Cierto es que no llega al brío ni a la efervescencia de Kubelik, como tampoco a la sensualidad y delectación melódica de Dóhnanyi, pero supera al primero de los maestros y –como mínimo– iguala al segundo en claridad; en este sentido realiza, sin duda, un trabajo formidable, aunque su tratamiento de las texturas y de los planos sonoros –trompetas muy en primer término, por ejemplo– resulte a veces tan revelador como desconcertante. En cualquier caso, una interpretación sobresaliente que merece mucho la pena conocer.
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
viernes, 12 de febrero de 2016
Danzas eslavas de Dvorák por Szell
Ya puestos, después de Kubelik y Dohnányi –y tras una mala experiencia pasando una noche en la clínica: mi postoperatorio ha tenido complicaciones que ya se van resolviendo– he escuchado las Danzas eslavas registradas por George Szell y su Orquesta de Cleveland para CBS a lo largo de una serie muy dispersa de fechas distribuidas entre 1962 y 1965. Yo ya conocía algunas en un acoplamiento antiguo, y lo cierto es que sonaban mal. Ahora ha caído en mis manos una copia del SACD editado en 1999 y la mejoría es espectacular. Supongo que las reedicciones posteriores hacen uso de este mismo máster.
Interpretativamente, las versiones me han parecido magníficas. Por descontado que en ellas se hace patente la personalidad del maestro húngaro: objetiva, rigurosa, más atenta a la arquitectura que al matiz, dramática antes que lírica y por completo ajena a preciosismos. Pero es que además en esta ocasión Szell abandona su habitual distanciamiento para implicarse de lleno en lo expresivo, inyectando energía magníficamente controlada (¡qué concentración tenía este señor!), fraseando con holgura suficiente para que las melodías vuelen, aportando una buena dosis de desparpajo y sentido del humor –con un punto de retranca, lo que está muy bien– y haciendo que la formidable orquesta suene con el punto apropiado de rusticidad bien entendida.
Cierto es que no llega al brío ni a la efervescencia de Kubelik, como tampoco a la sensualidad y delectación melódica de Dóhnanyi, pero supera al primero de los maestros y –como mínimo– iguala al segundo en claridad; en este sentido realiza, sin duda, un trabajo formidable, aunque su tratamiento de las texturas y de los planos sonoros –trompetas muy en primer término, por ejemplo– resulte a veces tan revelador como desconcertante. En cualquier caso, una interpretación sobresaliente que merece mucho la pena conocer.
Cierto es que no llega al brío ni a la efervescencia de Kubelik, como tampoco a la sensualidad y delectación melódica de Dóhnanyi, pero supera al primero de los maestros y –como mínimo– iguala al segundo en claridad; en este sentido realiza, sin duda, un trabajo formidable, aunque su tratamiento de las texturas y de los planos sonoros –trompetas muy en primer término, por ejemplo– resulte a veces tan revelador como desconcertante. En cualquier caso, una interpretación sobresaliente que merece mucho la pena conocer.
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2 comentarios:
Querido Fernando, lo primero desearte que esté ya todo mejor y que sólo haya sido una nochecita para olvidar.
Lo segundo, este disco en concreto es para mí uno de los grandes hitos de las grabaciones clásica. Me encanta, siempre me ha gustado y me llena de forma indescriptible. Gracias por traerlo de nuevo al frente.
Gracias, Julio, tras el bache mi recuperación prosigue lenta pero muy satisfactoriamente.
Un placer para mí descubrir este estupendo disco que es para ti -y para otros muchos, claro- viejo conocido, y poder recomendárselo a quienes como yo solo tenían una idea puntual de cómo Szell abordaba las Danzas eslavas. Eso sí, me permito seguir colocando en el podio a Kubelik y Dohnányi, cuya audición también recomiendo calurosamente. Gracias por la aportación, y un abrazo.
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