martes, 18 de diciembre de 2018

Siete versiones de las Estampes de Debussy, de Gieseking a Perianes

Mañana miércoles presenta al público Javier Perianes su nuevo disco, que se inserta dentro de la colección que Harmonia Mundi está dedicando a Claude Debussy: el libro primero de los Preludios y las tres Estampas. Pude escuchar un anticipo hace unos días gracias a la plataforma Tidal, lo que me animó a realizar una pequeña comparativa discográfica cuyos resultados les presento ahora, justo en el mismo orden en que realicé la audición, no sin antes recordarles los títulos de estas tres pequeñas joyas escritas en 1903 y estrenadas por Ricardo Viñes: Pagodes, La soirée dans Grenade y Jardins sous la pluie. 



Comienzo escuchando a Perianes. Lo disfruto mucho, particularmente en el segundo movimiento, pero no tomo notas todavía. Sigo con quien en su momento me descubrió el tríptico, Claudio Arrau (Philips). Sigue siendo mi versión favorita. Lo interesante del maestro chileno es que no solo ofrece una pulsación limpísima y de variedad infinita, un fraseo maravillosamente natural y flexible, belleza sonora a raudales y una expresión repleta de sugerencias, de atmósfera y de poesía, sino también un enorme sentido de las tensiones y de los claroscuros, organizando la arquitectura con una construcción de lógica aplastante en la que la fuerza de los acordes y la minuciosidad en las dinámicas consiguen enriquecer la expresión de manera asombrosa. Una toma excepcional redondea una interpretación irrepetible.


Decido continuar con Lilya Zilberstein (DG). Poco o nada interesante, la verdad: la pianista rusa evidencia una solvencia considerable, pero su aproximación resulta algo parca de colorido y limitada en cuanto a matices expresivos, lineal y poco poética, amén de seca en el desarrollo de las atmósferas. En el tercer movimiento, que es donde más puede lucir su agilidad digital, alcanza los mejores resultados.


Mucho más estimulante, por su singularidad, la recreación de Zoltán Kocsis (Philips). Aunque la depuración sonora, la capacidad para la sugerencia y la atención al detalle exquisito sean dignas de admiración, el pianista húngaro ofrece una lectura atípica caracterizada por su electricidad interna y apasionamiento, de un arrebato que roza el nerviosismo en Pagodas, pero también capaz de ofrecer maravillosos rubatos en el segundo movimiento. En el tercero, con más razón que en ninguno, el nervio se pone en primer plano y las aristas quedan admirablemente resaltadas. Una propuesta distinta, sin duda discutible, pero de gran atractivo.


Aun sin llegar a alcanzar la claridad y la depuración sonora de un Arrau, Daniel Barenboim (DG) coincide con el maestro chileno en su aproximación no solo hermosa, sensual e impregnada de misterio, sino también repleta de pliegues expresivos, cargada de tensión en sus acordes y por momentos muy inflamada, aunque siempre bajo el más absoluto control. Admirable el sonido del nuevo “piano Barenboim”, al que su propietario hace sonar otorgando un peso apreciable a las notas, sin dejarse llevar por el tópico del impresionismo etéreo. Enorme recreación.



Aseguran los expertos que Walter Gieseking (EMI) fue uno de los grandes intérpretes de Debussy. Pues vale. El mítico pianista franco-alemán opta por unas interpretaciones rápidas y alejadas del tópico impresionista, sin estar por ello fuera de estilo, pero a mí en absoluto me termina de convencer. El primer movimiento está muy bien tocado y no excluye precisamente el conflicto en su clímax, pero globalmente se echan de menos riqueza en matices y magia sonora. El segundo resulta francamente lineal, incluso insípido. En los Jardines bajo la lluvia, sin todo el encanto posible, hay que agradecer los buenos juegos con la gama dinámica, muy bien recogida por una toma monofónica de 1954 que en la reciente recuperación en HD resulta bastante potable.


Alain Planès (Harmonia Mundi) opta por la lentitud y las sonoridades difuminadas para una interpretación absolutamente francesa y tópicamente impresionista, es decir, sensualísima y evanescente, embriagadora en el color, atmosférica a más no poder y llena de sugerencias. Pero por ello mismo un tanto unilateral y no poco autocomplaciente, también algo artificiosa y no del todo sincera, lo que no impide al pianista ofrecer un clímax muy arrebatado en la velada granadina ni relevarnos frases muy cantables en los jardines para atender a la ternura infantil a la que alude el programa.


Y vuelta a Javier Perianes, al que hecho este repaso puedo valorar más adecuadamente. Adoptando una sonoridad más leve –aunque por fortuna no más difuminada– y tempi aún más lentos que los de Planès, el de Nerva también apuesta por la ensoñación, la atmósfera plena de sugerencias y el detalle delicado, mucho antes que por las tensiones y los pliegues tanto sonoros como expresivos, pero lo hace con más propiedad e inspiración que su colega, sin esos detalles de narcisismo que perjudicaban aquella lectura, también –todo hay que decirlo- sin ese arrebato tan interesante que llegaba a alcanzar en el segundo movimiento, pero alcanzando globalmente una mayor magia poética. En los Jardines bajo la lluvia, nuevamente, la inocencia infaltil se impone sobre lo tormentoso.

A tenor de lo dicho, recomiendo a todo el mundo conocer las grabaciones de Claudio Arrau y Daniel Barenboim, aunque asimismo me parece necesario escuchar las propuestas extremadamente distantes entre sí, y por ende complementarias, de Kocsis y Perianes para comprender las muchas posibilidades que alberga esta música maravillosa. Otro día les cuento sobre los Preludios de Javier, aunque antes tendré que hablar sobre el memorable recital de Achúcarro en el Maestranza de ayer lunes, en el que precisamente el pianista vasco interpretó La soirée dans Grenade.

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