martes, 3 de abril de 2018

Irregular Mendelssohn de Maag en Decca

El maestro suizo Peter Maag contaba treinta y siete años cuando grabó, en febrero de 1975, esta selección –muy completa: falta solo la marcha fúnebre– del Sueño de una noche de Verano de Mendelssohn al frente de la Sinfónica de Londres para el sello Decca. He vuelto a ella después de un tiempo, esta vez en una copia a nada menos que 192 kHz que suena con una plasticidad y un relieve admirables, para confirmar mi impresión inicial: a pesar de su enorme prestigio, esta es una interpretación muy irregular: sin duda alcanza un admirable equilibrio entre agilidad y densidad sonora, pero a la postre resulta prosaica y carente de sensualidad, vuelo lírico y magia poética.


Muy decepcionante resulta la obertura, por su asepsia generalizada. Por contra, el scherzo es espléndido: ágil, bien diseccionado –admirable virtuosismo de orquesta y batuta- y dicho con una estupenda mezcla de empuje y picardía. Bien a secas la canción con coro, en el que intervienen una s correctas Jennifer Vyvyan y Marion Lowe. En exceso nervioso el Intermezzo. Desasosegante, más que embriagador o poético, el sublime Nocturno. La Marcha nupcial parece algo frívola, perjudicada por unos metales no muy allá y por una sección central dicha más de pasada. Notable la danza de los payasos, aunque sin ese muy particular sentido del humor que destilará Otto Klemperer en su descomunal registro para EMI. Saltarín, precipitado y hasta cursi el final, con un coro muy en staccato que termina poniendo de los nervios.

La edición que me manejado se completa con una Sinfonía Escocesa mucho más redonda, registrada ya en 1960. Cierto es que se echa de menos un análisis del entramado orquestal tan minucioso como el de un Klemperer (¡no hay más remedio que citar de nuevo al más genial mendelssohniano que se haya conocido!) y un mayor refinamiento en las texturas, así como un poco más de profundización en los pliegues expresivos de la música, pero a la postre el director suizo logra poner de relieve la agilidad, el nervio y la chispa habitualmente asociados a Mendelssohn sin caer en modo alguno en la frivolidad y sin pérdida de peso sonoro, tensión interna ni vuelo lírico, al tiempo que hace gala de un fraseo cálido, flexible y muy natural. Ejemplar en este sentido el tercer movimiento, en el que hace cantar a la cuerda –particularmente a los violonchelos– con una poesía extraordinaria. Noble, decidida y rotunda la coda final, como debe ser. Es posible que, en conjunto, esta Escocesa se encuentre más lograda que la que registrará Maag ya en 1997 Sinfónica de Madrid en su integral comercializada por el sello Art, lo que no impide que dicho ciclo sigue siendo quizá el más equilibrado de cuantos hoy se encuentran por el mercado: si no lo conocen aún, no se lo pierdan.

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