Primero, una cuestión técnica. Esta blu-ray del sello Arthaus que contiene la
Elektra filmada en el Festival de Salzburgo de 2010 protagonizada por el director de escena
Nikolaus Lenhoff, la batuta de
Daniele Gatti y, como no, la incomparable
Filarmónica de Viena, se lo regalé a mi padre y no lo ha podido reproducir. En mi aparato, sin embargo, todo ha ido de maravilla. Ahora bien, el hecho de que el año pasado encontrase este producto a muy buen precio en Italia y que desde hace algún tiempo se venda barato en Amazon me hace sospechar que a lo mejor ha habido algún problema con la edición técnica y por eso se está liquidando. Si ustedes se encuentran con que no les funciona, háganlo saber. En cualquier caso, volver a verlo me ha servido para disfrutar de una soberbia calidad de imagen y sonido –la primera vez vi esta filmación en la toma televisiva– y para sacar una idea más clara de sus cualidades interpretativas.
La dirección de
Daniele Gatti me gustó poco entonces, no tanto por su enfoque mucho antes lírico y hasta romántico que impresionista, por lo demás muy plausible aunque no sea el idóneo para la obra, sino por blanda y deslavazada. Ahora me ha convencido más, encontrando positivo el esforzado trabajo de disección orquestal, la flexibilidad y el carácter cantable del fraseo y, ciertamente, el buen gusto y la ausencia de efectismos que presiden su lectura, beneficiada por la belleza sonora de la orquesta, en la que el maestro se recrea. Ahora bien, sigue pareciéndome que faltan aristas en la sonoridad, garra dramática en los clímax y, en general, atmósfera enrarecida y carácter trágico. Tampoco hay mucha sensualidad y carácter emotivo en los momentos más líricos: una cosa es que estén fraseados con la amplitud que demandan (¡no hay que excederse en el carácter telúrico de la obra!) y que miren a la sutileza melódica y tímbrica del Strauss futuro, cosa que Gatti consigue, y otra que lleguen a conmover. Por si fuera poco, todo el final –desde el asesinato de Egisto– se encuentra muy falto de fuelle, de progresión interna y de potencia expresiva: aquí sí que se puede hablar de desvalazamiento. En línea parecida, léase lírica, me quedo con
la Elektra de Christian Thielemann.
Gran nivel el de los cantantes.
Iréne Theorin sintoniza con la batuta ofreciendo una Elektra de voz algo más lírica de la
cuenta que comienza algo descentrada, quizá por quedarse muy corta por abajo, pero poco a poco, y sorteando algunas oscilaciones y estridencias disculpables por la extrema dificultad del rol, va ofreciendo una muy meritoria
recreación, bien acompañada por su desenvoltura escénica.
Inmensa
Waltraud
Meier. Pese a quedar –también ella– algo corta en el grave, esta señora canta de maravilla, actúa de
modo sensacional y ofrece una Klitemnestra convincente por ser mucho antes débil y torturada que
retorcida. Nada que ver con la típica bruja. Muy bien
Eva-Maria Westbroek, con una voz que hace que su personaje no sea en absoluto una niña algo melindrosa. Ahora bien, no está tan impresionante como cinco
años antes en París con
Dohnányi: aquí se muestra algo tirante en el agudo. Magnífico
René Pape,
aunque no sea tan buen actor como sus compañeras, correcto el Egisto de
Robert Gambill y solvente el resto.
Muy sugestiva la puesta en escena de
Lenhoff, que perfila muy
bien a los personajes con múltiples detalles inteligentes en la dirección de
actores que, eso sí, solo pueden ser bien apreciados en la filmación gracias a
los primeros planos. A descatar el tratamiento de Klitemnestra –no es ella quien se ríe cuando traen la noticia de la supuesta muerte de su hijo, sino sus sirvientas– y el oscurísimo
final, con la protagonista transformando a Egisto en su padre y las tinieblas
cubriendo el palacio. Imagen y sonido, como dije arriba, de enorme calidad, y subtítulos en castellano.
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