miércoles, 17 de julio de 2019

El Prokofiev de Previn para Philips

Después de grabar al frente de la Sinfónica de Londres una importante serie de discos dedicados a Serguei Prokofiev para el sello EMI, incluyendo muy logradas grabaciones completas de Romeo y Julieta y La Cenicienta, André Previn comenzó junto a la Filarmónica de Los Ángeles una integral de las sinfonías del autor de Pedro y el lobo editada por Philips. Nunca llegó a terminarla, porque solo salieron tres compactos. Vamos a repasarlos.



El más conocido, que llegó a reeditarse en serie media, es la que incluye las sinfonías nº 1 y 5. Sobre la interpretación de la Sinfonía clásica ya la comenté en una discografía comparada:
"Lógicamente mejor grabada que su recreación con la London Symphony, esta nueva grabación de Previn vuelve a dar en la diana en lo que a transparencia e idioma se refiere, ganando quizá ahora un punto de agilidad pero pinchando en el segundo movimiento, cuya sección central resulta en exceso rápida y está tratada de modo pimpante."
Le puse de nota un ocho. Un punto más le pondría a la Sinfonia º 5. Doce años después de su registro previo en Londres de la misma partitura, Previn vuelve a dejar testimonio de su absoluta sintonía con el lenguaje de Prokofiev, de su enorme capacidad para planificar la arquitectura, de su absoluta atención a los detalles sin perder de vista el trazo global, como también de su perfecta mezcla de frescura y convicción expresiva, en una lectura de inmejorable ortodoxia y muy alto nivel. Ahora bien, da la impresión de que el maestro no se encuentra ahora igual de inspirado que en aquella memorable ocasión, sobre todo en un primer movimiento ligeramente más rápido, más lineal y bastante menos opresivo. El segundo, siendo magnífico, parece haber perdido un poco de mala leche. El tercero vuelve a resultar antes dramático que atmosférico, y en el cuarto Previn vuelve a convencer por completo sabiendo bucear en los pliegues de la página hasta conducirla a un final cargado de dobles intenciones, aunque no sé si ligeramente menos cargado de ponzoña que en la anterior ocasión. La toma sonora sí que es ahora muchísimo mejor: transparente, natural y de una amplísima gama dinámica. Eso sí, hay que poner el volumen bien alto.



El siguiente disco, grabado en marzo de 1987, incluye de plato fuerte la extraña Sinfonía nº 6. En ella el maestro se olvida de los aspectos más externos de esta música y va directamente al lirismo, la melancolía y el espíritu pesimista que anida en los pentagramas, recreándolo con ese perfecto conocimiento que tiene del lenguaje del compositor y trabajando a la orquesta con su espléndido dominio de la batuta. Falta, lástima, un punto más de intensidad emotiva, como también de carácter opresivo, para redondear los resultados. La de Rostropovich y, en menor medida, la de Ozawa, son mis grabaciones favoritas.

Como complemento viene la Suite escita. A priori, ideal para las maneras de Previn, pero a la postre una soberana decepción. Por descontado, el maestro hace gala de tanto de su incuestionable conocimiento del idioma de Prokofiev como del sentido del color y de la narración que le caracterizan, pero lo cierto es que en comparación con los prodigios obrados aquí por Abbado y Celibidache se queda bastante corto, al menos en los dos números iniciales: el primero de ellos parece planificado de manera superficial, sin calcular bien la potencialidad expresiva de las tensiones ni analizar a fondo el entramado orquestal, mientras que el segundo parece confundir el sentido de “la brutalidad” con lo tosco o lo precipitado. Mucho mejor el tercero, rico en las texturas aunque lejos de los dos maestros arriba citados, y no hay apenas reparos para un cuarto de magnífica ortodoxia y muy convincente, aun sin llegar en su clímax final a lo visionario. La toma, a volumen muy bajo, es bastante buena pero no llega a ser excepcional

 

El tercer y último disco de la serie se registró en 1989. En el programa, la Sinfonía concertante para violonchelo y la Sinfonía nº 7. En la primera de las obras referidas, el maestro ofrece otra vez una dirección perfecta de estilo (¡eso por descontado!), dicha con absoluta lógica, claridad y plena atención a las texturas orquestales, particularmente a aquellas en las que el autor despliega su particular sentido onírico, pero siempre dentro de una visión que, necesitada quizá de un punto mayor de intensidad, se interesa más por los aspectos líricos de esta música que por sus ángulos, por su humor corrosivo o por sus aspectos dramáticos. Bueno, es una posibilidad. Heinrich Schiff comulga plenamente con esta visión, pero el problema, aun sin que se le puedan negar las buenas intenciones expresivas, es el de siempre en este chelista: un sonido bonito pero no del todo rico al servicio de una expresividad un punto blanda y falta de carácter.

Para la Sinfonía nº 7 Previn se inclina, desafortunadamente, por la versión con ese "final feliz" que el compositor escribió por compromiso. En su registro con la London Symphony ya había alcanzado un buen nivel. Adoptando tempi ligeramente más lentos, salvo en un Andante expressivo ahora menos paladeado, lo cierto es que en Los Ángeles no mejora su primer acercamiento discográfico a la partitura con esta nueva aproximación, más lírica y quizá también más refinada, pero un punto menos intensa y vibrante que la anterior.

Muy en resumen, interpretaciones de notable alto que solo en el caso de la Sinfonía nº 5 alcanzan el sobresaliente, y que en la Suite escita se quedan bastante por debajo. Discos para muy amantes de Prokofiev, entre los que me cuento. Los demás pueden prescindir de ellos.

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