El pasado 1 de febrero Lahav Shani, la Filarmónica de Rotterdam y Daniel Barenboim –haciendo uso de su propio piano– filmaron a puerta cerrada un breve concierto que acaba de ser ofrecido en streaming por el canal Medici TV. La primera de las dos obras es el Preludio a la siesta de un fauno. De ella el joven maestro israelí ofrece una recreación perfecta en el estilo, que suena a Debussy y no a Ravel, tampoco al pasado romántico y menos aún al futuro “bouleziano” –Jeux está todavía lejos–, pero que por lo que realmente destaca es por su intensa mezcla de concentración y voluptuosidad erótica: difícil encontrar una recreación que suena más claramente a playa del Mediterráneo al comienzo de la tarde. Y eso lo consigue Shani, faltaría más, demostrando no solo conocimiento y sensibilidad, sino también capacidad para planificar con perfecto sentido orgánico –algo indispensable en esta obra que pasa del ensueño a la intensidad, y de ahí a la total relajación– y una exquisita sensibilidad para el timbre. Formidable la flautista, no tanto el primer violín.
En el Concierto para piano nº 1 de Chopin podría uno esperar que la batuta no terminase de rimar con el concepto del piano. Pues todo lo contrario: da la impresión que el antiguo asistente de Barenboim ha querido rendir homenaje a su maestro fusionando las dos personalidades que hoy anidad en el de Buenos Aires. Por un lado hay músculo sinfónico, densidad, opulencia más o menos “germánica” y un apreciable sentido de lo combativo. Por otro, se aprecian una sensualidad, una delicadeza y –muy especialmente– una ternura que el ya venerable artista ha desarrollado plenamente solo en los últimos años: el Larghetto, dirigido con tanta concentración como poesía, es de verdadero infarto. Lástima que en los tutti la orquesta se quede algo corta.
Bueno, ¿y nuestro querido pianista? Peor de dedos, ciertamente, pero mejor que nunca en lo que a técnica se refiere, es decir, en el conocimiento de las posibilidades del instrumento para usarlas con fines expresivos. Su manera de modelar cada una de las notas, de ligarlas entre ellas, de manejar el rubato, de encresparse para luchar contra la orquesta o de adelgazar el sonido al límite –las geniales “interrogantes” sin respuesta orquestal escritas por el polaco en el segundo movimiento– es de no dar crédito.
Por lo demás, Barenboim ha alcanzado por fin el mayor grado de afinidad con el compositor. Reconozcámoslo: en aquellas ya lejanas grabaciones para EMI y en los Nocturnos para DG había cosas dignas de admiración, pero la austeridad y el carácter dramático que caracterizaban por entonces el arte de nuestro artista le impedía alcanzar la sintonía absoluta. Ahora la cosa ha cambiado. ¡Y de qué manera! No es solo cuestión de sonoridad o de fraseo, que también, sino de espíritu. Ya saben el lado “femenino” de Chopin. Cada día queda más claro en la evolución del maestro. Lo frágil, lo coqueto, lo pícaro, lo amoroso… El avance con respecto a su magnífica grabación con Andris Nelsons de 2010 es manifiesto.
En fin, no me resisto a escribirlo: esta de Rotterdam es, al menos para los dos últimos movimientos, mi versión preferida. Hagan lo que puedan por escucharla.
2 comentarios:
Gracias por la recomendación, Fernando. Lahav Shani promete mucho, sin duda. Es harto inusual que un director tan joven derroche tanto talento. Recientemente, sólo se ha visto con Nelsons.
Me gustaría recomendarle -si no la conoce, claro- la audición de una heroica por Böhm y la radio bávara. Yo conocía una en Berlín de 1962 y una dentro del ciclo que grabó en Viena el 1977. Se trata, creo yo, de una interpretación superior a estas dos, quizá porque es "en vivo". Yo, empedernido admirador del último Böhm, me he puesto a buscar una gran heroica porque tenía la corazonada que el gran director no podía haber dejado este mundo sin una interpretación que hiciese justicia a esta obra maestra. Y, en efecto, existe.
No alcanza la genialidad de Furtwängler o Klemperer en la obra, pero su grandeza es indiscutible.
Se trata del mejor Böhm, del Böhm que, con un magisterio similar al que demostraba con Mozart o Brahms, mantiene escrupulosamente el equilibrio y la belleza formal sin renunciar en absoluto a la expresividad, al drama que late entre las notas. Emoción contenida, se trata del mejor clasicismo.
Lo que dices del Chopin de Barenboim en sus primeros años se puede aplicar con bastante generalidad a los discos para EMI, pero en los Nocturnos, para DG, algo posteriores, lo que dices lo encuentro bastante parcial: junto a interpretaciones muy "dramáticas" de algunos de ellos hay algunos otros de extremado lirismo y dulzura. Angel Carrascosa.
Publicar un comentario