Segunda parte muy, pero que muy distinta: nada menos que Gustav Mahler y su La canción de la Tierra. Me ha sorprendido gratamente la labor del maestro madrileño Miguel Romea, quien ha ofrecido un Mahler directo, encendido, sincero, en absoluto decadentista, mucho antes preocupado por la expresión que por el preciosismo. En cualquier caso, unos movimientos me han gustado más que otros: soberbio el primero, muy notables los dos siguientes, flojo el cuarto –no comprendo algunas decisiones de planificación–, correcto el quinto y, en general, notabilísimo el sexto. En lo que a la orquesta se refiere, no me terminaron de convencer los violines a la hora de enfrentarse a la exigente escritura mahleriana, pero las maderas me parecieron formidables y los metales funcionaron a la perfección. ¡Así se hacen las cosas, sí señor!
El tenor era Robert Dean Smith. Tiene la voz de Tristán –creo haberle escuchado ya dos o tres veces en directo el personaje wagneriano–, lo que significa potencia, robustez y brillo por arriba. Eso ya es mucho a la hora de afrontar su dificilísima parte, pero no suficiente. A veces la línea de canto sufría lo suyo, aunque curiosamente fue en El borracho en primavera (¿dónde tenía Mahler la cabeza cuando escribió esta barbaridad para los tenores?) donde mejor estuvo. De matices, escasito.
Queda Waltraud Meier. En su reciente Elektra del Met parecía que había mejorado en lo vocal con respecto a sus últimas actuaciones. Esta mañana, tristemente, ha mostrado con claridad las insuficiencias derivadas de la edad, como ya ocurriera cuando le escuché esta misma obra en Valencia hace cinco años. Pero el arte que desplegara en sus tres grabaciones de la obra sigue intacto. Como las comenté aquí en su momento, me libro de repetir lo ya dicho. Simplemente añado que en Madrid ha ofrecidos muchas frases absolutamente maravillosas junto a otras que apenas se proyectaban por la sala –la mezzo alemana no puede ya con De la belleza– y otras que estuvieron regular. Ni siquiera sus Ewig sonaron como debían haber sonado, lo que no impidió que en ese momento se me humedecieran los ojos como nunca lo habían hecho escuchando esta sublime música. Grande, grandísima artista.
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