miércoles, 6 de septiembre de 2023

Klemperer dirige Wagner (II)

El primer volumen de Klemperer dirigiendo a Richard Wagner con la Philharmonia Orchestra, ya comentado en este blog, se registró en 1960, pero no vio la luz hasta 1967. El segundo se grabó en las mismas fechas e idéntico lugar, el Kingsway Hall de Londres, pero tuvo que esperar hasta 1968. ¡Qué cosas! La reedición en la gran caja dedicada al de Breslau lo recupera con un sonido aplastantemente superior al de anteriores trasvases a CD. Eso sí, en los resultados interpretativos se aprecian serias irregularidades, aun siempre dentro de un alto nivel en el que la solidez del trazo y la claridad se encuentran absolutamente garantizadas.

El preludio del acto III de Lohengrin posee la fuerza y jocosidad propias de Klemperer, aunque sin especial garra. Da igual, porque lo increíble llega a continuación: el preludio del acto I de Los maestros cantores. Perfecta planificación, minucioso análisis del entramado orquestal –jamás se ha escuchado el diseño polifónico con semejante claridad–, gran fuerza interna, ausencia de retórica y humor sarcástico –tremendas aquí las maderas, que con increíble virtuosismo dejan su huella en el pasaje referido a los Maestros– son las señas de identidad de esta prodigiosamente tocada interpretación, que aun sin renunciar a esa contención propia del maestro está maravillosamente cantada en sus pasajes líricos y sabe (¡y quiere, en esta ocasión Klemperer quiere!) alcanzar altísimas cotas temperatura emocional. Impresionante el dominio de la agógica, particularmente en las transiciones. Y también es de admirar la manera en la que el anciano director consigue solemnidad y grandeza sin caer en lo pomposo. Lo mismo se puede decir de lo que viene a continuación, la danza de los aprendices y la entrada de los maestros, la primera de ellas con detalles de un asombroso refinamiento.

En Tristán e Isolda las cosas funcionan menos bien. El preludio del acto I arranca de manera muy notable y consigue momentos tensos y hasta rebeldes, pero Klemperer termina apresurándose y no remonta el vuelo poético, hasta el punto de que la sección final y la Liebestod que viene a continuación –en el mismo track– parecen dichos de pasada. Faltan lirismo, voluptuosidad y dimensión espiritual, con independencia de que el tratamiento de la orquesta sea portentoso.

Queda la Marcha fúnebre de Götterdämmerung: interpretación muy personal, agria, áspera y seca, cortante en su muy atractivo arranque, pero luego algo premiosa y no del todo paladeada, quizá por el empeño de Klemperer de huir de todo lo que suena a retórica y grandiosidad. Lo siento, pero aquí la lucha del maestro contra la esencia de la arquitectura no tiene sentido, y es él el que sale perdiendo. Eso sí, el final es de una sequedad y un nihilismo acongojantes.

2 comentarios:

xabierarmendariz88 dijo...

Y puestos a hacer música ficción, leí en su día que Klemperer recibió una invitación para dirigir en el Festival de Bayreuth. No recuerdo qué ópera le ofrecieron: ¿Tristán? ¿Maestros? Si no recuerdo mal, creo que aquello no progresó por cuestiones de salud del maestro. ¡Ojalá hubiera tenido ocasión de responder a esa invitación! Teniendo en cuenta las numerosas grabaciones, incluso no oficiales, que disponemos del Bayreuth de aquellos años, hoy seguramente tendríamos más Wagner completo por Klemperer. Porque el Holandés de estudio para EMI siempre me pareció muy lastrado por el intérprete de Erik, y ahora que no está muy disponible Testament, (y no aparece en las plataformas de streaming), la toma en vivo es difícil de encontrar para quienes no la tengan…

The Wolf dijo...

Xabier, si mal no recuerdo hace unos años plateamagazine entrevistó a la Bumbry con motivo de su 80 cumpleaños y en esa entrevista doña Grace comentó que entre los proyectos inconclusos de Wieland Wagner estaba contemplado un Parsifal con ella de Kundry y Klemperer en el foso. Eso hubiera sido histórico puesto que Klemperer nunca había dirigido en Bayreuth.

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