Pasa el apagón y, por varios motivos personales –unos buenos y otros malos– necesito un descanso de este blog, así que estaré un buen número de días sin actualizarlo. Sin embargo, antes quiero decir algo sobre uno de los tres discos que han grabado Andris Nelsons y la Sinfónica de Boston con los seis conciertos de Dimitri Shostakovich: los dos escritos para violonchelos, no solo las obras concertantes más logradas del autor, sino también dos partituras de enorme categoría que mira cara a cara a lo que ustedes ya saben: el sufrimiento, la desesperación, la locura, la soledad y la muerte. La grabación se realizó con toma sonora absolutamente sensacional en octubre de 2023, y se contó como solista con Yo-Yo Ma.
Sesenta y ocho años cumplía el violonchelista de origen chino en el momento de la grabación, y eso se nota. He comparado con su sensacional registro del Concierto para violonchelo nº 1 realizado en 1982 con el anciano Ormandy y la Orquesta de Philadelphia para corroborar que su sonido, aun increíblemente bello, es ahora menos firme, no tan seguro, y por ende no tan capaz de ofrecer determinadas frases con la tensión de antaño. Ahora bien, sigue siendo el violonchelista que mejor ha interpretado este Op. 107: aunque determinados solistas han profundizado más en un aspecto u otro de la partitura, empezando por un Rostropovich de cantabilidad sin igual en el Moderato, Yo-Yo Ma integra como nadie las diferentes facetas de esta música, que va de lo lírico a lo payasesco lanzándose a un histrionismo que no hace sino disimular una angustia existencial difícilmente soportable. Ya saben, en Shostakovich lo bufonesco deviene en danza macabra para asumir nuestro ineludible destino final. Ma lo consigue sin necesidad de hurgar demasiado en la llaga, manteniendo cierta dignidad –no quiere que la locura le atrape– y no descuidando la belleza sonora, sin que esta implique "romantizar la música".
¿Preferible, pese a lo expuesto en último lugar, volver a la versión con Ormandy? No, porque aunque la del maestro de origen húngaro era ya espléndida, la dirección de Nelsons es quizá la que más me convence de cuantas he escuchado (aquí la discografía comparada). No me quiero olvidar de Ormandy, tampoco de las espeluznantes, terroríficas salvajadas de Rozhdestvensky y Currentzis –hay que escucharles, no sin antes prepararse para la experiencia–, pero el titular de la Boston Symphony realiza una labor redonda muy en la línea de su solista: atención a todos los aspectos expresivos de la página sin necesidad de forzar las cosas, es decir, sin volcarse en lo virulento. Increíble la orquesta, muy en particular unas maderas a las que el maestro hace sonar con todo el sarcasmo propio del compositor.
También he repasado la única grabación de Ma del Concierto para violonchelo nº 2, la que tiene con David Zinman y la Filarmónica de Berlín en la Digital Concert Hall. Allí la dirección dejaba un tanto que desear, al menos en el tercer movimiento, mientras que el solista ofrecía una interpretación de muy alto nivel, pero más lírica y desmaterializada que agónica: la competencia de Rostropovich con Ozawa y la propia Sinfónica de Boston es imbatible. Escúchese, por ejemplo, el escalofriante clímax del movimiento conclusivo, mucho mejor preparado por solista y batuta en aquella mítica grabación. Lo mismo puede decirse de la nihilista disolución final. En cualquier caso, el nivel de este registro es francamente alto, más aún por Nelsons que por Ma: esa desmaterialización llena de misterio, también de escalofrío, que es típica del Shostakovich más tardío se encuentra captada de maravilla. ¡Y qué decir de la toma sonora! Nunca he escuchado una grabación en CD con unos golpes de bombo tan tremendos como estos.
¿Conclusión? Las dos versiones de Ma del Nº 1 forman ahora la referencia. Esta del Nº 2 es una de las grandes, pero no llega a semejante altura. Como disco para tener ambas obras, me parece el más recomendable, así que usted verá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario