domingo, 13 de marzo de 2011

Prêtre en La Scala: Respighi y Franck en colores pastel

El pasado 28 de febrero, un Georges Prêtre de ochenta y seis añitos se ponía al frente de la Filarmónica de La Scala para recibir un homenaje por las tres décadas juntos y dirigir a continuación las dos más célebres partituras de Ottorino Respighi más la Sinfonía de Cesar Franck. Al interés intrínseco del evento se suma uno adicional para los aficionados españoles: que Prêtre va a dirigir estas dos partituras del italiano, más las Fiestas de Roma que completan la trilogía, el próximo mes de junio en Valencia, en un concierto-espectáculo (sic) cuya parte visual correrá a cargo de Carlus Padrissa La Fura dels Baus. Pues bien, Medici TV (enlace) nos ofrece estos días de manera gratuita la filmación del evento: buena oportunidad para conocer cómo aborda el veterano maestro a estas alturas de su vida semejantes partituras. La respuesta es un tópico cierto: a la francesa.

De este modo, su visión de las dos páginas de Respighi se encarga de poner de relieve sus ineludibles conexiones con el repertorio impresionista, ofreciendo una suave gama de colores pastel aplicados con pincelada suelta y difuminada, suavizando aristas, atendiendo de manera particular a la atmósfera y haciendo gala de un sensacional dominio de las texturas, lo que en contrapartida supone –al menos en el caso de Prêtre- dejar a un lado los aspectos más inquietantes de esta música para quedarse en una elegancia hedonista y contemplativa. En este sentido, en Fuentes de Roma se echa de menos una mayor dosis de garra dramática, aunque hay que descubrirse ante las dos transiciones (de la Fuente del Tritón a la de Trevi, y de esta a la de Villa Medici), resueltas de manera muy personal mediante una técnica de batuta formidable. Muy buena versión, pues, aunque un Reiner, un Ozawa, un Muti, un Pappano y sobre todo un Sinopoli hayan dicho cosas más interesantes. De Pinos de Roma ofrece Prêtre una interpretación lenta, algo tópica y desde luego bastante decorativa, a la que le faltan la magia de un Celibidache o la tensión interna de un Sinopoli (a mi juicio los dos más grandes recreadores de la página), pero en la que en cualquier caso hay que admirar la capacidad del maestro para ofrecer la belleza más ensoñada sin caer en la blandura ni en lo decadente (cosa que sí le ocurre, por ejemplo, a un Daniele Gatti). La orquesta, eso sí, se queda muy corta tanto por los gazapos como por la pobreza del sonido. Es de suponer que con la de la Comunitat Valenciana, a todas luces superior, los resultados serán más satisfactorios.

La Sinfonía de Franck que ocupa la segunda parte del concierto se mueve también dentro de los parámetros más ortodoxos de “lo francés”. No encontramos aquí nada de la densidad digamos germánica y el sentido trágico que supieron inyectar un Klemperer y un Giulini en sus magistrales recreaciones discográficas, y sí mucho de esa elegancia un punto indolente, esa morbidez en el fraseo y esas líneas difuminadas que presiden las recreaciones más ortodoxas, Monteux a la cabeza, lo que no impide en absoluto que se trate de una recreación hermosa, bien llevada y muy comunicativa. Personalmente prefiero enfoques más heterodoxos como los arriba citados, pero el buen hacer de Prêtre –una lástima, de nuevo, el nivel de la orquesta- termina ganando la partida. ¡Y qué gustazo ver al maestro dirigir, a semejante edad, con tan bello gesto y tanto entusiasmo! No se lo pierdan.

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