Entre octubre de 1978 –Tres sonetos del Petrarca del segundo cuaderno de los Años de Peregrinaje–, abril de 1980 –Liebesträume– y noviembre de 1979 –todo lo demás–, Daniel Barenboim grabó para DG tres vinilos dedicados a la música de Franz Liszt. Lo hizo en el Estudio Lankwitz de Berlín, con tomas sonoras bastante menos secas de las que estilaba por aquel entonces el sello amarillo cuando de piano solo se trataba, más ricas en armónicos, y que permiten recoger mucho mejor el verdadero sonido pianístico del de Buenos Aires, bien distinto del que se percibe en otras grabaciones de la época: las sonatas de Beethoven que grabaría poco más adelante en París, sin ir más lejos.
El primero de los discos nos lleva al Liszt más íntimo, ensoñado y esencial. No valen los numeritos de cara a la galería con los que algunos pianistas famosos han despertado grandes aplausos en este autor. Aquí se exigen una pulsación variada y de sensibilidad extrema, un fraseo de enorme concentración –imprescindible calcular bien el peso de los silencios–, un cálculo muy medido –pero que tiene que sonar por completo orgánico– de tensiones y dinámicas, sutileza a la hora de poner matices y, por descontado, una sensibilidad poética a flor de piel. El aún joven Barenboim –rondaba los treinta y siete– lo tiene todo, aunque siempre dentro de su línea.
De esta forma, las seis Consolaciones enfoque intenso, viril, poderoso en lo sonoro, que pese a resultar poco contemplativo, de un lirismo más bien contenido y más interesado por la robustez y la tensión dramática –sobre todo en el n.º 6– que por la ternura, consigue unos resultados dignos de toda admiración, de manera especial –paradójicamente– en la hermosísima n.º 3.
En los tres Liebesträume no hay espacio para el narcisismo: lectura sobria, concentrada, tensa en lo sonoro cuando corresponde y capaz de alcanzar un gran arrebato –con toda lógica, sin precipitaciones– en el n.º 3.
La inspiración de Barenboim llega a lo más alto en Italia. Aquí no solo se puede, sino que se debe hacer filosofía. Eso es precisamente lo que mejor se le da a nuestro artista, quien aprovecha para desplegar una cantabilidad excelsa y numerosos detalles expresivos revestidos de la más subyugante belleza sonora.
Continuará.
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