martes, 17 de junio de 2025

Cuarteto nº 8 de Shostakovich: discografía comparada

Al igual que la que realicé sobre el Cuarteto nº 6 del mismo autor (aquí), esta discografía procede de las tareas que me he impuesto al hilo de la actuación del Cuarteto Danel que pude presenciar en Leipizig.

Es bien sabido que Dimitri Shostakovich compuso su Cuarteto nº 8 en las cercanías de Dresde, mientras preparada la banda sonora de la película Cinco días, cinco noches. Que esta iba precisamente sobre el infernal nunca mejor dicho, las bolas de calor llegaron a fundir los metales de la Staatsoper bombardeos que los aliados realizaron sobre la ciudad sajona cuando estaba terminando la Segunda Guerra Mundial. Y que el compositor afirmó que esos implacables acordes del cuarto movimiento son la plasmación musical de las ráfagas de las metralletas que de vez en cuando rompían el sepulcral silencio nocturnos de las calles de la ciudad aún derruida.

Luego vino Volkov, el falsificador Volkov, afirmando que en realidad se trata de los golpes en la puerta de Dimitri Dimitrievich esperaba todas las noches desde aquella reseña en Pravda amenazándolo por su ópera Lady Macbeth. ¿Homenaje a los caídos en la guerra o confesión provada sobre los horrores de la dictadura comunista? Añadan ustedes las citas de obras propias y, sobre todo, el uso constante del monograma re-mi bemol-do-si, iniciales de su nombre, como motivo que articula la composición, y finalmente saquen sus propias conclusiones. Yo lo tengo claro: prefiero olvidarme de cualquiera de esas dos interpretaciones y ver aquí música pura, abstracta, lo que no significa que le falten sinceridad ni fuerza expresiva. Todo lo contrario: se trata de una enorme obra maestra que, con toda justicia, ha pasado a formar parte del repertorio cuartetístico habitual.

Por cierto, aquí dejé una comparativa de la versión para orquesta de cuerda preparada por Rudolf Barshai, 



  1. Cuarteto Borodin (Mercury, 1962). Este registro tiene un morbo enorme: primera grabación musical de la historia realizada en la Unión Soviética por un equipo occidental. De hecho, el equipo llegó desde los EEUU y realizó la toma sobre cinta magnética de 35 MM; esta se ha perdido, pero aun así, y a pesar de una distorsión tímbrica excesiva, no suena mal para la época. El Borodin tiene aún a Dubinsky y Alexandrov, violines desde los primeros tiempos, mientras que el viola es ya Shebalin. El violonchelista, por descontado, es Valentin Berlinsky, que seguirá al pie del cañón hasta nada menos que 2007. ¿Y la versión? Pues tensa y dramática, como debe ser, pero muchísimo menos concentrada –tempi considerablemente rápidos, sobre todo en un primer movimiento que está marcado Largo– e inspirada que sus recreaciones posteriores. A destacar, en cualquier caso, un soberbio Allegro molto –una lección de angustia y locura sin sacar los pies del plato– y un Allegretto bastante incisivo. (7)



  2. Cuarteto Borodin (Decca, 1962). Qué cosas: si el 17 de junio realizaba en Moscú el registro para Mercury, el 17 de septiembre el Borodin grababa el Londres una interpretación para Decca. Una para el mercado estadounidense y otra para el de Europa occidental, claro está. La recreación es muy parecida; el primer movimiento es ahora algo menos rápido, y por ende anda mejor encaminado, aunque el violín de Dubinsky vacila por momentos. La toma del sello británico es claramente superior, así que esta es la opción para conocer como recreaba la página el “Borodin antiguo”. (8)



  3. Cuarteto Fitzwilliam (Decca, 1976?). Haciendo gala de un sonido tan sólido como terso, los británicos construyen una interpretación de apreciable tensión interna, angulosa y sarcástica antes que atmosférica, impregnada de un dramatismo seco e implacable –rápidos y ásperos los “golpes en la puerta” del cuarto movimiento– que en cierto modo se aleja del clasicismo un punto distanciado que caracteriza a su integral para acercarse hasta cierto punto a las maneras de hacer del Borodin. (9)



  4. Cuarteto Borodin (Melodiya, 1978). Ahora ya con la mitad de los miembros renovados y adoptando tempi mucho más sensatos, el Borodin nos ofrece una interpretación muy propia de su etapa digamos “expresionista”: directa a hurgar en la herida y con pocas concesiones a la belleza sonora, si bien en nuestra percepción de esta última circunstancia puede influir la sequedad de la toma. Lo más acongojante se encuentra en los movimientos extremos, de una tensión desasosegante al borde de lo soportable y cargados de la atmósfera que les corresponde. El segundo otras agrupaciones lo han planteado aún más incisivo y violento. El tercero no es no una mera distensión, pero tampoco aboga por lo corrosivo, apostando en su lugar por una elegante ironía. En el cuarto, los “golpes en la puerta” suenan con atractiva aspereza y Berlinsky nos hiere en lo más hondo con la cita a Lady Macbeth. (10)



  5. Cuarteto Borodin (YouTube, 1984). Imagen y sonido dejan bastante que desear, pero ahí podemos contemplar a Kopelman, Abramenkov, Shebalin y Berlinsky haciendo lo que mejor saben hacer. No hace falta decir más. Bueno, sí: en el caso de que usted se acerque por primera vez a la página, empiece por ahí. Existe una filmación posterior realizada en Londres, que desdichadamente desconozco. (10)



  6. Cuarteto Borodin (Virgin, 1990). Extraño: aunque los Borodin siguen demostrando la misma perfecta comprensión del universo shostakoviano que en las ocasiones anteriores, esta interpretación parece un poco menos paladeada de la cuenta, por ende no del todo atmosférica, y ha perdido un poco de garra para buscar un mayor equilibrio entre lo sombrío, lo hiriente, lo lírico y, por qué no decirlo, lo formalmente bello. En este sentido, la cantabilidad y la depuración sonora son formidables, por lo hablar de la solidez en el trazo. La admirable toma de sonido nos permite disfrutar de una interpretación, en definitiva, más clásica y menos hiriente. (9)


  7. Cuarteto Hagen (DG, 2005). Interpretación rápida en los tempi, afilada en la sonoridad, muy tensa en su arquitectura y sin concesiones en lo expresivo. No necesita ser áspera ni virulenta, ni tampoco renunciar a la belleza sonora, para transmitir la desolación y el nihilismo que alberga la partitura. Se podrá preferir el humanismo del Borodin, pero la propuesta resulta enormemente sugestiva y se encuentra materializada con plena convicción. A destacar la violencia tan seca y controlada como intensa del segundo movimiento, así como el carácter implacable del cuarto. (10)



  8. Cuarteto Emerson (DG, 2005). Arranca la interpretación con un Largo muy bien cantado, cálido y muy hermoso, lo que no parece exactamente ser lo que esta música pide. Apremiante y nervioso, más exterior que sincero, el segundo. En el tercero saben desplegar humor irónico, aun resultando este un punto pimpante, y a partir de ahí el cuarteto sintoniza con la negrura que desprenden los pentagramas sin terminar marcar las tensiones –sus interpretaciones suelen ser más bien laxas– ni de profundizar en los aspectos dolientes de la misma. La sonoridad algo sollozante de los violines, como era de esperar, dista de convencer. (7)



  9. Cuarteto Jerusalem (Harmonia Mundi, 2006). Tocando con enorme belleza sonora, fraseando con flexibilidad y aportando riqueza de matices, particularmente en el tercer movimiento, los entonces jóvenes componentes del Jerusalem ofrecen una lectura que no es expresionista ni violenta; resulta más bien humanística, reflexiva y profunda, atendiendo a la vertiente lírica de la obra como también, aun sin necesidad de cargar las tintas, a su vertiente atmosférica y al dolor que albergan los pentagramas. Lo más interesante: aún podrán hacerlo mejor. (9)



  10. Cuarteto Jerusalem (YouTube, 2013). De entrada, llama la atención el sonido compacto, hermosísimo sin perder carácter afilado, que consigue la formación integrada por Alexander Pavlovsky, Sergei Bresler, Ori Kam –Amihai Grosz abandonó en 2010– y Kiryl Zlotnikov. Pero hay que descubrirse más aún ante la variedad de recursos técnicos que poseen estos señores, desde la capacidad de modelar ese sonido –cuando quieren logran sonar casi como una orquesta de cámara– hasta la variedad en los ataques o el dominio de los reguladores. Todo es de impresión. Con semejantes recursos, ofrecen un Largo inicial severo y concentrado; no pretenden acentuar el misterio y evitan caer –cosa que sí harán sus colegas– en lo lacrimógeno. Lleno de nervio y de carácter implacable el Allegro molto, y eso que voluntariamente renuncian a la vía expresionista. Genial el Allegretto que viene a continuación; no sé si es el mejor de cuantos he escuchado, pero sí el más rico en matices, imaginativo a más no poder el uso de la agógica e inteligentísimo al modelar el tratamiento de los pizzicatos. Los dos fúnebres movimientos conclusivos, en los que nuestros artistas sobresalen por su manera de matizar expresivamente las dinámicas, son un acierto al ofrecer profundo humanismo sin necesidad de lanzarse en plancha hacia la negrura de la música; para eso ya estaban los señores del Borodin en sus admirables recreaciones. (10)



  11. Cuarteto Borodin (Decca, 2015). Por razones obvias, este Borodin no es el de antes: su miembro más antiguo –estaba desde 1996– es Kopelman, cuyo sonido –qué cosas– por momentos parece. En cualquier caso, hay que destacar un fraseo muy natural, de apreciable cantabilidad, que sabe aunar lirismo y atmósfera ominosa, así como el carácter sombrío de toda la interpretación, pero definitivamente se ha perdido algo de tensión, de carácter implacable. La aparición final del “tema judío” antes de la transición al tercer movimiento resulta un poco extraña, algo ralentizada y menos tensa de la cuenta. Sobresale el carácter aéreo del pasaje fantasmagórico de este tercer movimiento. En el cuarto, por el contrario, los “golpes” necesitan mayor fiereza. Quizá el quinto, muy atmosférico, sea el más conseguido. (8)



  12. Cuarteto Brodsky (Chandos, 2016). No cabe duda de que los del Brodsky comprenden perfectamente el alma de esta música: miedo, angustia, ironía, profunda tristeza… Tocan de manera irreprochable y materializan el concepto no solo con apreciable intensidad, sino también con imaginación a la hora de poner acentos, incluso de concebir movimientos completos: es el caso del tercero, que no quiere ser una distensión suavemente irónica y conoce aquí un fraseo particularmente recortado e incisivo, algo saltarín incluso… Por otra parte, en los movimientos lentos hay grupos –el Borodin, claro está– que han ido más lejos en lo que a mezcla de humanismo y congoja se refiere, por mucho que este cuarto movimiento se encuentre cargado de pathos. En fin, en algunos momentos convencen y en otros no, pero en todo momento interesan. Hay que escucharles. (8)




  13. Cuarteto Emerson (YouTube, 2018). Eugene Drucker –aquí primer violín, en esta agrupación turnan la posición–, Philip Setzer, Lawrence Dutton y Paul Watson poseen un sonido mucho menos interesante, menos terso y más desequilibrado: a Drucker la mano izquierda no le funciona muy bien, y en el primer movimiento nos regala una sonoridad llorica y unos portamentos de todo punto inaceptables. Tras un buen Allegro molto, los norteamericanos apuestan por una fina ironía en un Allegretto que no termina de funcionar: otra vez el violín técnicamente inestable e insincero en lo expresivo de Drucker hace que nos acordemos de su árbol genealógico, justo como va a ocurrir en los dos movimientos conclusivos, que por lo demás van a sonar antes cabizbajos que lacerantes. Dicho esto, hay que aplaudir el fraseo cantable del grupo, lo certero de Watson en la cita melódica de la ópera Lady Macbeth y la innegable intensidad que se alcanza en algunos momentos. (6)



  14. Jansen, Brovtsyn, Grosz, Maintz (YouTube, 2020). Ahí es nada, ver a Janine Jansen como primer violín y tener a Amihai Grosz –del Jerusalem– como viola. Ella va de protagonista, en cualquier caso, echándole mucha imaginación al asunto, haciendo uso de todos los recursos violinísticos imaginables –muchos ataques sin vibrar en el primer movimiento–. provocando algún desencuentro con sus colegas y, en cualquier caso, descubriendo muchas cosas nuevas. A destacar un tercer movimiento de extrema flexibilidad agógica y con muchísima retranca, así como un quinto en el que no hay espacio para lo quejumbroso y sí para una inquietante mezcla de ansiedad y amargor. (8)


  15. Quatuor Danel (Accentus, 2022). Esta es una apuesta atrevida. Los tempi son rápidos –en exceso el Largo conclusivo, que demanda más reposo–, el vibrato moderado, los ataques incisivos. El fraseo, sin caer en modo alguno en el nerviosismo, alcanza clímax de apreciable electricidad y se encuentra lleno de aristas. No hay cabida para lo alicaído ni lo quejumbroso. Todo esto no significa que la interpretación resulte más doliente que otras, como tampoco –todo lo contrario– más siniestra, pero sí que ofrece mayor violencia al tiempo que subraya los aspectos más combativos de la escritura. En cierto modo recuerdan al Hagen, pero sin su altísimo grado de inspiración. No es para todos los gustos, especialmente para quienes busquen hurgar en lo que esta música puede albergar de confesión personal o tengan una visión más “romántica” de la partitura, pero revela nuevos aspectos de esta obra maestra. Soberbia la toma, realizada en vivo en la Gewandhaus de Leipzig. (9)

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