miércoles, 2 de mayo de 2018

Harding y Pires: Beethoven "cajita de música"

No todo el Harding reciente iba a ser bueno: he tropezado con este disco, registrado con excepcional toma sonora en el año 2013 por el sello Onyx, en el que el maestro de Oxford y la Sinfónica de la Radio Sueca unen sus fuerzas a las de Maria João Pires para ofrecer los conciertos para piano nº 3 y nº 4 de Beethoven, y me ha parecido francamente desafortunado.


Aquí Harding, como en su antiguo disco de oberturas beethovenianas, decide usar una orquesta de instrumentos modernos modelándola bajo criterios históricamente informados. Ya saben: articulación ágil y recortada, sonoridades sin densidad, cuerda con vibrato limitado, vientos con más protagonismo del habitual, baquetas duras en los timbales... Opción muy respetable y, a todas luces, bien fundamentada en lo filológico, pero que solo funciona si hay detrás un director con una idea clara y convincente detrás. No es el caso del británico, que mira en demasiadas direcciones expresivas –a ratos rústico y vibrante, a ratos leve a más no poder, repipi en algún momento– sin decidirse por ninguna de ellas.

Peor, mucho peor, es el caso de la pianista lisboeta. En ella no hay pretensión historicista alguna: su idea, como tantas veces, no es otra que la de ofrecer un sonido lo más bello posible, refinado y delicado hasta el delirio, voluntariamente ajeno a cualquier clase de contraste tanto sonoro como expresivo y, desde luego, alejado de eso que entendemos como "pathos beethoveniano".

Así las cosas, los dos artistas adoptan para el Concierto para piano nº 3 un enfoque ora delicado, ora risueño, pero carente por completo de gravedad. Los resultados son bastante fríos en el primer movimiento. En el segundo se ofrece una depuración sonora extrema –asombrosos diálogos entre los solistas de la orquesta y el piano– y una concentración en el fraseo verdaderamente mágica, pero sin que la auténtica poesía haga su aparición. Agilísimo, chispeante y con detalles de coquetería un Rondó que mira de manera directa e indisimulada a Wolfgang Amadeus Mozart.

Si semejante punto de vista resulta muy discutible en el Tercero, pero válido si tenemos en cuenta que las deudas con el clasicismo existen en la partitura, en el Cuarto las cosas parecen mucho más graves. Lo siento, pero aquí no vale un piano "cajita de música", tan insulso en el fraseo y tan tímido en la expresión, por más que de vez en cuando –final del Andante con moto– nos regale detalles de enorme clase. Harding, por su parte, ofrece una dirección resulta anémica en el primer movimiento, insulsa en el segundo y más bien nerviosa, por momentos saltarina, en el tercero.

En fin, nada nuevo que yo sepa con respecto a la Pires: Beethoven no es lo suyo. En cuanto a Harding, nadie diría que en tan solo un año después de grabar este disco sus planteamientos en los conciertos beethovenianos iban a cambiar de manera considerable. Pero eso lo explicaré en otra entrada.

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