En segundo lugar, porque la labor del foso es sublime. Barenboim se encuentra en estado de gracia: nada que ver con su algo decepcionante Boris o con los relativos altibajos de su Oneguin, sino más bien en la línea de su maravillosa recreación de El jugador de Prokofiev. El pulso es firme, el sentido teatral muy elevado –nada de "sinfonía con voces"–, y la incandescencia emocional de altísimo voltaje, sin que por ello se pierda el control en los momentos más dramáticos, verdaderamente impactantes, ni deje de haber espacio para la más embriagadora delectación lírica. La Staatskapelle de Berlín, hoy por hoy la mejor orquesta operística del mundo –me refiero a las que trabajan de manera intensiva en el foso–, no solo está espléndida sino que luce un exquisito colorido de naturaleza inequívocamente rimskiana –refinada y rústica al mismo tiempo, sin escorarse hacia ninguno de los dos extremos– bajo una batuta que la modela con asombroso sentido de la plasticidad.
En tercer lugar, porque el elenco vocal es espléndido, empezando por una más que notable Olga Peretyatko, continuando por un excelente Johannes Martin Kränzle y terminando por una absolutamente sensacional Anita Rachvelishvili en el rol de la despechada Lyubasha, personaje cuyos deseos de venganza conducen a la tragedia; la canción a capella del acto primero que canta la mezzo georgiana es una de las cosas más emotivas a nivel operístico que he escuchado en mucho tiempo. Altísimo nivel también en los secundarios, casi todos magníficos, entre los que se cuela una ya muy mayor Anna Tomowa-Sintow cuya vuelta a la escena resulta conmovedora; Kotcherga se mueve en su habitual línea algo bronca, pero cumple.
En cuarto y último lugar, recomiendo este Blu-ray porque ese cretino soberbio y pedante llamado Tcherniakov, al que le hemos visto bodrios del calibre del Don Giovanni del Teatro Real, pone aquí su talento, que es inmenso, al servicio no solo de su ego sino también de la música, y aunque haya que aguantarle algunas ideas chirriantes o innecesarias, además de algún exceso, esta vez acierta a la hora de definir personajes, desarrollar situaciones e integrar escena con partitura, hasta culminar en un final realmente magnífico. Eso sí, parece claro que su propuesta –le ocurre en todas las que le he visto– está mucho antes pensada para verse en el televisor que en el teatro, lugar donde muchas cosas se pierden y otras quedan empequeñecidas.
La imagen es magnífica. El sonido estupendo, aunque el surround no sea auténtico. No hay subtítulos en castellano. Da igual: no se lo pierdan.
1 comentario:
Me gustó el Don Juan de Tcherniakov, el concepto al menos, y buena parte de su realización.
De lo más interesante que he visto en ópera (en persona).
Esto de Barenboim, habrá que verlo.
Por cierto, el argentino-israelí está teniendo un momento maravilloso, cumplidos los 70, como colofón una carrera magnífica.
Me preguntó qué puede sacar de la chistera aún (espero que le quede una década o más de actividad creativa).
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