El israelí Lahav Shani (Tel Aviv, 1989) debutaba al frente de la Filarmónica de Berlín el pasado mes de septiembre, y lo hacía en compañía del pianista Francesco Piamontesi con un programa integrado por el Concierto para piano nº 27 de Mozart y la Primavera de Schumann. Teniendo en cuenta que su mentor Daniel Barenboim había ofrecido no hace mucho junto a la formación berlinesa ese mismo KV 595 y la Sinfonía nº 4 del marido de Clara, versiones absolutamente descomunales las dos, había mucho morbo por comparar.
En mi opinión, estas interpretaciones de Shani no se parecen en nada a las del veterano maestro. Su Mozart es mucho más ágil e incisivo en la articulación -sin intento de resultar “históricamente informado”-, mientras que en lo expresivo el enfoque sensualísimo, humanista y un punto otoñal de Barenboim se ve sustituido por un prisma juvenil, fresco e impulsivo, con su punto de efervescencia y no pocos claroscuros, pero sin renunciar a algo tan fundamental en la música del de Salzburgo como es la cantabilidad. Piamontesi, de extraordinaria depuración en el toque y exquisita musicalidad, sintoniza por completo con el planteamiento y sabe ser ágil, risueño y luminoso al tiempo que desgrana las melodías con incuestionable belleza. De propina, una maravillosa recreación del exquisito adagio de la Sonata para piano nº 12 KV 332.
La Sinfonía nº 1 de Schumann sigue parecidos parámetros: agilidad, incisividad y frescura. Hay baquetas duras (¡bienvenidas sean!) en los timbales y una clara renuncia a buscar el Schumann “protobrahmsiano” que tanto le gusta a Barenboim. Pero tampoco, mucho ojo, se cae en el error habitual en que incurren los directores que buscan el Schumann más esquizofrénico y efervescente: el exceso de nerviosismo. Todo está soberbiamente hilado e impecablemente expuesto, dentro de un espíritu adecuadamente “primaveral” en el que no hay espacio alguno para languideces ni, menos aún, para la pesadez o la morosidad. ¿Qué falta? Una dosis mayor de efusividad, de variedad expresiva y de vuelo poético. Hay que dar tiempo al todavía joven Shani a que considere todas las cosas que tiene que decir. Desde luego, sabe decirlas.
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