domingo, 30 de junio de 2024

Concierto para violín nº 3 Mozart: discografía comparada

Si todo ha ido dentro de lo previsto, en el preciso momento en que se publique esta entrada estará en Hamburgo escuchando el Concierto para violín nº 3 de Wofgang Amadeus Mozart a Leonidas Kavakos. En realidad estaba previsto el Nº 2 de Martinu, pero "por enfermedad" se anunció a última hora el cambio por la tan menor como hermosa (¡hermosísima!) página mozartina. Por eso mismo improvisé –tomando textos ya publicados y otros arrinconados por ahí, y realizando un par de audiciones adicionales– esta comparativa que dejé lista antes de irme. Espero que les divierta.


1. Laredo. Mitchell/National Symphony Orchestra (CBS, 1960). Le faltaban algunos días al violinista de origen boliviano para cumplir los diecinueve cuando realizó esta grabación en Washington, muy notable desde el punto de vista técnico tras el reciente reprocesado. Hizo gala de un sonido muy hermoso y de un fraseo muy natural, evitando tanto los posibles narcisismos más o menos “galantes” como lo excesos “románticos”. Pero también resultó un poco insípido, escaso en contrastes y en tensiones internas, justo como le pasó a un Howard Mitchell que buscando el mayor equilibrio posible no terminó de hincarle el diente a la obra. El estilo de ambos, en cualquier caso, resulta irreprochable desde el punto de vista de la ortodoxia mozartiana. (7)

 


2. David Oistrakh/Filarmónica de Berlín (EMI, 1971). No voy a negar que el sonido violinístico resulta inadecuado para Mozart, por escasamente elegante y aterciopelado, pero la interpretación me parece formidable por su frescura, virilidad bien entendida y su emotividad tan intensa como controlada, amén de ajena a cualquier narcisismo o trivialidad sin dejar de ser todo lo animada, luminosa y rica en lo expresivo que debe. Por descontado, el segundo movimiento está fraseado con gran cantabilidad, aunque su inspiración no sea la mayor posible. La dirección es fenomenal, sin miedo al músculo pero con una frescura formidable. (9)

 

 

3. Zukerman. Barenboim/English Chamber Orchestra (Sony, 1972). Como era de esperar, los dos artistas se apartan de la galantería y ofrecen una interpretación dramática, reflexiva y profunda, obteniendo los mejores resultados en un Adagio muy bien paladeado y quedándose un poco faltos de chispas en los dos movimientos extremos, quizá más severos de la cuenta a pesar de estar llenos de fuerza. Impresionante el sonido del solista, por no hablar de las maderas de la orquesta. (9)

 

 

4. Mutter. Karajan/Filarmónica de Berlín (DG, 1978). Increíble que a los quince años se pueda exhibir un sonido violinístico tan hermoso, tan homogéneo, tan lleno de carne, tan perfectamente afinado; y un fraseo tan cantable y natural, tan ágil cuando debe serlo y tan desenvuelto en el virtuosismo –espléndidas las cadenzas de Sam Franko–. Pero asombra aún más la sensibilidad asombrosa de esta niña, la capacidad para desplegar poesía de altísimos vuelos atendiendo al mismo tiempo a lo que de coqueto y galante tiene esta música, sin confundir estos conceptos con ingravidez, trivialidad o cursilería. La sonoridad de la Filarmónica de Berlín resulta en exceso musculada para una obra como ésta, pero por fortuna la dirección de Karajan, ya que no lo suficientemente incisiva o contrastada, es de trazo fino, ofrece convicción en los movimientos extremos y despliega la más conmovedora concentración en el sublime Adagio. La toma sonora es portentosa en el Blu-ray audio. (9)

 

5. Zukerman/Orquesta de Cámara de Saint Paul (Sony, 1981). Queda de nuevo en evidencia la excelsa musicalidad de un Zukerman que apuesta por un Mozart al mismo tiempo ágil y con músculo en la orquesta, hermoso pero nada melifluo en su violín –más brillante que cálido–, alcanzando la más absoluta excelsitud en unos movimientos lentos paladeados con una cantabilidad asombrosa y una inspiración poética de altísimos vuelos. El sentido del humor también está garantizado, en sintonía con lo que es el estilo galante y sin toda la picardía posible, aunque desde luego alejadísimo de la frivolidad y la coquetería mal entendidas. El segundo movimiento, que se dilata hasta los diez minutos de duración, está cantado con poesía infinita. Espléndida la toma sonora. (10)


6. Standage. Hogwood/The Academy of Ancient Music (Decca, 1990). A despecho de alguna frase en exceso repipi en el primer movimiento por parte del malogrado Chris, he ahí un Mozart "de verdad", ciertamente mucho antes ágil, luminoso y risueño que otra cosa, pero lleno de musicalidad y sin el menor deseo de llamar la atención a base de presuntos hallazgos. Por descontado que Standage no renuncia a una articulación plenamente historicista, pero es la musicalidad personificada: él sí que vuela en el Adagio. Y el clave al continuo resulta muy bienvenido. (8)

 


7. Dumay. Camerata Académica de Salzburgo (DG, 1996). Hay que admirar aquí un violín de enorme belleza tonal, elegantísimo en el fraseo y equilibrado en la expresión, muy controlado en el vibrato, galante más no superficial, poético cuando debe, si bien ajeno a contrastes y grandes tensiones emocionales. El propio Dumay, al frente de una orquesta tratada con enorme depuración sonora y articulación renovada, ofrece una irreprochable dirección en la misma línea de equilibrio, belleza y cierto distanciamiento. Clasicismo en el mejor de los sentidos. Cadenzas de Ysaÿe y Grumiaux. (8)

 

 

8. Mutter/Filarmónica de Londres (DG, 2005). Han pasado veintisiete años desde su grabación con Karajan. Mutter cuenta ahora cuarenta y dos recién cumplidos, y decide ponerse al frente de la Filarmónica de Londres para tocar y dirigir al mismo tiempo. La increíble hermosura de su sonido sigue ahí, como también su espectacular dominio técnico del instrumento. Y su capacidad para frasear las melodías con una cantabilidad asombrosa. Sin embargo, su violín no vuela ahora a la misma altura poética, porque la asombrosa frescura de antaño, la sinceridad, la inocencia digamos que adolescente que desprendía en aquella ocasión, se ve sustituida por una cierta dosis de autocomplacencia. Mutter se recrea sin tapujos en la belleza superficial en lugar de profundizar en la intensidad de las emociones, y adorna la partitura aquí y allá con algunos detalles no solo innecesarios, sino también poco naturales, producto más del deseo de decir cosas nuevas que de acudir a la esencia de la música. Como directora no lo hace nada mal, aportando un fraseo que, aun muy lejos del historicismo, resulta más ágil y menos masivo que el de su mentor Karajan, por ello mismo más adecuado para obras como esta, pero sin la fuerza expresiva que conseguía aquél y con detalles, nuevamente, un poco más coquetos de la cuenta. Lo mejor es el movimiento conclusivo, donde tanto con el instrumento como dirigiendo a la orquesta alcanza el adecuado punto de equilibrio entre elegancia y picardía. La toma no resulta deslumbrante. (7)

 

 

9. Manze/The English Concert (Harmonia Mundi, 2005). En su grabación de los tres últimos conciertos para violín mozartianos, Manze convence bastante más en su faceta de director que en la de violinista. Su dirección es notable, resultando equilibrada en lo formal y en lo expresivo, cantable en el fraseo y ligera en el buen sentido, a pesar de algún pasaje un poco pimpante; lo menos bueno de la dirección es la sosería digamos “británica” que la aqueja, sobre todo en los movimientos lentos. Tampoco parece necesario que el English Concert suene con semejante acidez, alejándose de la moderación de tiempos de Pinnock y acercándose a la AAM de Hogwood. El sonido del violín de Manze es más bien ratonero, ácido, dudoso en la afinación y, pese a su agilidad, muy inexpresivo. Toma sonora excepcional en SACD multicanal. (7)

 

10. Kavakos/Camerata Salzburg (Sony, 2006). Tomando muy buena nota de las aportaciones de la escuela historicista en lo que a fraseo y ornamentación se refiere, el violinista y director griego se decanta por un Mozart incisivo y afilado, de articulación ágil y vibraciones controladas, que se mueve dentro de la severidad neoclásica sin por ello renunciar a la animación ni al sentido de los contrastes. El problema, aparte de que su sonido violinístico puede no resultar agradable para quienes no estén acostumbrados a las maneras H.I.P., es que la habitual frialdad de Kavakos deja a la partitura un poco en tierra de nadie. Las cadenzas propias no convencen: tienden a lo saltarín. Por lo demás, hay que admirar la soberbia calidad de la orquesta y la depuración sonora con que está tratada. Excelente la grabación, realizada en Atenas. (7)

 

11. Hahn. Dudamel/Sinfónica de la Radio de Stuttgart (YouTube, 2007). En este concierto en el Vaticano en homenaje a Benedicto XVI, el chavista Dudamel –qué cosas– pasa olímpicamente del mundo historicista para ofrecer un Mozart cien por cien tradicional. El resultado –pese a que la orquesta no siempre está fina– rebosa serenidad y sensibilidad, si bien se pueden echar de menos contrastes y un poco de personalidad. Hilary Hahn está maravillosa en cuanto a belleza de sonido y musicalidad, si bien las muy virtuosísticas cadencias propias podrían parecer un poco fuera de lugar. (8)

 

12. Faust. Antonini/Il Giardino Armonico (Harmonia Mundi, 2015-16). Tenemos aquí un Mozart lleno de vida, de entusiasmo y de color; un Mozart efervescente y contrastado a más no poder, que rehúye los tópicos del presunto equilibrio y el distanciamiento neoclásico para decantarse por los claroscuros y la teatralidad apostando por una enorme valentía en el fraseo. Pero también (¡cómo no!) un Mozart trivial, en exceso lúdico, coqueto en el peor sentido de la palabra y repleto de detalles de no ya de amaneramiento, sino de abierta cursilería. Y muy alicorto a la hora de lanzarse al vuelo poético: el sublime Adagio no solo no emociona lo más mínimo, sino que está lleno de sonoridades insoportables por parte de la señora Faust, aquí dispuesta a imitar los peores defectos de quien hubiéramos esperado en este disco, no otro que el horripilante Enrico Onofri. (7)

2 comentarios:

Javier dijo...

https://youtu.be/ywA_BsFvYxY?feature=shared Creo que está versión no desmerece la interpretación del Vaticano.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Pues muchas gracias. Kavakos en directo me ha gustado lo mismo que en el disco: regular.

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