Ustedes ya conocen la historia: Dimitri Shostakovich compuso su Cuarteto nº 8 en Dresde en 1960. Lo completó en tan solo cinco días. Lo dedicó a las víctimas del fascismo y tal, pero luego empezaron las cábalas. Que si la obra es autobiográfica, que si los disparos escuchados en la noche de la ciudad sajona eran en realidad los golpes de la policía estalinista en el domicilio del compositor... Lo cierto es que, por mucho que la página se articule en torno a la constante repetición del monograma musical re-mi bemol-do-si, en alusión a las iniciales de su nombre, y que existan numerosas referencias a creaciones anteriores, lo mejor para disfrutar de esta obra maestra es olvidarse de todo contenido programático. Concéntrense en su fuerza expresiva, que es inmensa.
El éxito fue tal que enseguida Rudolf Barshai recibió el encargo de transcribirla para orquesta de cuerda. Lo hizo con bastantes reparos, pero según él mismo cuenta el compositor sentenció de manera muy positiva: "Suena mejor que el original. Le daremos un nuevo nombre: Sinfonía de cámara op. 110a". Con independencia de que el autor quisiera mostrarse generoso ante el joven artista, hay que atestiguar que la transformación, aun sin realmente ofrecernos algo superior al cuarteto, le salió de maravilla y nos permite acercarnos de otra forma a esta obra maestra.
Aprovechando que aquí en Jerez se celebra una cosa llamada Feria del Caballo, confío en estar en Dresde el próximo viernes y pisar por primera vez la ciudad que sufrió uno de los más tristemente bombardeos -con saña, con manifiesta intención de destruir el patrimonio histórico y de diezmar la población civil- de la Segunda Guerra Mundial. La verdad es que estoy emocionado. Al día siguiente, en Leipzig me esperan primero el Cuarteto nº 8 y luego, antes de la Leningrado, esta Sinfonía de cámara con Andris Nelsons y la Sinfónica de Boston. Buena excusa para hacer esta comparativa.
1. Spikakov/Virtuosos
de Moscú (RCA, 1988). En lo que parece que es la primera grabación
de la obra, no termina de funcionar el Largo inicial. Más que doliente suena
cabizbajo, sin fuerza; incluso el violín de Spivakov resulta algo
sollozante. Magnifico el Allegro molto, tenso y afilado. El Moderato no
opta por lo irónico, sino por lo insinuante: interesa. Muy secos los “disparos
en la noche” o las “llamadas a la puerta”,
según se los quiera ver; a la cita de Lady Macbeth le falta poesía.
El movimiento conclusivo arranca en exceso compungido –otra vez se cae en
la trampa–, pero luego alcanza un clímax de apreciable fuerza. Excelente
la toma, realizada en París. (8)
2. Barshai/Orquesta
de Cámara de Europa (DG, 1989). Este triunfo interpretativo viene dado no
solo por el íntimo conocimiento que le proporciona a Barshai haber sido
responsable de la orquestación, sino también, y sobre todo, por la
perfecta comprensión de lo que esta esconde en su interior, de su carácter
profundamente nihilista, por momentos alucinado –segundo movimiento,
expuesto sin muchas prisas– a veces icónico –tercero– y siempre cargado de
una profunda reflexión humanística –los dos últimos–, sin caer en el error
de otros intérpretes de confundir el lirismo doliente con lo sollozante ni
el frenesí con el descontrol. A todo ello hay que añadir una asombrosa
capacidad para administrar las tensiones –fundamental en una página que
necesita mucha concentración para que no decaiga el pulso– y una enorme
depuración sonora, esta última garantizada tanto por la batuta como por lo
estupendos mimbres de la orquesta. Fabulosa la toma, realizada en la sala
de cámara de la Philharmonie de Berlín. (10)
3. Ashkenazy/Royal
Philharmonic (Decca, 1989). La tendencia del ciclo Shostakovich que grabó
Ashkenazy a limar las aristas y a sustituir rebeldía por resignación queda
muy en evidencia en esta tan aseada como aburrida lectura en la que
pinchan seriamente los dos movimientos extremos, morosos y sin fuerza alguna.
El segundo está bien, el tercero resulta en exceso suave y el cuarto no
pasa de lo correcto. Un fiasco. (6)
4. Jansons/Filarmónica
de Viena (EMI, 1997). Una cuerda grande, increíblemente bella, tratada con
plasticidad y cuidados matices por parte de la batuta, es la gran
protagonista de una interpretación que en lo expresivo resulta lírica y evocadora,
no del todo tensa y nada incisiva, lo que arroja nuevas luces sobre esta
música pero –por razones obvias– nos deja a mitad de camino. Meditativo y
poco estremecedor el primer movimiento. Muy bien el segundo, aunque lejos
del nervio y el desgarro que la música pide a gritos. Espléndido el
tercero, en el que Jansons subraya con originalidad su sentido más
espectral antes que lo corrosivo. Correcto el cuarto; resignado y sereno
el quinto. Poca cosa para tener delante a los mismísimos Wiener
Philharmoniker. (7)
5. Barshai/Sinfónica
de Milán (Brilliant, 2005). El maestro repite para el disco, pero no solo no alcanza los
resultados excepcionales de dieciséis años atrás, sino que se queda rezagado.
La formación milanesa no alcanza en modo alguno la calidad de la Chamber
Orchestra of Europe, y la dirección carece de la inmediatez y la tensión
interna de entonces. Queda –faltaría más– la perfecta comprensión del tono
expresivo de cada uno de los movimientos de la página: el último minuto
nos deba con el corazón en un puño. La toma, realizada en vivo, es buena sin más.
(8)
6. Ponti/Los Ángeles
Virtuosi Orchestra (YouTube, 2018?). Al frente de una orquesta
fundada por él mismo cuyas virtudes no se pueden calibrar correctamente
debido a las deficiencias de la toma, el hijo de Sofía Loren se muestra
bastante centrado en una interpretación decidida y dramática, sin
languideces, ya que no del todo poética. Interesan la acumulación de
tensiones en el primer movimiento y los pasajes espectrales del tercero.
En el segundo, aun muy bien planteado, se echa de menos una dosis superior
de electricidad. (7)
7. Carydis/Filarmónica
de Berlín (Digital Concert Hall, 2019). El poco conocido maestro ateniense
Constantinos Carydis da una lección a otros directores mucho más famosos
de cómo hay que dirigir esta música: con incisividad, sentido de los
contrastes y tensión desde el minuto uno, sin confundir tristeza con
pesadumbre y no bajando nunca la guardia. Ah, y no cediendo a que la
música se escore opulencia sinfónica aunque tenga delante a la mismísima Berliner Philharmoniker: número de ejecutantes no grande y sonando con la
agilidad propia de un conjunto de cámara. Luego se podrán discutir algún
portamento del primer violín y cosas así, pero el resultado impresiona.
Imagen 4K y audio en Dolby Atmos. (9)
8. Nelsons/Sinfónica
de Boston (DG, 2020). Andris Nelsons demuestra que con una cuerda nutrida,
gran atención a la belleza sonora y un alejamiento de la visceralidad
expresionista sí se pueden alcanzar grandes resultados, cosa que intentó
su maestro Mariss Jansons sin llegar a conseguirlo. La cuestión está en
tensar realmente bien la arquitectura, no confundir tristeza con
resignación y no olvidar que, por mucho que el planteamiento sea lírico,
siempre tiene que haber un regusto amargo en esta música. El maestro alcanza
sus objetivos plenamente y, ayudado por una cuerda soberbia y una gran
toma sonora, redondea una soberbia lectura de corte digamos “clásico”.
(9)
9. Keller/Academy of
St. Martin in the Fields (YouTube, 2020). Estando en plena pandemia, los herederos
de Sir Neville salen de su encierro para ofrecer a todo el mundo una
filmación de su particular lectura de esta Op. 110a. Lo hacen bajo
la muy sensata guía de su concertino Tomo Keller, quien además de
entregarnos buenos solos de violín –en el cuarto movimiento el violonchelo
no convence tanto– se muestra centrado y sabe poner la tensión dramática
en primer plano. Quizá se pase en los contrastes en los dos movimientos
iniciales, cuando el segundo debería ser consecuencia de la acumulación de
tensiones en el primero. Por lo demás, y como era de esperar si hacemos
caso del tópico, los británicos terminan de destilar la sensualidad y el
vuelo poético que esta música también necesita: un pelín fríos. (8)
10. Segerstam/Filarmónica
de Turku (YouTube, 2021). Magnífica la labor de los noruegos en un primer
movimiento de perfecto trazo, intensa expresión y perfecto estilo. El
segundo está francamente bien, pero al tercero le falta garra y sufre serios
desajustes. A partir de ahí la versión deambula entre aciertos parciales y
decisiones discutibles que derivan en una visión en exceso blanda de esta
música. Una pena. (7)
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