jueves, 26 de junio de 2025

Cuarteto nº 11 de Dimitri Shostakovich: discografía comparada

El Cuarteto nº 11 de Dimitri Shostakovich fue compuesto en 1966, siendo estrenado el mismo año por el Cuarteto Beethoven. La Sinfonía nº 13, Babi Yar quedaba dos años atrás, mientras que al Concierto para violonchelo nº 2 le quedaban unos meses para salir a la luz. Estamos, por tanto, en la última etapa del autor. La más abstracta de todas, ciertamente también la de mayor economía de medios, y quizá por eso la más esencial. Ya no hay grandes gestos retóricos, aunque de vez en cuando nos dejaría alguna vulgaridad. Esta Op. 122, en cualquier caso, es una excelente música cuyas claves no son fáciles de detectar. Aquí no puede venir ningún Volkov a decir que tras las notas se esconden denuncias anticomunistas ni nada parecido. Lo que sí podemos es escuchar varias aproximaciones diferentes para tantear el asunto. Recuérdese: los intérpretes no son meros ejecutores, como tampoco son solo (re)creadores de una música que, sin ellos, sencillamente no existe. Son también investigadores. La mirada de cada uno de ellos es única, y con independencia de que podamos estar más o menos de acuerdo con ellas, siempre que haya inteligencia y talento detrás de la interpretación avanzaremos un paso en nuestro conocimiento de la obra.



1. Cuarteto Beethoven (Praga, 1969). No puede haber duda. Esta música no solo fue escrita para ellos, sino que además fue dedicada a la memoria de Vasily Shirinsky, violinista original de la agrupación: el compromiso interpretativo del Cuarteto Beethoven está ahí, y queda bien reflejado en una lectura particularmente tensa y severa, muy concentrada, si bien algo falta de contrastes y variedad expresiva. La toma, de origen radiofónico, se ha conservado de manera satisfactoria. (9)




2. Cuarteto Fitzwilliam (Decca, 1976). Armados de una técnica colosal que les permite hacer gala de una enorme depuración sonora la soberbia toma les beneficia, los ingleses ofrecen una lectura con menor densidad armónica que la del Beethoven, al tiempo bastante más angulosa e incisiva, cargada de electricidad y de apreciable inmediatez expresiva. Se podrá echar de menos hondura humanística, pero queda abierto un nuevo sendero interpretativo que será seguido por los cuartetos Hagen y Danel. (9)



3. Cuarteto Borodin (Melodiya, 1981). Como era de esperar, los del Borodin ofrecen una verdadera referencia interpretativa al capturar mejor que nadie e integrar con absoluta coherencia todas las facetas de esta música, haciendo gala de una inspiración altísima para ofrecer faltaría más lo irónico y lo incisivo, lo atmosférico y lo siniestro, así como una buena dosis de descargas eléctricas, como también la cantabilidad, la reflexión y la hondura, sin que ello suponga bajar la guardia. Una pena que la toma no sea la mejor posible. (10)



4. Cuarteto Hagen (DG, 1994). Los Hagen se atreven a ofrecer el planteamiento más radicalmente moderno para esta página. No hay que forzar nada: música pura, ajena a cualquier suerte de programa o de sentimientos más o menos personales, interpretada de manera por completo objetiva, pero no por ello insulsa o escasa de fuerza expresiva: más bien todo lo contrario. Como ocurre con la mejor pintura abstracta, el impacto de la pura forma es más intenso cuando esta está modelada con una mezcla de mano maestra, valentía y convicción, y eso es justo lo que hacen cuatro músicos prodigiosos que tocan con un sonido increíblemente firme y homogéneo, limpieza extrema, increíble capacidad para regular las dinámicas y, a la postre, un virtuosismo superior al de cualquiera de los otros cuartetos aquí enumerados. El resultado podrá ser discutible por su falta de humanismo y sensualidad, pero es a todas luces fascinante. (10)



5. Cuarteto Emerson (DG, 1994). La sonoridad sollozante de los violines en el arranque nos hace temer lo peor. Por fortuna, los artistas se van centrando y, con unos tempi mucho menos lentos que los del Borodin y una sonoridad menos áspera, buscan extremar los contrastes entre los movimientos humorísticos, interpretados con ironía inquietante más que con sarcasmo, y aquellos impregnados de fuerza dramática, particularmente un tercero potentísimo. El resultado es fantasmagórico antes que nihilista; interesa bastante, pero no es menos cierto que tanta carga en los contrastes no deja de desprender cierta sensación de artificiosidad. (8)



6. Cuarteto Jerusalem (Harmonia Mundi, 2006). El Jerusalem se acerca un poco al planteamiento del Hagen con una perfecta mezcla entre belleza sonora, cantabilidad, concentración y tensión dramática, aunque quizá aportando, frente al carácter eminentemente abstracto de sus compañeros, algo más de carácter expresionista –tremendo el cuarto movimiento, de humor inquietante –quinto o de lirismo elegíaco –sexto. Siempre guardando las distancias, eso sí, y dejando que la música fluya con la máxima naturalidad posible. Toma excepcional. (9)



7. Cuarteto Jerusalem (YouTube, 2013). Desconciertan un poco los portamentos con los que arranca el primer violín, pero en seguida el grupo se centra y ofrece, esta vez en vivo, una recreación intensa y marcada por las aristas, pero sin necesidad de forzar las cosas, con voluntad de que la ambigüedad y los interrogantes se antepongan al pesimismo existencial. Interesantísimo. (9)



8. Cuarteto Borodin (Decca, 2016). Los integrantes del “nuevo Borodin” tienen poco que ver con los del antiguo, pero se diría que mantienen la evolución que aquel fue realizando entre los años ochenta y noventa: menos tensiones y asperezas expresionistas, mayor atmósfera y atención a la belleza sonora. Por eso mismo esta nueva interpretación no resulta tan hiriente como la otra ni posee su misma inmediatez, pero puede resultar más sugerente. Diríase que no mira tanto al pasado de las “sinfonías de guerra como al futuro de sus últimas sinfonías y música de cámara, es decir, hacia la esencialidad y el nihilismo de quien sabe que ya no hay rebeldía posible. Quizá lo hagan también, por qué no, al Winterreise schubertiano. (9)



9. Quatuor Danel (Accentus, 2022). Ni atmósfera siniestra, ni lirismo doliente. Tampoco hay ironía. El Cuarteto Danel, en esta técnicamente soberbia toma en vivo realizada en Leipzig, ofrece una recreación tan abstracta como seca y angulosa; música y solo música, sin necesidad de ver aquí confesiones más o menos políticas, más o menos personales, pero marcando al máximo las tensiones para poner de relieve la fuerza plástica de la escritura shostakoviana. El único reparo es que el Hagen ya hizo lo mismo, y con resultados aún más excepcionales. (9)

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