Como alguien está difundiendo una versión muy parcial e interesada de los
hechos, me veo obligado a explicar por qué abandoné por segunda vez la revista
Ritmo.
Antes debo decir que yo había sido lector regular de la misma desde 1990. Que
me gustaba mucho y que había aprendido una barbaridad, especialmente de los
críticos Pedro González Mira y Ángel Carrascosa. Años más tarde pude conocer a
este último a través del jerezano José Luis De la Rosa, y se me ofreció una
oportunidad para colaborar que acepté con muchísima ilusión. Estuve escribiendo
durante largo tiempo hasta que en 2013 lo dejé por desacuerdo con la línea que
estaba adoptando la publicación, particularmente en lo que se refiere a la
cantidad de reseñas que, realizadas con considerable esfuerzo, se quedaban sin
publicar. Así se lo expuse al por entonces redactor jefe, Pedro González Mira;
creo que con respeto y educación, lo que no impidió que la réplica de éste fuera
extremadamente dura.
Año y medio más tarde mi entonces amigo Gonzalo Pérez Chamorro se había
convertido en nuevo redactor jefe y me ofreció retornar. No sin pensármelo
mucho, acepté. Me hizo un envío de discos en el que había cosas buenas y cosas
menos buenas –Currentzis, Barshai, Chailly, Gardiner–, y además le escribí un
par de artículos temáticos. A los pocos meses me realizó un nuevo envío,
aseguraba él que muy valioso. Pero para ahorrar dinero lo mandó a través de una
agencia de transportes nueva que, cómo no, perdió el paquete aquí mismo en
Jerez. De poco sirvieron las disculpas del transportista, que por cierto parecía
tener un despiste monumental.
Pues bien, a través de mensaje de texto le pregunté a Gonzalo si me podía
mandar otra cosa. Me respondió que no, que de momento ya no quedaba nada que me
pudiera enviar. Creo que no decía toda la verdad: le hubiera resultado
facilísimo hacer llegar alguna cosa de Ferysa, distribuidora que también era
responsabilidad suya. Quedando un tanto desconcertado, aproveché para rogarle
que me abonara lo que me correspondía por los dos artículos temáticos referidos.
Me replicó que en la nueva etapa ya no se pagaba por ellos, que esa cifra
–meramente simbólica, por no decir ridícula– que se daba en la época de González
Mira había pasado a la historia. Al preguntarle cómo podía ser eso, me contestó
lo que nunca tenía que haberme contestado: que si yo no conocía el significado
de la palabra “colaboración”.
Ahí sí que me mosqueé, por la chulería demostrada. Y la poca vergüenza,
porque colaborador en una publicación periódica significa escribir con cierta
regularidad sin formar parte de la plantilla de la empresa –es decir, sin estar
en la redacción cumpliendo un determinado horario y cobrando un sueldo fijo–,
pero no abstenerse de percibir una remuneración a cambio de los servicios
realizados.
De este modo, un poco a la desesperada, le pregunté si, como compensación
ante la pérdida de los discos enviados y de no cobrar unos artículos que yo
pensaba que no había escrito gratis, me podía conseguir entradas “de crítico” de
los dos conciertos que Barenboim iba a ofrecer en Barcelona y que –que yo
supiera– nadie iba a cubrir. Más o menos con estas palabras, me soltó aquello de
que “qué me había creído yo”, que menuda caradura. Así las cosas, le pedí que me
diera alguna razón para seguir en Ritmo, con la respuesta esperable: que si
quería, que me largase. Y me fui.
Espero que la cosa haya quedado clara. Mi marcha no fue resultado de que no
me buscaran entradas para el Palau barcelonés, sino de la actitud de un señor
que había pasado de ser un colaborador más a convertirse en el peor de los jefes
del periodismo: el de “si escribes es porque te hacemos un favor, y si no te
gusta, te largas”.
Lo que ha venido después lo sabrán ustedes. La mayoría de los históricos se
han ido. Ha entrado varios amigos de Gonzalo, entre ellos el muy despistado
Javier Extremera como nuevo crítico estrella. El peloteo a Sony Classical –uno
de los pocos sellos que pone publicidad– es descaradísimo. Y se están publicando
cosas de auténtico bochorno, entre ellas la demoledora crítica al soberbio
recital de Kian Soltani en DG del que espero hablarles en la próxima entrada. De
momento, espero haber aclarado las razones de mi desencuentro con Ritmo, una
revista que me gustaría mucho que sobreviviera bajo otro formato y con una línea
completamente nueva. Aunque eso lo veo bien difícil.
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
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