En fin, uno pensaba que a estas alturas las cosas estaban bien claritas. Pues no. Aunque en esta entrada ya hablé del tema y les anuncié un vídeo de Tilson Thomas imprescindible para terminar de descubrir de qué va el asunto –aunque me parece que la mayoría de los amantes de la música del autor lo tenemos claro desde siempre–, me veo forzado a repetir. Después de las amenazas recibidas por su Lady Macbeth, Shostakovich tuvo que meter en un cajón su tan genial como pesimista Sinfonía nº 4, efectuar un giro estético y ponerse manos a la obra para ofrecer algo que apaciguara a la cúpula del régimen. Pero lo hizo con tal rebeldía ("eppur si muove") que logró darle a todo el mundo –incluido el despistado Mravinski– gato por liebre disfrazando de "realismo socialista" una partitura llena de mala baba y marcada por las dobles intenciones. De este modo, la Sinfonía nº 5 incluye una marcha grotesca y repulsiva a más no poder, un scherzo de humor nada liviano y un Largo de lirismo lacerante, rebelde y agónico (¡qué clímax!) para culminar en un final opresivo y axfisiante cuya significacíon política no es escapa a nadie que tenga oídos para escuchar: una burla en toda regla de las presuntas grandezas del comunisno.
Obviamente, estas cosas hay que saberlas atender desde el podio. Si te empeñas ofrecer triunfalismo, harás pensar que esta obra no es más que una sucesión de efectos de cara a la galería. Pero si optas por la retranca, revelarás la manera en la que el autor logró tomarle el pelo al personal y pasar de estar en el punto de mira del régimen a convertirse en uno de sus músicos favoritos. No tengo idea de cómo lo habrá hecho Axelrod, pero sí de quiénes han servido discográficamente el asunto de la manera más convincente: Previn, el recientemente fallecido Rozhdestvensky, Haitink, Sanderling y, por supuesto, Tilson Thomas en el vídeo de los Proms de aquel memorable concierto al que tuve la oportunidad de asistir. Procuren escucharles.
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