Completamente desbordado de trabajo, dejo unas líneas mínimas sobre el recital de ayer sábado 3 de febrero que ofreció Javier Camarena en Sevilla cerrando su gira de presentación del disco dedicado a Paolo Tosti. Espero ofrecer en unos días una crónica algo más larga y, creo, de diferente enfoque.
Comenzó decepcionando de manera relativa el tenor mexicano: aunque su superlativa técnica estaba ahí, la emisión aparecía algo enturbiada. Conforme pasaban los minutos el problema se fue arreglando –aunque estuvieron ahí hasta el intermedio– y convenció haciendo gala de una línea de canto tan elegante como cálida y de una pasmosa comunicatividad. Ahora bien, astutamente había dejado para esa primera parte las canciones menos interesantes y él tampoco terminó de implicarse en ellas. Y claro, esta música es la que es, así que la audición se hizo un poco cuesta arriba.
Tras el descanso, un buen ramillete de canciones en inglés –lástima su dicción: recordaba a los políticos españoles– en los que los problemas vocales se solventaron y la voz ya estaba caldeada. Era el momento se sacar la artillería pesada, y así llegaron las canciones más hermosas. Todas ellas fueron interpretadas con intensísima expresividad y mucho de exhibicionismo bien entendido, hasta el punto de que buena parte del no muy respetuoso respetable le cortó después de uno de sus –fulgurantes, descomunales, irrepetibles– agudos llenoa de carne, timbradísimos y de seguridad pasmosa. Un cuarto de hora absolutamente excelso que fue seguido de cuatro propinas que no olvidaré mientras viva. El pianista, magnifico, destacó por la concentración de su fraseo y atención a las dinámicas. Triunfo apoteósico, descomunal y por completo merecido.
PS. La fotografía es de Guillermo Mendo y me la ha facilitado el Teatro de la Maestranza.
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