sábado, 31 de agosto de 2024

El Brucker agnóstico de Klemperer

Aunque con estos del segundo centenario se ha avanzado mucho en la investigación, algunos siguen insistiendo en aquello del Bruckner "compositor eminentemente católico", y en lo de la Sinfonía nº 5 como en el culmen de una fe inquebrantable transformada en música. Pues vale. Hay quienes han visto las cosas de manera bien distinta, empezando por ese genio de la dirección orquestal que fue Otto Klemperer. Su registro oficial de la pieza, realizado para EMI en marzo de 1967, sigue siendo el mayor testimonio de su planteamiento. De total coherencia, habría que añadir. ¿No es la Quinta, en palabras del propio Bruckner, una obra maestra del contrapunto, esto es, arquitectura pura y dura? Pues no hay mejor arquitecto que Klemperer. 


Eso sí, recuerden cómo lograba construir las catedrales sonoras más imponentes que uno puede concebir: rigor extremo, delineación cartesiana de las líneas sonoras, rechazo rotundo de cualquier tentación más o menos "romántica", desinterés por la belleza sonora en sí misma y, sobre todo, una potenciación extrema de las grandes tensiones de la polifonía, lo que dicho así suena a cuadratura del círculo: ¿cómo demonio se puede resultar al mismo tiempo intenso y distanciado, enérgico y sometido a control? A sus ochenta y un añitos, el maestro de Breslau habría logrado hacerlo.

Por descontado, en su planteamiento expresivo no hay espacio para un misticismo devoto y confiado, como tampoco para la contemplación panteísta: por eso mismo en el Adagio va relativamente rápido en comparación con los otros tres movimientos, que son lentísimos: Herr Klemperer no quiere bajar la guardia. Y por pura coherencia, tampoco puede admitir referencias al mundo del landler en el Scherzo. La gracia es que todo ello termina conduciendo a un planteamiento que, en el fondo, es menos abstracto y más militante de lo que se quiere aparentar, toda vez que la mezcla de tensiones extremas, despojamiento sonoro y alejamiento de la sensualidad que se propone nos lleva a terrenos de lo más inquietante, de verdadera angustia existencial. "¿Quieren ustedes un Bruckner religioso? ¡Pues les voy a dar todo lo contrario!", parece decir el maestro. No está muy lejos de Furtwängler, no, aunque la manera en la que Klemperer expone las cosas sea radicalmente distinta. Y mucho más convincente, habría que añadir: el último movimiento es una de las más grandes cosas en lo que a planificación sinfónica se refiere que nos ha dejado el sonido grabado.

Una ultima cosilla: el reprocesado de 2023 es absolutamente asombroso. Y ahora, después de escuchar esto, a ver de dónde saco yo ganas para ver la reciente filmación de Kirill Petrenko.

2 comentarios:

xabierarmendariz88 dijo...

Recibo todos los meses el boletín por correo electrónico que envía a los interesados el responsable de abruckner.com (ya se sabe, la célebre web de discografía sobre Bruckner). Resulta que un experto bruckneriano estadounidense ha creado una suerte de “radio internáutica” que emite durante todo el día música de Bruckner, y en la newsletter está el enlace para poder escucharla. Al abrirla allí, me encontré con una interpretación del segundo movimiento de la Cuarta Sinfonía: tempo más bien fluido, una sonoridad orquestal muy trabajada y centrada en las maderas, una transición entre secciones lógica y sin apenas cambio de tempo, etc. Me sorprendí muchísimo de repente y pensé: “¡pero qué interpretación es ésta!”.
Comprobando la identidad del intérprete por los procedimientos tecnológicos correspondientes, vi que era la versión de Klemperer con la Philharmonia y, claro, todo encajó, (tengo esa versión, pero llevaba mucho tiempo sin escucharla en el disco). Klemperer era un grandísimo director bruckneriano; sólo ese ridículo corte en el Finale de la Octava “mancha” su historial a ese respecto. Si tan sólo hubiera igualado a Celibidache y grabado la Tercera…


Fouquier de Tinville dijo...

Es que si no fuera por el corte de marras esa versión de la Octava sería una de las dos o tres referencias de la obra...

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