Si todo sale bien, este verano tendré la oportunidad de escuchar, en el marco de uno de los edificios más destacados del mundo antiguo, una obra tan relativamente poco frecuentada como La resurrezione de Haendel. Escrita en 1708 para uno de sus principales benefactores en aquellos años de periplo por tierras italianas, el marqués Francesco Maria Ruspoli, conoció su estreno el Domingo de Pascua de ese año en el Palacio Bonelli de Roma, probablemente el lugar donde un jovenzuelo que aún no había cumplido los veintitrés escribió la partitura con rapidez. Había truco: al menos siete de los números son un "corta y pega" de páginas anteriores, fundamentalmente de Il trionfo del Tempo e del Disinganno. Total, si el mismo J. S. Bach va a trasladar música de cantatas profanas a su Oratorio de Navidad, por qué no podemos perdonarle a Haendel que hiciera algo parecido. No olvidemos que en aquellos tiempos muchas partituras eran de usar y tirar, así que lo razonable era reutilizar aquello que merecía la pena.
Pese a que son dos horas de recitativos y arias da capo sin apenas acción –yo la veré escenificada, qué cosas–, la audición no se hace en absoluto larga, toda vez que la inspiración melódica de su autor es altísima y, ojo a esto, la imaginación a la hora de combinar grupos instrumentales muy apreciable. Por eso mismo no hacen falta solo muy buenas voces, sino también una orquesta con solistas de enorme nivel. ¿Y qué mejor orquesta se les ocurre a ustedes que la Filarmónica de Berlín? Es justo la que se encarga de interpretarla en la filmación que he visto esta tarde, un concierto del 31 de octubre de 2014 disponible en la Digital Concert Hall en el que Emmanuelle Haïm da una bofetada en la cara a esos talibanes que afirman que hacer este repertorio con instrumentos "modernos" es un fraude. Por descontado, aquí hay también flautas de pico, un rico continuo y todo eso, pero el núcleo de la formación son los berlineses de toda la vida, maravillosamente aleccionados por la artista parisina para que adopten una articulación "históricamente informada" y toquen con un empuje, un sentido de los contrastes y una expresividad deslumbrantes. Nada hay que atente al estilo, mientras que salimos ganando con una sonoridad más prieta, firme y brillante que la propia de los instrumentos de época. Ya lo dijo el antaño enfant terrible del historicismo, Reinhard Goebel, para desconcierto de la kale barroka: toquemos esta música con orquestas modernas, que sale mejor. Dicho y hecho.
Aparte de la sensacional dirección de Haïm, quien de paso deslumbra cuando utiliza su clave en el continuo, hay que admirar el equipo de voces congregadas para la ocasión. Bueno, dos de ellas estaban ya en su registro en audio de 2009: Camilla Tilling y Sonia Prina. La primera es una soprano ideal para ángeles, por lo que parece; aquí hay algún desajuste en las agilidades de su primera aria, pero es difícil no derretirse ante el brillo de su timbre y la musicalidad nada cursi de su fraseo. La segunda posee una voz cremosa ideal para María Cleofás y canta de manera impecable. Espléndida Christiane Karg encargándose de la Magdalena. Bello instrumento y bello canto el de Tobi Lehtipuu como San Juan. Los únicos reparos van al Satanás de Christopher Purves, cuyo registro grave incurre en truculencias poco ortodoxas, aunque quizá adecuadas para el rol. Por lo poco que he catado, Luca Pisaroni estaba mejor en el audio, si bien Purves es quien mejor teatraliza a su personaje en esta velada berlinesa que les recomienjdo vivamente.
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