Efectivamente, escuchando este Schumann no se aprecia rastro alguno de genialidad, como tampoco de especial personalidad. Sin embargo, en ningún momento la labor de Previn abandona la excelencia: tanto desde el punto de vista técnico –planificación ejemplar– como desde el expresivo –la sintonía con el autor es enorme–, el maestro deja bien claro que su misión no es otra que poner las notas en su sitio de la manera más ortodoxa y sensata posible, haciéndolo con máxima musicalidad y plena convicción. Y es que aquí está todo Schumann, con su fraseo alado mas no ingrávido, su mezcla de agitación y lirismo sin que esto signifique esquizofrenia, su capacidad para moverse entre lo rotundo y lo delicado evitando el amaneramiento, su intensidad poética… La Sinfónica de Londres se encuentra tratada con enorme plasticidad, frasea sin precipitación y ofrece admirables intervenciones solistas. ¿Y Lupu? Pues aquí sí que se aprecian detalles personales de enorme altura, pero a la postre su visión de la obra se mueve en la misma admirable ortodoxia de la batuta, siendo capaz de cantar las melodías con enorme aliento poético pero también (¡qué manera de modelar el sonido!) mostrándose viril y hasta rotundo cuando debe. A la postre, hay que ir a Barenboim/Celibidache para encontrar algo netamente superior, aun sin olvidar las grabaciones maravillosas de Arrau/Dohnanyi, Arrau/Davis y De Larrocha/Davis.
La página de Grieg recibe una lectura sincera, intensa y con mucha garra, objetiva en el mejor de los sentidos, amén de perfecta en lo estilístico –suena a Grieg, no a Schumann–, en la que Previn vuelve a demostrar un extraordinario manejo de la orquesta y Lupu un virtuosismo portentoso sin que ninguno deje de atender a las diferentes facetas expresivas de la obra, por mucho que se inclinen un poco más por la extroversión que por el aliento humanístico. Eso sí, ni el primero alcanza la fuerza poderosa de Dohnányi ni la belleza suprema de Colin Davis, ni el segundo la inspiración poética suprema de un Arrau o la fuerza dramática de un Gilels. Incluso a veces, pese a la riqueza de su pulsación, el pianista rumano se encuentra tan volcado en la brillantez que parece dejarse cosas en el tintero. Espléndida interpretación, en cualquier caso, a la que colabora en buena medida una Sinfónica de Londres en perfecta forma. Un disco que hay que conocer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario