jueves, 22 de mayo de 2025

Andris Nelsons hace las tres primeras sinfonias de Shostakovich

Sigo con el ciclo Shostakovich de Andris Nelsons con la Sinfónica de Boston, en este caso con las sinfonías Primera grabación de 2018, Segunda 2019 y Tercera 2022, una vez más con tomas de sonido absolutamente sensacionales.

La Sinfonía nº 1 aquí unas notas es una verdadera obra maestra escrita a los diecisiete años. En el primer movimiento Nelsons se toma las cosas con calma. No apuesta por lo corrosivo ni por lo trepidante, pero tampoco deja de ver ironía en una música que alberga más de lo que aparenta. Su dirección, de una depuración sonora verdaderamente exquisita, resulta por momentos muy insinuante, y se nota lo muy trabajadas en los expresivo de las intervenciones solistas: los primeros atriles realizan entre sí verdaderos diálogos sin palabras llenos de teatralidad. El segundo movimiento tampoco se decide por lo efervescente, sino más bien por una ironía que poco a poco va caminando hacia terrenos francamente oscuros, cuando no dramáticos. En este sentido, el trazo horizontal desemboca con plena lógica en un tercer movimiento en el que el maestro mira cara a cara al dolor, la congoja y la rabia que es estaban escondiendo tras las notas; lo que decía Bernstein sobre como Shostakovich al llegar aquí caía en la trampa del romanticismo del que hasta entonces había parecido burlarse es verdad, y el maestro letón lo asume plenamente. En el cuarto movimiento, tan admirablemente desmenuzado como el resto, la batuta planifica las tensiones para alcanzar picos de enorme dolor y concluir con esa mezcla de congoja y rabia que caracteriza tantos finales de Shostakovich. Aporta, además, ideas propias muy sugerentes: los tres grandes redobles de timbal que preceden a la conclusión no solo realiza la habitual diferencia de volumen fortísimo los dos primeros, pianísimo el tercero, sino que hace algo menos fuerte el segundo y cada uno de ellos presenta un tempo diferente, espaciando además cada uno de ellos para jugar con el peso de los silencios. Aquí les dejé una discografía comparada de la obra. Cuando incluya esta versión, le pondré un diez.

Las otras dos obras, ya saben, son sendos coñazos que, pese a todo, desempeñaron un papel relevante; permitir al joven compositor experimentar con el lenguaje orquestal. En la Sinfonía nº 2 el maestro letón ni pone ni quita nada. Quiero decir, no añade esa dosis extra de tensión interna, de asperezas y de compromiso expresivo para que esta música funcione, pero tampoco se muestra indiferente o desganado. Sencillamente, realiza un fino trabajo de orfebrería al frente de la soberbia orquesta, traza de manera el discurso horizontal y procura que el movimiento coral suene con la mayor naturalidad posible, sin mucha “rusticidad proletaria” pero evitando al mismo tiempo sonar domesticado. Una toma de lujo permite disfrutar plenamente de lo mejor (¿lo único bueno?) de esta partitura, que es su orquestación. Vamos a ponerle un 8 de puntuación.

En la Sinfonía nº 3 el principal objetivo del maestro vuelve a ser alcanzar la máxima depuración sonora al tiempo que traza la arquitectura global con tanta solidez como naturalidad. Lo consigue, pero esta vez añade algo importante: una amplísima cantabilidad los tempi son lentos con la que parece reivindicar la discutidísima sinceridad expresiva de la página; suena hermosa, ciertamente, quizá más que nunca, pero no sé si acaba de convencernos. Por otra parte, habrá quien preferirá visiones más ácidas y con mayor sentido de lo burlesco, si bien hay que advertir que Nelsons no deja de atender a los atrevimientos de una escritura sinfónica que ya anuncia muchas cosas de la infinitamente más interesante Sinfonía nº 4. ¿Puntuación? Un 9.

Por descontado, David Hurwitz ha puesto estas interpretaciones a caldo. Pero ya le he cogido el punto a este señor: le gustan las interpretaciones rápidas, con mucho nervio y ruidosas, al tiempo que confunde tempi lentos con flacidez y desgana. ¡Menudo crítico!

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