Como aperitivo de una discografía comparada que estoy preparando de la Sinfonía nº 9 de Dvorák, vaya aquí el comentario de la lectura que registró entre octubre y noviembre de 1963 el grandísimo Otto Klemperer al frente de su Philharmonia Orchestra en el Kingsway Hall de Londres. Volví a escucharla ayer, esta vez en el nuevo reprocesado que ha aparecido en la monumental e imprescindible edición dedicada por Warner al maestro de Breslau: el contrario de lo que ocurre con la mayoría de los títulos, que ahora suenan de escándalo, aquí la toma sigue resultando un poco difusa.
Interpretativamente, se trata de una lectura todo lo singular que podía esperarse. La poderosísima personalidad del maestro queda bien de manifiesto en esta interpretación asombrosamente bien tocada, rigurosísima en su concepto y sin concesión alguna al oyente. Adiós a la delectación melódica, a la contemplación más o menos paisajística y a la brillantez épica. La mala leche de Klemperer se impone sobre cualquier otra consideración y los aspectos más dramáticos de la partitura adquieren singular protagonismo. No es esta una postura muy distinta a la de István Kertész en sus dos grabaciones para Decca, pero hay diferencias importantes. El húngaro era más directo y vehemente, el de Breslau guarda las distancias.
Por eso mismo Klemperer no convence tanto como su colega en un primer movimiento que podía alcanzar mayor garra dramática. En el Largo no hay rastro de sentimentalismo; tampoco lo hay de poesía, aunque la congoja interna no deja de asomarse de vez en cuando. El Scherzo es un prodigio, sin duda el mejor diseccionado de la discografía: probablemente ninguna otra batuta ni orquesta –increíbles las maderas– han alcanzado semejante capacidad de clarificar todos y cada uno de los planos sonoros, no solo en sus líneas melódicas sino también en su singularidad tímbrica (¡adiós a la belleza, viva la rusticidad bien entendida!). Todo ello, claro está, dentro de una expresión recia, severa y bien tensada, intensísima pero siempre bajo el más estricto control. Expresión que vuelve a primar en un Finale que no es exactamente “Allegro” ni “con fuoco”, pero que resulta personalísimo, coherente y genial.
3 comentarios:
Muy buenas. ¿¡Ha resucitado el maestro...!? JA, JA, JA :)
Ups, perdón por el lapsus en la fecha. ya está corregido. Dicho esto, ¡ojalá resucitase!
Esa cubierta del disco es absolutamente singular. Un éxito de ventas.
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