miércoles, 28 de febrero de 2018

Cuatro interpretaciones de los Kindertotenlieder

Nada más apropiado que una mañana lluviosa y triste como la de hoy miércoles para escuchar cuatro interpretaciones, siempre en voz femenina, de los Kindertotenlieder de Gustav Mahler: Kathleen Ferrier con Bruno Walter y la Filarmónica de Viena (EMI, 1949): de nuevo la Ferrier pero esta vez con Otto Klemperer y la Orquesta del Concertgebouw (Decca, 1951), Janet Baker con Sir John Barbirolli y la Orquesta Hallé de Manchester (EMI, 1967) y Brigitte Fassbaender con nada menos que Sergio Celibidache y su Filarmónica de Múnich (sello de la propia orquesta, 1983). Las he escuchado con calidad CD a través de la plataforma Tidal, aunque les dejo a ustedes la versión en YouTube.


Kathleen Ferrier, ya saben ustedes: uno de los instrumentos vocales más suntuosos del siglo XX, una contralto de las de verdad, perfectamente homogénea en toda la tesitura, de subyugante timbre rojo granate, gran riqueza de armónicos y apreciable esmalte. Pero también una admirable intérprete, aquí tan intensa como contenida: nada de sentimentalismos, como tampoco de desgarros. A sus setenta y seis años de edad, Bruno Walter ofrece una dirección decidida y rápida, que no nerviosa. La expresión es sincera y despojada, tan ajena a veleidades como la solista, aunque se echan de menos un punto adicional de magia y vuelo poético. Eso sí, es un lujo la presencia de toda una Filarmónica de Viena, estupendamente recogida por una toma sonora realizada en el desaparecido Kingsway Hall bajo la producción de Walter Legge. Por cierto, la versión de Naxos parece sonar mejor que la de la propia EMI.


Quizá todavía aún más depurada en lo canoro, la contralto británica repite su enorme logro de dos años atrás junto a la Concertgebouw y un Klemperer tan adusto como intenso, aunque mucho más cómodo en la parte dramática que en la lírica, circunstancia que queda muy evidencia en las dos muy diferenciadas partes del último lied (“In diesem Wetter, in diesem Braus”). El problema es la grabación: en vivo, con la orquesta demasiado en segundo plano y procede de un vinilo con mucho ruido de fondo. Sinceramente, con la de Walter basta para conocer la recreación de la Ferrier.


La de Barker y Barbirolli fue la primera que tuve en disco. Hacía muchos años que no la escuchaba. Sí que he podido conocer a lo largo de este tiempo la toma en vivo dos meses anterior junto a Horenstein, de precaria calidad sonora e irregulares resultados expresivos, así como la magnífica der 1974 junto a Bernstein y la Filarmónica de Israel. Pero en esta con Barbirolli, vuelta a escuchar, es en la que la Baker tiene la oportunidad de demostrar que pocas liederistas ha habido como ella en toda la historia de la fonografía. Ciertamente su instrumento, aunque bellísimo, no posee la increíble calidad del de la Ferrier –ni se muestra tan holgado en el grave, claro está–, pero su manera de decir no encuentra parangón. Dame Janet no se distancia: canta con la emoción y el dolor en los labios, ofreciéndonos una recreación particularmente llena de congoja sin merma alguna de la exquisitez en el fraseo y la depuración canora que caracteriza a su arte. Junto a ella, un no menos doliente Barbirolli supera –con mucho– a Walter y a Klemperer olvidando las prisas, dejando a la música respirar con gran holgura, clarificando el tejido orquestal –desarrolladísimo su sentido del timbre– y ofreciendo multitud de detalles ora de elevadísima poesía, ora lacerantes a más no poder. A destacar como la segunda mitad del último lied, paladeada con enorme concentración, no encuentra en la voz de Baker y la batuta de Sir John una consoladora transfiguración final, sino que se encuentra llena de resignado amargor. En fin, toda una experiencia.


Morbo a tope en la cuarta y última: uno de los grandes ninguneadores de Mahler dirigiendo los Kindertotenlieder. Circulaba una copia pirata con deficiente sonido, precisamente la que tienen en YouTube, pero hace pocos meses la Filarmónica de Múnich ha rescatado el testimonio de Celibidache con calidad equiparable a la colección editada por EMI. ¡Qué alivio para los oídos! Hay quienes aseguran que esta es la mejor versión que existe. Escuchada inmediatamente después que la de Baker/Barbirolli no diría yo eso, pero sí tengo claro que su conocimiento resulta imprescindible. Con la excepción del cuarto lied (“Oft denk' ich, sie sind nur ausgegangen”), llevado a un tempo normal, el maestro rumano frasea esta música con infinita delectación melódica, quizá también con cierta parsimonia, para sacar a flote la más elevada poesía posible. No es dramática su visión; tampoco dulce ni consoladora. Más bien transfigurada. Por eso mismo, frente a un primer lied un punto lánguido, alcanza cotas de inspiración verdaderamente insospechadas en el final del último de ellos: del mejor Mahler que yo jamás haya escuchado. La orquesta, modelada con admirable plasticidad y ese especial sentido del color que poseía Celi, realiza un formidable trabajo, con especial mención para unas maderas sutilmente matizadas con enorme acierto expresivo en todas y cada una de sus intervenciones. En cuanto a la Fassbaender, no posee ni la voz de Ferrier ni la concentradísima intensidad de Baker, pero se muestra emotiva y sincera a más no poder. Su instrumento, no el más adecuado posible, se encuentra en perfectas condiciones, la línea de canto es impecable y la dicción evidencia que nos encontramos ante una genuina germanoparlante. No se lo pierdan.

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