Aunque jamás se me ha llamado para hablar de música –en Jerez me puso la zancadilla el difunto José Luis de la Rosa, en Sevilla lo hizo María Jesús Ruiz, de "La Arcadia" y la ROSS respectivamente–, tengo ya una dilatada experiencia como conferenciante de temas artísticos. Quiero decir, de las artes de la arquitectura, la escultura y la pintura. Paralelamente, desde 1996 llevo presentando los resultados de mis –inevitablemente lentas, porque hay que ganarse la vida– investigaciones sobre arte medieval en el antiguo Reino de Sevilla.
La última de ellas –penúltima más bien, pues tengo por sacar a la luz algo sobre las portadas góticas hispalenses– aborda la autoría de la iglesia de Santa María de la Rábida y el papel del I Duque de Medina Sidonia en la difusión de las formas gótico-mudéjares que irradiaron desde Jerez de la Frontera en los dos primeros tercios del siglo XV. Aquí pueden encontrar el artículo en cuestión, y pronto podré ofrecerles el vídeo de la conferencia.
Confieso que nunca he pasado tanto apuro hablando en público: era en una gran sala del mismísimo palacio ducal en Sanlúcar de Barrameda, coordinaba el acto Liliane Dahlmann –presidenta de la Fundación Casa Medina Sidonia y viuda de la celebérrima Duquesa–, y allí estaba en persona el actual Duque –descendiente de Alfonso X y Guzmán el Bueno, nada menos–, que además de profesor universitario es licenciado en Geografía e Historia y estudió Historia del Arte con el mismo profesor que a mí me marcó, Javier Martínez de Aguirre. Temblaba ante la posibilidad de un error ante semejantes expertos, pero al final la cosa salió bien. También debo decir que me trataron de manera verdaderamente exquisita. Muchas gracias a todos ellos, y especialmente a mi colega Antonio Romero Dorado, de la Fundación Hermandad de la Santa Caridad, que fue quien me ofreció esta oportunidad que para mí ha sido muy, pero que muy especial.
¿Alguna conexión de todo esto con los asuntos musicales que me interesan? Pues sí: según la magnífica tesis de Lucía Gómez, lo que hoy conocemos como Cancionero de la Colombina fue cosa del Segundo Duque. Me pregunto cuánta de esa música se escuchaba ya en la corte del Primer Duque, y en qué medida esta refleja el eclecticismo que en las formas arquitectónicas y pictóricas evidenciaba la corte sanluqueña.
Para terminar, les dejo este enlace: conduce a un artículo de hoy domingo en Diario de Jerez que resume mis investigaciones.
PD. La promoción del libro de Barenboim está costando muchísimo. Ritmo y Scherzo no han dado señales de vida a pesar de tener ya sendos ejemplares, mientras que El País y ABC nos mantienen la puerta cerrada a cal y canto.
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