Lo que ocurre es que él mismo, trece años más tarde, llegará aún más lejos en poesía y hondura en la inenarrable filmación en el Royal Festival Hall con una lectura grandiosa y olímpica, de dimensiones absolutamente filosóficas, en la que a pesar del extremo rigor de la arquitectura, el absoluto control de los medios y el rechazo de todo lo temperamental, se ponen de relieve los aspectos más atormentados de la música beethoveniana. Más que contemplación panteísta de la naturaleza, lo que hay aquí es un conflicto entre el ser humano y su existencia en el que la belleza y el dolor se funden como dos caras de la misma moneda. La escena junto al arroyo, paladeadísima y beneficiadas de unas maderas tan sublimes en su canto como alejadas de la dulzura superficial, alcanza en este sentido dimensiones acongojantes: del mejor Beethoven jamás escuchado. Y la danza campesina, por descontado, puro sarcasmo marca de la casa.
La toma sonora –monofónica– presenta aquí todavía más deficiencias que el registro en estudio, a pesar de lo mucho que ha mejorado en Blu-ray frente a lo que todavía circula en YouTube. Pero poder ver a Klemperer, con medio cuerpo paralizado, legándonos un testamento de semejante calibre, supone un verdadero impacto para cualquier melómano con sensibilidad. No se lo pierdan.
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