El resultado es un modelo de la tradición interpretativa francesa, pero bien entendida: hay aquí, sí, mucho de ese carácter digamos curvilíneo en el fraseo, de esa morbidez en las texturas, de ese sentido difuminado del color y de esa elegancia sensualísima, un punto indolente, que por lo habitual asociamos en este repertorio y que tanto le cuesta conseguir a los grandes maestros de la escuela centroeueropea –ha sido el caso de un Barenboim hasta hace poco–, pero no hay nada de trivialidad, de ingravideces ni mucho menos de asepsia. Antes al contrario, Cluytens pide músculo cuando es necesario y subraya el pathos de los pasajes más dramáticos, aun haciéndolo "manteniendo las formas" y por completo alejado de los conflictos, las tensiones y la incisividad. Todo ello no le impide derrochar la gracia, el encanto, el sabor folclórico y la brillantez que estas dos partituras maravillosas demandan, además de un vuelo poético ante el que resulta imposible resistirse.
Mención especial merece la Orquesta del Conservatorio de París, lejos del virtuosismo de las mejores formaciones de hoy día pero luciendo un colorido muy particular que, definitivamente, en la actualidad resulta imposible de encontrar. A destacar en especial las maderas, que realizan un formidable juego contrapuntístico en el primer número.
En fin, un disco que he disfrutado muchísimo. Lo he conseguido en la remasterización del sello japonés Esoteric, localizable en cierto sitio ruso de la red que ustedes seguramente ya conocen. También circula en remasterización occidental en HQ.
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