Cuando en 1996 el Villamarta reabrió sus puertas lo hizo con una producción de Carmen que, si la memoria no me falla, venía de Murcia. Vino estupendamente para un teatro que estaba arrancando y no tenía mucha oferta a su disposición. Es ahora Jerez la que le devuelve el favor a la ciudad del Segura enviando allí su propuesta del título de Bizet estrenada hace cuatro temporadas: en el Auditorio Víctor Villegas ha servido como segundo título de la primera temporada regular de ópera en Murcia. Ojalá que este sea el comienzo de una “hermosa amistad” entre los murcianos y el género lírico… y que la crisis no se lleve las buenas intenciones por delante.
La escena
La producción la recordaba mejor. A mí personalmente me gustan mucho sus imágenes de flamenco rancio y sombreros cordobeses, el sabor a aguardiente y a tabaco que desprende la propuesta de Francisco López. También me gusta la adición de elementos simbolistas a una acción en principio de corte naturalista, especialmente la aparición de una bailaora encarnando a la figura del destino (en su momento lo hizo la estupenda María del Mar Moreno, ahora la solo correcta Leonor Leal). Sigue sin gustarme el tono un tanto mustio de algunos momentos que necesitan mayor “luminosidad”. Y no me refiero solo a la más bien discreta luminotecnia: la llegada de Escamillo a la taberna y el desfile previo a la corrida de toros quedan verdaderamente pobres. ¿Esencialidad, falta de presupuesto o escasez de imaginación?
En la dirección de actores he encontrado una buena cantidad de detalles que no me han convencido. Detalles que no sé si eran nuevos o no. Un querido colega que estuvo conmigo en el estreno de 2006 me aseguraba ayer que “Paco López ha estropeado la producción con las novedades”. Yo no estoy seguro de si las novedades eran tales, o más bien la otra vez se me pasaron por alto cosas tan tópicas como los toqueteos de la protagonista en su primera aparición (¿cuánto tiempo habrá que seguir insistiendo en que Carmen no es una furcia?), momentos tan mal resueltos como el final del primer acto (en abierta contradicción con lo que se escucha en la partitura) o ridiculeces como el bailecito de Dancaire y Remendado con sus chicas, que como acertadamente me decía el referido colega parecía sacado del musical Oliver! La dirección de masas, una de las especialidades de López, estuvo bastante menos conseguida que en otras ocasiones.
Correcta sin más la escenografía de Jesús Ruiz, en la misma línea de siempre: muros de ladrillo medio desconchados. Su vestuario, también como siempre, fabuloso y espectacular, aunque el de las señoras en la plaza de toros pueden resultar chirriantes, por no decirlo de otra manera. En cualquier caso, y pese a los reparos apuntados, me parece una producción bastante digna para teatros que en cuanto a presupuesto juegan en segunda división.
El foso
A la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia me la esperaba mejor: la cuerda es algo ácida. Su empaste no es malo y las maderas funcionan bien. José Miguel Rodilla, su titular, dirigió con tanta corrección como grisura: todo estuvo en su sitio, hubo equilibrio de planos y atención a las voces (lo pasó mal cuando la Escolanía se echó a correr), evitó el efectismo y no cayó en el error de resaltar los elementos “pintorescos”, pero por desgracia falló el pulso y todo sonó bastante plano e indiferenciado, sin progresión dramática. Terminó aburriendo.
El Coro del Villamarta había fracasado en el estreno jerezano. Como conocían la producción (que hicieron también, al menos, en Cap Roig) fueron invitados a acudir a Murcia. La función comenzó mucho mejor que la otra vez, pero al llegar a la Habanera las esperanzas se vinieron abajo: algunas voces masculinas sonaban francamente mal. La salida de las cigarreras tras la pelea fue un verdadero desbarajuste. Mejoró la cosa bastante en los coros de los contrabandistas del tercer acto (lástima que sean de lo más flojo de la genial partitura) y en el cuarto acto al menos guardaron el tipo. Tienen todo el derecho del mundo a sentirse muy orgullosos por sacar las castañas del fuego a Murcia en su primer temporada (espero que así se lo reconozcan), pero artísticamente no creo que deba ser una noche para el recuerdo.
Los cantantes
María José Montiel, mezzo de origen murciano, debutaba el papel en España. Deberían habérselo pedido antes. Fue un enorme disfrute escucharla porque, sencillamente, tiene la voz de Carmen. Sobre todo por abajo: no hubo problema alguno en la crucial escena de las cartas ni en el dúo final. ¡Y qué voz! Tiene volumen, corre estupendamente, posee una crema deliciosa y se ve acompañada por un legato muy apreciable. Desde el punto de vista canoro estuvo estupenda, y solo se le pudo reprochar el chillido al final de la seguidilla.
Ahora bien, bajo mi punto de vista la Montiel aún puede darle otra vuelta de tuerca al personaje, matizando más y explorando todos sus recovecos psicológicos. Por eso mismo me gustó más quien estrenó la producción, Nancy Herrera, pese que a la grancanaria no posee una voz de semejante calibre ni tan adecuada al papel. Sea como fuere, a la Montiel habrá que verla con una dirección musical y escénica “de verdad” para ver hasta dónde puede dar de sí en el rol de la gitana.
Un chasco Jorge de León, buen tenor para otros repertorios aquí metido en camisa de once varas. Y eso que su voz, aunque de emisión extraña, más bien engolada, no es precisamente de mala calidad. Pero su técnica (la “técnica Leoz”, decían las malas lenguas en el entreacto) hace aguas y la línea de canto resulta estentórea y vulgar. Me dio mucha pena ver cómo se esforzaba por matizar en lo expresivo el aria de la flor y comprobar como sus problemas canoros se llevaban por delante el trabajo. Puso un gran entusiasmo en el dúo final, pero las cosas no terminaron de funcionar. Me gustaría que estudiase mucho, porque talento no le falta.
Sabina Puértolas estuvo en su línea habitual, sosita y con un agudo muy duro, pero al menos cantó con buena línea y supo no convertir a Micaela en una tonta de pueblo. Se le aplaudió con calor, que es lo que suele pasar con el personaje. José Julián Frontal también hizo lo que suele: exhibir su poderosa y buena voz sin preocuparse demasiado de matizar. Plausible pero mejorable. Cumplió la Mercedes de Marina Pardo, mientras Cecilia Lavilla Berganza volvió a demostrar como Frasquita que el canto no es lo suyo, por muy ilustres que sean sus genes: ¡qué manera de chillar! El resto, muy normalito.
En resumidas cuentas, yo disfruté con la Montiel y me aburrí en general en la función. ¿Importa eso? No. Lo que importa es que Murcia tiene una temporada de ópera que parece aspirar cierta dignidad. Enhorabuena a ellos, y al Villamarta por haberlos ayudado.