sábado, 30 de julio de 2022

El Dvořák luminoso y distendido de Dudamel

Sorprendió Gustavo Dudamel en su grabación al frente de la Filarmónica de los Ángeles de las sinfonías de Charles Ives: en lugar de interesarse por los aspectos más escarpados y modernos de la música del norteamericano, lo que hizo fue subrayar los lazos con la tradición europea y ofrecer recreaciones muy líricas, de abrumadora belleza y apreciable frescura, que se disfrutaban de principio a fin dejando a un lado los atrevimientos de la Cuarta, recreada desde una óptica eminentemente espiritual. Pues bien, llegan –también en Deutsche Grammophon– las tres últimas sinfonías de Antonín Leopold Dvořák y pasa más o menos lo mismo, solo que aquí las desigualdades son más apreciables.

En la Sinfonía nº 7 el venezolano decide obviar toda “rusticidad eslava” en la sonoridad e ignorar que se encuentra ante una de las páginas más amargas de su autor, ofreciendo así una interpretación eminentemente lírica y tornasolada, fraseada con enorme sensualidad –legato para derretirse– y delectación melódica, contemplativa en el mejor de los sentidos, por momentos embriagadora en su goce paisajístico, dotada de un punto muy adecuado de nostalgia y expuesta con tanta depuración sonora como sensibilidad para los matices, sobre todo en lo que a las gradaciones dinámicas se refiere. Venturosamente, no le resta pathos dramático al Poco adagio ni incurre en excesos de suavidad, cosa que sí ocurrirá en las siguientes sinfonías

En la Sinfonía nº 8 Dudamel insiste en una visión eminentemente lírica y distendida del universo de Dvorák, entendido desde una óptica mucho antes romántica que nacionalista, y ciertamente más luminosa que dramática, siempre demostrando un perfecto control de los medios y una enorme capacidad para extraer belleza sonora. Le sale estupendamente en el primer movimiento, y también en un Adagio cuyo clímax dramático adquiere una gravedad especialmente amarga. Desdichadamente, en el tercero se le va la mano en los portamentos, mientras que en el cuarto el retorno del tema de su introducción manifiesta con molesta claridad una tendencia a la blandura que hasta ahora había quedado un tanto solapada; en la coda aparece el Dudamel más ardiente.

El control de su temperamento lo consigue el maestro a la perfección en una Nuevo Mundo que logra ser cálida y hermosa como pocas, más resignada y tierna que amarga en el melancólico Largo pero, en cualquier caso, expuesta con mano maestra y muy apreciable sensibilidad. Pero aquí, lástima, Dudamel sí que llega a meter seriamente la pata: la exposición del celebérrimo tema lírico del primer movimiento resulta de un rebuscamiento y una cursilería insufribles. Si a esto sumamos que el Trío del Scherzo resulta algo más suave de la cuenta, comprenderemos que esta lectura no será del gusto de algunos melómanos. De mí mismo, sin ir más lejos.

Toma sonora impresionante escuchada en Dolby Atmos: aún no me arrepiento de sumar la suscripción a Tidal a la de Qobuz solo para poder disfrutar de este sistema de sonido.

viernes, 29 de julio de 2022

Un perfil de Gustavo Gimeno (III): Bruckner

No estuvieron los ingenieros del todo acertados al registrar esta Sinfonía nº 1 de Anton Bruckner en junio de 2016. Tal vez parte de la culpa sea de la acústica de la Philharmonie de Luxemburgo, pero lo cierto es que el sonido resulta en exceso difuso. Interesantísimo testimonio, en cualquier caso, para seguir haciéndonos una idea de cómo dirige Gustavo Gimeno.

Por un lado, confirma una técnica de batuta colosal. En Bruckner, ya se sabe, o demuestras una extraordinaria capacidad para planificar tanto en lo horizontal como en lo vertical, o no tienes nada que hacer. El maestro valenciano lo consigue: perfecto equilibrio polifónico, empaste cálido muy adecuado para el compositor, fraseo ajeno al nerviosismo, naturalidad en las transiciones, lógica en el ascenso a los clímax… Una pena que los metales de la Filarmónica de Luxemburgo, realizando una labor muy notable, disten de los de las formaciones de primerísima que han abordado esta partitura.

Por otro, Gimeno deja clara su tendencia a buscar belleza sonora antes que tensiones o claroscuros. Unos podrían decir que nos encontramos ante una visión clásica de la partitura, que mira antes al pasado que el Bruckner del futuro, ese que nos pondrá al borde del abismo en las tres últimas sinfonías. Otros más bien dirán que lo que aquí ocurre es que al maestro le falta sintonía con este universo expresivo, que adopta una postura en exceso acomodaticia o, sencillamente, que resulta descafeinado. O peor aún, que carece de la madurez, de la creatividad y de la fuerza visionaria que en esta misma partitura han demostrado maestros como Jochum –en Berlín, no en Dresde–, Karajan, Solti y Barenboim, sobre todo estos dos últimos. Por cierto, poco se parece aquí Gimeno a su mentor Abbado, que en sus diferentes testimonios nos dejó una visión especialmente escarpada y nerviosa de la página.

Los más interesante del disco llega con las propinas. Tanto la Marcha en re menor WAB 96 como las Tres piezas para orquesta WAB 97 fueron calificadas por el propio Bruckner como tareas estudiantiles. Lo son, con todo lo que ello implica, pero no solo apuntan aquí y allá –con bastante claridad– a lo que va a ser el lenguaje del compositor, sino que ofrecer un hermoso vuelo melódico en el caso del Moderato y del Allegro non troppo. Un buen bruckneriano debe conocerlas.

miércoles, 27 de julio de 2022

Réquiem alemán de Brahms: discografía comparada

Vale, vale, ya sé que doce grabaciones son pocas para una comparativa. Yo mismo conozco unas cuantas más de las comentadas, que no salen en la lista porque las tengo demasiado lejos en la memoria como para escribir alto sobre ellas: una filmación de Karajan, la de Haitink, la de Celibidache en Múnich –un ladrillo, creo recordar, la de Barenboim en Chicago y no sé si alguna más. Pero entre esperar meses o años a escuchar una cantidad importante de grabaciones o a publicar ya, me parece más interesante lo segundo, más que nada porque estas líneas podrían ayudar a contrastar opiniones.


1. Furtwängler/Filarmónica de Estocolmo (EMI, 1948). Este es el único registro, en vivo y con sonido muy precario, que nos ha dejado Furt de la página. No hay sorpresa alguna: interpretación lentísima, gótica a más no poder, todo lo meditativa y filosófica en que se podía esperar, doliente cuando le corresponde ser serena, y encrespada a más no poder en los momentos más extrovertidos. ¡Qué tremendo clímax dramático el del tercer número, y qué fuerza la de la fuga que le sigue! Una lástima que Kirstin Lindberg Torlind y Bernhardt Sonnerstedt se queden en lo notable. La restauración de Pristine Audio elimina el crujido de fondo, pero potencia en exceso los graves. (9)

 


2. Kempe/Filarmónica de Berlín (EMI, 1955). Lectura especialmente rebelde y encrespada, pero nunca precipitada, sino paladeada con concentración, hondura y puro sentido brahmsiano. Todo está muy lejos de la blandura y del refinamiento gratuito, y si hay que poner alguna pega es al nº 5, no todo lo sereno y meditativo que debiera, aunque allí Elisabeth Grümmer está en la referida línea de súplica intensa y desesperada. Magnífico Dietrich Fischer-Dieskau, espléndido en lo vocal y con algún regulador admirable, cuyas intervenciones coindicen con los momentos más rebeldes y dramáticos de la batuta, como un nº 6 dicho con enorme tensión y grandeza sin retórica. Espléndido el Coro de la Catedral de Santa Eudivigis. Lástima que la grabación sea monofónica. (9)

 


3. Klemperer/Orquesta Philharmonia (EMI, 1961). La arquitectura es impresionante, la ejecución portentosa y la sonoridad ofrece un músculo y un empaste muy adecuados para Brahms, pero queda claro que el de Breslau tiene una visión demasiado personal de la partitura como para convencer por igual en todos sus números. Así, cuando tiene que ofrecer dramatismo se muestra tremendamente tenso y escarpado pese a mantener su proverbial sobriedad, mientras que a la hora de plantear el triunfalismo épico lo hace sin retórica vacua y trazando de manera magistral la polifonía, pero cuando toca destilar elevación espiritual y reflexión humanística se muestra bastante esquivo. Tampoco la sensualidad más o menos carnal, tan importante en Brahms, le interesa lo más mínimo. Sin ir más lejos, el primer número, resulta no poco decepcionante, mientras que en el segundo el maestro alcanza el mayor grado de convicción, por no decir la genialidad. Elisabeth Schwarzkopf y Dietrich Fischer-Dieskau, maravillosos, como también lo está el Philharmonia Chorus. La toma sufre distorsión tímbrica, aunque en HD adquiere una carnosidad y un cuerpo muy apreciables, conservando además una muy amplia gama dinámica. (8)

 


4. Karajan/Filarmónica de Berlín (DG, 1964). El maestro de Salzburgo y sus huestes berlinesas aprovecharon su estancia en el Festival de Viena para unir sus fuerzas a los Wiener Singverein en la Sala Dorada de la capital austríaca y registrar –toma problemática, distorsionada, incluso en HD– una interpretación muy de Karajan: poderosa y musculada en la sonoridad, planificada al milímetro, expuesta con una seguridad a prueba de bombas e indisimulada a la hora de recrearse en la opulencia y el preciosismo. Por ello mismo hay en ella –ya desde el primer número– algo de pose insincera, de lo que hoy llamaríamos postureo, pero encontramos también calidez, espiritualidad emotiva, fuerza dramática –lacerantes acentos acompañando al barítono en el tercer número–, sentido épico y una mezcla de belleza sonora y sentido teatral ante la que resulta difícil resistirse. Eberhard Waechter, con sus desigualdades canoras, canta con entrega y adecuada rebeldía, mientras que Gundula Janowitz, de timbre esmaltadísimo y luminosos –aunque no siempre certeros– sobreagudos, canta con delicada poesía. (8)

 


5. Barenboim/Filarmónica de Londres (DG, 1972). El joven maestro ofrece una dirección gótica, muy atmosférica, pero -sorprendentemente- no tanto dramática como sensual, poseedora de una espiritualidad “carnal” muy atractiva que se consigue gracias a un fraseo muy mórbido y a una asombrosa plasticidad del tratamiento de la orquesta. Los tempi tienden a la lentitud, y por momentos se echa de menos algo más de tensión interna –primer número, final del segundo–, lo que no quita que haya pasajes muy encrespados, como la fuga que cierra el nº 3, tremenda, o todo el nº 6, rebelde sin llegar a la crispación ni a lo visionario. Dulce y meditativo sin empalagos el nº 5, que se beneficia de una exquisita Edith Mathis. Fischer-Dieskau alcanza el punto justo entre introversión y súplica, con unas intervenciones particularmente aristocráticas y matizadas. Espléndido el Coro del Festival de Edimburgo. (9)

 


6. Maazel/New Philharmonia (Sony, 1976). Interpretación notabilísima, perfecta de idioma y siempre en una línea extrovertida y encrespada, muy rebelde, destacando en este sentido un terrorífico clímax en la tercera parte del segundo movimiento, o la fuerza de la sección fugada final del tercero. Quizá por ello se eche en falta algo de madurez, de profundidad, de espiritualidad esencial. Ileana Cotrubas se muestra tan deliciosa como siempre, lo que significa que está un poco fuera de situación. Magnífico Hermann Prey, muy viril, en una línea más rebelde y extrovertida que suplicante o devota. Toma mediocre, poco natural en la tímbrica y saturada. (8)

 


7. Solti/Sinfónica de Chicago (Decca, 1978). Lejos de ofrecer una interpretación teatral y extrovertida –ni siquiera el segundo número alcanza el carácter escarpado y rebelde que en él hubiéramos esperado–, Sir Georg asume por completo el carácter meditativo de la obra y, haciendo gala del mejor lenguaje brahmsiano imaginable –cálido, oscuro, aterciopelado-, ofrece una interpretación que sabe aunar la más sensual belleza sonora con una espiritualidad tan sincera como alejada de la retórica, plena de sencillez y de humanismo, también de ternura, aunque sin desdeñar la grandeza filosófica ni la electricidad –soberbio el quinto número, en el que por fin podemos reconocer a Solti– cuando resulta necesario. El fraseo es de una naturalidad, una flexibilidad y una lógica insuperables, por no hablar de la plasticidad con que están tratados los soberbios, diríase que insuperables conjuntos de Chicago. Te Wanawa está exquisita, flojeando el siempre correcto e impersonal Bernd Weikl. A la toma le falta una más amplia gama dinámica, pero a cambio ofrece calidez y un buen registro grave ideal para recoger los contrabajos: el comienzo es sobrecogedor. (9)

 

 

8. Giulini/Filarmónica de Londres (BBC Legends, 1978). Una decepción. Todo está en su sitio y la musicalidad se encuentra garantizada, pero Giulini no se implica del todo en lo emocional, no sabe dotar de tensión interna a la obra e incluso resulta impersonal y escaso en matices. Los primeros números resultan incomprensiblemente flojos. Lo mejor es el nº 5, de un lirismo muy cantable y hermoso, con una Cotrubas excelente. Bien a secas el nº 6 y muy bien el nº 7, de nuevo muy lírico y de gran naturalidad. Fischer-Dieskau, como con Barenboim años atrás, encuentra el punto intermedio entre la meditación y la rebeldía. Espléndido de nuevo el Coro del Festival de Edimburgo. (7)

 


9. Giulini/Filarmónica de Viena (DG, 1987). El que fuera el más grande brahmsiano del siglo XX madura de manera considerable su floja versión en vivo londinense –esta también es con público, aunque no se note– haciendo gala de un idioma absolutamente perfecto, una increíble capacidad para extraer la mayor belleza sonora de una orquesta maravillosa y de un Coro de la Ópera de Viena que da lo mejor de sí; también de ese fraseo tan particular de una batuta que supo como ninguna sintetizar las “brumas” y la densidad germánica con la más sensual y efusiva cantabilidad italiana. Sin embargo, por muy extraño que parezca, su sintonía con esta partitura sigue sin ser la máxima posible, e incluso defrauda en el tremendo “Denn alles Fleish, es ist wie Gras”, dicho sin la tensión dramática que a todas luces necesita. Andreas Schmidt se mueve muy en la línea de Fischer-Dieskau, sin alcanzarle en intensidad, mientras que Barbara Bonney, aunque tampoco particularmente expresiva, triunfa merced a la seguridad y luminosidad de su registro agudo. La toma es notable, no del todo clara. (8)

 


10. Harnoncourt/Filarmónica de Viena (RCA, 2007). El vibrato se ha moderado lo suficiente como para que se note la “preocupación filológica”, pero en realidad todo suena con una belleza sonora tersa y pulida como la del Abbado más refinado, o bien con la masividad hinchada del Karajan más narcisista. En cualquier caso, lo hace con una absoluta falta de compromiso expresivo, léase de tensión sonora, de matices, de creatividad; de emoción, en definitiva. El tierno lirismo brahmsiano brilla por su ausencia, mientras que la angustia que albergan los pentagramas solo llega a aflorar (¡menos mal!) en el nº 3, donde Harnoncourt sí parece dar lo mejor de sí mismo –incluso revela detalles muy interesantes en la orquestación– y Thomas Hampson sabe conjugar naturalidad, belleza canora y congoja sincera. Genia Kühmeier está correcta, mientras que la orquesta da buena cuenta de su nivel y el Coro Arnold Schoenberg resulta técnicamente insuperable en su comprometidísima parte. (7)

 


11. Nézet-Séguin/Filarmónica de Londres (LPO, 2009). Recreación lenta, densísima en las texturas, muy brahmsiana en su sonoridad, que apuesta por un óptica particularmente dulce, lírica y sensual, de una cantabilidad conmovedora y un profundo sentido humanista, y que –paradójicamente– por momentos se acerca a Bruckner en su solemnidad, grandiosidad y potencia sonoras, sobre todo en el nº 6. El nº 2 resulta más hinchado de la cuenta. Muy sereno y hermoso –sin blanduras– el nº 4. Irreprochables, sin resultar del todo personales, Elisabeth Watts y Stèphane Degout. El sonido presenta un volumen muy bajo. (9)

 

12. Nézet-Séguin/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2017). ¿Qué ocurre si, tras su admirable recreación con la LPO, le ponemos a Yannick la orquesta más idónea de todo el orbe terrestre para esta partitura y un coro que canta divinamente como es el de la Radio de Berlín? Pues sencillamente, que sale una interpretación redonda. Si no se lleva el diez en la nota es porque flojea la soprano Hanna Elisabeth-Müller, que tiene problemas en la franja aguda y en lo expresivo se muestra centrada sin más; mejor el barítono Markus Werba, que dice su parte con cierta autoridad. Pero triunfa el maestro canadiense, siempre dentro de una visión lírica y humanística, ajena a negruras y a grandes arrebatos pasionales, decididamente desinteresada por los aspectos más escarpados de la página, pero sincera y emotiva a más no poder. Belleza sonora se destila en gran cantidad, al tiempo que se corrige ese carácter hinchado en el que incurría en nº 2 en la anterior ocasión. Lo del coro es milagroso: justo es citar a su director Gijs Leenaars. La filmación, disponible en lujurioso 4K, permite disfrutar a tope de la amplísima gestualidad de un Yannick sin batuta ni partitura –tampoco la llevan los solistas vocales ni el coro– que con su rostro deja bien claro lo que quiere para cada momento. La conclusión está clara: hoy por hoy, versión más recomendable para acercarse la partitura. (9)

martes, 26 de julio de 2022

Un perfil de Gustavo Gimeno (II): Ravel

Seguimos con Gustavo Gimeno, esta vez con un disco dedicado a Maurice Ravel que grabó para Pentatone en 2017 al frente de la Filarmónica de Luxemburgo, de la que es titular desde 2016. Se encuentra disponible en las plataformas habituales en alta definición; la toma, poderosísima en el grave pero poco transparente, deja un tanto que desear.


Versión completa de Daphnis y Cloe para empezar. El maestro valenciano se mueve como pez en el agua desplegando lo que más le gusta, levedad sonora, sensualidad y una elegancia indolente que le sientan de maravilla a esta partitura. Siempre y cuando no se pasen de la raya, claro está: a veces Gimeno lo hace a la hora de sonar aéreo o dulce. En la Danza guerrera se pasa al extremo opuesto: una cosa es reflejarla brutalidad de los malos de la función y otra distinta es hacer el bruto. En cualquier caso, su afinidad con la partitura es grande, y su dominio técnico incuestionable. Ocho sobre diez.

Seguimos con Una barca en el océano. Como era de esperar, el valenciano se muestra impresionista al cien por cien en una lectura atmosférica y brumosa, fraseada con embriagador balanceo, minuciosamente en el tratamiento de las dinámicas, fascinante en las texturas, en la que casi se pueden sentir las gotitas de agua marina rociando nuestro cuerpo. Habrá quienes prefieran opciones más tempestuosas –imposible no recordar a Muti con la Filarmónica de Berlín–, pero lo de Gimeno es admirable en su línea. Un nueve.

Terminamos con la Pavana para una infanta difunta: lento en el tempo, concentradísimo en el fraseo, difuminado en las texturas, contemplativo más que doliente en la expresión, el valenciano parece seguir los pasos del último Giulini hasta quedarse muy, pero que muy cerca de la intensidad poética del inolvidable maestro. ¿Nueve y medio?

lunes, 25 de julio de 2022

Primera Sinfonía de Beethoven: discografía comparada

Actualizaciones. 
 
25-07-2022.

Han pasado diez años desde la última actualización. Cada vez me creo menos esto de los puntitos del uno al diez. He reescuchado y vuelto a puntuar varias de las versiones, en algún caso con una diferencia sensible en la valoración: la de Harnoncourt la paso de un 5 a un 7. Probablemente si las repasase todas habría más cambios importantes. ¿Acaso sería eso indicativo de lo torpe que era yo entonces? Es posible, pero también de cómo va uno progresando. Permanecer inamovible contra viento y marea en las valoraciones críticas sería quizá mayor motivo de preocupación: eso es que uno no ha progresado en su manera de percibir la música.

En fin, entre las modificaciones y las versiones escuchadas pare la ocasión, alcanzo ya las 53 reseñas de esta maravillosa página. ¡Y aún me quedan en la estantería unas cuantas grabaciones de interés! No le hagan mucho caso ustedes a eso de los puntos y utilicen las siguientes líneas simplemente para contrastar opiniones.


14-07-2012.

Esta entrada se publicó originalmente el 27 de noviembre de 2011. Se añaden ahora las interpretaciones de Maazel, Barenboim'11 y Brüggen'11.

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No vamos a decir nada sobre la maravillosa partitura, porque ya lo hemos hecho en algún otro lugar de este blog (enlace), pero debemos recordar que se trata de una obra no de juventud sino de madurez: enfocar su interpretación exclusivamente desde un clasicismo más o menos desenfadado nos parece un error. Por otro lado hay que señalar que se trata de una sinfonía muy resbaladiza a la hora de abordar en lo expresivo, y de ahí el más bajo nivel medio que encontramos en estas lecturas frente a las que recogimos en nuestra comparativa de la Segunda Sinfonía (enlace).

Son sus movimientos: 1) Adagio molto. Allegro con brio 2) Andante cantabile con moto 3) Menuetto – Allegro molto e vivace 4) Finale – Adagio, allegro molto e vivace.




1. Toscanini/NBC (RCA, 1951). El mítico maestro italiano ofrece la versión que en él era de esperar, es decir, rápida, llena de electricidad, ágil pero con músculo, con una sonoridad agria en las maderas y una sequedad general poco complaciente, muy poco interesada por la delicadeza, el encanto o la belleza sonora. Esto en principio es muy interesante, pero a la postre no termina de redondear la interpretación debido a su escasa voluntad –o su incapacidad– para desplegar vuelo lírico, hondura y emotividad. El resultado es tan vistoso como superficial. (7)



2. Furtwängler/Filarmónica de Viena (EMI, 1952). Haciendo uso de tempi muy amplios y de una flexibilidad tan grande como controlada, ajena al arrebato espontáneo, así como de un fraseo de asombrosa naturalidad y de un manejo de las transiciones para quitarse el sombrero, ofrece Furt una Primera portentosa por su perfecta unión entre elegancia, cantabilidad, chispa y sentido dramático, amén de por su pasmosa claridad y por la atención expresiva a cada una de las frases. En suma, un ejemplo supremo de lo que fue el arte directorial furtwaengleriano en los últimos años de su carrera. Que hoy día se pueda preferir una articulación más ágil e incisiva, así como una dosis adicional de frescura y –por qué no– de picardía, no nos debe impedir reconocer que estamos ante una de las versiones de referencia. Espléndida remasterización de 2021 a 192 kHz. (10)


Fricsay A life in music
3. Fricsay/Filarmónica de Berlín (DG, 1953). No es este el mejor Beethoven del que nos legó Fricsay, porque tras una magnífica introducción a su batuta le entran las prisas y empieza a correr por la partitura sin pararse no ya a matizar, sino a respirar las frases como es debido, particularmente en un movimiento inicial precipitado e insensible. Menos mal le queda el Andante, aun desatendiendo al adjetivo “cantabile” que pedía Beethoven. En exceso contundente el Menuetto y con mucho nervio, pero un tanto cuadriculado, el Allegro molto e vivace conclusivo. (6)




4. Klemperer/Philharmonia (EMI, 1957).
Genial experimento de un Klemperer en estado puro, es decir, adusto, granítico, sombrío, dramático y de una enorme fuerza interior, amén de excepcional como diseccionador del entramado orquestal. El primer movimiento, lleno de fuerza y tensión dramática, no resulta nada risueño bajo su batuta para mostrar en su lugar su inconfundible sentido del humor negro. El segundo, lento y maravillosamente desmenuzado, no deja espacio al vuelo lírico con su adustez, pero posee una enorme potencia dramática. El tercero es un punto más distanciado y cerebral de la cuenta, aunque de nuevo la fuerza interior resulta indesmayable. Cuarto en la misma línea que el primero, dramático y nada chispeante. A destacar la sonoridad incisiva de las maderas y la portentosa ejecución orquestal. (10)


 

5. Cluytens/Filarmónica de Berlín (EMI, 1958).
Pese a tener delante a la mismísima orquesta de Karajan, el maestro flamenco ofrece una lectura muy alejada de la escuela centroeuropea y que se caracteriza por su luminosidad, extroversión, agilidad, ligereza bien entendida, sutil uso de los matices agógicos y una mezcla de gracia, chispa y elegancia que nada tienen que ver con lo blando, lo superficial o lo amanerado, y que tampoco hace que esta música mire excesivamente al pasado clasicista ni que pierda la sonoridad musculada ni el carácter “descarado” de metales y percusión de la escritura beethoveniana. No hay aquí profundidades filosóficas, tintes dramáticos ni un particular vuelo poético, pero en su línea, esta lectura resulta ideal. (9)



6. Walter/Sinfónica de Columbia (Sony, 1958). Interpretación amplia, noble y elocuente, de gran cantabilidad y cierta dulzura, en la que se echa de menos una tímbrica más incisiva en general, una mayor atención a los aspectos dramáticos de la página y, sobre todo, nervio y carácter bullicioso en el movimiento final. A destacar el buen dominio de la agógica, con un primer movimiento muy flexible, y la apreciable claridad orquestal. El segundo movimiento sería magnífico de no ser por algún pasaje que cae en la blandura. (7)
 
 

7. Markevitch/Orquesta de Conciertos Lamoreux (Philips, 1960). Este es un Beethoven que no tiene mucho que ver con la “gran tradición” centroeuropea, con su particular sentido de la densidad sonora –aunque haya músculo, potencia y calidez–, con su carácter reflexivo ni con su sentido de las transiciones. Aquí priman la energía, la aspereza y el impulso rítmico, cierto que sin el carácter mecánico de un Toscanini pero pecando igualmente de cierta rigidez; en cualquier caso hay tensiones y carácter combativo, solo relajándose el maestro –para bien– en un movimiento conclusivo en el que, aun sin renunciar al nervio interno, deja paso al vuelo melódico e incluso a la sensualidad. (8)
 

Beethoven Karajan Collectors
8. Karajan/Filarmónica de Berlín (DG, 1961). En los años sesenta, el Beethoven de Karajan estaba a medio camino entre la implacable y un tanto rígida electricidad toscaniniana de sus primeros años y el narcisismo sonoro, mezcla de ampulosidad e hiperrefinamiento, que caracterizó su estilo tardío. Nos ofrece así de la Primera una lectura con nervio y brío, de agudo sentido del ritmo, magníficamente tensada, pero también dotada de flexibilidad, elegancia y refinamiento, amén de sonada con una suntuosidad extrema que no excluye ni la opulencia ni –repárese en el trío– la dulzura. El problema es que detrás de una realización tan meticulosa uno no termina viendo el “más allá” tras las notas y acaba por cansarse de tan deslumbrante exhibición de técnica. (7)


Rene_Leibowitz_Beethoven 1_3
9. Leibowitz/Royal Philharmonic (Chesky, 1961). El compositor, pedagogo y director polaco se aleja de la tradición germánica con una articulación ágil e incisiva en la que prima la luminosidad sobre la densidad sonora, ofreciendo además una buena dosis de entusiasmo y un rico colorido. El problema es que, en su afán por seguir las indicaciones metronómicas del compositor, se deja llevar por el nerviosismo y la precipitación, no dejando a la música respirar lo que es debido ni ofrecer la calidez deseable, particularmente en los dos primeros movimientos. Versión más vistosa y animada que profunda, pues, aunque el cuarto movimiento es sin duda magnífico. (7)



10. Szell/Orquesta de Cleveland (Sony, 1964). Como era de esperar, el maestro húngaro y su espléndida orquesta norteamericana ofrecen una interpretación de arquitectura inmejorablemente construida, perfecta en el trazo y diseccionada de manera admirable, siempre dentro de un enfoque sobrio, objetivo y riguroso en el que no hay la menor concesión al efectismo, la blandura o el detalle narcisista, pero tampoco se deja mucho espacio –esta es su debilidad– para el vuelo lírico, la reflexión o la chispa. En un estilo parecido, y haciendo gala de su particular sentido del humor, Klemperer obtuvo resultados muy superiores. (7)



11. Ormandy/Orquesta de Philadelphia (CBS, 1965). Al frente de una orquesta suntuosa en la que sobresalen unas maderas de admirable carnosidad, Ormandy ofrece su habitual ración de artesanía de primera con una lectura impersonal y no del todo inspirada, pero admirable por su estilo, calidez, solidez de trazo y atención a la polifonía de las voces internas. (7)


Beethoven Schmidt-Isserstedt
12. Schmidt-Isserstedt/Filarmónica de Viena (Decca, 1965). El cruce entre la sonoridad aérea, elegante y bellísima de la orquesta vienesa y la batuta enérgica y un punto escarpada del director berlinés produce excelentes resultados en este lectura de trazo firme, vigorosa y enérgica, pero también dotada de una serena elegancia y asombrosamente atenta a la claridad de las diferentes líneas, que desdeña ofrecer una visión lúdica, digamos “haydiniana” de la pieza, para subrayar en su lugar los importantes aspectos dramáticos que contiene. (9)


13. Jochum/Orquesta del Concertgebouw (Philips, 1967). Lectura ortodoxa y muy sensata, que siendo poco personal y realizando escasas aportaciones, triunfa por la musicalidad de su fraseo, por la perfección de su muy bien trazada y diseccionada arquitectura, por su amabilidad en absoluto superficial, por su admirable densidad sonora que sabe evitar cualquier ingravidez sin acercarse para nada a lo pesante, así como por e lirismo y el sentido humanista que desprende. Podía pedirse algo más de chispa, nervio, incisividad y claroscuros, pero dentro de un planteamiento tradicional resulta admirable. Maravilloso el sonido de la orquesta. (9)

 

 

14. Barshai/Orquesta Sinfónica (Melodiya, 1969). Al frente de una orquesta sin nombre que funciona muy bien y suena con una atractiva aspereza, el maestro ruso ofrece un Beethoven basado en el ímpetu rítmico, la incisividad y la electricidad de las líneas melódicas –admirablemente clarificadas–, así como en un sentido combativo que renuncia a la frivolidad. Por desgracia, deja a un lado la sensualidad, la emotividad lírica y el sentido humanístico. Así las cosas, en esta Primera sinfonía hace un primer movimiento incisivo y algo áspero, para ñuego pasar a un segundo algo más rápido de la cuenta y que carece del “cantábile” que reclama el Andante, si bien encuentra a cambio un amargor muy atractivo. Menuetto lento y algo pesadote, sin gracia ni encanto. Final en la línea del movimiento inicial: sentido del humor algo agrio y socarrón que recuerda a Klemperer. (7)


15. Klemperer/New Philharmonia (Blu-ray Fundación Otto Klemperer/BBC, 1970). Este ciclo en el Royal Festival Hall fue la verdadera apoteosis del “estilo Klemperer”: lo mismo que había estado haciendo a lo largo de los últimos años, pero llevando todavía más allá sus personalísimos planteamientos sonoros y expresivos. Quizá en la Sinfonía nº 1 no aporta nada especial con respecto a su registro en estudio trece años anterior, pero ver en acción al muy anciano maestro resulta una experiencia conmovedora. La reciente restauración en Blu-ray mejora de manera sustancial la copia que hasta ahora circulaba por las redes. (10)

 


16. Karajan/Filarmónica de Berlín (DVD DG, 1971). Como era de esperar, Karajan ofrece una interpretación de sonoridades bellísimas y magníficamente trazada, pero su tendencia a buscar la espectacularidad mediantes contrastes dinámicos y su fraseo con tendencia a caer en la excesiva opulencia o en la dulzonería, indistintamente, le terminan pasando factura, sobre todo en el primer movimiento. El último, lleno de fuerza, es espléndido. (8)



17. Kempe/Filarmónica de Munich (EMI, 1972). Lectura clásica en el mejor sentido, amplia, serena y efusiva, fraseada con gran cantabilidad y hondo espíritu humanístico, y desde luego no exenta de fuerza en los movimientos extremos, pero a la que le falta un punto de insicisividad y nervio en estos y, sobre todo, un grado mayor de inspiración poética en el segundo. También podría estar mejor diseccionada. En la red se podía encontrar una remasterización, realizada con medios caseros y resultados admirables, que devuelve al registro su cuadrafonía original; esperemos que su autor la vuelva a ofrecer. (8)



18. Böhm/Filarmónica de Viena (DG, 1972). Como en sus mejores interpretaciones de Mozart, Böhm logra aunar rigor arquitectónico, belleza sonora, sobria elegancia, paladeada cantabilidad, humor algo socarrón y un hondo sentido de lo patético, ofreciendo una lectura del más pulido y admirable clasicismo. En realidad el enfoque no está muy distante del de un Klemperer, solo que sustituyendo su granito sonoro por el más hermoso mármol de la Filarmónica de Viena y añadiendo, eso sí, una buena dosis de lirismo impensable en el de Brelau. El cuarto, más que el dramatismo de Klemperer, posee un aire socarrón. A destacar la claridad, el equilibro polifónico y la rigurosa exposición de todas las voces. (10)




19. Kubelik/Sinfónica de Londres (DG, 1974). Maravilloso equilibrio entre belleza apolínea e impulso dionisíaco en una lectura muy cálida y comunicativa, mucho antes lírica y bienhumorada que dramática, pero desde luego no desprovista de tensión interna, de teatralidad y de garra. Lo menos extraordinario es el tercer movimiento, admirablemente expuesto pero algo falto de electricidad, de nervio. La toma sonora es espléndida en CD y aún mejor en el SACD de Pentatone que recupera la cuadrafonía original: nada de instrumentos “por detrás”, sino un sonido ambiente de lo más cálido y confortable. (9)



20. Masur/Gewandhaus de Leipzig (Philips-Pentatone, 1974). Pese a tener delante a una orquesta de la más venerable tradición centroeuropea que ofrece un sonido ideal para Beethoven, Kurt Masur da por válido el tópico de ser un kapellmeister tan solvente como poco estimulante con esta lectura que, tras una introducción con bastante menos misterio del que necesita, se encuentra admirablemente expuesta y resulta irreprochable en el idioma, pero sin ofrecer nada que la haga sobresalir por encima de la media. Al menos en los dos primeros movimientos, más bien lineales; al Adagio, que posee cierta picardía haydiniana en absoluto inconveniente, le falta poesía. Mucho mejor el Menueto, magnífico pese a un trío algo blando, y un Finale irreprochablemente resuelto. Muy buena la toma cuadrafónica recuperada por el SACD de Pentatone. (7)


Beethoven 1 Colin Davis BBC Pentatone
21. Colin Davis/Sinfónica de la BBC (Pentatone, 1975). Parece mentira que quien pero estas mismas fechas era ya capaz de ofrecer sensacional Haydn caiga aquí en el tópico del clasicismo amable y descafeinado, sin aportar a la –en cualquier caso, admirable– dosis de elegancia, transparencia y belleza sonora toda la tensión, el nervio y la fuerza expresiva necesarias. Flojísimo en este sentido todo el primer movimiento, bastante plano e insulso, así como el sosísimo arranque del cuarto. Sonido extraordinario en la edición de Pentatone, que recupera la cuadrafonía del registro original de Philips. (6)



22. Maazel/Orquesta de Cleveland (Sony). Interpretación de corte toscaniniano, rápida, enérgica y electrizante, pero también bastante cuadriculada, carente de cantabilidad, de elegancia y de hondura, a la postre un tanto aséptica y superficial, además de carente de verdadero sonido beethoveniano. Eso sí, la orquesta realiza una labor excelente y la batuta clarifica las líneas instrumentales con verdadera maestría. (7)



23. Karajan/Filarmónica de Berlín (DG Bluy-ray Audio, 1975-77). Interpretación poderosa y amplia, de sonoridades ora opulentas y musculadas, ora de sensuales y refinadas a más no poder, dicha con entusiasmo y con momentos muy teatrales –francamente operístico el arranque del cuarto movimiento–, que pone en evidencia la evolución de Karajan desde parámetros toscaninianos hacia la suntuosidad de la última época, que quizá supera a sus registros inmediatamente anteriores –el audio en DG y la filmación para Unitel– y hasta convencería por completo si no fuera porque se nota demasiado la autocomplacencia en los grandes contrastes sonoros y la falta de un mensaje más o menos claro: este es un Beethoven que no mira al pasado sino al futuro romántico, pero a la postre su espíritu combativo es antes burgués que revolucionario con todas las consecuencias. Magnífico sonido en Blu-ray audio, de poderosísimas frecuencias graves. (8)


Bernstein Beethoven 1_8_9
24. Bernstein/Filarmónica de Viena (DVD DG, 1978). Por un lado Bernstein nos ofrece una sonoridad apolínea que no es en absoluto cursi, sino llena de belleza (increíbles chelos) y de cantabilidad (prodigiosas maderas), como también de equilibrio y elegancia. Por otro, una fuerza dionisíaca rebosante de energía y vitalidad tan estupendamente controlada que el edificio no se resiente lo más mínimo. La combinación es espléndida. El primer movimiento es desbordante, el segundo muy comunicativo, enérgico el menuetto y más bien risueño –sin caer en la amabilidad superficial– el final. (9)



25. Solti/Sinfónica de Chicago (DVD Medici Arts, 1978). Muy en la línea de su Haydn de los mismos años, Solti y su fabulosa orquesta ofrecen una interpretación ágil, fluida y transparente, muy musical, que sabe ser incisiva sin perder el equilibrio ni la elegancia y que mantiene en todo momento la concentración interior sin caer en nerviosismo ni precipitaciones. Para quienes no gusten del Beethoven más “masivo” de corte centroeuropeo, esta es su lectura ideal. (9)


Beethoven Hanover Band
26. The Hanover Band (Nimbus, 1982). En este pionero esfuerzo historicista se agradecen la sensatez, la musicalidad y el irreprochable estilo del grupo, que no saca los pies del plato y se esfuerza por ofrecer claridad y buena línea, muy lejos de la trivialidad o de la agresividad de propuestas posteriores con instrumentos originales, pero la orquesta no es gran cosa y falta claramente la figura de un director, pues Monica Huggett no ejerce realmente de tal. Tan correctos como planos resultan los dos primeros movimientos. Los otros dos se animan bastante, pero el resultado es grueso en lo sonoro. Faltan depuración sonora y matices expresivos. La toma sonora no es muy allá. (5)


27. Sanderling/Philharmonia (EMI, 1981).
Aunque los tempi son moderados –lentísimas las introducciones de los movimientos extremos–, la sonoridad es robusta y la articulación es más bien romántica, un espíritu clasicista más mozartiano que haydiniano marcado por el equilibrio, la serenidad más honda y una bellísima cantabilidad impregna a esta interpretación admirablemente trazada y bien tensada en su arquitectura que es buen representante del Beethoven reflexivo y humanístico del director alemán. Lástima que la toma sonora deje que desear para la época. (9)




28. Brüggen/Orquesta del Siglo XVIII (Philips, 1984). Que nadie se piense que nos encontramos aquí ante un Beethoven risueño, trivial o descafeinado, pues a pesar del tratamiento historicista en los instrumentos y la articulación, la óptica de Brüggen recuerda mucho a la dureza, el sarcasmo, la sobriedad, el carácter adusto y el total alejamiento del coqueteo y la frivolidad de Klemperer, aunque sin su excepcional capacidad analítica. El primer movimiento es espléndido, y sensacional el cuarto. El segundo es algo soso, y el Menuetto se precipita un tanto en el trío. (8)



29. Hogwood/Academy of Ancient Music (Decca). Lectura impersonal, cuadriculada, rutinaria y aséptica, carente de estilo y poco atenta a la claridad de planos sonoros, aunque al menos está dicha con entusiasmo y el último movimiento alcanza un digno nivel. La orquesta resulta excesivamente pequeña y tiende a las sonoridades ingrávidas. Una grabación que pudo tener interés en su momento, pero que a día de hoy no presenta el menor atractivo. (5)




30. Dohnányi/Orquesta de Cleveland (Telarc, 1988). Un Beethoven sólido, sensato y ortodoxo, bien construido, fraseado con naturalidad y equilibrado en el mejor de los sentidos, al que le falta un poco más de reposo y delectación en el segundo movimiento y en el trío, así como, en general, un poco más de personalidad y compromiso expresivo. La toma sonora es algo turbia. (7)



31. Solti/Sinfónica de Chicago (Decca, 1990). Vitalidad, chispa, elegancia, claridad, apasionamiento y portentosa ejecución orquestal caracterizan a esta lectura a la que hay que reprochar un fraseo algo nervioso, por momentos precipitado, que no deja volar lo suficiente a la música. Con respecto a su filmación de 1978 es un paso atrás, pero aun así se trata una importante lectura, que además se encuentra fabulosamente grabada. Recomendable. (8)




32. Harnoncourt/Orquesta de Cámara de Europa (Teldec, 1990-91). El tiempo está colocando a Herr Hikolaus en el lugar que le corresponde, el de un señor sabio como pocos que realizó planteamientos tan lúcidos y renovadores como deseosos de provocar al personal –a todo él: a sus detractores y también a sus propios seguidores–, pero que generalmente no lograba materializar en lo sonoro todo lo que él hubiera deseado. Aquí ofrece un Beethoven áspero en lo sonoro, con metales “históricos” y timbales con baquetas duras añadidos a una orquesta de cámara tradicional –de soberbia calidad–, valiente al reivindicar el valor de los vientos sobre la cuerda, de incansable vigor rítmico pero también muy cuadriculado en el fraseo, que por un lado huye de la tradición interpretativa centroeuropea y por otro revindica las maneras de un Toscanini y un Leibowitz, al tiempo que incorpora planteamientos que vienen de las experiencias “históricamente informadas” con el repertorio anterior y, lejos de mirar hacia la coquetería rococó o el equilibrio clasicista, reivindica la vertiente más teatral, más combativa y más llena de claroscuros del de Bonn. Un cúmulo de –aparentes– contradicciones tan controvertidas como estimulantes que el maestro resuelve con pulso muy bien sostenido y claridad polifónica admirable, pero escaso vuelo lírico –el asunto no le interesa– y no poca violencia gratuita, particularmente en el Finale. A ratos engancha –adecuadamente rústico tercer movimiento– y a veces aburre, pero no deja indiferente. (7)



33. Colin Davis/Staatskapelle de Dresde (Philips, 1993). Sir Colin se sacó la espina de su anterior registro con esta lectura clásica, elegante pero también entusiasta, dotada de una adecuada robustez pero también de un elevado sentido del timbre, fraseada con naturalidad y muy cantable, pero a la que le falta algo de chispa, de ligereza y también de nervio. Se echa de menos mayor claridad, aunque puede ser en parte debido a la grabación, un poco confusa y reverberante. (7)




34. Gardiner/Orquesta Revolucionaria y Romántica (DG, 1993). Vistosa y enérgica interpretación que no puede ocultar su tendencia a lo cuadriculado, mecánico y contundente, como tampoco la trivialidad de un segundo movimiento superficial y pimpante. Un muy notable cuarto movimiento, fogoso y muy bien expuesto, no hace que esta lectura aporte nada especial: Toscanini ya hizo lo mismo en su tiempo, solo que mejor. (6)



35. Zinman/Tonhalle de Zurich (Arte Nova, 1998).  En la primera integral que grabó en su integridad la edición de las partituras a cargo de Jonathan del Mar, Zinman siguió los pasos de Harnoncourt añadiendo a una orquesta de instrumentos digamos convencionales, en este caso la antiquísima Tonhalle de Zurich, metales y percusión de carácter histórico, pero sustituyendo la rusticidad del berlinés por una levedad sonora y una timidez que llegan a hacerse insoportables en el segundo movimiento de la sinfonía que nos ocupa. Hay además una alarmante carencia de matices expresivos, salvo los que tienden hacia la trivialidad y la cursilería. En el último movimiento se agradece la agilidad del fraseo, pero esto no salva a una interpretación que se mueve entre la frivolidad mal entendida y el aburrimiento. Un horror. La toma sonora es algo difusa. (3)



36. Barenboim/Staatskapelle de Berlín (Teldec, 1999). Un enfoque que mira claramente al futuro para una interpretación fogosa, corpulenta y dramática, sensacional en el análisis de planos sonoros y timbres, llena de fuerza expresiva y de teatralidad. Primer movimiento con mucho nervio y electricidad, pero también con la flexibilidad adecuada. El segundo, magníficamente desmenuzado, carece de coquetería y encanto para ofrecer en su lugar tintes amargos y subrayar los aspectos dramáticos de la sección central. Menuetto robusto, épico, combativo. Final poderoso y visionario. A la interpretación solo le falta un poco de chispa, de desenfado y de humor, aunque sea negro, para resultar excepcional. (9)


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37. Abbado/Filarmónica de Berlín (DVD 2001). Interpretación muy ágil, magníficamente sonada, dentro de una línea de Beethoven “revisado”, esto es, mucho antes grácil, chispeante y aéreo que denso y dramático. Esto no sería negativo de no ser porque Abbado no sólo matiza poco en lo expresivo, sino que opta por sonoridades ingrávidas y relamidas, sobre todo en el segundo movimiento. Puro Abbado tardío Tiene su público. (5)
 


38. Rattle/Filarmónica de Viena (EMI, 2002). Situándose en una incierta “tierra de nadie” entre la gran tradición centroeuropea y la renovación historicista, Rattle apuesta por una Primera ágil, incisiva y electrizante, de perfiles acentuados y de un humor sanamente haydiniano –el británico es un gran intérprete del autor de La Creación– que no excluye la potencia, el vigor y la garra propiamente beethovenianas, alejándose en su extrovertida vitalidad de la densidad de otros enfoques más reflexivos, más digamos “humanísticos”. El problema es que, a diferencia de lo que ocurre en su magnífica Segunda, Rattle se deja llevar por el nerviosismo, resultando el fraseo precipitado y hasta confuso, por el momento más atento a revelar detalles nuevos que a la estructura global, quedando uno con la sensación de que la música no respira con la libertad que debe y que la innegable fuerza que desprende la batuta se lleva por delante la lógica musical. Lo más interesante, la rusticidad del Menuetto –magníficas las maderas en el trío– y el vigor del Allegro molto e vivace conclusivo. (7)



39. Van Immerseel/Anima Eterna (Zig-zag, 2006). Interpretación historicista ortodoxa y sensata, algo seca en la articulación pero sin pasarse, venturosamente incisiva pero sin excesos, en la que pueden producir rechazo, como en tantas interpretaciones de esta línea, la delgadez de la cuerda o el protagonismo de los vientos y de la percusión, pero que termina convenciendo por su buen trazo general y por su voluntad de no llamar la atención sacando los pies del plato, sin violencia pero sin caer tampoco en la frivolidad. Eso sí, a la postre resulta un tanto cuadriculada, echándose de menos un mayor compromiso expresivo y una mayor calidez, sobre todo en el segundo movimiento. En el último engancha, pero no termina de emocionar. (7) 



40. Mackerras/Scottish Chamber Orchestra (Hyperion, 2006). En su segunda integral beethoveniana, el australiano se quedó en un extraño medio camino entre la tradición y la renovación, tanto en lo que a las fórmulas interpretativas se refiere como en el uso solo parcial de la edición de Jonathan del Mar. Esta interpretación, que recibe sabia fresca del mundo “históricamente informado” en lo que a la agilidad de la articulación se refiere, está presidida por la vivacidad, el entusiasmo, el carácter risueño y una coquetería que miran antes al mundo del más luminoso clasicismo que a las densidades del Beethoven más maduro. La sonoridad, a veces excesivamente ingrávida, puede molestar a algunas sensibilidades. Primer movimiento ágil, chispeante, pero algo cuadriculado. Segundo más bien frívolo, pimpante y superficial, de una coquetería mal entendida. El Menuetto, más que poseer nervio, resulta nervioso, cuando no estruendoso. Lo mejor es el final, que sí está dotado de la garra y tensión suficientes sin perder agilidad ni frescura. (7)


Beethoven Herreweghe 1_3
41. Herreweghe/Royal Flemish Philharmonic (Pentatone, 2007). El planteamiento, que mira antes al pasado que al futuro, ofrece agilidad y una atractivo descaro en el tratamiento de metales y percusión, pero el maestro se equivoca seriamente al confundir en el Adagio –que con él carece de vuelo lírico– la coquetería y la elegancia con la cursilería, la frivolidad y el fraseo “a saltitos”, algo que también ocurre en la introducción al final. El primero es correcto, más nervioso que fresco y un tanto epidérmico. El Menuetto está bien, pero a la postre el carácter humanista y el pathos que impregnan los pentagramas están por completo ausentes de la interpretación. (5)


Jarvi Beethoven 1 y 5
42. Paavo Jarvi/Deutsche Kammerphilharmonie (RCA, 2007). Visión muy deudora de Harnoncourt, no solo por la combinación de instrumentos antiguos y modernos, sino también por su sonoridad rústica, su incisividad y el protagonismo acaparado por los metales y la percusión. Toda la versión tiene fuerza y está ricamente matiza, pero el Adagio resulta pimpante y son frecuentes las caídas en la levedad sonora y la trivialidad expresiva, sin llegar a los extremos de Herreweghe. La toma sonora no está a la altura. (7)


Beethoven Chailly
43. Chailly/Gewandhaus de Leipzig (Decca, 2007). En esta opción voluntariamente heterodoxa y provocadora con la que pretende reivindicar las indicaciones metronómicas del compositor cueste lo que cueste, el maestro va a prisa y corriendo pasando atropelladamente por encima de la música sin dejarla respirar, haciendo gala de un fraseo cuadriculado, poco natural, que se mueve entre lo machacón y lo pimpante sin ofrecer -probablemente adrede- el vuelo lírico necesario. Detestable en este sentido la cursilería del segundo movimiento. Los dos últimos son los que salen menos mal parados gracias a su vitalidad y sentido de la extroversión, pero aun así el resultado se encuentra muy por debajo de lo esperable en un director de este calibre. La grabación también es menos buena de lo que debería. Un fiasco. (5)


Beethoven Thielemann 1_2_3
44. Thielemann/Filarmónica de Viena (DVD Cmajor, 2008). En medio de tanto Beethoven historicista o pseudohistoricista bajo en calorías, se recibe con verdadero alborozo que Thielemann nos devuelva a la gran tradición centroeuropea. Eso sí, no a la línea de un Furtwängler, y menos aún a la de Klemperer, sino a la de Karajan. Nos encontramos así como una interpretación muy hermosamente sonada que alcanza un buen equilibrio entre la robustez de la batuta y la elegancia de la orquesta, dotada de una buena dosis de cantabilidad, que suena inequívocamente a Beethoven y que ofrece una fuerza irresistible en un espléndido cuarto movimiento, pero que termina resultando -dentro de su alto nivel- un punto superficial: la introducción del primer movimiento y algunos pasajes del segundo suenan un pelín blandos, mientras que al tercero le sobra brutalidad gratuita. (8)


Beethoven Tremblay
45. Jean-Philippe Tremblay/Orchestre de la Francophonie (Analekta, 2009). En una línea parecida a la del Abbado reciente, pero dejando ver con más claridad la influencia historicista en la articulación, el joven maestro también se apunta al aquelarre y decide ofrecer un Beethoven ágil, risueño y espiritoso, mucho antes distendido que filosófico, que en su encanto y suave sentido del humor mira al pasado clasicista e incluso rococó, todo ello limando asperezas y evitando los claroscuros, aunque sin dejar de mostrar un buen sentido de la flexibilidad. Al final uno termina hartándose de una suavidad que roza la blandura y a veces –como ocurre en el segundo movimiento– cae en la frivolidad, al tiempo que echa de menos ese sentido humanístico propio de la música beethoveniana. (5)



46. Barenboim/West-Eastern Divan Orchestra (Decca, 2011). Si en su versión para Teldec miraba claramente hacia adelante, ahora el maestro de Buenos Aires decide llegar a una síntesis entre el pasado y el futuro para ofrecer una lectura en el punto justo de equilibrio entre lo apolíneo y lo dionisíaco. Consecuentemente, se pierde un tanto de la electricidad, la tensión dramática y hasta el amargor de la interpretación citada para dejar que hagan acto de presencia el encanto, la calidez, el fino humor y hasta la delicadeza en una lectura que en cualquier caso, y como la anterior, está presidida por un profundo humanismo. La flexibilidad del fraseo, siempre sutil y lleno de naturalidad, es perfectamente seguido por una orquesta admirable tratada particular sentido de la plasticidad. Modélica la toma sonora, que recoge exactamente lo que allí se escuchó: soy testigo. (9)



47. Brüggen/Orquesta del siglo XVIII (The Grand Tour-Glossa, 2011). Con independencia de que la sonoridad de la orquesta -de atractiva rusticidad, pero con los matales rajando de manera considerable- guste más o menos al oyente, lo cierto es que el maestro holandés continúa en la misma línea que su interpretación anterior: amplitud en los tempi, densidad no sonora pero sí conceptual, un cierto grado de distanciamiento y un punto agrio, incluso de mala leche, que podría recordar -salvando las distancias- el mismísimo Otto Klemperer. Al Andante sigue faltándole un punto de emotividad, pero el Menuetto parece más conseguido. Los movimientos extremos, algo más lentos ahora y maravillosamente desgranados, son todavía mejores que antes. La toma sufre por una acústica reverberante. (8)

 

48. Barenboim/West-Eastern Divan Orchestra (DVD Decca, Proms 2012). Interpretación en la misma línea del registro en audio en Colonia, pero recuperando parte del fuego de la grabación para Teldec. O sea, la más redonda hasta ese momento de las grabaciones del maestro argentino, quien una vez más ofrece un admirable tratamiento de las transiciones y enorme plasticidad en el tratamiento orquestal. Un prodigio. (10)

 


49. Weil/Tafelmusik (Analekta, 2013). Hay instrumentos originales –buena orquesta, oboe algo gangoso– y articulación “filológica”, pero no encontramos el vigor, la teatralidad ni el sentido combativo de otros maestros “históricamente informados”. Lo que el veterano maestro alemán va buscando es la conjunción entre la ligereza sonora y la expresiva, consiguiéndola a base de sonoridades aéreas –la introducción resulta irritante– y de un fraseo con tendencia a lo relamido. Al menos, en los dos primeros movimientos: en los otros dos Weil se anima y, haciendo gala siempre de un buen cuidado en la exposición, consigue despertarnos del aburrimiento. (5)

 


50. Paavo Järvi/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2013). Sin renunciar en modo alguno su concepto ágil, incisivo y marcadamente teatral, como tampoco a las indicaciones de tempo ofrecidas por el propio Beethoven a las que hace referencia en la entrevista adjunta, Järvi modera las influencias historicistas –en vibrato, equilibro de planos y tratamiento tímbrico– para adoptarse a la sonoridad corpulenta, densa y cálida de la formación berlinesa. Lo consigue, porque su técnica es grande y la orquesta sabe plegarse a sus demandas sin perder personalidad, pero lo principal sigue fallando: el segundo movimiento está fraseado con frivolidad dancística que roza la cursilería, mientras que la electricidad que recorre el resto de la sinfonía resulta un punto más nerviosa de la cuenta y más vistosa que emocionante. (7)

 

51. Nelsons/Filarmónica de Viena (DG, 2019). Una interpretación sonada con extraordinaria belleza y fraseada con enorme cantabilidad, de elegancia aleja a amaneramientos y detallista sin preciosismos, pero dicha desde una aproximación no ya marcadamente apolínea y atenta mucho antes al pasado clásico que al futuro romántico, sino también algo más amable de la cuenta en su carácter, e incluso por momentos, en algunas frases, demasiado suave… El Menuetto sí que quiere ser Scherzo y, por ello, ofrece un apropiado carácter combativo, aunque a la postre en manos de Nelsons resulta en exceso nervioso. La transición al primer movimiento, por su parte, no parece del todo bien resuelta. (8)


52. Savall/Le Concert des nations (Alia Vox, 2019). Aunque la sonoridad sea parecida a la de Brüggen, el de Igualada sigue más bien la senda de Gardiner: ritmo muy marcado, fraseo poco flexible, limpieza e incisividad en la articulación, valentía en metales y percusión, y una considerable electricidad interna, También encontramos la renuncia al sentido del misterio, a la concepción orgánica del fraseo –un mundo interpretativo que nada tiene que ver con este– y a la indagación en los aspectos más filosóficos de la música. En cualquier caso resulta menos distante y ofrece más chispa que su colega, de tal modo que a la postre Savall nos entrega una interpretación lúdica y atrevida, bienhumorada sin caer en lo excesivamente amable, pero que pincha claramente en un Andante fraseado con una ligereza y una trivialidad que parecen mirar a lo rococó y que puede herir las sensibilidades de los melómanos más anclados a las maneras tradicionales. La toma es soberbia. (7)

53. Nézet-Séguin/Orquesta de Cámara de Europa (DG, 2021). El maestro canadiense hace uso del mismo instrumento que Harnoncourt y sigue en buena medida los planteamientos del fundador del Concentus Musicus Wien. Es decir, una "tercera vía" que mira hacia muchos sitios al mismo tiempo sin tener del todo claro qué Beethoven se quiere hacer. Agilidad, vigor rítmico e inmediatez expresiva se ponen por encima de cualquier otra consideración. Hay diferencias importantes, en cualquier caso, con respecto a Herr Nikolaus: Yannick rebaja la dosis de violencia, introduce amabilidad en la expresión y busca una sonoridad más ligera en la cuerda, esto último en exceso. No, no está muy lejos el joven maestro de las ingravideces el último Abbado, sobre todo en un Andante fraseado de manera pimpante que llega a rozar la cursilería. Soberbio sonido en el streaming de Tidal en Dolby Atmos. (7)

El Trío de Tchaikovsky, entre colegas: Capuçon, Soltani y Shani

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