Programé esta entrada el otro día. Si todo ha salido bien, ahora estaré, literalmente, bajo los pinos de roma. Excusa perfecta para traer este vídeo de marzo de 1952 en el que Arturo Toscanini dirige a la Orquesta de la NBC esta partitura de Ottorino Respighi tan ridículamente detestada por los algunos: que hay cosas que no convencen en ella es cierto, pero también hay momentos de enorme inspiración, particularmente en el nocturno en el Gianicolo. Pero lo que yo quiero ahora es hacer una pregunta técnica: mientras la imagen televisiva deja muchísimo que desear, el sonido es espectacular para la fecha. ¿Cómo puede ser eso?
Por lo demás, un verdadero lujo ver al mítico maestro dirigiendo una obra de la que él había realizado el estreno estadounidense veintisiete años atrás y que debía de amar especialmente. Un lujo, y también una necesidad, porque hay que descubrir cómo la gestualidad que emana del podio, enérgica y precisa, obtiene inmediata respuesta por parte de una formación no muy allá. Otra cosa es la interpretación propiamente dicha, con todas las virtudes y defectos que ya le conocemos. A mí me parece globalmente notable, aunque creo que la marcha, que plantea no solo como un gran crescendo sino también acelerando, no está bien dirigida: en lugar de grandiosa o –como hacen los mejores intérpretes de esta página– opresiva, le suena machacona.
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