Yannick Nézet-Séguin y su Orquesta de Filadelfia prosiguen su ciclo Rachmaninov para Deutsche Grammophon. Después de tres volúmenes dedicado a la obra concertante en colaboración con Daniil Trifonov, llega el primero de música sin piano solista: Sinfonía nº 1 y Danzas sinfónicas, grabaciones en vivo realizadas en 2019 y 2018, respectivamente, sin toda la calidad técnica que uno se podía esperar para la fecha. Suenan muy bien, en cualquier caso, escuchadas en el streaming HD que ofrecen Qobuz y otras plataformas.
La Sinfonía nº 1 es una obra menor pero de interés, madura con respecto a los trabajos precedentes del autor, y desde luego más sincera. El maestro canadiense ofrece de ella una notabilísima interpretación que se aparta tanto de la voluptuosidad otoñal de un Ormandy como de la adustez dramática de un Maazel o –no digamos– un Rozhdestvensky (Russian Revelation, 1990: mi interpretación favorita), para buscar un punto expresivo intermedio haciendo gala de un fraseo ágil, incisivo y nervioso, como si quisiera mirar al propio Rachmaninov en su faceta de pianista. En cualquier caso, esto no le impide hacer gala de trazo detallista, atención a las texturas y gran sensibilidad a la hora de paladear el admirable Larghetto. Muy conseguido el desgarro del clímax final, como también el carácter ominoso de la coda. Del uno al diez, le pongo un 8,5 o un 9.
En las geniales Danzas sinfónicas, Yannick vuelve a ofrecre un soberbio trabajo técnico, de pinceles finos y perfecta planificación, gracias al cual el diseño sinfónico –atención a la parte del piano– queda perfectamente explicado y brilla con los colores y las texturas apropiados. Igualmente sabe ofrecer fluidez, animación y nervio interno, quizá excesivo en la tercera sección del movimiento inicial. También un apreciable sentido de los contrastes. Desdichadamente, en los dos primeros movimientos se queda corto a la hora de poner de relieve esa atmósfera malsana, esa melancolía y esa intensidad lírica que también necesita esta música. Un 8 para ellos, mientras que el 9 se lo reservamos para el tercero, en cuya sección central Yannick sí que decide recrearse para seguidamente ofrecer un final con el adecuado carácter opresivo.La grabación de Ashkenazy con la Orquesta del Concertgebouw sigue siendo mi preferida.
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