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¿Estamos solos? Bien, parece que ya se han ido. Ahora que no nos oyen: he aquí la que se acaba de convertir en mi versión favorita del oratorio haendeliano. Hasta ahora ese puesto lo ocupaba la de Trevor Pinnock, que sin convencerme del todo me parecía en conjunto la más equilibrada, pero esta del anciano Sir Colin (su tercera grabación, tras dos anteriores para Philips que no he podido escuchar) me parece preferible. Y que conste que a priori prefiero los instrumentos originales y encuentro más adecuada, sin dudarlo, una óptica historicista en la interpretación.
Las virtudes de este registro, editado por LSO Live con excelente sonido en formato SACD (compatible con cualquier CD), son muchísimas. Para empezar, Sir Colin Davis se muestra en estado de gracia. Las sonoridades, sí, pueden resultar a ratos un poco más pesantes de la cuenta (en la introducción, por ejemplo) para quienes estamos habituados a escuchar interpretaciones historicistas, pero uno en seguida se acostumbra. El fraseo es efusivo y alcanza un vuelo lírico extraordinario. Los momentos más íntimos están presididos por una calidez, una ternura y un recogimiento admirables que, por fortuna, no se acercan a lo almibarado ni al misticismo superficial. Y los más brillantes y espectaculares, incluido el Aleluya, alcanzan una fuerza y grandeza realmente insólitas en las que no hay espacio -desde luego- para la grandilocuencia ni, aunque algunos pudieran pensarlo, para las resonancias elgarianas. La orquesta está formidable.
El elenco vocal alcanza un gran nivel, flaqueando un poco por el lado de Alistair Milnes, cuya buena línea y convicción expresiva no logran hacernos soslayar su actual tendencia al engolamiento. Experto y veterano como pocos, y pese a algún resbalón puntual, el estupendo Mark Padmore es un lujo en las partes de tenor. Susan Gritton, ya presente (alternándose con Dorothea Röschmann) en el notabilísimo registro de McCreesh, encuentra un notable punto de equilibrio entre elegancia y expresividad. Sara Mingardo alcanza cotas raramente igualadas de sinceridad, belleza, calidez y emoción en sus intervenciones.
Pero que lo que es el colmo de los colmos es el Coro Tenebrae. Cuando estuve en los Proms de 2007 tuve la oportunidad de escuchar a su sección femenina (Nocturnos de Debussy con Haitink/Concertgebouw) y ya quedé profundamente impresionado. En este Mesías los señores de la agrupación (tenores, bajos y, mucho ojo, también contratenores) están a la altura. Increíble la potencia, la afinación, el empaste, la brillantez y la claridad polifónica de estos individuos. Y de frialdad británica, nada de nada. Si alguien afirmara que se trata del mejor coro del mundo no me parecería en modo alguno un disparate.
Una cosa más: el segundo de los dos conciertos de los que está sacado este doble compacto se encuentra filmado en su totalidad, ofreciéndose una selección de cuarenta minutos en DVD acompañando este doble SACD, a manera de bonus. El sonido es sin duda superior en este último formato (las toses están perfectamente recogidas por los canales traseros, dicho sea de paso), pero la edición completa con imagen sería lo ideal. Ah, otra cosilla: comprando este registro directamente en la página de la LSO te ofrecen estas navidades, por pocas libras más, la excelente grabación de La infancia de Cristo a cargo de los mismos intérpretes. Y sirven rapidísimo: a mí me llegó el pedido una semana.
PS. He colocado arriba el vídeo completo disponible en YouTube.
2 comentarios:
Encontrarse con un Mesías acutal y no historicista comienza a tener su morbo.
Pero morbo... El morbazo total sería que Gergiev grabara con la LSO y la del Kirov juntas la orquestación de Beecham. ;-)
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