Sí, ya sé que el compositor es ruso. Y que por aquellas fechas a este territorio se le conocía como “Pequeña Rusia”. Pero esta preciosa obrita, con su homenaje al folclore local, me parece una buena manera de mostrar mi solidaridad a una nación, la de Ucrania, que está siendo pisoteada por un gobierno repugnante desde cualquier punto de vista.
Traigo esta Sinfonía n.º 2 de Tchaikovsky, Ucraniana, en interpretación de Yevgueni Svetlánov y la Orquesta Sinfónica de la Federación de Rusia registrada en junio de 1993. Personalísima y tal vez genial, aunque no poco discutible en lo que al segundo movimiento se refiere: increíblemente lento, revelador desde el primer hasta el último compás, creativo a más no poder –recuerda a las maneras de Celibidache–, muy alejado del carácter algo frívolo con que suele sonar, pero por momentos algo más suave de la cuenta. El resto es menos heterodoxo, y aunque se puedan preferir enfoques más rústicos, de mayor nervio e incisividad, es difícil no rendirse ante el fraseo cálido, elocuente, lleno de nobleza al tiempo que de pathos, de densidad y de fuerza trágica, por no hablar de la plasticidad en el tratamiento de la cuerda –soberbia, no así los metales– y de la portentosa disección de todas y cada una de las líneas del entramado sinfónico.
Desde aquí, mi solidaridad con el pueblo ucraniano y con cualquier otro que sea agredido violando la legalidad internacional.
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