Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
lunes, 29 de abril de 2013
Znaider y Bronfman con nuestra Nacional
El misterio estaba para mí en Nikolaj Znaider, violinista genial ahora metido a director. Me habían dicho que lo hacía de manera mediocre. Pues miren ustedes, a mí me ha parecido más bien lo contrario. Por lo pronto, técnica parece tener mucha: su gesto es muy claro, dirige con precisión -y de memoria: no usó partitura- y la Nacional de España le sonó francamente bien dentro de sus posibilidades. Interpretativamente no lo hizo mal, pero aquí hay que matizar.
Me gustó mucho el Don Juan de Strauss que abría el programa: bien trazado, enérgico pero sin descontrol, emocionante y comunicativo. El oboe y la concertino intervinieron con indiscutible acierto. Solo eché de menos un poco más de lentitud y desolación en los compases finales (aún recuerdo lo que hizo Celibidache en Sevilla en 1992 con ese pasaje, aunque la comparación no procede). Tras el alto nivel conseguido en el poema sinfónico, me decepcionó la suite del Rosenkavalier: todo sonó en su sitio, y además lo hizo con entusiasmo y brillantez, pero Znaider no logró transmitir ni la magia sonora, ni el sentido del humor ni el particularísimo refinamiento valsístico de esta genial música.
El Brahms llegó en la segunda parte. Fue la del danés una dirección ortodoxa, sensata y solvente: rápida más no precipitada, extrovertida sin perder concentración lírica, más luminosa que dramática -se puede preferir al revés- y muy respetuosa con los tempi marcados por el compositor: por eso mismo se puede echar de menos un tercer movimiento más paladeado. Por cierto, el chelista Miguel Jiménez lo hizo muy bien en sus dos difíciles y fundamentales solos, con intensidad viril y sin trasformar estas intervenciones, como hacen solistas de formaciones más afamadas, en una sucesión de lloriqueos insoportables. En cuanto a la compenetración con Brofnman, perfecta. Se aplaudió mucho, con toda la razón.
domingo, 28 de abril de 2013
Excepcional Romeo y Julieta por Goyo Montero
Me pareció sensacional -así, con todas las letras- la labor del madrileño Goyo Montero: una coreografía moderna en el mejor de los sentidos, es decir, interesada muy poco en lo decorativo, solo lo suficiente en lo narrativo y muchísimo en lo expresivo, y haciéndolo con tanta sensibilidad, inteligencia e imaginación como respeto a las reglas del juego, esto es, atendiendo a las sutilezas de la partitura, sin necesidad de romper con la tradición e incluso permitiéndose algún guiño local, como sustituir las mandolinas del segundo acto por guitarras y hacer que se bailara tocando las palmas.
La escenografía, abstracta y muy bien utilizada. El vestuario, intemporal y eficaz. La luminotecnia, muy hermosa. Solo me molestó que se recortasen unos cuarenta minutos de la partitura. Eché mucho de menos dos momentos fundamentales: la danza popular que abre el segundo acto -aquí fundido con el tercero-, música excelente que ofrece el necesario contraste luminoso con lo que vendrá después, y nada menos que la muerte de Teobaldo, de la que solo se dejaron los golpes de timbal y la marcha fúnebre, por cierto increíblemente bien coreografiada.
Me tocó el presunto "segundo reparto" de bailarines, y encima el Romeo era el "cover": el argentino Lucio Vidal, que me pareció que lo hacía con muchísima dignidad, y desde luego sin vacilación alguna por la sustitución a última hora. A su lado brilló de manera formidable la Julieta agilísima y sensible de Kayoko Everhart, muy bien matizada en la evolución psicológica del personaje que tan estupendamente trazan tanto Prokofiev con su música como Montero con su coreografía. Ryan Ocampo se encargó con pleno acierto del personaje de Mab, quizá la aportación más singular de Montero: aquí representa a algo así como el Destino o la Fortuna y permanece en escena en casi todo momento. El cuerpo de baile, quizá con más nombres extranjeros que propiamente españoles, se desenvolvió de manera irreprochable.
El éxito entre el público -que por desgracia no llenó el teatro- fue grande. Lástima que desde mi asiento en el Paraíso no pudiera terminar de meterme del todo en la acción. Me encantaría volver a ver este Romeo y Julieta, pero en una localidad más cercana, con una orquesta más comprometida y una batuta que tuviera cierta idea de lo que es Prokofiev. Si ustedes tienen la oportunidad, no se lo piensen dos veces: el espectáculo puramente balletístico es una auténtica maravilla pese a incluir solo 110 minutos de la genial partitura.
jueves, 25 de abril de 2013
RTVE con Paul Mann: dignidad y bastante más
Ha dirigido Paul Mann, un señor al que hace tiempo escuché al frente de la Sinfónica de Sevilla en un concierto de resultados desiguales (enlace). Esta vez ha ocurrido lo mismo: la orquesta de la RTVE le ha sonado estupendamente en todas sus secciones (¡entérense, señores políticos, de que es la mejor orquesta estable de Madrid!), pero a nivel interpretativo han funcionado mucho mejor las cosas en la segunda parte que en la primera.
El Concierto nº 5, Emperador lo ha dirigido con vitalidad, excelente pulso y adecuado sentido épico, pero la sintonía del maestro británico con el universo de Beethoven me ha parecido nula: ni la sonoridad estaba conseguida ni se percibían cantabilidad, el humanismo y el sentido de los claroscuros propios del autor. Igualmente ajeno al universo expresivo correspondiente se mostró el pianista Steven Osborne, que en cualquier caso toca francamente bien y con un fraseo de la suficiente naturalidad. Lo dicho, una interpretación digna para ser escuchada en un concierto de abono. Nada más, nada menos.
El "bastante más" vino con la Sexta sinfonía de Vaughan Williams, una obra de lo más atractiva, espectacular y de corte muy cinematográfico (tiene su origen en una banda sonora frustrada), que esta misma semana me he podido machacar en las interpretaciones de Boult, Previn, Haitink, Norrington, Hickox y Colin Davis, sensacional esta última. La de Paul Mann, de nuevo sacando un estupendo partido de la orquesta española, ha sabido aunar carácter épico, humor negro y lirismo típicamente inglés en el primer movimiento. Ha logrado también calibrar las tensiones y distensiones del segundo con la adecuada concentración, y ha acertado con la inmediatez dramática del tercero con la ayuda de un saxo muy hermoso (aunque, para mi gusto, este debería haber sonado más canalla que seductor).
Solo se ha quedado la batuta algo corta en el movimiento conclusivo: Mann ha respetado la indicación de Moderato, pero otros maestros demostraron que con mayor lentitud y sequedad se puede ahondar más en el carácter desolado e incluso nihilhista de la página. Pese a ello, espléndida interpretación que ha servido, seguro, para descubrir a muchos esta estupenda música. ¿Y aún siguen preguntando para qué sirve la orquesta?
Don Giovanni en el Real: buen teatro, mala ópera
Dirección de actores magnífica. Vistosa escenografía. Sugerente iluminación. Sólido diseño de los personajes. Buen ritmo escénico, pese a las continuas caídas de telón. Ideas imaginativas resueltas de manera admirable. Momentos de gran emoción. Gran teatro, en definitiva. Pero teatro al servicio de una idea escénica que no solo no tiene nada que ver con lo imaginado por Da Ponte, sino que no guarda relación alguna con la genial partitura de Mozart, en la que hay una serie de códigos melódicos, armónicos, orquestales y estructurales que narran una historia muy concreta. ¿Se enriquecen mutuamente esa historia y la otra muy distinta que nos cuenta el regista ruso? No. ¿El choque entre ambas y las subsiguientes contradicciones revela cosas nuevas, o al menos aporta ideas intelectualmente estimulantes? Tampoco. Por eso me ha parecido una mala puesta en escena de Don Giovanni, amén de un monumento a la soberbia de ese señor con enorme talento llamado Dmitri Tcherniakov. Que la acción transcurra en la Sevilla del XVIII o en la mansión de una familia rica y pija de la actualidad es lo de menos.
Alejo Pérez en el foso. Dirección liviana, delicada, alejada de densidades sonoras e intelectuales, elegante y por momentos muy sensible, pero carente de tensión interna, y no digamos de pathos. De este modo, funcionó muy bien en momentos como las dos arias de Zerlina, dichas con gran cantabilidad, resultó aseada en las escenas más o menos dinámicas y se quedó cortísima en las dramáticas. La escena final de la estatua (aquí un actor contratado por los personajes para matar de un susto, literalmente, a Don Giovanni) estuvo rematadamente mal dirigida. En la Sinfónica de Madrid sobresalieron las maderas y se quedaron cortos la cuerda y los metales. Muy correcto continuo a base de fortepiano.
Los cantantes hicieron todos una realmente impresionante labor escénica que debió de fatigarles de manera muy considerable. Entiéndase por tanto que lo que a continuación voy a escribir se refiere a unos señores que tuvieron que cantar altamente condicionados por duras exigencias escénicas, a veces en posturas tan incómodas como antimusicales.
El disoluto fue Russel Braun: bajo mínimos. Bastante bien Kyle Ketelsen como Leporello; ya lo estaba en la filmación del Covent Garden con Mackerras, donde por cierto llevaba una peluca que le hacía parecer el feo de los Hermanos Calatrava. Muy digno el Masetto de David Bizic. Sonoro más que otra cosa el Comendador de Anatoli Kotscherga, ridículamente amplificado en sus dos apariciones “fantasmagóricas”.
Paul Groves merece párrafo aparte. En la filmación del Met de hace años (con Terfel y Fleming) ya evidenciaba tanto su buena línea mozartiana como un técnica mejorable. En Madrid ha hecho un “Dalla sua pace” afalsetada pero sensual y de exquisito gusto, más un “Il mio tesoro” con agilidades de vergüenza ajena. Me dio mucha pena verle salir de los camerinos cabizbajo y sin saludar a nadie. Por lo visto en otras funciones fue duramente abucheado.
Las chicas. Pues digna la Elvira de Ainhoa Arteta, no del todo bien cantada pero bastante emotiva (sí, a mí también me ha costado creerlo) y con detalles de gran clase. Seriamente deteriorada Christine Schäfer, una señora a la que adoro por su Lulu pero que aquí no ha dado en absoluto la talla; mejor el agudo que el grave, por cierto.
Y curioso el caso de Mojca Erdmann, que precisamente ha hecho Lulu con Barenboim: esta chica ha grabado Zerlina para DG (con Nézet-Séguin) y lo ha filmado en el Met (con Luisi), y en ambos casos está más pizpireta de la cuenta. Pues bueno, en Madrid no lo ha estado, y además ha cantado bien. Otra cosa es que su voz no parezca para tirar cohetes.
Aplausos, poquitos. Abucheos solo aislados: nada que ver con la función que escuché por la radio. Hubo abundante público rancio, estiradísimo en las butacas y en los pasillos, que parecía más enfadado por no ver las calles de Sevilla y la estatua del Comendador que por otra cosa. Lo mejor de la noche, la conferencia de José Luis Téllez. Lo demás, a olvidar.
sábado, 20 de abril de 2013
El enorme Rigoletto de Warren
Leonard Warren, Erna Berger, Jan Peerce, Nan Merriman
Robert Shaw Chorale. RCV Victor Orchestra. Director: Renato Cellini
Naxos, 8.110148-49
2 CDs, 129’22’’
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El malogrado Leonard Warren fue, por pasta vocal y temperamento dramático, un soberbio barítono verdiano, pero lo menguado de su discografía oficial le hacía ser apreciado hasta hace poco sólo por los que tenían peculio para adquirir costosas piratadas... y valor para soportar su sonido. Agradezcamos ahora a Naxos la restauración de este Rigoletto grabado en estudio por RCA en 1950, que viene a unirse al que ya ofreció del Met, junto a Björling y Sayao, cinco años anterior, pues podemos conocer su impresionante encarnación del jorobado por dos billetes verdes.
La Berger es una Gilda de una cursilería insoportable. ¿Una cantante anticuada? No: una mala soprano. Peerce hace un Duque altanero y desagradable, como debe ser, pero su talante exhibicionista no está en consonancia con sus medios vocales. Espléndidos Nan Merriman como Maddalena e Italo Tajo como Sparafucile, y de irregular nivel los comprimarios. Vehemente e intensa, también algo apresurada, la dirección de Cellini.
Se ofrecen veintiséis minutos de suculentas propinas para degustar el arte verdiano de Warren, entre las que destaca la aparición de una pletórica Varnay en Simon Boccanegra, que por entonces hacían en el Met.
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Artículo publicado en el número de septiembre de 2001 de la revista Ritmo.
miércoles, 17 de abril de 2013
Nelsons y Concertgebouw en Lucerna (I): Wagner, Strauss, Shostakovich
La velada comienza con la obertura de Rienzi, que ya le conocía por una toma radiofónica de los Proms al frente de la orquesta de Birmingham de la que es titular. Entonces me pareció un pelín frívola en la sección central y en exceso hollywoodiense –incluso verbenera– en el final. Nada de eso hay aquí. Todo el primer tercio de la página está cantado, como entonces, con un lirismo sereno y concentrado de enorme belleza, elevadísimo en lo espiritual, diríase que sobrenatural. La sección central podría preferirse con mayor densidad: creo que Ángel Carrascosa ha sido muy lúcido al apuntar en su blog que aquí Nelsons mira mucho antes a Weber que al propio Wagner. El tercio final se encuentra ahora maravillosamente controlado, recreándose mucho antes el maestro en la asombrosa calidad de la formación holandesa que en los excesos a los que se puede prestar la partitura. Del uno al diez, un nueve. La nota máxima va para Klemperer y Böhm.
Richard Strauss completando la primera parte: Danza de los siete velos de Salomé. Nelsons ya tenía una grabación comercial en el sello Orfeo con la City of Birmingham Symphony registrada en 2010. Esa ya era magnífica por su planificación de absoluta lógica, por su perfecto equilibrio entre refinamiento y fuerza expresiva y por su decadentismo aplicado en el punto justo, sin excesos evanescentes pero tampoco haciendo la menos concesión al efectismo. En la de este Blu-ray, aparte de haber cambiado algunos ligeros detalles creativos, lo que marca la diferencia es la presencia de la Orquesta del Concertgebouw, probablemente en el mejor momento de su historia: si los solistas en sus intervenciones se muestran acertadísimos en lo expresivo, la sonoridad global del conjunto, sin la personalidad de Berlín o Viena, ofrece un empaste insuperable, un colorido de enorme belleza y una maleabilidad absoluta. Para mí, la mejor orquesta de Europa hoy por hoy. Las texturas que la batuta obtiene con semejante instrumento (¿se ha escuchado alguna vez algo así en esta pieza?) son un milagro. Diez sobre diez.
La Octava Sinfonía de Shostakovich que ofreció Andris Nelsons al frente de la Filarmónica de Berlín en la Digital Concert Hall ya la comenté en este blog: soberbiamente tocada y con momentos de enorme inspiración, entre ellos la coda final, pero en conjunto algo decepcionante por su relativa falta de garra y sus caídas en la blandura; he vuelto a escucharla y mi opinión ha cambiado poco. Esta de Lucerna con la Concertgebouw me parece más convincente, mejor construida –tremendo el movimiento inicial– y sin los detalles fuera de lugar que entonces había tanto por parte de Nelsons como de (eso es lo más extraño) algunos solistas de la formación alemana. Los de la holandesa, desde luego, están formidables en lo expresivo, aunque quizá el violín no sea tan intenso como el de la Berliner Philharmoniker.
En cuanto a la batuta, se pueden echar de menos la virulencia de Rozhdestvensky en los dos primeros movimientos, la tensión arrolladora de Solti en el tercero y el carácter particularmente esencial y fantasmagórico que Rostropovich imprime a los dos últimos, pero la realización de Nelsons, objetiva y abstracta, quizá algo distanciada, resulta en todo momento certera. Lo menos conseguido a mi entender es el tercer movimiento, no del todo implacable y sin el humor negro que debería tener; el pasaje fugado del quinto está diseccionado con precisión y la coda vuelve a ser acongojante. No me parece una lectura de referencia, pero el nivel es muy alto: nueve sobre diez, en parte gracias al milagro de la Orquesta del Concertgebouw. El diez iría quizá, a mi entender, para la primera de las dos grabaciones de Previn con la Sinfónica de Londres (EMI).
Eso sí, este Shostakovich de Lucerna tiene algo que no posee ningún otro del mercado: una toma sonora en DTS-HD Master Audio para caerse de espaldas si se reproduce en un Blu-ray con salida multicanal y su correspondiente batería de satélites. ¡Cuidado con los vecinos!
lunes, 15 de abril de 2013
Sir Colin, un caballero
Sé que parece una tontería, pero hay mucho de todo ello en sus sensacionales interpretaciones de Haendel, de Haydn, de Schubert, de Sibelius, de Britten y -gran especialidad de la casa- de Berlioz. Significativamente, su último disco ha sido el Réquiem del autor francés al frente de la Sinfónica de Londres. Quede aquí un fragmento del concierto celebrado el pasado junio en la Catedral de St. Paul en que se realizó la grabación, donde pueden ver cómo el maestro tuvo ya que resignarse a dirigir sentado. Descanse en paz.
domingo, 14 de abril de 2013
El PP, destrozando la costa
De nada sirven leyes anteriores, planes de actuación, reportajes televisivos o campañas medioambientales. Tampoco que en los libros de texto se haga tomar conciencia a nuestros alumnos de la necesidad de proteger el litoral. No me extrañaría incluso que el ministro Wert nos prohíba dentro de poco decirle a los niños que está mal construir en la costa, apelando a esa "libertad de conciencia" que tanto parece preocupar (¡tremendo manipulador!) al antiguo tertuliano del canal ultraderechista Intereconomía. El PP tiene mayoría absoluta y la democracia le da derecho a actuar así. Y no me digan que los millones de españoles que les votaron que no sabían de qué iban.
Lo único que podemos hacer ahora es ejercer nuestro derecho al pataleo, y eso es lo que yo hago desde este humilde rincón personal. Por favor, no se molesten los lectores en salir defendiendo al PP. Esta vez no estoy de humor. Solo me queda rezar para que se convoquen elecciones generales cuanto antes.
Ah, les dejo una de las músicas que más amo, ya que esta se encuentra parcialmente inspirada en la costa. La costa inglesa, para concretar: la banda sonora de El fantasma y la Señora Muir, de Bernard Herrmann. Música que, por cierto, también fue destrozada en su momento merced al doblaje televisivo español. Pero esa es otra historia.
viernes, 12 de abril de 2013
Prensa local
A finales del anterior milenio, cuando yo trabajaba en una oficina de Jerez como auxiliar administrativo sin haber aún podido catar el mundo que realmente me gusta, que es el de la enseñanza, me dijeron que en un célebre periódico de tirada nacional estaban interesados en mí para ejercer tal labor en la edición jerezana que estaban preparando. Me pidieron que realizara un dossier de las cosas que yo había escrito en una revista digital llamada Sevilla Cultural, en la que llevaba un tiempo escribiendo –sin remuneración, of course– gracias a mi amigo Juan José Roldán. Parece que el crítico del referido periódico en Sevilla tenía que dar el visto bueno. Pasado un tiempo, este me dijo –no sé si con sinceridad– que lo que había leído le había gustado mucho. Pero nunca me llamaron. Luego me enteré que él había recomendado que no me admitiesen. ¿Por qué? La explicación que me han dado, muy plausible, no me permiten hacerla pública. Ironías del destino, el citado crítico incorporó años más tarde en su medio a un respetado colega suyo de la Universidad Hispalense, profundo ignorante de cuestiones interpretativas y plagiador descarado, dicho sea de paso, que terminó dándole la patada a él y a otros críticos de la ciudad cuando aquello del manifiesto anti-Halffter. Ah, la edición jerezana del referido periódico apenas duró dos años. Como digo, pura ironía.
Poco después, trabajando en un centro educativo de mi ciudad, propuse al diario Información Jerez escribir para ellos. Me contestaron que de acuerdo, pero sin ver ni un duro. “La música clásica no nos interesa”, me dijo el director con toda claridad. Yo por entonces escribía en Mundoclásico, y lo hacía sin cobrar, así que la propuesta me pareció que no empeoraba las cosas. Me apetecía escribir sobre el Villamarta en la prensa local. Lo hice con muchísima moderación, sabiendo para qué clase de público escribía y cómo se iba a interpretar cualquier reparo, pero aun así me gané el desprecio de la dirección del teatro y de algunos miembros del coro: solo eran admitidos los elogios desmesurados.
Pero no nos desviemos. Lo único que obtuve de este trabajo fue un viaje en tren y alojamiento en Madrid para escribir sobre el debut de Ismael Jordi en el Teatro Real cantando Così. Agradecimiento, ninguno. Y de hecho me incorporaron algún lamentable párrafo de su cosecha, que quedó vergonzosamente firmado por un servidor, cuando a uno de los espectáculos del Villamarta acudió la hermana del Rey: a mí nunca se me hubiera ocurrido firmar algo sobre los “aromas borbónicos” del teatro. En fin, al cabo de un año decidí dejar a estos lamentables señores. Las críticas volvió a escribirlas Marco Antonio Velo, experto en cuestiones taurinas y semanasanteras del referido diario. Su frase sobre el “éxtasis vocístico” (sic) al que condujo Ainhoa Arteta al público villamartino queda para el recuerdo, entre otras lindezas. Ya saben: la clásica no les interesa.
¿Vas viendo, querido Luis, cómo funcionan las cosas en la prensa local? Pues eso.
miércoles, 10 de abril de 2013
Sinfonía nº 3, “con órgano”, de Saint-Saëns: discografía comparada (I)
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Me hablaba esta misma tarde un amigo de las interpretaciones discográficas de la más famosa sinfonía de Camille Saint-Saëns, la Tercera, dentro de un grupo de cinco que alberga unas cuantas bellezas, como ya expliqué en otro lugar de este blog.
Pues bien, ¿por qué no juntar las notas que he apuntando de las interpretaciones de esta página que he venido escuchando en los últimos años? Son pocas como para tomarse esta comparativa muy en serio, pero al menos podrán ofrecer cierta información al lector que se quiera adentrar en esta maravillosa música, por cierto nada fácil de grabar: empastar órgano y orquesta es cosa complicada, por lo que algunas compañías optan por registrar al instrumento aparte y luego unirlo con el resto de la toma. Y no se me olvide recordar que ese no es el único instrumento “obbligato” de la obra: el piano ejerce un papel igual de importante en la segunda mitad de la página.
Compuesta en 1866, sus partes son en principio dos:
- Adagio – Allegro moderato – Poco adagio
- Allegro moderato – Presto – Maestoso – Allegro
1. Munch/Sinfónica de Boston (RCA, 1959). Muy buena lectura de línea ortodoxa, bien llevada, con energía, aunque sin toda la poesía posible. Funciona sin problemas el primer movimiento, si bien algo tosco, o al menos no del todo depurado. Al segundo le faltan morbidez en el fraseo, sensualidad y espiritualidad, aunque en contrapartida se subrayan los ribetes amargos. Magnífico el tercero, poderoso y con mucha garra. Al final, tan fogoso como bien controlado, le sobra algo de grandilocuencia. Nada en particular sobre el órgano de Berj Zamkochian. Buen sonido para la época, con amplia gama dinámica en SACD. (8)
2. Martinon/Nacional de la ORTF (EMI, 1972-75). Interpretación ortodoxa en su línea francesa, pero no por ello trivial ni hedonista, e impresionante por su fuerza expresiva, aparte de por su magnífica realización. Adecuadamente dramático el primer movimiento, incisivo y un punto nervioso. Sensacional el segundo, sensual a más no poder, elegantísimo, voluptuoso, pero en absoluto narcisista. Decidido el tercero, con garra y cierta aspereza sonora bien conjugada con la elegancia gala. Grandioso como debe ser el final, pero sin ápice de retórica. Irreprochable Bernard Gavoty en el órgano de Los Inválidos. EMI debería recuperar en SACD la toma cuadrafónica original, que circuló hace tiempo por la red en una remasterización casera. (10)
3. Barenboim/Sinfónica de Chicago (DG, 1976). Barenboim se olvida de “lo francés” para hacer de sí mismo en esta lectura sobria, dramática, sincera y tan carente de retórica como llena de fuerza, en la que sólo falta algo más de sensualidad tímbrica y voluptuosidad en el segundo movimiento para ser perfecta. La orquesta, increíble. Magnífica la grabación, incluido el “corta y pega” de la actuación de Gaston Litaize en el órgano de la Catedral de Chartres. En Japón circula una edición en SACD estereofónica; se rumorea que existe una toma cuadrafónica original nunca comercializada. (9)
4. Karajan/Filarmónica de Berlín (DG, 1982). Si Barenboim es fiel a sí mismo, no lo es menos Karajan en esta realización fundamentalmente hedonista que llega a un muy atractivo punto de equilibrio entre las brumas germánicas y la sensualidad francesa, con sonoridades mórbidas, aterciopeladas y bellas a más no poder, pero también con cierta tendencia a la superficialidad. Al primer movimiento le falta fuerza y dramatismo, y el segundo resulta en exceso contemplativo. Fabuloso el final, donde Pierre Cochereu extrae del órgano de Notre-Dame de París unos registros arcaizantes de gran atractivo. La gama dinámica es muy amplia. (8)
5. De Waart/Sinfónica de San Francisco (Philips, 1984). Interpretación solvente pero poco inspirada, sin mucha electricidad ni poesía, y sí algo blanda. Lo mejor es un decidido tercer movimiento. La orquesta no es gran cosa. El órgano de Jean Guillou pasa sin pena ni gloria. A olvidar. (7)
6. Levine/Filarmónica de Berlín (DG, 1987). Del mucho repertorio sinfónico que grabó el mediocre Levine para el sello amarillo posiblemente lo mejor sea esta interpretación dicha con entusiasmo, fabulosamente tocada además (y mejor grabada que la del propio Karajan con la misma orquesta) que sólo peca por su evidente búsqueda de la espectacularidad, sin duda marca de la casa, y por cierta dulzonería del segundo movimiento. (8)
7. Eschenbach/Orquesta de Philadephia (Ondine, 2006). Con Olivier Latry inaugurando el órgano de la sala de la fabulosa formación norteamericana, Eschenbach ofrece una interpretación muy bien dicha pero no del todo convincente. El primer movimiento, más que correcto, requiere mayor garra y tensión interna. El segundo está muy bien paladeado, pero la lentitud termina haciéndolo moroso. Busca el contraste con el tercero, que termina siendo precipitado y en exceso nervioso. Bien sin más el cuarto, volcado claramente hacia un espectacularidad particularmente evidente si se reproduce la capa SACD. (7)
8. Chung/Radio Francia (YouTube, Proms 2008). Interpretación tópicamente francesa en la que son admirable el sentido del color, el refinamiento y la morbidez del fraseo, al menos en el segundo movimiento, pero en la que hay que reprochar seriamente la tendencia a ofrecer sonoridades relamidas y a dejar de lado la tensión sonora, la garra y el dramatismo. Magnífico de nuevo Latry. (7)
martes, 9 de abril de 2013
Contraprogramación en Valencia
El último ejemplo ha sido repetidamente señalado, con toda la razón: el día en el que Joyce di Donato se presentaba en el primero de los edificios señalados, en el de Calatrava se ofrecía la primera función de El Barbero de Sevilla. ¿No sería posible que los respectivos responsables se sentaran a hablar antes de fijar fechas en el calendario? Que sí, que con los presupuestos pendientes de un hilo hay que hacer las cosas a última hora y sin tiempo apenas a dialogar con los presuntos rivales, pero seguro que con un poquito de buena voluntad por ambas partes se pueden mejorar los resultados .
Pues bien, el próximo viernes 12 se ofrecen en cada uno de los referidos recintos sendos conciertos sinfónicos. En el más veterano, a las siete y media, la Orquesta de Valencia ofrece la Tercera Sinfonía de Beethoven bajo la dirección de Antoni Ros-Marbá. En el más reciente, a las ocho, la fantástica Orquesta de la Comunidad Valenciana se pone bajo la batuta del joven venezolano Rafael Payaré para tocar… ¿Adivinan? Pues sí: la Sinfonía Heroica. Están locos estos valencianos.
lunes, 8 de abril de 2013
Quistes
Viene esto a cuento porque Rolanzo Villazón, que anda presentando ahora nuevo disco y una novela, ha declarado a El País (leer entrevista completa), entre otras cosas, que “se comenta hasta que me jodí la voz por ponerme a cantar Don Carlo o Carmen… Ese comentario es pueril. A nadie le sale un quiste en una cuerda vocal por cantar nada”. O que “cuando se compuso Carmen, nadie tenía la voz de Del Monaco. No estoy en contra de los blogs y demás, pero no los miro. La controversia es buena, aunque a veces se crea sin base alguna. Lo mío fue un problema de salud, el resto fue un comentario absurdo.”
Pues bien, o el médico nos engañó en aquella charla y la aparición de “bicharracos” en la garganta no tiene nada que ver con el uso inadecuado de la voz, y por ende todas las prevenciones que se cansaron de repetirnos son inútiles frente a algo que no depende de nuestro comportamiento, o Villazón miente.
Porque, explicando quizá el desinterés que el tenor mexicano expresa por los blogs (supongo que de la quema se salva el Blog Villazonista de la encantadora Teresa), no somos pocos los que sospechamos que sus problemas vocales se deben a un número excesivo de funciones, al empeño en unos roles que sobrepasan las posibilidades de su instrumento y a una técnica que fuerza las características del mismo. Instrumento que me parece a mí no anda del todo recuperado, a tenor de los fragmentos que he visto del Elisir del año pasado en Baden-Baden, con puesta en escena de él mismo (la acción transcurre en el rodaje de una película del Oeste; Nemorino es Cantinflas) y Pablo Heras-Casado dirigiendo una formación de instrumentos originales. El público del Liceo barcelonés podrá opinar por sí mismo de su actuación en el título donizzetiano dentro de unos días.
PS. Por lo que leo en el siguiente enlace, es posible que el quiste de Villazón tenga un origen distinto al mal uso de la voz (si es que se trata de un "quiste epidérmico" y no de nódulos, claro). Estaría bien que un foniatra que se pasase por aquí lo aclarase. En tal caso, donde dije digo, digo Diego y retiro lo dicho, lo que no quita que la manera de cantar del mexicano resulte más o menos discutible, tanto como lo son sus declaraciones sobre la voz de Don José y alguna otra ocurrencia.
sábado, 6 de abril de 2013
Más Séptimas de Mahler en Berlín: Rattle frente a Haitink
La del maestro holandés sigue parámetros expresivos parecidos a los de su recreación anterior: sobria, objetiva, rigurosa pero llena de fuerza interna, muy sombría en el enfoque y por completo ajena al narcisismo sonoro. Pero hay que matizar: quizá ahora hay algo menos de adustez y de tensión implacable que entonces, para encontrarnos al mismo tiempo con algunas frases aisladas –en la primera música nocturna, sobre todo– que se deslizan hacia la dulzura, que no la dulzonería. En cualquier caso es una realización de mucha altura que, eso sí, a pesar de sonar francamente bien no posee la nitidez ni la gama dinámica de la fabulosa toma sonora de las ediciones de Philips. La imagen, por el contrario, es muchísimo mejor en esta filmación de 2009.
La de Sir Simon resulta muy diferente. Frente a la sobriedad, la atmósfera ominosa, la tensión dramática y el interés mucho antes por la solidez arquitectónica que por el preciosismo sonoro de su colega, Rattle ofrece un acercamiento más luminoso, juvenil y disentido, más inmediato y comunicativo, en el que sí hay espacio para la delectación contemplativa, para los detalles creativos más o menos imaginativos, más o menos rebuscados, y desde luego –en el final– para el triunfalismo de cara a la galería. Habrá quien lo prefiera así, pero a mi entender con el británico los aspectos más débiles de esta música quedan en evidencia, mientras que los más visionarios permanecen desdibujados; resulta a la postre una versión un tanto tópica, superficial e incluso descafeinada.
La Berliner Philharmoniker, pese a algunas vacilaciones puntuales (escúchense los metales en el arranque del quinto movimiento con Haitink), sigue siendo ideal para esta música. Eso sí, los resultados no pueden ser más distintos con uno y otro maestro. Para que luego digan que las orquestas de primera tocan solas…
miércoles, 3 de abril de 2013
DVD de Celibidache dirigiendo Prokofiev y Dvorák: es estéreo
Al Prokofiev le tengo especial cariño, porque fue lo primero que escuché –Pérez de Arteaga emitió en Radio Clásica a principios de los noventa el audio del Laser Disc– del maestro rumano. Nostalgias aparte, esta recreación es una joya. Sin alcanzar ni mucho menos el grado de perfección técnica, limpieza, distinción y sentido de lo apolíneo del registro de Giulini con la Sinfónica de Chicago (DG), Celibidache ofrece en esta filmación “de estudio”, sin público, acompañada de esos maravillosos ensayos –sin subtítulos en castellano– en los que el maestro rumano despliega todo su histrionismo facial, una recreación antológica en la que, además de desplegar el riquísimo sentido del color que en él es habitual, pone de relieve como nunca los aspectos más irónicos y socarrones de esta Primera sinfonía del autor –portentoso el tratamiento de las maderas– ofreciendo mucha retranca, pero sin excederse en la acidez, y sin merma alguna de la elegancia consustancial a la obra ni del vuelo poético que debe alcanzar -aquí lo hace como pocas veces- el segundo movimiento.
La lentitud de los tempi no debe echar atrás para nadie, porque la arquitectura está delineada sin fisuras. A destacar, por añadir algo entre tanta maravilla, los prodigiosos rubatos en la Gavotta y la alucinante manera en la que ésta se va acercando a la conclusión. Solo una pega: en los clímax del primer movimiento no se escucha del todo bien el entramado de las maderas.
La Sinfonía del Nuevo Mundo, personalísima y genial en grado sumo, ya es más discutible, porque no suena a Dvorák y sí bastante –con descaro en el arranque y el final del segundo movimiento– a Anton Bruckner. Nada de lo que escandalizarse, porque el arte celibidachiano tuvo en su última etapa mucho de transgresión estilística. La interpretación, por si ustedes no la conocen, es exactamente como imaginan, pero mucho ojo con los tópicos: es lentísima, concentrada, esencial, bellísima en lo puramente sonoro, altamente contemplativa y de una gran hondura diríamos que filosófica, sí, pero no dulce, ni amable, ni ensoñada, porque está recorrida de un permanente sentido trágico y los clímax, sin ser escarpados, alcanzan una enorme tensión. La manera de tratar la coda final, que suena mucho antes amarga que épica, demuestra hasta qué punto Celi sintoniza con el contenido expresivo de la partitura.
Desde el punto de vista técnico, por lo demás, el anciano maestro hace una verdadera exhibición de técnica de batuta, no solo por la ya referida manera de sostener el pulso, sino también por la riqueza del color y, sobre todo, por la manera que tiene, sin perder de vista la arquitectura global y fraseando con una naturalidad y una cantabilidad portentosas, de diseccionar la polifonía hasta el más mínimo motivo: dudo mucho que haya una sola interpretación de la obra donde se escuchen tantas cosas como en la presente. Encima el sonido, repetimos, es un muy buen estéreo, por mucho que los vendedores del producto no se enteren.
lunes, 1 de abril de 2013
¡Que viva el Humor!
Leí hace poco (ver noticia) que el humorista egipcio Basem Yusef ha sido puesto en libertad bajo fianza tras su detención por “denigrar al Islam”. Aunque nunca he visto lo que hace este señor, me parece claro que hay que tenerlos bien puestos para comportarse así bajo el simpático régimen de los Hermanos Musulmanes. No sé si su vida durará mucho o poco, la verdad, pero apoyo desde aquí plenamente su actitud, porque soy de los que piensan que el humor –el humor inteligente– es la mejor arma para combatir la intolerancia, sea esta del signo que fuere, y para sobrevivir en medio de la represión. Y de esto último en Egipto saben algo, me temo.
Soy, además, de los que piensan que nada hay intocable a la hora de ser corrosivos, y por eso mismo me permito recomendarles a ustedes una revista satírica que he descubierto y me encanta, Mongolia, que lo mismo se mofa de los borbones que de la ETA, no sin advertirles antes a ustedes que el contenido puede resultar extremadamente blasfemo para algunas sensibilidades. Yo, desde luego, me rio a mandíbula batiente.
En fin, en homenaje a los humoristas antitotalitarios les dejo a ustedes el segundo movimiento de la Sinfonía nº 13 de Dimitri Shostakovich. En él se pone música a los siguientes versos de Yevgueni Yevtushenko, un señor que, por cierto, resistió al régimen soviético y aún anda vivo por ahí. ¡Que viva el Humor!
(La traducción la he obtenido del siguiente enlace)
Zares, reyes, emperadores,
Soberanos de todo el mundo,
Podrán dirigir desfiles, pero nunca podrán mandar en el humor.
En los palacios de los poderosos,
Que pasan todo el tiempo reposando,
Entró Esopo el vagabundo,
Y todos ellos? ¡parecían mendigos!
En casas donde un hipócrita tiene dos
Miserables huellas izquierdas de los pies,
Jodzhá Nassredín se burla de las frivolidades, simulando que las derriba como piezas del ajedrez.
Ellos necesitan comprar el humor.
Pero él ¡no se vende!
Ellos lo quieren matar,
Pero el humor les hace cuernos.
Combatirlo es un asunto difícil,
Ellos no se detienen en aniquilarlo,
Su cabeza cortada estaba en la punta
De la espada de un soldado.
Pero tan pronto como los caramillos de los payasos se oyeron entonando tonadas,
El humor desde afuera gritaba: ¡ahí estoy!
Y atrevido, se puso a bailar.
Vistiendo con un abrigo mísero,
Abatido y, aparentando arrepentimiento,
Como un preso político,
Va camino al cadalso.
Todo alrededor suyo es sumisión,
Resignación, en la vida,
Cuando de pronto se despoja de su abrigo,
Y hace la señal con la mano:
¡Adiós, amigos!
Ellos esconden al humor en un calabozo,
Pero no tienen esperanza en el infierno,
El humor pasa a través de barrotes de hierro o murallas de piedra.
El humor se aclara la garganta, tosiendo de frío. Y como un simple soldado,
con su fusil, marcha al son de una tonada popular sobre el Palacio de Invierno.
El humor se acostumbra a las malas miradas, pero esto no parece preocuparles,
Y de cuando en cuando el humor se mira a sí mismo con sentido del humor.
El humor es eterno, astuto y veloz,
Pasa a través de todos y de todo.
Por eso: ¡Que viva el Humor!, ¡por valiente!
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