El otro día le leía a un melómano en Twitter comentarios acerca de la lacra
que supone la práctica del plagio en el mundo universitario. Le contestaba yo
que la raíz del problema se encuentra en los institutos de enseñanza secundaria.
En ellos llevo trabajando ya dieciocho años. Y me consta que muchos alumnos
confunden hacer un “trabajo sobre tal tema” con “cortar y pegar textos tomados
de internet”. Y ahí fallamos los profesores. Porque debemos enseñarles que no
basta con buscar fuentes. Hay que seleccionarlas; haciéndolo críticamente,
claro, valorando hasta qué punto la información que ofrecen resulta pertinente.
Ordenar dicha información de una manera coherente para que el resultado se
corresponda con los objetivos del trabajo en cuestión. Hacerlo con una expresión
propia que evidencie la madurez del alumno. Y citar las fuentes, dejando claro
de dónde se ha extraído cada uno de los argumentos y qué es cosecha propia.
Yo no me considero un profesor particularmente estricto ni cuadriculado,
salvo en la cuestión del plagio. Ahí no consiento ni una. Cada vez que me
entregan un trabajo, compruebo si hay “corta y pega”. En demasiados casos la
respuesta es afirmativa. Suspenso automático, claro, aunque varias broncas me ha
costado –y me seguirá costando– mantener semejante posición. Porque si seguimos
aceptando como válidos trabajos realizados con un mínimo esfuerzo intelectual y
que carecen de las citas pertinentes, estaremos enviando a la universidad a
personas que verán como admisible y hasta adecuado mantener semejantes métodos
en ella. Así las cosas, en este lugar tan corrupto llamado España se
ha llegado al extremo de que un señor rector plagia con frecuencia obras de
colegas suyos y, en la misma universidad, se considere que para obtener un
máster no hace falta asistir a clase ni entregar nada: basta con tener buenos
contactos políticos.
No creo que tal cosa ocurra únicamente en la Universidad Rey Juan Carlos
(para quienes me lean desde fuera de España: me estoy refiriendo al “caso
Cristina Cifuentes”, hoy jueves más noticia que nunca). Podría ocurrir en otras
universidades más cercanas a mi domicilio, incluso con derivaciones en el mundo
de la música. ¿Se imaginan ustedes que un catedrático recibiera continuamente
encargos para elaborar notas al programa y escribiera con regularidad críticas
de conciertos en periódicos de prestigio nacional, pero a la hora de la verdad
parte de la información estuviera plagiada de aquí y de allá, y que
incluso algunos párrafos de sus críticas se encontrasen literalmente copiados de
las reseñas escritas por otras personas el día anterior en otros medios? ¿Y que
esto ocurriera con frecuencia, año tras año, y no solo nadie hiciera
absolutamente nada, sino que algunos siguiesen riéndole las gracias? Lo peor de
este país no es que vivamos rodeados de completos sinvergüenzas, sino que lo
consentimos.
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
jueves, 26 de abril de 2018
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