Termino el recorrido por el álbum Piano Fantasy de las hermanas
Labèque. De música francesa, aparte del maravilloso disco dedicado a Bizet,
Fauré y Ravel del que escribí hace unos días, se incluye su excepcional Concierto para dos pianos de Francis Poulenc en abril de
1989 junto a Seiji Ozawa y la excepcional Sinfónica de Boston. El maestro
oriental realiza una labor formidable, no solo porque su batuta curvilínea,
sensual y elegante, de refinado colorido, resulta la ideal para el repertorio
francés, sino porque además ofrece enorme concentración en los pasajes más
introvertidos de la página y –eso ya es más sorprendente en él– una buena dosis
de electricidad en los extrovertidos.
Por su parte, Katia y Marielle despliegan
una gama expresiva de enorme riqueza, desde el desenfadado cabaretero de no
pocos pasajes hasta la magia onírica de otros, pasando por la coquetería,
la delicadeza e incluso el sentido de lo ominoso. La misma variedad en la
expresión, aun siempre presidida por una sutil y refinada poesía de sabor
netamente francés, ofrecen las dos hermanas ya a solas en Capriccio d’apres
Le Bal masqué, Élégie y L’Embarquement pour Cythere del
mismo autor, como también en Scaramouche de Milhaud, en cuya Brazileira
conclusiva se sienten, con su ritmo de samba, como pez en el agua. Problemas de espacio han dejado fuera la breve pero atractiva Sonata para piano a cuatro manos de Poulenc que venía en el disco original.
Bajo el título ¡España!, en febrero de 1993 grabaron un disco con
obras de Manuel de Falla, Ernesto Lecuona, Isaac Albéniz y un señor de
Osuna –pero residente en Francia– llamado Manuel Infante, cuyas Danses
andalouses son la única pieza original para dos pianos de las incluidas; el
resto, obviamente, son arreglos y transcripciones. Aquí las dos hermanas
despliegan un sentido del ritmo, un salero, un garbo y un duende de tal calibre
que la audición resulta en muchos momentos arrebatadora, pero… Pues sí, aquí
hay un pero: tal es el grado de incandescencia que nuestras artistas, adoptando una postura algo tópica sobre lo español –desparpajo y carácter festivo
por encima de otras consideraciones–, no terminan de paladear algunos pasajes o,
sencillamente, desaprovechan las posibilidades expresivas que encierran.
The Tchaikovsky album se grabó en mayo de 1994, y es quizá lo menos
interesante de la caja: a decir verdad, piezas como el Capricho
italiano o la Marcha eslava demuestran su insustancialidad cuando
pierden su orquestación, incluso recibiendo interpretaciones tan
irreprochables como estas de las Labèque. Se disfrutan bastante más las
selecciones de El lago de los cisnes y La bella durmiente, aunque lo mejor viene
con la arrebatadora Fantasía en la menor de Scriabin, dicha con puro fuego visionario.
Queda George Gershwin, de quien se incluyen dos versiones de la Rhapsody
in Blue, una para dos pianos solos –temprano registro de 1980– y otra con
orquesta. En la primera de ellas hay que destacar el prodigioso de sentido del
ritmo y del swing que tienen las Labèque, por no hablar de su capacidad para el
matiz o del logro de inyectar nervio sin caer –como les pasa a muchos músicos de
jazz cuando se acercan a este repertorio– en el nerviosismo; en la segunda se
superan a sí mismas todavía con mayor creatividad y garra. Acompañan la
Cleveland Orchestra y un Riccardo Chailly –grabación de 1985– que, sin ser muy
personal ni creativo, dirige de manera irreprochable. No menos extraordinaria es
la lectura del Concierto en fa –versión dos pianos solos–, demostrando
nuestras artistas una singular capacidad para extraer sonoridades orquestales de
los instrumentos.
Muy en resumen: una caja de seis compactos que merece muchísimo la pena.
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
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