sábado, 30 de junio de 2018

¡A Berlín!

La última vez que apareció Barenboim en Andalucía fue en agosto de 2016, con las tres últimas sinfonías de Mozart. Han pasado dos años y nuestra comunidad autónoma no está incluida en la gira veraniega de la West-Eastern Divan. Entiendo que al maestro no le queden muchas ganas de volver después de que en algunos medios de comunicación pusieran a caldo su Mozart –a mi entender, mucho más interesante que el de cualquier músico actual y que el de la mayoría de los del pasado–por aquello de germánico, pesadote y no sé cuántas cosas más: ya se sabe que aquí las cosas hay que hacerlas como las hacen los chicos de la cuerda de tripa local, no vaya a ser que alguien descubra que hay otras dimensiones interpretativas más allá de los saltitos, los jipíos y las carreritas de cara a la galería. Pero bueno, me parece que el de Buenos Aires debería cumplir con su compromiso de un par de conciertos anuales, ya que la Junta –no me consta lo contrario– siguen financiando las numerosas actividades musicales en nuestra tierra de su Fundación.



Venturosamente podré escuchar muy pronto al maestro. Porque este verano han puesto vuelo directo las Berlín desde Jerez, me he comprado un billete –baratísimo– y hoy mismo marcho a esta ciudad que me gusta tanto pero solo he podido visitar un par de ocasiones, la última hace ya nueve años. Menú musical variado. Mañana un concierto de Iván Fischer con la Leonskaja, esa misma tarde el Orfeo de Gluck con Bejun Mehta, pasado un Macbeth con Domingo, Netrebko y Barenboim en nueva producción de Harry Kupfer y finalmente un recital de cámara con Barenboim padre e hijo más el excepcional Kian Soltani. La ópera verdiana fue retransmitida por el canal Arte, pero solo he podido pillar algunos fragmentos en YouTube. Por ejemplo, la cabaletta de la Lady.


Sí, ya sé que Barenboim dirige despacio para que Anita no tenga problemas, y que ciertamente esta no se mueve con la misma agilidad que la Verret en aquella increíble e insuperable velada en La Scala también disponible en YouTube. Pero hay que descubrirse ante la carnosidad de la voz, perfectamente holgada por abajo para el papel, y ante un temperamento lleno de autoridad sin caer en truculencias. Y en la dirección escénica de Kupfer, siempre atenta a definir personajes por su gestualidad. El concertante que cierra el primer acto es tremendo, aunque Barenboim está a punto de desbordarse por la fuerza y la rabia que acumula. Véanlo a continuación.


En el dificilísimo brindis la Netrebko está sencillamente arrolladora, aquí sí al nivel de las mejores. En el final de la escena escuchamos, por fin, a un Plácido Domingo todo estilo verdiano y compromiso expresivo. ¡Y atentos a cómo dice la Netrebko, y cómo lo traduce en la gestualidad facial, aquello de “Vergogna, signor”! Les dejo en el blog una entrada programada y ya les contaré cuando vuelva.


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