Aprovechando que íbamos a La vida breve –voy a escribir sobre ella en la próxima entrada–, un buen amigo de Onuba City me regaló una entrada para el concierto de matutino de ayer sábado 18 del Festival Fahmi & Friends, antes conocido como Festival de Música Antigua de Sevilla. Me planté por ello en la bellísima iglesia barroca de san Luis precavidamente disfrazado de lagarterana, si bien al final no hubo necesidad de ello porque al señor director del festival no se le venía por allí.
Rafael Arjona Ruz a la tiorba y a la guitarra barroca, a veces acompañado por ese magnífico clavecinista que es Alejandro Casal, ofrecieron un programa integrado por páginas de Kapsberger, Piccinini, Bach y nuestros Santiago de Murcia y Gaspar Sanz. No voy a escribir reseña del concierto, por la sencilla razón de que no tengo conocimientos mínimos para ello. Sin embargo, como no soy amigo de los artistas ni tengo relación directa alguna con la cúpula del festival, puedo permitirme –yo sí, no sé otros– escribir que la Suite para violonchelo nº 1 de Johann Sebastian me pareció una verdadera maravilla. Cierto es que con la transcripción para tiorba se pierden cosas importantes; con toda la razón, mi amigo apuntaba a la carencia de vigor rítmico en las danzas más dinámicas. Pero no es menor verdad que se gana en otros aspectos y se descubren muchas cosas nuevas, más aún en los dedos de un Arjona que hizo maravillas. ¡Qué reguladores en el preludio!
El resto del recital se disfrutó mucho, fue una exquisitez, pero Bach es Bach y la suma de su genialidad con la sensibilidad del intérprete nos llevaron a otro mundo. Lamento no aportar imágenes –la prensa, esa prensa, sí que recibe fotos y todas las entradas que hagan falta–, pero al menos les dejo una instantánea tomada antes del concierto, con la intención de que quienes no sean de estas latitudes se hagan una ligera idea de las maravillas que alberga lo que fue el noviciado hispalense de los jesuitas.
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