o “la interpretación de Menganito” es la única que nos permite comprender de verdad la partitura”. Vale, es verdad que ya en el título del libro caigo en la trampa de hacer referencia a “los mejores”, pero se trata de una cuestión comercial. Hubiera resultado un tanto ridículo usar algo así como “Los discos más significativos de Daniel Barenboim” o “Una selección discográfica para conocer el universo interpretativo de Barenboim como director de orquesta”. Creo que, en este caso, lo de “los mejores” es admisible, siempre y cuando una vez pasada la primera página reparemos que eso de establecer clasificaciones resulta bastante discutible en algo eminentemente subjetivo como es la percepción artística.

lunes, 8 de abril de 2024

Una promoción complicada

La verdad es que no está siendo fácil introducir el libro sobre Barenboim en sociedad. La presentación en el Teatro de la Maestranza fue ampliamente publicitada por Diario de Sevilla y Diario de Jerez, en ambos casos tanto en la edición digital como en la de papel, enviándose asimismo sendos ejemplares a estos medios: quedo muy agradecido. Muy pobre la respuesta de público, sin embargo. ¡Parece que en Sevilla no intereso lo más mínimo! El vídeo sí que ha sido bastante visto, incluso por ahí lejos: ya se solicitado ejemplares desde Alemania y los EEUU.

Se han enviado ejemplares a las revistas especializadas: Ritmo, Scherzo, Platea Magazine, Codalario y Mundo Clásico. Solo ha habido acuse de recibo y agradecimiento por parte de Platea Magazine. Ninguno ha sacado la noticia de la publicación. De reseñas no hablo, porque obviamente no ha habido tiempo.

Desde la editorial se han enviado correos electrónicos a El País y ABC solicitando una dirección postal para enviarles los correspondientes ejemplares. De esto ya hace un par de semanas, y no hay respuesta alguna. Se intentará contactar por otros medios.

Por mi intervención en La dársena, el programa de Jesús Trujillo en Radio Clásica, me encuentro muy satisfecho y agradecido.

¿Alguna buena noticia? Sí, hoy ha comenzado la distribución por librerías nacionales, y ya se puede pedir por Amazon. No hagan mucho caso a eso del envío en dos meses en esta última página: por lo que me han dicho, tardará mucho menos. 


En fin, esto es lo que hay. El jueves tengo el honor de presentarlo en la Real Academia de San Dionisio de Jerez en compañía de dos personas muy especiales. Me han dicho que el evento se podrá seguir en directo desde el canal de YouTube de la referida institución. Si no es así, probablemente lo pongan en diferido.

domingo, 7 de abril de 2024

Mäkelä hace Stravinsky en el Carnegie Hall

¡Menuda la está montando Klaus Mäkelä con su cuádruple titularidad! Oslo, París, Concertgebouw y ahora nada menos que Chicago. ¿Decisión acertada por parte de orquestas y batuta? Rotundamente no. Una cosa es dirigir varias semanas del año a distintas formaciones y otra ser su titular. El puesto de Chief Conductor exige más, muchísimo más que lo otro. En realidad, deberían nombrarle Principal director invitado: vienes, diriges uno o dos meses y te vas. Punto. Ellos sabrán.

Lo cierto es que al joven maestro finlandés no le falta talento, circunstancia que he querido confirmar viendo en Medici TV su aparición en marzo de este mismo año en el Carnegie Hall de Nueva York poniéndose al frente de la Orquesta de París. Lo hizo con al mismo programa Stravinsky de su disco dos años anterior ya comentado en este blog.

El pájaro de fuego recibe una interpretación sensacional, pero da la impresión de que no llega a la increíble altura del audio. Quizá la razón se encuentre en la toma, mucho menos buena: es posible que los ingenieros de Decca fueran en no pequeña medida responsables de la increíble calidad de aquel registro. En cualquier caso, se agradece muchísimo disfrutar con imágenes de esta recreación llena de inmediatez y sensualidad a la que, nuevamente, se le puede reprochar un final algo apresurado.

En lo que se refiere a La Consagración de la primavera, Mäkelä repite su aproximación tan fresca y comunicativa como fabulosamente planificada. Desconcierta un tanto en el arranque del fagot, pero acierta plenamente al acentuar tanto lo que esta página tiene de atmósfera como su brutalidad, sin necesidad de extremar los contrastes de manera artificiosa, para luego ofrecer una segunda parte toda ella sensacional. La orquesta parisina realiza una labor formidable, si bien hay que apuntar ciertos desajustes y algún despiste que, todo hay que decirlo, no se produce en los live de una Filarmónica de Berlín. ¿Mucho "corta y pega" en estudio, por tanto, a la hora de sacar los CD en Decca? Efectivamente. El propio artista lo confirma aquí.

sábado, 6 de abril de 2024

Pablo Barragán y dos señoras estupendas

Volvía anoche al Teatro Villamarta el clarinetista Pablo Barragán (n. 1987), quien aun nacido en la hermosa localidad de Marchena (Sevilla), se declaraba en las notas al programa “berlinés por elección”. Lo hacía en compañía de dos jóvenes que solo se puede calificar como estupendas, no porque fueran hermosas –que lo eran de manera considerable–, sino por su nivel artístico. Elisabeth Brauss (Hannover, 1995) es una pianista de importante currículo como solista en tierras británicas, y no debe extrañar dado su toque seductor, de carácter eminentemente lírico pero también muy flexible. Más aún me impresionó la holandesa Noa Wildschut (Hilversum, 2001), una de las más impresionantes actuaciones violinísticas que he presenciado en directo en los últimos años. A sus veintitrés años, esta chica toca el violín con seguridad, sentido del ritmo y fuerza expresiva descomunales.


Entre los tres ofrecieron un programa bajo la etiqueta, no del todo convincente a tenor de lo escuchado, de Homenaje a la música folclórica judía. Daba igual que el hilo conductor fuera este u otro, porque lo interesante es que se trataba de un repertorio tan marginal como delicioso. El Trío Op. 157b de Darius Milhaud es una obra muy propia del autor que se escucha con sumo placer. Mucho más exigente el breve Diálogo para clarinete y violín de Claude Vivier, página de 1975 que, como explicó el propio Barragán a la audiencia, desarrolla un fascinante juego de texturas. Mayor luminosidad, como también poesía, en la Sonatina para clarinete y piano de Joseph Horowitz. Aires populares y cabareteros en los atractivos Cuatro “Souvenirs” para violín y piano de Paul Schoenfield, muy aplaudidos por el respetable. Para terminar, una obra muy superior a las restantes, no por ello menos disfrutable. Ya lo están imaginando algunos, dada la formación congregada: el Trío “Contrastes” de Béla Bartók. Aunque personalmente hubiera preferido un toque más incisivo, percutivo incluso, por parte de Brauss, se trató de una fenomenal interpretación de una obra maestra que se suele escuchar poco.

¿Y Barragán? Sin novedad con respecto a lo que ya sabíamos: se trata un clarinetista de primerísima fila. Punto. En todo caso, apuntar la suerte que tuvimos de que Daniel Barenboim se fijara en él para su West-Eastern Divan Orchestra, y de que ahora forme parte del equipo de flamantes profesores convocado por la Fundación Barenboim-Said para dar clases a jóvenes instrumentistas andaluces. En unos días se va de gira por Brasil junto a Elena Bashkirova y su hijo Michael Barenboim. Efectivamente, allí también hará el Trío Contrastes.

En fin, los pocos que nos animamos a comprar entradas disfrutamos de uno de los mejores recitales que ha conocido el Villamarta en sus últimos años. A ver si el nuevo director arregla el problema de la promoción, porque no puede ser que algo tan bueno pase inadvertido. De esta temporada solo quedan una actuación del Coro del Teatro Villamarta, de la que prefiero abstenerme, y el enésimo pase de… ¿Adivinan qué? Sí, la Traviata de Paco López. Qué hartazgo.

miércoles, 3 de abril de 2024

El Trío de Tchaikovsky, entre colegas: Capuçon, Soltani y Shani

Si todo ha salido bien, cuando se publique esta entrada seguiré en Budapest y estaré escuchando el Trío con piano op. 50.  Completada en ene...