domingo, 23 de abril de 2017

Málaga acierta con Hernández Silva

He escuchado muchas veces a la Orquesta Filarmónica de Málaga en el Villamarta, la mayoría de ellas en su foso de ópera, pero nunca había sonado tan bien (¡qué cuerda tan empastada!) como lo hizo la noche de ayer sábado 23, con Lalo, Gershwin y Márquez en los atriles, bajo la dirección de Manuel Hernández Silva (web oficial). Mucho mejor, sin ir más lejos, que el pasado febrero en el Teatro Cervantes con Díez Boscovich en el homenaje a John Williams. No cabe la menor duda de que los malagueños han acertado prorrogando su titularidad hasta 2020, porque el maestro de Caracas posee una técnica muy sólida que saca excelente partido de una formación ciertamente desigual, a veces problemática, que necesita una batuta con riendas firmes, gran seguridad, ideas muy claras y –no menos decisivo– buen talante para que los músicos que la integran estén a la altura de las circunstancias.


Al margen de las cuestiones puramente técnicas, fue un buen concierto en lo interpretativo. Bueno sin más. Tampoco es que se pueda hacer mucho con la Sinfonía española de Lalo, pintoresquismo más bien banal que necesita una interpretación de primera fila para ocultar la mediocridad de algunos de sus temas. A mi entender, Hernández-Silva y el violinista Svetlin Roussev alcanzaron ese nivel en un Intermezzo maravillosamente paladeado, sensual y emotivo a más no poder, con un ritmo de habanera capturado a la perfección. El resto fue más que solvente: el solista hizo gala de virtuosismo sobrado y buen gusto, mientras que la batuta convención, paradójicamente, por no resultar muy francesa, es decir, por no empeñarse en resultar indolente y difuminado, ofreciendo por el contrario una muy apetecible dosis de músculo, de empuje y de densidad tanto sonora como expresiva. Roussev regaló una propina virtuosística de sabor eslavo que no logré identificar.

Muy bien trazada, más acertada con el ritmo que con el color y quizá no del todo depurada en lo sonoro, la interpretación de Un americano en París, en cualquier caso dicha con manifiesto entusiasmo y gran comunicatividad. Francamente bien primer violín y trompeta en sus decisivos solos. Lo mejor del concierto vino con el Danzón nº 2 del compositor mexicano Arturo Márquez, sencillamente ideal para las maneras de hacer de un Hernández-Silva festivo a tope al que su formación vienesa no logra disimular su procedencia: no se puede ser más idiomático ni más entusiasta. ¿Hay ya alguna duda en que, como se asegura por ahí, este señor fue el maestro de Dudamel? La Filarmónica de Málaga le siguió absolutamente rendida a sus pies. De propina ofrecieron la Conga del Fuego de Arturo Márquez –encore favorita de Dudamel–, dicha con las mismas virtudes que la pieza anterior aunque aquí con evidentes excesos de la percusión: deberían calibrar mejor la acústica del Villamarta. El público se desbordó de entusiasmo y todo el mundo se fue contento.

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