Me ha resultado problemático volver a escuchar la interpretación de Má vlast/Mi patria que registraron Eliahu Inbal y la Sinfónica de la Radio de Frankfurt en octubre de 1988 para el sello Teldec. Pero no por la calidad de la interpretación, que se encuentra entre las mejores, sino por un problema doméstico: digamos que a mi nuevo vecino no le gustan los extremos contrastes dinámicos de los seis poemas sinfónicos de Smetana. Lo peor de todo es que a partir de ahora me voy a ver muy limitado a la hora de escuchar música orquestal, algo que trastorna mi vida sobremanera; tengo previsto insonorizar –más aún– la habitación, pero hasta que logre hacerlo he de moderarme mucho. Si alguien me puede dar pistas –sí, ya se que hay que contratar a profesionales y que la cosa cuesta entre tres mil y cuatro mil euros– le quedaré muy agradecido.
Bueno, vamos a la interpretación. Ya en Vyšehrad, el maestro israelí deja claro que su visión de la obra va a ser ante todo áspera, escarpada y dramática, pero también que no solo no va a buscar sus fines con tempi premiosos y gran electricidad, sino que lo hace dejando que la música fluya con enorme delectación, con concentración y con fluidez, planificando de maravilla las transiciones y alcanzando los clímax con plena naturalidad.
En El Moldava las cosas funcionan menos bien: frente a una maravillosa escena nocturna, nos encontramos con unos rápidos del río deficientes en el equilibrio de planos sonoros. La escena amorosa de Šárka no es la más sensual posible (¡Barenboim aquí es incomparable!), pero a cambio su final te deja con el corazón en un puño.
Inbal vuelve a tomarse las cosas sin prisas en Por los bosques y prados de Bohemia, que tras un arranque de una grandeza un punto inquietante –lo que resulta por completo pertinente– desgrana las melodías y los ritmos con plena delectación sin caer en pintoresquismo alguno, para rematar en un final bronco y dramático a más no poder. Tábor posee el adecuado carácter sombrío; la sonoridad ocre y áspera de la orquesta –la toma sonora puede influir– resulta idónea para los fines expresivos. Blaník, finalmente, está expuesta con una lógica y una claridad admirables, amén de con extraordinaria cantabilidad en el fraseo, navegando con perfecto sentido orgánico desde el amargor inicial hasta la grandeza –en absoluto retórica– de su conclusión.
De propina, tres números de La novia vendida en una lectura electrizante, con mucha chispa y sentido rústico, mas sin caer en lo tosco. Doble CD por completo recomendable.
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