Llevo más de treinta años leyendo toda suerte de críticas y artículos periodísticos sobre música clásica. El más repugnante que he leído nunca es el que escribió el otro día Justo Romero, ya desde el título “Plácido, Barenboim, Pollini. Momias vivientes” (aquí en la web de Gonzalo Alonso, cómo no).
No es que me haya sorprendido, dado el perfil periodístico del que firma: un trepa de cuidado que, pese a lo muchísimo que ha viajado y escuchado, sigue sin ser capaz de distinguir una buena interpretación de una mala, mientras que ha sabido conseguir varios puestos de responsabilidad a base de sensacionalismo barato, de amedrentar e insultar gravemente a los músicos desde sus columnas, de boicotear carreras –el de Ramón Tébar es el caso más reciente– y de hacer muchísima política de pasillo utilizando sus textos para el peloteo más sonrojante (lean su oportunista artículo sobre Gustavo Gimeno). Pero esta vez se ha pasado de la raya. Lo ha hecho con respecto a Plácido Domingo –que aún puede cantar con arte ciertas cosas: le falla el fiato, no así el timbre–, mucho más en lo que se refiere a Daniel Barenboim –en absoluta plenitud musical–, y alcanza el colmo en el caso de Maurizio Pollini, un señor de ochenta años que ha tenido que ser ingresado de urgencia por un problema cardíaco grave con todo el escenario salzburgués ya lleno de espectadores. Escribir que huía de pánico ante la circunstancia que tener que tocar la dificilísima Hammerklavier es de una abyección extrema. En cuanto a ética periodística, cero.
Lo más triste es que no son pocas las personas que han aplaudido intensamente el artículo en su muro de Facebook, entre ellos algunos músicos. A ellos me dirijo.
Señora Cristina Gallardo-Domas: hizo usted bien en retirarse en su momento, porque estaba claro que ya no podía seguir adelante. Plácido sí puede, por cierto.
Señora Raquel Lojendio: en cuanto aparezca un poco de trémolo en su voz pediremos amablemente su desaparición de la escena.
Señor Manuel Hernández Silva: le he admirado muchísimos años como artista y como persona comprometida. Esto último, ahora ya no. Otro día le cuento la reacción del señor Romero cuando le dije hace años, con toda la sinceridad del mundo, que usted hubiera dirigido Don Giovanni en Valencia bastante mejor de como lo hizo Zubin Mehta. A mí me hubiera encantado escucharle alguna vez en Les Arts (corrección importante AQUÍ).
Señor Miquel Ortega Pujol: maestro, ya ha estropeado con su nula técnica y pésimo gusto musical muchas veladas operísticas gracias al enchufe de Carlos Álvarez, un señor que se dedica a imponer a sus amigos de agencia –como usted y Rocío Ignacio– porque si no, él no canta. Le convendría retirarse y escuchar discos del “acabadísimo” Barenboim, a ver si se le pega algo de su talento.
En cuanto a Justo Romero, espero no tener que leerle ni verle nunca jamás.
Crédito fotográfico de Pollini. De User:Dundak - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=6801790
6 comentarios:
Acabo de leer los dos enlaces... la mare de Deu!
Metha, Savall y Mutti, los primeros que me vienen a la cabeza, también son octogenarios. El bueno de Zubin en mayor. Supongo que conservar (por el medio que sea...) el color en el pelo les ha librado de ser calificados de "momias".
Respecto a Gimeno: mira que me interesa y , en conjunto, admiro al valenciano pero "siempre apasionado por la ópera..." será desde que tuvo noticia de ella.
Yo recuerdo perfectamente mi primera ópera en directo con 13 años... vivencia que el Maestro no disfruto por la sencilla razón de que en Valencia no existia teatro de ópera.
Las plazas operística de España tienen mucho que ver con los puertos...pero, ahi también , Valencia se ha convertido en gran ciudad portuaria hace cuatro dias.
Que confio en su inteligencia musical, su trabajo y etc. pero ni es Abbado ni Mutti ni Papanno. El tono del artículo es de traca. Si no fuera una señora educada diria que hasta vomitivo.
Los discos que estoy escuchando de Gimeno me lo muestran como un señor con una técnica considerable y una musicalidad irregular, capaz de hacer cosas importantes, cosas aceptables y coas flojas. En sinfónico, claro: la única ópera que le he escuchado es El ángel de fuego, y ahí no me ha gustado. Seguiré escuchando, a ver.
El artículo de opinión sobre Gimeno escrito por Justo Romero, obviamente, no tiene otra intención que adular a quien va a tener a partir de hora mucho poder (recuerdo ahora sus lenguetazos a gente como Cristóbal Halffter, Jesús López Cobos o Giancarlo del Monaco). Esta vez no parece que, por su su edad, esté buscando un cargo -que es lo que siempre ha hecho con su política de pasillo-, sino más bien notas al programa, conferencias y asesorías. Sacar dinerito, vamos. En el Teatro Real una vez le encargaron una cosa sobre Albéniz y lo que hizo fue entregar un "corta y pega" de su libro sobre el compositor. No volvieron a contar con él, claro. Ahora las cosas van a cambiar, ya lo verá usted.
Me da pena por lo que se refiere a Gimeno. O quizá no tanto: él debería saber que si te sirves de Mefistófeles para conseguir cosas, algún día este te pediras que tú seas su siervo. O por decirlo en plan castizo, "quien con niño se acuesta, mojado se despierta".
Yo, optimista recalcitrante, espero que Gimeno : a palabras necias, oidos sordos, para seguir con lo castizo.
Después de todo el artículo es a posteriori al nombramiento y puede ser un brindis al sol a ver si cae algo.
Gimeno tiene unas cualidades personales, mano derecha, diplomacia... que le son útiles en su carrera profesional y sabe a que árboles arrimarse.
Parezco alumna de Sancho Panza...
El artículo de Justo Romero sobre Barenboim, Domingo y Pollini es, a todas luces, excesivo. Es legítimo, naturalmente, sostener la opinión de que los tres músicos tendrían que haberse retirado, igual que habrá quien pensará lo mismo sobre Herbert Blomstedt, sobre todo después del reciente accidente que ha tenido. Pero si se quiere argumentar sobre eso, hay que hacerlo sobre bases puramente musicales bien fundadas, no utilizando solamente el criterio de su forma física o insistiendo en los problemas de salud de los interesados.
Respecto a Gustavo Gimeno, lo único que le he escuchado fue un Requiem de Verdi en San Sebastián, que francamente me interesó mucho. Gimeno acompañó muy bien las voces y condujo la obra francamente bien. Más allá de eso… Y lo de Tébar, que es cierto que como director no destaca por su sutileza, seguramente tampoco merecía las observaciones que Romero escribía sobre él. En fin…
Efectivamente, Xabier, se trata en gran medida de una cuestión de formas.
Todos estamos de acuerdo en que un artista debe saber retirarse a tiempo. Sobre si este intérprete o aquel otro debe hacerlo ya, es un asunto sujeto a discusión. Pero lo que no se puede es comenzar la argumentación llamando "momias" a los interpelados. Durante toda su trayectoria -creo que la primera crítica que le leí fue la del Romeo y Julieta de Sutej y la Sinfónica de Sevilla allá por 1991-, Romero ha recurrido constantemente a la caricatura de trazo grueso, al insulto y a la vejación. No solo en sus críticas: no oculto que a mí en el Maestranza una vez me llamó "crítico de cuarta fila", y en Granada "profundo ignorante". Supongo que en aquellos momentos debería haberle evitado para siempre, pero no lo hice: mea culpa, por no terminar de comprender cómo era el personaje. Luego he podido ir descubriendo otras cosas nada positivas sobre el mismo.
Dicho esto, no es solo cuestión de formas. Insisto en que lo más grave del artículo es lo de Pollini, porque aunque la prensa ha dejado constancia de que el pianista fue ingresado de urgencia por un problema cardíaco grave -no hay razones para sospechar que no fuera así: el teatro estaba ya repleto de espectadores-, él ha escrito que la verdadera razón era no poder enfrentarse a las obras de Beethoven programadas. Un amigo al que no le ha hecho ninguna gracia mi entrada me dice que desde el punto de vista periodístico el texto de Justo es irreprochable. Parece claro que este amigo y yo tenemos una idea muy diferente de lo que debe ser el periodismo, porque lo que Romero hace es manipular la información y ocultar datos relevantes para sostener la tesis que quiere argumentar. Periodismo amarillista y/o periodismo basura, como se le quiera llamar. Es ni más ni menos lo que hace habitualmente en España el diario El Mundo, no por casualidad el medio en el que Romero escribió durante muchos años.
Ahora sigo...
Luego está la cuestión de si esos artistas están acabados. Vamos por partes.
Pollini hace tiempo que anda mermado de dedos, pero puede seguir tocando. A mí sus últimos discos no me gustan nada, pero hay miles de aficionados a los que sí. ¿Debemos decirle que pare porque la limpieza digital no es la de antes? Me parece un disparate. Claudio Arrau grabó algunos de sus mejores discos en la era del DDD, cuando ya andaba algo torpón.
Daniel Barenboim ha pegado un bajonazo muy considerable en su salud en los últimos meses, pero musicalmente está tan inspirado como siempre y más creativo que nunca. El problema es que Justo Romero no es -nunca ha sido- capaz de reconocer cómo son las interpretaciones. Él, que sabe leer partituras -una vez le vi siguiendo con ella una Novena de Mahler en el Villamarta delante de todo el mundo: hay que ser pedante- y al parecer toca el piano, reconoce perfectamente si se ha tocado mejor o peor, pero no si se ha interpretado de esta manera o de aquella otra. Ve a Barenboim con mal aspecto físico y concentrado en la partitura y deduce, con pueril simplismo, que está dirigiendo mal o incluso que no está dirigiendo: es lo que ha escrito acerca del Concierto de Año Nuevo 2022. Así siempre. Recuerdo un Oro del Rin dirigido por Zubin Mehta con una alarmante flacidez y falta de estilo en Valencia: para él, aquello había sido sublime. Y así todo.
En cuanto a Domingo... ¡La caña que le dio en los años noventa, y cómo perdía luego el culo para contratarle repetidamente en el Palau de Les Arts cuando era "dramaturgo" de la casa! Ahora que ya no está allí, otra vez leña al mono. Significativamente, Teresa Berganza estuvo durante años dando recitales con la voz muy tocada, pero Justo siempre la ponía por las nubes. La crítica de su último recital en Sevilla producía sonrojo leerla, por la mezcla de elogios desmedidos y cursilería que derrochaba. Pero claro, este señor siempre se ha movido por amiguismos y/o enemistades, y en función del beneficio propio que podía obtener escribiendo esto o aquello.
Supongo que los artistas que se creen amigos de Justo Romero -o que saben que no lo son, pero acceden a ser utilizados por él para obtener información a cambio de reseñas positivas- seguirán haciendo piña con él, pero por mi parte me ha parecido oportuno tomar postura públicamente en este asunto. No servirá de nada: tiene demasiados contactos y gente que le debe favores. Así está la cosa.
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