El israelí, eso desde luego, deja bien clara su categoría como solista haciendo gala de un sonido bellísimo, afinado y firme como pocos; una ligera vacilación al final del segundo movimiento de El verano se limita a evidenciar que nuestro artista es mortal. Asimismo Zukerman se muestra capaz de sortear cualquier reto virtuosístico y de frasear con enorme holgura. Pero lo cierto es que su acercamiento a Vivaldi deja que desear, sobre todo en lo que a la parte orquestal se refiere. El problema no radica tanto en el músculo excesivo con que hace sonar a la English Chamber, por lo demás soberbia, ni en la articulación en exceso tradicional, sino en una óptica que quiere ver al barroco desde una óptica más bien cercana al clasicismo, y que por ende aborda con un carácter en exceso noble y apolíneo, incluso humanístico, una música que pide a gritos un acercamiento vivaz y contrastado, lleno de los violentos claroscuros, de la agitación y del sentido teatral propios del estilo. Tampoco ayuda precisamente el clave de Ledger, puro años setenta en su coquetería y en sus salidas de tono, imaginativas en el peor de los sentidos.
Hay además en este registro un borrón muy considerable, y es el segundo movimiento de El invierno: muy discutible la blandura y el ensimismamiento excesivo de la dirección, y por completo inaceptables los portamentos del violín y las cursiladas del continuo. La grabación es buena: he tenido la oportunidad de escucharla en una remasterización casera que circula por internet devolviendo la imagen sonora cuadrafónica original. En cualquier caso, los resultados artísticos me han dejado un sabor agridulce en los labios.
3 comentarios:
Una pregunta (otra): ¿cuál es su versión favorita de Las Cuatro Estaciones (o la favorita dentro de cada estilo)?
Hay interpretaciones con grandes orquestas sinfónicas, y otras con orquestas más camerísticas, ya sean con instrumentos originales o no.
Confieso no ser coleccionista de grabaciones de esta obra. De las que tengo, la que más me gusta es la primera de las que grabó Fabio Biondi, aunque no quiero renunciar, ya en una línea no historicista, a la impresionante de Gil Shaham. Para una isla desierta, las dos. Un saludo.
¡Muchas gracias! Un saludo.
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